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Las Palmas, 21 de octubre de 2022

M. Ángeles Araya Perdomo
Trabajadora Social de Atención Primaria de Salud
Servicio Canario de Salud

La coloquialmente conocida hormona del amor, la oxitocina, se activa coordinadamente con otras sustancias químicas de áreas neurales relacionadas con el placer y la recompensa. Debido a nuestra naturaleza inherentemente social, nuestro sistema químico no sólo viene a favorecer la reproducción de la especie, sino a asegurar su subsistencia, fomentando el mantenimiento del vínculo entre los miembros de una misma red. Esta interacción social favorece un sistema de retroalimentación química con fuertes repercusiones sociales que inciden indiscutiblemente en nuestra salud. 

De ahí que la llamen comúnmente el pegamento social, aquel que está presente en nuestra red personal significativa, la cual quedará analizada a través de dos diagramas para abordar en consulta la calidad de dichos vínculos, la satisfacción de las necesidades y la intervención social a proponer para seguir manteniendo el flujo bidireccional de este neuropéptido.

En  1953 el bioquímico premio Nobel Vincent du Vigneaud consiguió aislar y sintetizar la hormona de la oxitocina, para facilitar las contracciones uterinas. Pero en 1992 Insel comenzó a mostrar interés por esta influyente hormona, no sólo en la reproducción, parto y conducta maternal, sino también en el comportamiento social: conductas afiliativas y prosociales. De la misma forma, hoy en día, la neurociencia social y la psiconeuroinmunoendocrinología intentan explorar aún más las reacciones químicas, físicas, psicológicas y comportamentales de esta hormona conocida coloquialmente como la hormona del amor, de la afiliación, del vínculo social, en definitiva, el pegamento social

Y es que, este péptido ha sido detectado en varias estructuras cerebrales relacionadas con el sistema motivacional o de recompensa neuronal, el sistema mesocorticolímbico de la dopamina. Convirtiéndose así, en un neurotransmisor que no actúa solo, sino en conjunción con otros neurotransmisores y hormonas (Caba M. 2003), con capacidad para moldear el comportamiento social provocando cambios en nuestras relaciones sociales, afiliativas y sexuales. (Love, T.M.2014) 

Oxitocina y las relaciones sociales

Existen multitud de artículos científicos argumentando el carácter prosocial de la oxitocina como facilitadora de las relaciones sociales. Esta hormona desencadena tres efectos diferentes:

  • Ampliación de la atención a las señales sociales (Love, T.M. 2014) y mejora de la memoria social (Campbell, A. 2010).
  • Reducción de la ansiedad y el miedo (Bartz, J.A. et al. 2011).
  • Mejora de la motivación social (Depue, R.A. & Morrone-Strupinsky, J.V. 2005), el apego y la confianza (Campbell, A. 2010).

Y, por tanto, se propician así conductas de confianza, generosidad, altruismo, empatía  (Love, T.M.2014, Bartz, J.A. et al. 2011) y cooperación, se percibe a los demás de manera confiable, atractiva, accesible, y con apego. Así como, la oxitocina facilita la conexión interpersonal (por ejemplo, a través del etnocentrismo, motivación y conciencia social/sesgo de atención, mirada fija y estilo de comunicación) (Bartz, J.A. et al. (2011).

Pero, a su vez, el efecto pegamento social depende de la relación que tengamos con esa persona, es decir, depende de si nuestro vínculo con esa persona es cercano, sano y confiable y si pertenecemos al mismo círculo. Como por ejemplo el grupo familiar, grupo de trabajo o compañeros de equipo deportivo, para que funcione el efecto del pegamento social. De hecho, en recientes investigaciones se resalta el efecto antagonista de este neuropéptido que aumenta la competitividad y agresividad hacia aquellas personas que no han sido identificadas cercanas al grupo (Love, T.M. 2014), como en la incipiente competitividad  que despiertan los encuentros deportivos entre los jugadores de los diferentes equipos. También, puede tener ese efecto antagonista, cuando una persona tiene conductas que perjudican al grupo del vínculo más cercano (Levy N, Douglas T, Kahane G, et al. 2014).

