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Las Palmas, 28 de octubre de 2022

M. Ángeles Araya Perdomo
Trabajadora Social de Atención Primaria de Salud
Servicio Canario de Salud

Para continuar analizando el efecto de estos vínculos y su relación con la satisfacción de las necesidades del individuo, aprovecharemos un segundo diagrama que ha sido diseñado por Krogerus y Tschäppeler, dentro del mundo de la comunicación y publicidad estratégica, y pincelado por la autora para convertirse en una estrategia personal que facilite la reflexión autoconsciente y la posterior toma de decisiones del cliente.

Mediante la geometría de un polígono regular, como es un triángulo equilátero, podremos exponer a cada una de las personas consignadas en el microsistema y mesosistema en base a tres disectrices que formarán los tres ángulos de 60º del triángulo equilátero, pronosticando una relación significativa por su armonía y equilibrio. Generando además la introspección sobre la satisfacción de las necesidades asociadas a ese micro o mesosistema.

En este boceto podemos observar rápidamente el vínculo y las áreas en desequilibrio  para establecer un marco de estrategias de intervención desde trabajo social clínico, siendo primer protagonista la persona y su medio social más cercano y simbólico.

Imagen
Tabla 2.Elaboración propia basado en “The personal performance model” (Krogerus,M. y Tschäppeler, R. 2008)

Cada disectriz de 60º plantea una relación armónica de ese vínculo social en una escala de intensidad sentida del 0-10, de las siguientes cualidades:

Amor y compromiso: Decía Empédocles que el amor es la fuerza metafísica de la vida, causa de todo movimiento, separación y unión. Lo cierto, es que la definiremos como un sentimiento intenso o convicción profunda que experimenta alguien hacia otra persona, a la que le desea y propicia con esmero y respeto  con las mejores condiciones para su bienestar.

Reciprocidad: Se trata de una acción transformadora realizada entre dos o más personas propiciando beneficio, cuidado y crecimiento mutuo, y siempre es equivalente al recibido.

Seguridad y protección: Aquella situación caracterizada por estar libre de daño, peligro o riesgo alguno. La cual no admite dudas sobre su firmeza y estabilidad, ofreciendo garantías a los que están bajo su parábola.

Estos diagramas pretenden ser una aproximación al universo relacional de los informantes. Mediante una herramienta de sencillo uso y rápida percepción visual, para percatarse, no sólo de la manera en que se ubican e incluyen en su vida cotidiana, sus relaciones personales más importantes, sino también para estimar junto a ellos la calidad de dichos vínculos, la satisfacción de las necesidades y la intervención social, desde una perspectiva no directiva, anti-opresiva y de empoderamiento. Además, de la intervención social coordinada de agentes sociales y profesionales para seguir creando vínculos entre las personas y la sociedad (macrosistema). Fomentando así, la cohesión social, mediante procesos de participación y desarrollo personal y comunitario. En la consulta de trabajo social clínico, estos dos diagramas manifiestan nos sólo la red significativa de la persona y las características de la misma como: la calidad, densidad y ubicación. Sino también la fuerza centrípeta de dicha red, donde la persona tiene un marco de aprendizaje con apegos seguros, estables y duraderos para satisfacer sus necesidades y la bidireccionalidad de dicho efecto centrípeto.

Esta profunda necesidad social de vincularnos, fruto de nuestra naturaleza gregaria,  puede quedar  insatisfecha por la sociedad tecnológica y de consumo actual. Más aún, en una etapa de pandemia, como la que afecta a un tercio de la población mundial, con el SARS2-COVID 19. Ya que, las vías de contagio de esta enfermedad (contacto por micro gotas de fluidos corporales) afectan drásticamente el modelo de relaciones humanas, pasando a un modelo de distanciamiento físico, cuarentena o confinamiento. El contacto social íntimo, no sólo está en el modelo básico de las relaciones humanas, sino que representa como queda expuesto en el artículo, un fundamento neuroquímico que facilita un equilibrio psiconeuroinmunoendocrino a través de las relaciones y del vínculo entre las personas. Favoreciendo la mejora del estado de salud con los efectos bioquímicos que provoca la hormona de la oxitocina. 

En la etapa de pandemia que vivimos, el contacto social queda reducido al mínimo  por el distanciamiento físico de 1,5-2 metros recomendado por las autoridades sanitarias y sólo se trasluce a través de la mirada (por tener los rostros protegidos con mascarillas); dejando una importante disolución del lenguaje kinésico corporal y facial y creando a las personas una necesidad acuciante de feedback verbal y grandes ansias de cercanía y/o vínculo. 

