Con motivo del Día Internacional de la Mujer, hemos seleccionado algunas propuestas que pueden ser de vuestro interés. Son contenidos para la reflexión, para ser compartidos y también para el movimiento, la acción.
La mujer como profesional del trabajo social Autora: Rodríguez-Miñón Sala, Elena Revista TSH 80 ENERO – 2017 Primer Cuatrimestre
Interesante artículo que no deja de ser actual y que nos hace reflexionar sobre el por qué de la feminización del Trabajo Social, la vinculación a los cuidados, su implicación en la desvalorización profesional. También aborda la segregación laboral y el techo de cristal en Trabajo Social.
Este enlace hace una llamada a unirnos a través de la sororidad, el afecto, la amistad, la solidaridad entre mujeres, a percibirnos como iguales, a aliarnos y compartir, a cambiar una realidad que en algún momento nos hace sentir oprimidas. Por todas, y “por mi primero”.
Hay una agenda de interesantes actividades organizadas con motivo del 8M.
La propuesta “Aprende y comparte” es muy recomendable. Encontrarás música, podcasts, lecturas, cine y series, para ti y para compartir.
Guía profesional: Trabajo Social desde una perspectiva de género. Parte I y II Fecha de publicación: 30 de noviembre de 2022 Autor: Consejo General del Trabajo Social / Cristina Mateos Casado Editor: Consejo General del Trabajo Social
En este enlace puedes acceder de forma gratuita a dos guías editadas por el Consejo General de Trabajo Social. Como indican, para: “enriquecer la disciplina desde una posición social crítica, de género y feminista que propone un nuevo proceso contemporáneo de revisión, reposicionamiento y cuestionamiento dentro de la profesión.”
Entre sus contenidos encontramos: figuras históricas de la profesión, normativa nacional e internacional en materia de igualdad, perspectivas epistemológicas, aportaciones técnicas y teóricas de profesionales. Se analiza trabajo social y género desde diferentes ámbitos de desarrollo profesional, así como la necesidad de incorporar la perspectiva de género en los instrumentos profesionales.
Te recomendamos que ‘eches un ojo’ a Píkara Magazine, Premio Estatal de Trabajo Social del Consejo General en la categoría de Comunicación “por dar voz de denuncia de las políticas, o actuaciones y actitudes que fomentan la igualdad y la justicia social.”
Pero, ¿quiénes son? Así se presentan: “Pikara Magazine practica un periodismo de calidad, con perspectiva feminista, crítico, transgresor y disfrutón. No nos definimos como una revista especializada en feminismo, sino que tratamos todo tipo de temas sociales, políticos y culturales con una mirada feminista.
Revisita TSDifusión
Como cierre, te invitamos a revisitar TSDifusión, que a lo largo de los años ha abordado la desigualdad de género, la violencia sobre la mujer, el feminismo, etc. Podrás encontrar artículos relacionados en nuestra hemeroteca: https://www.tsdifusion.es/hemeroteca
Gabriela Orrego Sánchez Trabajadora Social- estudiante del máster universitario de Igualdad y Género. Universidad de Málaga.
Laura Domínguez de la Rosa Profesora contratada doctora. Departamento de psicología social, trabajo social y servicios sociales y antropología social. Universidad de Málaga
Las redes sociales online constituyen una parte fundamental de nuestra cotidianidad. Desde que las tenemos al alcance de nuestros teléfonos móviles se han hecho indispensables para el correcto desarrollo de las interacciones sociales. A través de estas, no sólo tenemos la posibilidad de mantener una conexión continua con nuestros contactos, sino que también podemos diseñar nuestra propia plataforma de autorrepresentación en la que exponemos al público nuestra identidad en función de lo que deseamos o no deseamos mostrar (Renau et al., 2012).
Tal es su importancia en nuestro día a día, que la falta de participación en las mismas te excluye de algunas circunstancias y situaciones que inevitablemente requieren de su uso, y ante nuestro natural instinto de pertenencia social, la tendencia a la cibernavegación se incrementa a niveles impensables. De acuerdo con Flores y Browne (2017), el tiempo dedicado a la navegación y la creación de nuevos perfiles va en aumento continuo, puesto que se calcula que un 75% de los y las cibernautas menores de veinticinco años disponen de una cuenta en alguna red social. Además, los autores enfatizan en la importancia que la juventud le otorga a dichas plataformas, al considerarlas esenciales para el mantenimiento de una vida social satisfactoria.
Si bien son innegables las facilidades que ofrecen y los múltiples beneficios que suponen, es indiscutible que la dinámica bajo la cual operan no es del todo tan buena, pues a estas alturas ya son bien conocidos algunos de los inconvenientes más frecuentes que apelan principalmente a la población más joven. Adicciones, problemas de privacidad, uso de la información personal, discursos de odio, discriminación, ciberacoso, entre muchos otros problemas se han convertido en el pan de cada día, y haciendo un análisis desde la perspectiva de género, fácilmente podemos localizar infinidad de desigualdades y violencias que impactan a las mujeres a niveles claramente destacables.