Estas cualidades de la oxitocina suscitan en la neurociencia social, un considerable entusiasmo científico, aunque sigue siendo complicado encontrar evidencias, los datos sugieren que las disfunciones del metabolismo de esta hormona podrían estar relacionados con varios trastornos psiquiátricos, caracterizados por el déficits en el funcionamiento social, como: el trastorno del espectro autista, la depresión, la esquizofrenia, la ansiedad social (Bonet, JL. 2019), el trastorno por déficit de atención/ hiperactividad (Campbell, A. 2010), el trastorno obsesivo compulsivo, bulimia y anorexia nerviosa (Heinrichs, M. et al 2003).

Además de los receptores cerebrales oxitócicos, también hay receptores de esta hormona en el útero, en los cuerpos cavernosos (pene y clítoris), en las mamas, las motoneuronas del músculo pubococcígeo (Manzo, J. 2004), en el corazón y el tubo digestivo. 

Entonces, si existen receptores periféricos, también  hay acción de la hormona en estas zonas corporales. Por ello, hablar con personas de confianza, tomar un brunch en buena compañía, dar o recibir un abrazo amistoso, bailar, pasar el día con un/a amigo/a, dar o recibir apoyo social (Heinrichs, M. et al 2003), disponer un espacio cálido y agradable (Uvnäs- Moberg, K. 1998) provocan que el cerebro libere al torrente sanguíneo, altos niveles de oxitocina, estimulando así nuestra vinculación y bienestar (Bonet, JL. 2019) como consecuencia de las múltiples y constantes interacciones entre los sistemas inmunitario, nervioso, endocrino y social. 

Los ensayos y estudios en mamíferos no humanos detectan que las relaciones y vínculos estables y armoniosos generan mayor cantidad de receptores de oxitocina. Sin embargo, en las relaciones inestables existen menos receptores oxitócicos (Feldman, R. 2012). De ahí que con una calidad de relación más alta se muestran niveles más altos de oxitocina y se predicen, significativamente, incluso un mes después (Holt- Lunstad, J. et al.  2015).

Los efectos de la oxitocina demuestran la reducción de la presión arterial, de los niveles de cortisol, y de la actividad del sistema simpático, aumenta el umbral de dolor y la actividad del sistema parasimpático. Además, disponemos de un efecto ansiolítico, inducido por la hormona del amor. A su vez, ésta estimula interacciones sociales positivas de nuevo.  Su exposición repentina y continuadamente causa efectos duraderos y clínicamente relevantes en la activación de este sistema (Uvnäs- Moberg, K.1998) que hemos aprovechado a denominar la fuerza centrípeta de la oxitocina en las relaciones sociales. Stephanie Cacioppo afirma “al igual que las fuerzas entre elementos químicos, las fuerzas que operan entre individuos son difíciles de observar directamente pero se hacen visibles a través de sus efectos en los individuos” (Cacioppo, S. & Cacioppo 2012). Pudiendo provocar una cascada neuroquímica capaz de generar pensamientos, sentimientos y comportamientos de poderoso vínculo entre las personas y efectos directos sobre su salud. Si esta fuerza centrípeta es explotada desde el  trabajo social clínico, propiciará una relación terapéutica fuerte y de confianza entre ambos (terapeuta y cliente). Además, en el resto de sus relaciones, se identifica una fuente de modelado social, donde la capacidad de aprendizaje de las personas será superior a otros contextos. 

El desarrollo social

La presencia de las interacciones sociales es una y otra vez motor de búsqueda científica para tratar y resolver problemas de salud. Además, es el primer eslabón que manifiesta nuestra poderosa e influyente unicidad e interdependencia. Aquella donde se nutren, interactúan y retroalimentan nuestras cualidades culturales, sociales, emocionales, psicológicas, fisiológicas, neurológicas, inmunológicas y endocrinológicas, dando una compleja relación entre el ser humano y su medio. Motivadas razones para que el trabajo social se sumerja en la neurociencia, aportándole a ésta una amplia visión integradora de los procesos sociales.