El efecto  psiconeuroinmunoendocrino de la brecha de relaciones sociales en esta pandemia se observa en gran medida en aquellos pacientes confinados o aislados en sus domicilios, en personas hospitalizadas en habitaciones de aislamiento restrictivo o en el peor de los casos en unidades de cuidados intensivos, donde las personas mantienen altos niveles de emociones desagradables como la angustia, miedo, estrés, soledad, etc. De ahí, la importancia que la familia (en los casos de aislamiento domiciliario) o los sanitarios (en los casos hospitalizados) mantengan contacto verbal y kinésico constante buscando el feedback del paciente confinado. Se recomienda un mensaje verbal sencillo, concreto, con articulación clara, entonación suave y volumen adecuado manteniendo en todo momento un contacto ocular constante e íntimo a través miradas intensas, que dejen traslucir la información gestual facial no disponible. Complementado con un lenguaje no verbal más marcado que habitualmente donde la efusividad sea la característica de la comunicación. Favoreciendo así no sólo la comunicación sino también mantener vivo el flujo del llamado pegamento social.

Conclusión

La coloquialmente conocida como la hormona del amor, la oxitocina, se activa coordinadamente con otras sustancias químicas neuronales relacionadas con el placer y la recompensa, y en última instancia, con el comportamiento social.

Las personas con relaciones sociales sanas, estables y duraderas experimentan mayores beneficios, gracias a que los efectos de la oxitocina se hacen más pronunciados con el tiempo. En concreto, gracias a las poderosas características de los vínculos sociales, se    estimula vigorosamente la secreción de la hormona del amor, generando más cantidad de oxitocina y mayor disponibilidad de receptores de oxitocina en las personas. Y a su vez, la oxitocina facilita la acción del vínculo en esa interacción social formando una espiral ascendente que propicia mejores vínculos posteriores y una acción más duradera de los efectos oxitócicos.

Esta relación entre los vínculos sociales y la oxitocina se retroalimenta por sí misma. El efecto de esta retroalimentación es la denominada fuerza centrípeta, un acción etérea que nos mantiene unidos en el vínculo e integración social, aunque haya pasado tiempo desde nuestro último encuentro.

Los sucesos neurobiológicos afectan a los procesos sociales, y a su vez éstos, recíprocamente están constantemente modificándose a  nivel psiconeuroinmunoendocrino.

Por tanto, sería perspicaz asegurarnos un vínculo, que reúna estas increíbles cualidades -amor, reciprocidad y seguridad-, con aquellas personas que sentimos agradablemente cerca (Levy N, Douglas T, Kahane G, et al. 2014). Tanto así que, las relaciones sean de apego y sigan estimulando la generación de esta fuerza centrípeta que posibilita equilibrados y saludables estados neuroquímicos y sociales que responden a nuestra inherente condición humana. 

Y aunque el incierto escenario de la pandemia genere a las personas vivencias, experiencias y emociones límites y en constante cambio en un ambiente inédito. También  se puede advertir el efecto antagonista de la oxitocina, aquel que se manifiesta en las reacciones de miedo, rechazo y huida de aquellas personas contagiadas, de personal sanitario o de servicios públicos que pudieran haber sido identificadas como un riesgo para la salud de las personas del círculo más próximo, la familia o la vecindad, por su exposición laboral a escenarios pandémicos.

Estas condiciones provocan la sobreestimulación de los receptores oxitócicos en nuestros escasos encuentros sociales, tanto sean su efecto positivo o antagonista, facilitando la respuesta neuroquímica de forma más inmediata y duradera en el tiempo. Creando vínculos  más intensos de filiación con sentimientos de pertenencia y protección del clan. Propiciando así, el mantenimiento de esos vínculos fuertes y sanos que existían con anterioridad, y facilitando respuestas agresivas ante la identificación de supuestas amenazas. Pero dificultando la generación de nuevos vínculos de confianza. Comienza a esgrimirse a través de las pantallas de zoom, meet y plataformas virtuales de encuentros, un nuevo modelo relacional impulsado por la pandemia. Los cuales sería interesante estudiar, para explorar definitivamente otro modelo de comunicación y conexión, que pudieran ser utilizados para crear vínculos seguros y confiables. Así como, sus efectos en la salud de las personas, que por sus condiciones físicas, sociales o de salud no pudieran generar ese vínculo de forma presencial. Explorando así, inéditos campos de intervención social que permitan la satisfacción de las necesidades primigenias del ser humano.