Para identificar el origen de dichas desigualdades en un entorno a primera vista inofensivo es necesario remitirnos a los años setenta, época en la que el sociólogo Pierre Bourdieu acuña el término “violencia simbólica” para referirse a un tipo específico de dominación social en el que las personas sujetos oprimidas no son conscientes de la violencia ejercida. La realidad es que este tipo de violencia es difícil de identificar debido a que opera, como su propio nombre lo indica, en un campo simbólico que no requiere de expresiones físicas, pues se basa en la imposición de significaciones supuestamente inofensivas e incluso necesarias para la supervivencia que actúan como medio de comunicación y entendimiento del mundo social (Bourdieu, 2002).
Pero ¿Qué tiene que ver esto con las redes sociales? Pues bien, más de lo que nos imaginamos. Si analizamos la creciente popularidad de la autorrepresentación virtual, sumada a la sobreexposición de imágenes, la mercantilización corporal y la imitación de determinados referentes estéticos, nos daremos cuenta de que esto ha pasado a convertirse en una dinámica naturalizada de expresiones egocéntricas y neonarcicistas que generan graves consecuencias (Finol y Hernández, 2015).
Más allá de un inofensivo juego exhibicionista, estos patrones de comportamiento virtual esconden interacciones asimétricas plagadas de estereotipos de género en el que se aprecian claras diferencias en el tipo de representación que se le otorga a hombres y mujeres, pues, mientras los chicos publican fotografías que transmiten fuerza (focalizando la musculatura), las chicas publican imágenes que realzan la belleza y la feminidad (labios, piernas, escote, etc.) (Flores y Browne, 2017). Tal y como opera la violencia simbólica, estas manifestaciones parten de concepciones altamente diferenciadas entre sexos, estableciendo líneas fronterizas que determinan las significaciones de la feminidad y la masculinidad (significaciones usualmente limitantes y excluyentes).
El papel de la imagen en la reproducción de estereotipos es en definitiva de las más influyentes, ejemplos de ello podemos encontrarlo en aplicaciones o apps de citas, como Tinder. Según explica la periodista Beatriz Serrano (2019), este tipo de redes en repetidas ocasiones han antepuesto sus intereses comerciales por encima de la integridad de sus personas usuarias, exponiendo a las mismas a un juego de mercantilización estética. A diferencia de las compañías competidoras como OkCupid o Meetic, Tinder premia la imagen sobre el discurso, imágenes estereotipadas cuyo éxito en la búsqueda del amor dependerá del cumplimiento de los normotipos corporales. ¡!Ojo a este último dato! porque ya no sólo estamos hablando de dinámicas ejercidas por las propias usuarias y los propios usuarios, sino de manipulaciones algorítmicas discriminatorias que pueden ser controladas por las mismas compañías.
El siguiente planteamiento ante estos hechos podría ser: ¿Cómo se traduce esto en violencia? Y la respuesta está en las consecuencias que se generan. De acuerdo a las investigaciones de Cohen et al. (2017) la cantidad de tiempo que la juventud destinan a la visualización de imágenes consideradas atractivas se relaciona de manera directa con la insatisfacción corporal, siendo las plataformas enfocadas en la fotografía, aquellas que más promueven la internalización de los ideales de delgadez. El problema se agrava cuando analizamos la relación de estas dinámicas con determinados trastornos de la conducta. Tabares (2020) confirma el gran riesgo que suponen tanto en la aparición como en el agravamiento de los TCA (Trastornos de la Conducta Alimentaria), haciendo énfasis en la bulimia y la anorexia.
Ahora bien, los TCA no son los únicos problemas que retoman protagonismo, puesto que incluso están apareciendo nuevos tipos de Trastornos como consecuencia directa de la sobreexposición de imágenes y la autocontemplación corporal. “Dismorfia de Snapchat” es el nombre otorgado al trastorno dismórfico que genera en las personas usuarias una obsesión por modificar su apariencia según la imagen perfeccionada que visualizan de sí mismos a través de los filtros. Sarabia (2018), sostiene que este es experimentado por alrededor de un 2% de la población y se agrupa dentro del Espectro Obsesivo Compulsivo. Como era de esperarse, esto ha provocado un aumento de pacientes en las clínicas estéticas estadounidenses.
Vemos pues, como aquello que comienza como un patrón simbólico en el que los y las sujetos supuestamente de manera libre e independiente expresan su identidad y muestran al mundo la mejor versión de sí mismos ajustando a su gusto la pose, el filtro y el encuadre (Murolo,2015), trasciende posteriormente a consecuencias en la salud física y mental. Es justo de esta manera como trabaja la violencia simbólica, cuya aparente normalidad constituye su arma más letal, convirtiendo en cómplices a las propias personas oprimidas, todo ello a través de un proceso sincrónico de desconocimiento y reconocimiento que legitima la desigualdad (Fernández, 2005).