Después de todo, las relaciones sociales son resultado de la naturaleza filogenética del ser humano, y pueden estar poniendo de manifiesto varios paradigmas sociales, que la ciencia implementa a través de ensayos clínicos. Aún no siendo la intención de este artículo, para quien desee profundizar, estos paradigmas se comienzan a esgrimir en la bibliografía de Antonio Damasio y Stephen Porges, entre otros.

Por consiguiente, y dada la importancia de las relaciones sociales nos introduciremos, mediante dos diagramas, en las cualidades indispensables de las mismas, para que faciliten la bidireccionalidad de los neuropéptidos especificados anteriormente. Las relaciones sociales son el objeto de interés para cualquier rama del trabajo social, que persigue el equilibrio saludable de las personas, familias, grupos y sus comunidades facilitando espacios de reflexión, reconocimiento y aprendizaje mutuo entre el profesional de trabajo social clínico y la persona, acercándonos así a la maravillosa red neuronal por defecto que nos permite conectarnos con el resto. 

La persona establece vínculos sociales constituyendo una red, donde se manifiestan sus relaciones más significativas, desempeña roles y status sociales. En esta red se facilita el ajuste social de la persona y se evidencian los fenómenos sociales, ideológicos, culturales y morales. Así como, se satisfacen las necesidades básicas o primarias y se favorece el acceso a la cobertura de otras necesidades sociales. Tal como recoge Dabas  “Es un sistema abierto, que a través de un intercambio dinámico entre sus integrantes y con integrantes de otros grupos sociales, posibilita la potenciación de los recursos que poseen. Cada miembro de una familia, de un grupo o de una institución se enriquece a través de las múltiples formas de relaciones que cada uno de los otros desarrolla” (Dabas, E. y Najmanovich, D.1999), siendo el intercambio entre las partes, el  núcleo y el motor que impulsa las relaciones sociales y crea el vínculo.

La sociología plantea que las relaciones sociales son intersecciones entre varios puntos cercanos o lejanos, integrados o en conflicto que se diferencian en círculos concéntricos (Herrera, M 2000). Así, en la década de los ochenta, autores como Gottlieb, Lin, Bronfenbrenner y Weiss proponen también tres contextos concéntricos  donde se fraguan las relaciones: 

El microsistema donde se dan las relaciones más íntimas y de confianza (pareja y familia nuclear) las cuales requieren de reciprocidad, compromiso y responsabilidad mutua, y satisfacen las necesidades de subsistencia y de seguridad.

El mesosistema en el cual se generan las redes sociales habituales de familia extensa, amistades y trabajo, que necesita interacción interpersonal frecuente y satisfacen la necesidad  de vinculación, desarrollo y reconocimiento de la persona, y apoyo social.

Y por último el  macrosistema donde las relaciones sociales son participativas y comunitarias a través del compromiso ideológico, cultural y moral, donde se propicia el sentimiento de pertenencia e identidad social. Cubriendo la necesidad de autorrealizacion.

Siguiendo las premisas de dichos autores con las pinceladas de Sluzki, C. (Sluzki, C. E. 2010) en “Las relaciones que un individuo percibe como significativas” podremos vislumbrar nuestra red personal significativa y nuestras necesidades, cumplimentando la siguiente representación de su teoría.

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Tabla1.- Elaboración propia basado en Sluzki,C.(2010)

En primer lugar, advertir que la figura en forma de corazón en el epicentro del diagrama de los sistemas de relaciones no es aleatoria; pues a través de nuestra marca genética, el vínculo de apego con nuestros cuidadores, la personalidad, la interacción con el ambiente, se fragua nuestra primera relación, la que tenemos con nosotros/as mismos/as. Ésta condicionará el nexo, acceso, disposición y concentración de los demás sistemas relacionales, favoreciendo el repertorio de los vínculos interpersonales y emocionales a lo largo de nuestra vida (Martino, P. 2014). Por ello, el corazón en el epicentro ha sido introducido por la autora para que sea valorada también esta trascendental relación contigo mismo/a.