Bibliografía 

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Madrid, 15 de diciembre de 2021

Rubén Yusta Tirado
Trabajador social especializado en el ámbito de la gerontología.
Doctorando en Trabajo Social por la Universidad Complutense de Madrid

Según reflejan los principales estudios relacionados con el análisis de las residencias para personas mayores en España, las empresas privadas juegan un papel fundamental en el desarrollo de la atención gerontológica en estos servicios residenciales. Esto se refleja en los datos que manejamos actualmente, que indican que más del 70% de los centros residenciales son de titularidad privada y aproximadamente el 85% del total de las plazas residenciales están gestionadas por empresas (Abellán, Aceituno, Ramiro y Castillo, 2021). En este escenario, cada vez es más habitual que entre las competencias y funciones que se solicitan, o en algunos casos se asignan, en las ofertas de empleo relacionadas con este ámbito, aparezcan las funciones comerciales relacionadas con el puesto de trabajador/a social. 

Es necesario reseñar que, cuando hablamos de funciones comerciales, nos referimos al ejercicio de tareas ajenas a la intervención social, relacionadas con el contacto con instituciones externas con un fin relacionado con el marketing, con la difusión comercial de la “marca” que se encuentra tras la gestión del centro y todas aquellas tareas afines a esta práctica. Esto es un tema controvertido puesto que, si hacemos un análisis de los principios básicos o generales de la profesión, recogidos en el Código Deontológico del Trabajo Social (Consejo General del Trabajo Social, 2012), ninguno de ellos está relacionado o se encuentra próximo a estas funciones. 

Por todo ello, y por el gran desarrollo y presencia que actualmente tiene el Trabajo Social en ámbito de la gerontología y, por consiguiente, en el ámbito residencial, es necesario que llevemos a cabo un análisis que articule y sustente las distancias existentes entre el Trabajo Social y estas funciones comerciales que, en muchas ocasiones, suponen una barrera y un inconveniente para el desarrollo profesional por parte de los/as trabajadores/as sociales en un ámbito que, como estamos viendo, se encuentra en pleno desarrollo y que es fundamental en la articulación de los que muchos/as autores/as identifican como el cuarto pilar del estado de bienestar (Gallardo y Sánchez, 2020). 

A continuación vamos a analizar los motivos que alejan al Trabajo Social de las tareas comerciales en el ámbito residencial, amparándonos en los principios y fundamentos que sustentan nuestra profesión y nuestra disciplina científica y en el funcionamiento general de estos centros residenciales. 