Es de vital importancia recalcar que son las mujeres las que se ven mayormente afectadas ante esta situación. Peris et al., (2016) señalan que la histórica presión sociocultural bajo la cual han estado sujetas las convierte en un perfil de riesgo emocional muy diferente al de los hombres. De hecho, el propio Pierre Bourdieu decidió extender el concepto de violencia simbólica hacia la dominación masculina, al considerar que las asimetrías en la jerarquización designadas a los sexos permitían comprender con claridad la economía de los intercambios simbólicos (Bourdieu, 2000). En efecto, son las mujeres las que mayormente han soportado el peso de la normatividad estética, en un intento por definir su “feminidad” bajo restrictivos cánones sociales.
Desafortunadamente, dichos patrones de violencia hacia las mujeres no se ven reproducidos únicamente en la imagen sino también en el discurso. Basta con navegar por plataformas como Reddit, Forocoches, Varones Unidos o mgtow.com para encontrarse con infinidad de debates degradantes y sexualizados hacia estas. Philips (2019) manifiesta que el ataque hacia el movimiento feminista se hace aún más evidente, pues son habituales los insultos, las burlas y hasta las amenazas de muerte o violación. Pero no es necesario adentrarse en estos foros no tan conocidos para descubrir que el discurso en las redes sociales no va precisamente a favor de las mujeres, si nos trasladamos a Instagram, una de las redes más populares del momento, también encontraremos disparidades.
De acuerdo a una investigación publicada por la universidad de Columbia en el año 2018, los hombres tienen 1,2 veces más probabilidades de percibir mensajes y comentarios positivos en sus fotografías, además, las publicaciones de las mujeres reciben cada vez menos representación pese a constituir la mayoría de la muestra. Según afirman los investigadores, los algoritmos absorben patrones repetitivos y los reproducen a gran escala, contribuyendo así a la invisibilización de la participación femenina (Stoica et al., 2018). No bastando con esto, si redirigimos la mirada a Facebook, otra de las redes sociales más populares, nos toparemos con algunos registros de demandas impuestas por discriminación, tal y como ocurrió en el año 2019 al descubrirse que algunos de sus anuncios publicitarios, en relación a servicios financieros e inmobiliarios, se publicaban con menos frecuencia a las personas usuarias de bajo interés mercantil, para lo cual se tenía en cuenta la raza, la nacionalidad y, como era de esperarse, el género, traduciéndose esto en menores oportunidades de crecimiento financiero para las mujeres (Pinto, 2019).
Una mirada desde el Trabajo Social
Habiendo analizado todo lo anterior nos queda preguntarnos ¿Qué papel cumple el Trabajo Social en toda esta problemática? La realidad es que aún queda bastante camino por recorrer para dar respuesta a dicha cuestión, no obstante, atendiendo a la promoción de la igualdad y la justicia social como principios fundamentales de la profesión, nuestra implicación se hace ineludible, ya que además de constituir una problemática de índole social, del nivel de comprensión de esta dependerá la efectividad del accionar profesional.
Algunas de las redes sociales mencionadas con anterioridad conforman espacios dinámicos, de fácil accesibilidad y gran capacidad de adaptación al cambio que representan una gran oportunidad en el marco de la intervención. Además, la propia naturaleza bajo la cual operan actúa en gran parte a nuestro favor, ya que su alta capacidad de difusión facilita la puesta en marcha de acciones de mayor alcance que refuercen algunos de los pilares básicos de la disciplina como la ampliación de redes apoyo y el fortalecimiento de las interacciones sociales.
Tal y como se ha venido señalando, es indispensable tener en cuenta que nos enfrentamos a un medio que en sí mismo constituye un espacio de riesgo ante la reproducción de estereotipos y formas de discriminación, sin embargo, las intervenciones que se planteen no deben estar dirigidas a la demonización de estos medios, sino a la concienciación respecto a las oportunidades que ofrecen. Se trata simplemente de aprender a sacar provecho de estas plataformas de la forma correcta y enseñarle a la comunidad a utilizarlas de manera consciente, responsable y bajo una perspectiva de género. Cabe resaltar que sólo adentrándonos en el mundo de las redes sociales desde el punto de vista de las personas usuarias que la utilizan, podremos construir planes de acción verdaderamente atractivos para la comunidad más joven.
Ante la polivalencia que caracteriza a la profesión, la aparición de nuevos tipos de violencia a raíz de las dinámicas virtuales no constituirá un impedimento en nuestro desarrollo, ahora bien, la improvisación no es la solución, por lo que ello no nos exime de hacer frente a los cambios sociales mediante el replanteamiento continuo de nuestro de accionar. Ahora más que nunca se hace necesaria una revisión profunda de nuestras metodologías clásicas y su efectividad en las problemáticas sociales emergentes. Como bien afirmaba Arriazu (2007) la inmersión en nuevos terrenos de investigación inevitablemente implicará épocas de incertidumbre e inseguridad profesional, sin embargo, teniendo en cuenta el terreno en el que se pretende ahondar, nuestra motivación debe basarse en las infinitas posibilidades ya señaladas.
BIBLIOGRAFÍA
Arriazu, R. (2007). ¿Nuevos medios o nuevas formas de indagación?: Una propuesta metodológica para la investigación social on-line a través del foro de discusión. Forum: Qualitative Social Research, 8 (3), 1-17.
Bourdieu, P. (2000). La domination masculine. Editorial Anagrama.