Este diagrama puede ser utilizado en consulta o de forma autónoma por el cliente. Siendo la primera la más provechosa para generar, desde una visión propia (la del cliente), su red significativa, autorellenando los tres círculos (interior, intermedio y externo) en cada una de sus vertientes/ambientes (familiar, relaciones de amistad, relaciones laborales y relaciones comunitarias) de nombres propios de personas significativas en su vida. Y aunque pudiera parecer la génesis entre un genograma y un sociograma, queda bastante lejos de esta realidad, pues potencia la activación neuronal de la llamada red por defecto, que ofrece al cliente un contexto de reflexión y conexión con los demás.

Sin embargo, en las entrevistas clínicas basadas en el genograma, sociograma o similar, podemos impregnar nuestra relación terapéutica de la desagradable evocación de recuerdos biográficos, relacionales y emocionales engendrados en el dolor, conflicto, maltrato, ruptura, duelo, venganza, etc. Que se suele generar durante la descripción de relaciones rotas, tóxicas o de maltrato provocando una sobreactivación neuroquímica, al poner en jaque una vez más la circuitería neuronal del dolor social y de la supervivencia.   Reactivando la amígdala cerebral,  el eje hipotálamo hipofisario adrenal (HPA) y respuestas inflamatorias inapropiadas, un dispositivo neuronal de emergencia que suele estar normalmente sobreactivado en el cliente, ya que ha alertado al mismo/a en innumerables ocasiones anteriores, de que sus relaciones sociales han sido dañadas. Por lo que, la entrevista profesional basada en el rastreo sistemático de las relaciones para elaborar la historia social puede dar lugar a un nefasto efecto sobrevenido y de daño colateral. Ya que, esta señal primitiva está enraizada a la supervivencia del individuo y relacionada con  su  aprendizaje, memoria, emociones, funciones ejecutivas (planificación, ejecución, evaluación), autoconsciencia, toma de decisiones y empatía, entre otras (Araya, M.A. 2021)

Por lo que, se recomienda realizar otras intervenciones clínicas menos preceptivas  invasivas y lesivas para el cliente, como la exploración natural de su red más significativa, en la que se apoyará un trabajo social clínico desde las fortalezas y oportunidades del cliente.