  • Ratios de personal. Antes de entrar de lleno en el análisis de los principios y fundamentos del Trabajo Social, es importante que analicemos el funcionamiento del ámbito en el que nos encontramos. Como sabemos, los centros residenciales funcionan bajo un sistema de ratios de personal en los que, dependiendo del número de personas usuarias que allí residan, se necesitará un número determinado de profesionales que atiendan a sus necesidades. Estos ratios están dirigidos a la atención directa de las personas usuarias y, en el caso del Trabajo Social, a la intervención social con la persona, su entorno sociofamiliar y el ámbito comunitario. Por tanto, si la figura del/de la trabajador/a social se centra en el desarrollo de funciones comerciales ajenas a la intervención social con las personas que residen en el centro, se estará incumpliendo la finalidad de este ratio y, en muchas ocasiones, los acuerdos que éstos suponen entre los centros residenciales y las Administraciones con las que se fija la presencia de los/as profesionales. 
  • Desconocimiento de la disciplina. Asignar funciones comerciales a un/a profesional del Trabajo Social es sinónimo de un importante desconocimiento de la disciplina y de los valores que sustentan la profesión. Los/as trabajadores/as sociales nos encontramos próximos/as a la erradicación de situaciones que generan desigualdad, a lograr la dignidad, la libertad y la igualdad entre las personas usuarias y, en este ámbito, a mejorar las condiciones de vida de las personas mayores que viven en los centros. Por tanto, asociar este aspecto a nuestra figura profesional, denota una falta de conocimiento de las potencialidades de una profesión clave en la lucha contra las desigualdades actuales de nuestra sociedad.
  • Formación. En la actualidad, la profesión del Trabajo Social es desarrollada por profesionales que han obtenido el título de asistente social, diplomado/a o graduado/a en Trabajo Social, dependiendo del momento en el que el/la profesional llevara a cabo sus estudios relacionados con nuestra disciplina. Si hacemos un análisis de los contenidos generales de estas formaciones o de las posteriores especialidades que han ido surgiendo con la presencia de la disciplina en los diferentes ámbitos, observamos como apenas existen materias o contenidos relacionados con aspectos comerciales o con el marketing que en ocasiones es requerido en estas instituciones. Las cuestiones que pueden ser cercanas a este ámbito se desarrollan en categorías profesionales que, aunque pueden ser desarrolladas por profesionales del Trabajo Social, tales como la dirección o la coordinación de un centro o servicio gerontológico, se encuentran bastante alejadas de las funciones propias de los/as trabajadores/as sociales en los centros residenciales para personas mayores. 
  • Código Deontológico. Una buena forma de conocer una profesión o una disciplina científica es acercarse a su código deontológico puesto que, en él, se acotan las responsabilidades y competencias de los/as diversos/as profesionales. Si analizamos el Código Deontológico del Trabajo Social (Consejo General del Trabajo Social, 2012) observamos que ninguno de sus principios básicos o generales están relacionados con esta temática. Es más, si hacemos una búsqueda más profunda por sus 59 artículos, su preámbulo y su disposición final, no localizamos ningún término que aluda a las posibles funciones comerciales de la disciplina, ni la presencia de términos como “comercial”, “marketing”, “prescriptor/a” o “empresa”, lo cual es bastante relevante a la hora de establecer las distancias entre nuestra profesión y esta labor que, por otro lado, supone un eje central en el desempeño de otras profesiones.
  • Desarrollo comunitario. Como sabemos, el Trabajo Social tiene entre sus funciones el desarrollo comunitario de las personas usuarias para la consecución del bienestar social. Esto no es algo ajeno al ámbito residencial, puesto que en muchas ocasiones la intervención de los/as trabajadores/as sociales en el desarrollo comunitario de las personas usuarias es clave para cubrir las necesidades y potenciar el desarrollo de los/as residentes. Este desarrollo comunitario está basado en la relación con instituciones, agentes y entidades externas con el fin de mejorar las condiciones de vida de las personas usuarias. En cambio, es importante no confundir este “contacto externo” que se desarrolla en pos de la mejora de las condiciones de vida de las personas usuarias, con una labor puramente comercial, relacionada con cubrir las plazas de un servicio o el establecimiento de acuerdos comerciales relacionados con el llenado de centros. Como vemos, la diferencia fundamental radica en identificar hacia qué y hacia quiénes está dirigida la intervención del/de la profesional del Trabajo Social. 
  • El Trabajo Social en los equipos interdisciplinares. En la actualidad, los centros residenciales plantean un modelo de atención basado en la confluencia de profesionales de diversas disciplinas en los centros, conformando así equipos interdisciplinares. Como hemos comentado, estos equipos están formados por profesionales que van desarrollando sus funciones en función de su formación y sus competencias profesionales. De esta forma, los/as médicos/as y enfermeros/as intervendrán en el ámbito sanitario de la persona, los/as técnicos/as en cuidados auxiliares de enfermería participarán en el acompañamiento de las personas usuarias en el desempeño de sus actividades básicas de la vida diaria, los/as psicólogos/as intervendrán en el aspecto psicológico del desarrollo vital y, por consiguiente, los/as trabajadores/as sociales harán lo propio en relación al ámbito social de la persona. Si los/as trabajadores/as sociales se dedican a funciones ajenas a esta intervención social, estaremos descuidando toda la parte social del modelo biopsicosocial actualmente vigente en la intervención gerontológica que ha dejado atrás el modelo biomédico que anteriormente imperaba en este ámbito (Juesas, Álvarez, Otero y García, 2020). 
  • El Trabajo Social como disciplina académica y profesión esencial. Y ya por último, por no redundar más en un asunto que cualquier persona próxima al Trabajo Social podrá compartir, es importante que reflexionemos sobre qué supone nuestra profesión y sobre el momento en el que actualmente se encuentra. Si recurrimos a la definición global del Trabajo Social, desarrollada por la Federación Internacional de Trabajadores Sociales (2014) se concluye que: 

“El trabajo social es una profesión basada en la práctica y una disciplina académica que promueve el cambio y el desarrollo social, la cohesión social, y el fortalecimiento y la liberación de las personas. Los principios de la justicia social, los derechos humanos, la responsabilidad colectiva y el respeto a la diversidad son fundamentales para el trabajo social. Respaldada por las teorías del trabajo social, las ciencias sociales, las humanidades y los conocimientos indígenas, el trabajo social involucra a las personas y las estructuras para hacer frente a desafíos de la vida y aumentar el bienestar.”