Bourdieu, P. (2002). lección sobre la lección. Editorial Anagrama.
Cohen, R., Newton-John, T. & Slater, A. (2017). The relationship between facebook and instagram appearance- focused activities and body image concerns in young women. Imagen corporal, 23, 183-187. https://doi.org/10.1016/j.bodyim.2017.10.002
Fernández, J. (2005). La noción de violencia simbólica en la obra de pierre bourdieu: una aproximación crítica. Cuadernos de trabajo social, 18, 7-31.
Finol, J. & Hernández, J. (2015). Sociedad del espectáculo y violencia simbólica: Las nuevas formas de la violencia en el discurso mediático. Espacio Abierto, 24(2), 349-369.
Flores, P. & Browne, R. (2017). Jóvenes y patriarcado en la sociedad TIC: Una reflexión desde la violencia simbólica de género en redes sociales. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 15(1), 147-160.
Murolo, N. (2015). Del mito del narciso a la selfie. una arqueología de los cuerpos codificados. Palabra Clave, 18(3), 676-700.
Peris, M., Maganto, C. & Garaigordobil, M. (2016). Escala de Autoestima Corporal: Datos psicométricos de fiabilidad y validez. Revista de psicología clínica con niños y adolescentes, 3(2), 51-58.
Phillips, A. (2019, 7 de marzo). 24 horas en la internet machista. La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/tecnologia/20190308/46865478527/dia-de-lamujer trabajadora-8-marzo-8m-huelga-feminismo-internet-machismo.html
Renau, V., Carbonell, X. & Oberst, U. (2012). Redes sociales online, género y construcción del self. Aloma, 30 (1) , 97- 107.
Sarabia, D. (2018, 6 de agosto). La “dismorfia de Snapchat”: operarse para ser como tú “yo” del filtro. El Diario. https://www.eldiario.es/tecnologia/dismorfia-snapchatquerer-parecerte-filtro_1_1987028.html
Serrano, B. (2019, 23 de mayo). Proposiciones indecentes, insultos y “ghosting”: por qué los hombres pierden la educación en Tinder. El País. https://smoda.elpais.com/placeres/sexo/proposiciones-indecentes-insultos-yghosting-por-que-los-hombres-pierden-la-educacion-en-tinder/
Stoica, A. A., Riederer, C., & Chaintreau, A. (2018, April). Algorithmic Glass Ceiling in Social Networks: The effects of social recommendations on network diversity. In Proceedings of the 2018 World Wide Web Conference (pp. 923-932).Tabares, S. (presentadora). (2020, 3 de junio). Redes sociales, el nuevo espejo de los trastornos de la conducta alimentaria [Capítulo 74]. Cadena Ser. https://cadenaser.com/emisora/2020/06/02/radio_valencia/1591083829_979456. htm
Belén Navarro Llobregat Trabajadora Social Directora del Centro de Servicios Sociales Comunitarios “Alpujarra” de la Diputación de Almería Bloguera: trabajosocialytal.com
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela. Antes de morir, le reveló su secreto: –La uva– le susurró –está hecha de vino– Marcela Pérez Silva me lo contó y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos Eduardo Galeano El libro de los abrazos (1989)
Las más jóvenes no lo habrán vivido, pero quienes como yo peinan canas, recordarán la nefasta enseñanza musical del colegio. Quienes teníamos la suerte de gozar de un buen oído musical, éramos elegidas para el coro o para la actuación de fin de curso. En cambio quienes tenían un oído, digamos, menos afortunado eran relegadas al ostracismo musical o, en el mejor de los casos, a ejecutar un perfecto playback. La verdad es que mover la boca mientras tus compañeras y compañeros cantan a pleno pulmón es aún más cruel que apartarte del coro. También estaban los docentes que pedían al grupo desafinador que cantasen más bajito, una solución menos cruel que la eugenesia musical del playback o la orden de alejamiento. Ignoraba ese profesorado cerril que el oído musical, como tantas otras cosas, puede ser educado y que una de las maneras es precisamente cantando. A día de hoy vagan por España hombres y mujeres de mediana edad que, víctimas del trauma, no se atreven a cantar ni en la ducha. Solo el gin tonic es capaz de obrar el milagro en el karaoke con resultados funestos para el público.
Con la escritura pasa algo parecido. Cuando pensamos en escribir se nos viene a la cabeza Almudena Grandes, Mario Vargas Llosa o Ana María Matute y, conscientes de que no podremos alcanzar tal excelencia, guardamos la libreta en un cajón o apagamos el ordenador y las ideas que atesoramos jamás verán la luz. Sin embargo, si preguntáramos a cualquiera de estas grandes plumas, nos dirían que sus primeros escritos eran horrorosos y nos explicarían que la escritura tiene mucho de gimnasia, de músculo, de ensayo y error. En definitiva, práctica. Ninguna persona nace escritora del mismo modo que todas las personas que se dedican a la música tampoco nacen siendo Mozart. Ni siquiera ocurre en el deporte, donde por cada Roger Federer hay muchos más Rafa Nadales que han tenido que machacarse y machacarse para mejorar su servicio mediocre.