Bibliografía 

  • Araya, M.A. (2021) “ La simbiosis perfecta: neurociencia y trabajo social”. Revista Trabajo Social Hoy, No 94. Colegio Oficial de Trabajo Social de Madrid.
  • Bartz, J.A. et al. (2011) “ Social effects of oxytocin in humans: context and person matter“ Trends in Cognitive Sciences, Vol. 15, No. 7. Elservier, DOI:10.1016/j.tics.2011.05.002.
  • Bonet, JL. ( 2019)”Cerebro, emociones y estrés. Las respuestas de la psiconeuroinmunoendocrinología”. Ediciones B Argentina SA
  •  Caba M. (2003) “ Oxitocina: la hormona del amor materno”. La ciencia y el hombre revista de divulgación científica y tecnológica de la Universidad Veracruzana voz XVI n 1. 
  • Campbell, A. (2010) “ Oxytocin and Human Social Behavior”. Article in Personality and Social Psychology Review. Sagepub DOI: 10.1177/1088868310363594.
  • Cacioppo, S. & Cacioppo (2012) “ Decoding the invisible forces of social connections“ Frontiers Integrative Neurosci. 2012; 6: 51. doi: 10.3389/fnint.2012.00051
  • Dabas, E. y Najmanovich, D. (1999). Redes el lenguaje de los vínculos. Hacia la reconstrucción y el fortalecimiento de la sociedad civil. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
  • Depue, R.A. & Morrone-Strupinsky, J.V. (2005). “A neurobehavioral model of affiliative bonding: Implications for conceptualizing a human trait of affiliation”. Behavioral and Brain Sciences, 28, 313-395. 
  • Feldman, R. (2012) “ Oxytocinand social affiliation in humans”. Elservier Hormones and  Behavior núm. 61 380-391. doi:10.1016/j.yhbeh.2012.01.008.
  • Herrera, M (2000) “ Relación social como categoría de las ciencias sociales”. Reis. Revista Española de Investigaciones Sociológicas. núm. 90, pp. 37-77. Ed Centro de Investigaciones Sociológicas.
  • Heinrichs, M. et al (2003) “ Social Support and Oxytocin Interact to Suppress Cortisol and Subjective Responses to Psychosocial Stress“.  Biological Psychiatry 2003;54:1389 –1398. DOI:10.1016/S0006-3223(03)00465-7. 
  • Holt- Lunstad, J. et al. ( 2015) “Relationship quality and oxytocin: Influence of stable and modifiable aspects of relationships”. Journal of Social and Personal Relationships 2015, Vol. 32(4) 472–490.
  •  Krogerus,M. &Tschäppeler, R. (2011) “ El  pequeño libro de las grandes decisiones: 50 modelos para el pensamiento estratégico”. Grupo Planeta. Barcelona.
  • Levy N, Douglas T, Kahane G, et al. ( 2014)”  Are You Morally Modified?: The Moral Effects of Widely Used Pharmaceuticals. “Philos Psychiatr Psychol 2014; 21: 111-125.
  • Love, T.M. (2014) “Oxytocin, Motivation and the Role of Dopamine”.Pharmacol Biochem Behav. 2014 April ; 0: 49–60, NIH Public Access. DOI:10.1016/j.pbb.2013.06.011.
  • Manzo, J. ( 2004)“ Testosterona, química cerebral y conducta sexual masculina”. Comunicación libre. Revista Ciencia de la Academia Mexicana de Ciencias. México.
  • Martino, P. (2014) “ Behavioral aspects of oxytocin: its influence on stress and in social cognition”. Cuadernos de Neuropsicología. Panamerican Journal of Neuropshychology. Vol.8 num2. DOI: 10.7714/cnps/8.2.204
  • Sluzki, C. E. (2010). Personal social networks and health: Conceptual and clinical implications of their reciprocal impact. Families, Systems, & Health, 28(1), 1–18.   https://psycnet.apa.org/doi/10.1037/a0019061. – Uvnäs- Moberg, K. (1998) “Oxytocin may mediate the benefits of positive social interaction and emotions”. Psychoneuroendocrinology. 1998 Nov;23(8):819-35. PubMed DOI: 10.1016/s0306-4530(98)00056-0

Málaga, 20 de octubre de 2021

María de las Olas Palma García
Profesora Titular de Trabajo Social y Servicios Sociales. Universidad de Málaga.
Doctora, Trabajadora Social.

Escribir sobre el Trabajo Social es siempre una oportunidad. Es caminar en un proyecto colectivo, transformador y resiliente. Una oportunidad que recibo con este encargo de compartir con todas vosotras mis reflexiones en torno a cómo situarnos desde nuestra profesión ante las situaciones de crisis, es decir, ante nuestro día a día.

El Trabajo Social convive con las crisis desde sus orígenes. De hecho, es y surge como instrumento para su prevención, atención y evaluación, esperando de sus conocimientos y competencias profesionales las respuestas que cada contexto de crisis requiere. Sin entrar en una disertación profunda sobre qué entendemos por crisis -quizás para otra reflexión- sí que os propongo que entremos a fondo en cómo nos posicionamos ante ellas. En todo caso, partamos de las tesis de Koselleck(1) respeto a considerar “crisis” la forma de experimentar la diferencia entre lo previsto y lo realizado, entre lo que se espera que ocurra y lo que finalmente sucede. Hablamos de contextos, procesos y situaciones en los que las personas, familias, grupos y comunidades experimentan la inseguridad, el riesgo o las desventajas que supone no encontrarse en el marco previsto de bienestar. En ocasiones limitamos la idea de crisis a situaciones extremas. Lo tenemos claro cuando hablamos de pandemia, de catástrofes naturales, de causas sobrevenidas, etc. Sin embargo desde el Trabajo Social también hemos de reconocer las crisis en la cotidianeidad de experiencias de malestar social que genera la desigualdad. Con esta idea, que delimita el escenario de lo que hemos de considerar crisis, os proponía no pararnos ahora en su desarrollo, y entrar directamente en el compromiso que ante el mismo debemos asumir. Un escenario de gran alcance y responsabilidad con el que el Trabajo Social ha de estar siempre conviviendo: anticipándonos a las crisis y, una vez surgidas, acompañándolas para que desaparezcan.