Esta definición habla del Trabajo Social como una profesión basada en la práctica, como una disciplina académica, que cuenta con unos objetivos y unas competencias muy concretas que pueden ser llevadas a cabo en los diferentes ámbitos de intervención de la disciplina. Ésta es la base del Trabajo Social, que debe ser defendida y compartida por todos/as los/as profesionales que integramos esta profesión y que caminamos hacia una sociedad mas igualitaria, más libre y más digna para las personas usuarias con las que intervenimos. 

Pero esto no acaba ahí, durante gran parte de la gestión de la crisis sanitaria hemos sido conscientes, tanto nosotros/as como el resto de personas ciudadanas, de la importancia de la presencia del Trabajo Social, llegando a ser reconocida como profesión esencial. Este hecho debe ser el motor que nos permita seguir desarrollando nuestra labor y nuestras competencias profesionales contenidas tanto en la definición anterior como en nuestro Código Deontológico, y que tan importantes son para seguir avanzando y evolucionando en nuestro sistema de bienestar. Por todo ello, ajustarnos a estos principios y no perder de vista los objetivos y principios básicos del Trabajo Social, permitirán que la profesión y la disciplina siga creciendo y evolucionando, a la vez que conseguimos mejores situaciones y condiciones de vida para las personas usuarias. 

Acabamos de hacer un repaso por gran parte de los principios y competencias profesionales que sustentan y que identifican la labor del Trabajo Social. Como hemos podido comprobar, todos ellos marcan una gran distancia y poco o nada tienen que ver con un desempeño comercial, sea cual sea el ámbito de intervención del/de la trabajador/a social. Es por eso que no se entiende, con los documentos que conforman nuestra profesión en la mano, cómo se puede asociar una profesión que se encuentra tan próxima a aspectos relacionados con la igualdad, la libertad y la dignidad, con una labor comercial para la que, dicho sea de paso, ya hay disciplinas y profesiones especializadas. 

Esta asociación se entiende si damos por hecho el desconocimiento que aún existe en la sociedad sobre nuestras funciones, capacidades, potencialidades y competencias profesionales que, como se ha demostrado, va mucho más allá que la búsqueda de clientes/as para un centro. Unido a este desconocimiento, también podemos analizar esta errónea asociación como un método utilizado por estas instituciones para cumplir y responsabilizar a una disciplina profesional de unas funciones que nada tienen que ver con su desempeño, pero que de otra forma debería suponer la incorporación de otros/as profesionales especializados/as en ese ámbito. 

En cualquier caso, será nuestra labor seguir poniendo de manifiesto nuestras competencias y nuestras potencialidades para que, en un futuro no muy lejano, el Trabajo Social en el ámbito de la gerontología deje de ser relacionado con funciones ajenas a la disciplina y conseguir que los/as trabajadores/as sociales del ámbito geriátrico residencial gocen del reconocimiento, el respeto y las condiciones laborales que se merecen. 

Bibliografía

Abellán García, A., Aceituno Nieto, M. P., Ramiro Fariñas, D., y Castillo Belmonte, A. B. (2021). Estadísticas sobre residencias: distribución de centros y plazas residenciales por provincia. Datos de septiembre de 2020. Informes Envejecimiento en red Nº 27. 

Consejo General del Trabajo Social. (2012). Código Deontológico del Trabajo Social. Recuperado de: https://www.cgtrabajosocial.es/codigo_deontologico

Gallardo Peral, L., y Sánchez Moreno, E. (2020). ¿Para qué servimos las trabajadoras sociales?. Madrid: Catarata. 
Juesas Celorio, R., Álvarez Alonso, M., Otero del Castillo, B., y García Meré, B. (2020). La importancia del Modelo Biopsicosocial frente al Modelo Biomédico en el Trabajo Social Sanitario. Revista Médica y de Enfermería OCRONOS. Disponible en: https://revistamedica.com/modelo-biopsicosocial-biomedico-trabajo-social-sanitario/

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