Lo más importante de todo es que se puede jugar al tenis sin ser Rafa Nadal y se puede escribir sin ser Almudena Grandes. Pienso que las trabajadoras sociales deberíamos escribir en masa. Contamos con pensadoras e investigadoras que han hecho grandes aportes a la profesión, pero no es suficiente. Esta profesión tiene el derecho de escribir y la obligación de hacerlo. Nos sobran los motivos. Propongo tres. Este artículo es un alegato a favor de la escritura. Así, sin más. Por una escritura introspectiva, o rebelde, o serena, funcional, creativa o militante, como es mi caso. Decía Gabriel Celaya:
“Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse. Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren y canto respirando. Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas personales, me ensancho.” Cantos Íberos (1955)
La escritura puede ser el arma contra el futuro distópico que casi es presente. El mundo postcapitalista que estamos viviendo tiene visos de convertirse en una especie de planeta diseñado por Aldous Huxley. Ignoro si quienes rigen nuestros destinos son los gobiernos, el club Bildeberg o la pasividad de una población cada vez más desinformada, cada vez más desconectada de lo colectivo y más encerrada en sus infiernos personales, el caso es que la cosa no pinta bien, y ese es el primer motivo para escribir que comparto en estas líneas.
1. El diluvio que viene
El ejercicio público, en general, cada vez es más defensivo y menos proactivo. Más centrado en los medios y menos en la misión. Más preocupado por el formalismo que por el bienestar, en palabras de Philip Alston (2019) La COVID 19 y el auge de la administración electrónica han puesto la puntilla. Las modernas leyes que otorgan derechos a los otrora administrados/as hoy ciudadanos/as son papel mojado. Menguan y se recortan tanto los derechos de las personas como su capacidad de respuesta ante los abusos institucionales. Poner una reclamación, conocer el estado de una solicitud o hablar personalmente con alguien es cada vez más difícil. Intrincados procedimientos electrónicos, carteles tipo deténgase en las puertas o presencia de vigilantes cumpliendo el encargo de filtrar la entrada son ejemplos de lo que denomino bunkerización, que da lugar a una vergonzosa indefensión de la ciudadanía frente a la máquina burocrática. El trabajo social, según muchos autores, no ha escapado a esa deriva neoliberal. Por no hablar del odioso mandato institucional de certificar pobreza y gestionar prestaciones míseras, un encargo que va fagocitando la esencia de la profesión, lenta, pero inexorablemente. Apunta Parajuá (2017, p. 305):
“Hay que tener en cuenta que el Trabajo Social moderno ha desarrollado buena parte de sus códigos de verosimilitud en base a un movimiento de despersonalización, distancia y extrañamiento respecto a los sujetos intervenidos”.
Sea para contraargumentar esta afirmación o detener esta dinámica perversa, la escritura es una herramienta imprescindible. También para imaginar otro mundo, altercapitalista e igualitario, puesto que el patriarcado es otra de esas lacras a la que la profesión debe contribuir a erradicar. Desde dentro. El patriarcado en trabajo social es el elefante en la habitación. Uno más en la profesión.
2. Los hombres nos explican cosas
Si no ha quedado claro hasta ahora, me encanta cuando la gente me explica cosas de las que saben y yo estoy interesada, pero aún no sé; es cuando ellos me explican cosas que sé y ellos no cuando la conversación se tuerce Rebecca Solnit Los hombres me explican cosas (2016)
Decir que el trabajo social es una profesión feminizada es una verdad obvia. Decir que el trabajo social también sufre los efectos del patriarcado es una verdad incómoda. Yo misma lo he padecido en mis carnes en forma de mansplaining*, por parte de hombres procedentes de la academia en diferentes redes sociales, sobre todo twitter. Jamás me ha ocurrido con ninguna profesora universitaria. Siempre con hombres. Afortunadamente no todos los académicos pecan de machoexplicación. Se podrá argumentar que twitter es para debatir y que quizá es que yo tenga la piel muy fina. El asunto reside en los términos en que se produce ese debate. También pudiera ser que esté generalizando sobre un problema que solo me ocurre a mí, sin embargo la propia Rebecca Solnit cuenta en su libro que en EE.UU., a raíz de su publicación, se abrió una página web llamada Los hombres académicos me explican cosas y que los testimonios que allí se volcaron fueron miles. En España en general y en la profesión en particular pasaría algo similar si se abriese una página web parecida. Estoy muy segura porque esta conversación la he mantenido con muchas compañeras que han vivido lo mismo que yo.