¿Cómo nos posicionamos ante las crisis?

Cada vez de manera más habitual escuchamos que somos resilientes. En los discursos, en las canciones, entre nuestras conversaciones e incluso entre las de los gestores y responsables de las políticas públicas. De hecho, nos encontramos inmersos en un plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del gobierno con el que se nos transmite que “España Puede”. La resiliencia se ha acomodado entre nosotros como la gran “virtud” a la que todas las personas aspiramos, por la cual las situaciones de crisis y dificultades parecen menores, ya que somos capaces de afrontarlas. Es cierto que todos podemos llegar a adaptarnos a las adversidades, a las que ya están y a las futuras, pero precisamente por ello hemos de estar alertas a los riesgos y contraindicaciones de esta virtud de adaptación. Porque las contraindicaciones en intervención social existen, aquello que no solo no produce efectos positivos, sino que además puede empeorar la situación de malestar sobre la que hemos de actuar: manteniéndola, cronificándola o naturalizándola. Recientemente he tenido la suerte de escuchar en palabras de Natividad de la Red esta misma reflexión, “cuidado con las contraindicaciones de nuestra actuación profesional”(2), lo cual nos lleva de nuevo a resituar la posición que tomamos ante las crisis. Bajo este compromiso y desde mi pequeña aportación al estudio de la Resiliencia, en el que llevo años investigando y explorando las oportunidades que este nuevo paradigma ofrece para el desarrollo de la justicia y bienestar social, y de manera muy directa para la intervención desde el Trabajo Social, quisiera introducir en el debate actual del “ser resilientes” algunas claves para ser consideradas. 

Resiliar, mucho más que resistir

Resiliar es la propuesta de mi amiga Anna Forés(3) para las complejas e inciertas situaciones en las que nos encontramos, para el escenario constante de crisis en el que nos movemos, donde las trabajadoras y trabajadores sociales estamos en primera línea. En este caso, usar el infinitivo Resiliar -aun cuando como tal no esté recogido en la RAE- no es solo para conocer lo que es, sino sobre todo para poner la Resiliencia en acción. 

El origen del término Resiliencia deriva etimológicamente del latín, de la palabra resilere, que significa saltar hacia arriba, volver a entrar saltando, rebotar, apartarse o desviarse; y del anglicismo resilence o resilency, utilizado para referirse a la resistencia de los cuerpos a los choques, a recuperarse, ajustarse. Con este término, la física ha descrito la propiedad de elasticidad que presenta la materia, encontrando elementos que resisten y se adecuan a condiciones extremas de temperaturas, rupturas, etc. La materia es resiliente, resiste y se vuelve a recomponer tras efectos extraordinariamente adversos, pero al trasladar este fenómeno físico a las personas, no hemos de olvidar que más allá de ser materia, las personas tenemos emociones y somos inteligentes. En las relaciones humanas, el paradigma de la Resiliencia no se limita a la dureza o elasticidad que muestran las personas para resistir de manera exitosa ante las dificultades. Esta es, precisamente, la “virtud” de adaptación ante la que tenemos que estar alertas, la que nos hace resistir. Sin embargo, Resiliar es mucho más, es activar y poner en acción la capacidad de anticiparnos y, sobre todo, de transformación que todas las personas podemos ejercer sobre dichas dificultades y especialmente sobre sus causas.