*Según el diccionario de Oxford, la palabra mansplain es un término informal que significa (dicho de un hombre) ‘explicar (algo) a alguien, normalmente una mujer, de forma condescendiente’ «machoexplicación», alternativa a «mansplaining» | Fundéu. (n.d.). Recuperado el 11 de abril de 2021, de https://www.fundeu.es/recomendacion/condescendencia-machista-alternativa-a-mansplaining/
¿Qué cosas pueden explicarnos los hombres de la academia sobre las que saben menos que nosotras? Muy sencillo: Intervención social. Nadie sabe más sobre intervención social que las propias profesionales. No apoyaré esta afirmación sobre ninguna cita. Estos hombres son, no me cabe duda, eruditos en política social, modelos de bienestar social o servicios sociales, pero la inmensa mayoría no sabe nada sobre intervención social. Sin embargo, se permiten despachar nuestras reclamaciones sobre la deriva del sistema de servicios sociales o las negativas a hacer esto o lo otro con un argumento tan patriarcal como nuestra tendencia a la queja, acusación que por sí sola daría para un artículo. Por eso es nuestra obligación escribir para rebatir y explicar, porque somos nosotras quienes estamos padeciendo los efectos de las desastrosas políticas sociales sobre la relación de ayuda, en una preocupante deriva desde el acompañamiento al control. Como explicaré más adelante, no son ellos los únicos autorizados a describir la realidad del trabajo social o los servicios sociales. En palabras de Silvia Navarro Pedreño, no hay un saber menor, solo saberes diferentes (2017, p.154)
3. Escribir para pervivir
Somos responsables de preservar ese bagaje de historias gracias a las cuales crecemos y creamos. Irene Vallejo Manifiesto por la lectura (2020)
Sé de muchas trabajadoras sociales anónimas que hacen su trabajo con pasión, rigurosidad científica y ética con mayúsculas. Mujeres que atesoran saberes de incalculable valor. Hacedoras de aquellas pequeñas cosas grandes para muchas familias. Esas compañeras a las que llamas por teléfono para preguntarles sobre un caso que te angustia. Mujeres harto conocidas por el corrillo profesional que, sin la más mínima intención, se convierten en referentes. Profesionales cuyas intervenciones épicas son rememoradas después de su jubilación ¡Se levantó en la reunión y le dijo las verdades del barquero al delegado! ¡Se negó a participar en aquella indignidad! ¡Consiguió que se reabriera ese centro o evitar aquel cierre! Cosas pequeñas que hacen del mundo un sitio grande. Son esas mujeres que dejan un vacío infinito en la profesión cuando se marchan.
Esas mujeres no suelen dejar por escrito aquellas supuestas pequeñas cosas que han logrado. Se llevan el conocimiento consigo y eso da qué pensar. Quizá porque esta profesión es femenina y feminizada. En su interesantísimo artículo El devenir del trabajo social en clave de género Ainhoa Berasaluce Correa nos cuenta, sobre los colegios profesionales:
“en el mantenimiento de esta estructura un elemento clave ha sido el hecho de estar integrada mayoritariamente por mujeres, ya que la actividad de los Colegios Profesionales se ha caracterizado más por satisfacer las necesidades de autoayuda del propio colectivo (Peña y Aranguren, 2008), necesidades éstas atribuidas fundamentalmente a las mujeres, que por cuestiones vinculadas con la presencia pública, de mayor interés para los hombres. Muchas veces he pensado que se trata de una forma característica de relacionarse entre mujeres, en la que prima el grupo sobre la persona y en la que se da mucha importancia a los vínculos afectivos y a las relaciones interpersonales” (p. 135)
Es llamativo el paralelismo que muchas profesionales realizan entre el trabajo social y la costura, un acto femenino y a la vez colectivo por excelencia, en el que las mujeres entre retales, jaboncillos y bobinas de hilo cosen mientras comparten preocupaciones, alegrías, confidencias y dolores. Una actividad, la costura, en la que el apoyo mutuo cobra todo su sentido y potencial. En cambio la escritura es una actividad solitaria que requiere de tiempo y espacio, como ya describió Virginia Woolf en su famosa novela Una habitación propia, que ilustra mejor que yo misma lo que pretendo compartir en este artículo.
Según Chimamanda Ngozi Adichie es imposible hablar de relato único sin hablar de poder (2018, p.18). Quien maneja el relato tiene el control sobre la realidad. Quienes aplican las prácticas narrativas parten de historias saturadas de problemas que son deconstruidas con el protagonismo de la persona para reconstruir historias alternativas. Frente al relato impuesto de la queja y la pasividad, podemos tejer, juntas, una trama de posibilidades. Porque las historias, como también dice Chimamanda, importan. Muchas historias importan. Las historias se han utilizado para desposeer y calumniar, pero también pueden usarse para facultar y humanizar (p.28). Sé que el tiempo es escaso. Que se ha de buscar un hueco que no existe. Que es difícil ponerse. Sé bien que los conocimientos que se requieren hay que aprenderlos. Y sé que las revistas científicas no lo ponen nada fácil si se intenta escribir un paper. De hecho pareciese que más de un revisor o revisora disfruta machacando el texto que tiene entre manos. Jamás entenderé la hipocresía de cierto sector de la academia al animar a las profesionales a que escriban y paralelamente corregir con innecesaria saña, cosa por otra parte bastante fácil tras el anonimato de las revisiones. Mientras tanto, el trabajo social y la propia sociedad siguen ávidos de saberes subalternos, de muchas pequeñas historias que, minúsculas pero tercas, se obstinan en llevar la contraria a la realidad.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Adichie, C. N. (2018). El peligro de la historia única.
Alston, P. (ONU). (2020). Informe del Relator Especial sobre la extrema pobreza y los derechos humanos. In Asamblea General de las Naciones Unidas. https://doi.org/10.18268/bsgm1908v4n1x1
Berasaluze Correa, A. (1986). El devenir del trabajo social en clave de género. Zerbitzuan: Gizarte Zerbitzuetarako Aldizkaria = Revista de Servicios Sociales, ISSN 1134-7147, No. 46, 2009, Págs. 133-140, 46, 133–140. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3119461
Galeano, E. (1993). El libro de los abrazos. Editorial siglo XXI.
Navarro, S. (2017). Saber femenino, vida y acción social. Editorial CCS.
Parajuá, D. (2017). El dominio narrativo. Notas para un análisis crítico de la codificación institucional de los pobres. Cuadernos de Trabajo Social, 30(2), 301–313.
Solnit, R. (2015). Los hombres me explican cosas. Capitán Swing.Vallejo, I. (2020). Manifiesto por la lectura (F. de gremios de editores de España (Ed.).
Alba López Pozo. Trabajadora Social. Máster Universitario en Estudios de Género, Identidad y Ciudadanía
Hoy en día, todo el mundo habla sobre la perspectiva de género, desde personas físicas, entidades hasta Administraciones Públicas. Sin embargo, realmente muy pocas personas conocen lo que se esconde detrás cuándo se habla de ‘perspectiva de género’. En muchos documentos se denomina también transversalidad de género o mainstreaming de género.
La perspectiva de género ‘se refiere a la metodología y los mecanismos que permiten identificar, cuestionar y valorar la discriminación, desigualdad y exclusión de las mujeres, que se pretende justificar con base en las diferencias biológicas entre mujeres y hombres, así como las acciones que deben emprenderse para actuar sobre los factores de género y crear lascondiciones de cambio que permitan avanzar en la construcción de la igualdad de género’ (Gobierno de México, 2021). Por lo que la perspectiva de género pretende reducir la desigualdad construida culturalmente.
La transversalidad de género surge en el año 1985 en la III Conferencia Mundial sobre las Mujeres (Naciones Unidas, 1985). La transversalidad de género surge como equidad entre hombres y mujeres a través de las políticas específicas de igualdad. Estas políticas recogen medidas de acción positivas dirigidas a las mujeres que son incorporadas en todas las etapas de la actividad política: diagnóstico; planificación; ejecución y evaluación.
Sin embargo, la perspectiva de género no solo se enmarca a nivel político, sino que es una ‘visión’ de la realidad diaria. Una metáfora muy utilizada para explicar estas intervenciones es la llamada ‘gafas violetas’. ‘Las gafas violetas’ es como decir ‘mira desde otro punto de vista, mira desde mi punto de vista como mujer’. Esta herramienta pretende ser una mirada crítica que deconstruya de forma intrínseca el patriarcado construido desde hace siglos en el cual subordina a la mujer por parte del hombre debido a la cultura y tradición.
El machismo está intrínseco en las estructuras de la sociedad desde hace muchos siglos a todos los niveles (local, autonómico, estatal e internacional) es por ello que se diseñaron normativas para comenzar a reducir las desigualdades de oportunidades entre hombres y mujeres; prevenir la violencia contra las mujeres, etc.
Las normativas más destacables son las siguientes:
Constitución Española.
Instrumento de ratificación del Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra la mujer y la violencia doméstica, hecho en Estambul el 11 de mayo de 2011.
Instrumento de Ratificación por parte de España del Tratado de Ámsterdam por el que se modifican el Tratado de la Unión Europea, los Tratados Constitutivos de las Comunidades Europeas y determinados actos conexos, firmado en Ámsterdam el 2 de octubre de 1997.
Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género.
Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres.
Ley 4/2015, de 27 de abril, del Estatuto de la víctima del delito.
Excepto la Constitución Española, las demás normativas recogen medidas que promueven la discriminación positiva.
En 2015, desde Naciones Unidas se estableció un acuerdo con 193 países con los objetivos que persiguen la igualdad entre las personas, proteger el planeta y asegurar la prosperidad como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. Un nuevo contrato social global que no deje a nadie atrás. Estos objetivos se denominan los Objetivos del Desarrollo Sostenible y son 17 en total.
Sin embargo, aun habiendo normativa que obliga a las distintas instituciones a todos los niveles a intervenir día a día incluyendo la perspectiva de género, la realidad es otra muy distinta.
Hoy en día sigue existiendo, entre otros aspectos, profesiones masculinizadas o feminizadas, el llamado ‘Techo de Cristal’, urbanismo masculinizado, ocultamiento del papel de la mujer en la Historia, culpabilidad de las mujeres en el ámbito familiar, lenguaje excluyente, vergüenza propia en el contexto sexual por parte de las mujeres, etc… Cabe añadir, la inadecuada gestión emocional por parte de los hombres, exceso de responsabilidad económica varonil, falta de habilidades socio-comunicativas para expresar pensamientos y sentimientos por parte de los hombres, etc. En este artículo se realiza una breve reseña a algunos de los aspectos mencionados anteriormente:
Urbanismo masculinizado
Según Serafina Amoroso (2020), ‘las mujeres viven en ciudades que no han sido diseñadas para y por ellas’ (Revista Crítica Urbana, 2020). Esta autora hace referencia a los distintos patrones de movilidad y de la utilidad del transporte público diferenciado entre hombres y mujeres. Las mujeres, por su rol tradicional de cuidadora suelen realizar recorridos más complejos (el hombre suele ir de casa-trabajo-casa; en cambio la mujer suele realizar casa-trabajo-compra-colegio-dentista-etc) y prácticamente diurno, ya que debido a la poca iluminación (entre otros factores) las mujeres temen salir de noche por si pudiera ocurrir algún tipo de agresión. Cabe resaltar que en las grandes ciudades, principalmente, cada vez están más concienciadas, por lo que toman medidas, como, por ejemplo, que el autobús urbano permita acercar a las mujeres lo máximo posible a su domicilio.
Lenguaje excluyente
A través del lenguaje se expresa los pensamientos, costumbres y cultura de un grupo determinado. El lenguaje influye en la discriminación y en la desigualdad de forma natural que históricamente ha ocurrido, y sigue ocurriendo, entre hombres y mujeres.
Según la UNED ‘el sexismo lingüístico es el uso discriminatorio del lenguaje que se hace por razón de sexo. Tal y como considera la lingüista Eulalia Lledó “el lenguaje no es sexista en sí mismo, sí lo es su utilización. Si se utiliza correctamente también puede contribuir a la igualdad y a la visibilización de la mujer” (UNED, 2021).
Un ‘truco’ para afirmar que un texto es sexista es la denominada ‘regla de inversión’, es decir, consiste en convertir los términos masculinos por femeninos, y viceversa.
Inadecuada gestión emocional por parte de los hombres
La cultura y tradición machista ha influido en una represión emocional por parte de los hombres tanto en el ámbito público como el privado(‘los niños y los hombres no lloran’).
La Organización Mundial de la Salud define la salud emocional como ‘estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad’ (recogido por DKV, 2019).
Es por ello, que a la hora de afrontar ciertas experiencias no tienen herramientas para gestionar las emociones que éstas les producen. La Universidad Autónoma de Barcelona recoge que ‘la autogestión emocional es una de las competencias del autoliderazgo consciente, que nos permite ser los propios gestores de nuestro proyecto de vida. Entrenarnos para afrontar emociones desfavorables o negativas y estimularnos con emociones positivas son la clave para la construcción de nuestro bienestar’ (Universitat Autònoma de Barcelona, 2021).
Exceso de responsabilidad económica varonil
Como es conocido, la gran mayoría de las mujeres cobran menos que los hombres. Esto es debido principalmente a que las mujeres siguen siendo las cuidadoras principales del hogar. Hace unas décadas, las mujeres se incorporaron al mundo laboral y lo hacían como ‘entretenimiento o para pagar sus cosillas’. Los hombres eran quienes ‘traían’ el grueso económico a casa para pagar la hipoteca, ropa, comida, etc. De ahí la expresión conocida como ‘cabeza de familia’. Sin embargo, aunque actualmente las mujeres tienen más independencia económica, a nivel salarial siguen permaneciendo al mismo nivel desigualitario.
Esto da lugar a que, actualmente, aunque mujer y hombre trabajan con la misma jornada laboral en el mismo puesto de trabajo, sigue siendo el hombre, por el mero hecho de serlo, el responsable de sustentar económicamente el hogar.
Estos son solo algunos de los aspectos que se relacionaba con la ‘no perspectiva de género’ que al día de hoy se han ido reduciendo gracias a herramientas como los Planes de Igualdad. Un Plan de Igualdad es ‘un conjunto ordenado de medidas evaluables, dirigidas a remover los obstáculos que impiden o dificultan la igualdad efectiva de mujeres y hombres, y a eliminar la discriminación por razón de sexo en las empresas. El plan de igualdad se estructura tras la realización previa de un diagnóstico, negociado con la representación legal de las personas trabajadoras, y elaborado en la comisión negociadora de dicho plan de igualdad. Los planes de igualdad deberán fijar los objetivos de igualdad a alcanzar, las estrategias y prácticas a adoptar para su consecución. También deben incluir el establecimiento de sistemas eficaces de seguimiento y evaluación de los objetivos fijados’ (Unión Sindical Obrera, 2020)
Para concluir, la mayoría de las personas trabajan cada día con y por la perspectiva de género, en la igualdad entre hombres y mujeres, sin importar el tamaño del gesto, ni el ámbito de actuación (educación; sanitario; histórico, político, social, etc.) lo importante es que la perspectiva de género está en movimiento y que se está visibilizando a las mujeres que han sido borradas de la historias (como científicas; escritoras; etc.) así como promover espacios accesibles y seguros sin importar si es de día o de noche.
Jefatura del Estado. (2019). Real Decreto-ley 6/2019, de 1 de marzo, de medidas urgentes para garantía de la igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres en el empleo y la ocupación. 2021, de Boletín Oficial del Estado Sitio web: https://www.boe.es/buscar/pdf/2019/BOE-A-2019-3244-consolidado.pdf
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