En el día a día del Trabajo Social, como profesionales presentes en las múltiples disfunciones que se producen entre lo previsto y lo realizado, entre lo que se espera y lo que se alcanza, en definitiva, presentes en las situaciones de crisis que viven las personas, somos testigos de la rapidez en ser capaces de resistir y, no tanto, de resiliar. Familias, barrios enteros, colectivos sociales permanecen durante años resistiendo en contextos de riesgo, desventaja o precariedad sin que sus experiencias vitales avancen hacia las mejoras que se proyectan. Es cierto que en estos contextos se producen respuestas extraordinarias de quienes consiguen alcanzar dichas mejoras – algún joven que en zonas desfavorecidas como los Asperones(4) llega a la universidad o familias cuidadoras de personas dependientes que no claudican a pesar del abandono institucional-, pero no dejan de ser ejemplos aislados de pura resiliencia de los que no tendríamos que abusar. Porque resiliar no es sólo resistir, es sumar el valor añadido de la inteligencia y la emoción humana frente a la dureza de la materia. 

Resiliencia, o es transformadora o no lo es

Siguiendo las palabras de un gran referente y amigo, Stefan Vanistendael(5), con frecuencia la resiliencia se confunde con la fuerza, creyéndose que si las personas son resilientes no es necesaria la protección social. Pensar solo en términos de fuerza, de adaptación, nos puede hacer creer que la resiliencia hace a las personas invulnerables, y nadie lo es. También nos puede hacer creer que la protección social es ajena a la solución de las adversidades, delegando en las personas resilientes la capacidad de adaptarse a ellas con éxito

Todos tenemos experiencias de cómo las situaciones hostiles y complejas a las que nos enfrentamos nos hacen fuertes. A nivel personal, familiar, como organizaciones y comunidades aprendemos a afrontar dichas experiencias, teniendo la oportunidad de mostrar y fortalecer lo mejor de cada una, aun cuando ni siquiera sabíamos que lo teníamos. Expresiones cotidianas como “no pensé que sería capaz de hacer tal cosa, o al final pude resolver tal otra” son ejemplos claros de nuestra resiliencia. Pero incluso con estas experiencias, si solo nos quedamos en ello, en aprender de nuestras capacidades de adaptación, la diferencia cualitativa de la persona con la materia, no se produce. Ser resiliente es favorecer los cambios que nos lleven al bienestar, en nosotros mismos y desde la justicia social, en todos los demás. Para diferenciarnos de la materia, nuestra inteligencia y emoción nos ha de llevar a la demanda constante de políticas públicas eficientes y efectivas que eviten las situaciones adversas y garanticen el bienestar de todas las personas.

Desde el punto de vista profesional, como trabajadoras y trabajadores sociales, asumimos la responsabilidad de posicionarnos con esta mirada ante las crisis. Aunque las personas seamos fuertes y nos los recuerden constantemente, la resiliencia sólo se alcanza al transformar las causas y estructuras que provocan las adversidades que afrontamos. Que, en la mayoría de las ocasiones no son consecuencia de desastres sobrevenidos, sino de la falta de cobertura, evaluación y disfunciones de las políticas públicas. Son, por tanto, adversidades evitables de las que una vez vividas tenemos que aprender, pero ante las que no nos podemos adaptar. No olvidemos que el Trabajo Social es un instrumento de cambio, de transformación social, del que se espera que seamos capaces de involucrar a las personas y a las estructuras para hacer frente a desafíos de la vida y aumentar el bienestar(6).

Algunas claves para resiliar desde el Trabajo Social

Por último, de la misma forma que he ido construyendo esta reflexión sumando palabras e ideas de otras personas, me atrevo a terminar este texto añadiendo algunas claves propias que confío nos puedan ser útiles como trabajadoras y trabajadores sociales ante las experiencias de crisis que nos rodean, las de los demás y las nuestras. Tengamos en cuenta que también nosotras experimentamos las diferencias entre lo previsto y lo realizado, entre lo que esperamos de las políticas diseñadas, de las organizaciones e instituciones en las que estamos o de nuestras propias funciones con lo que finalmente se llega a alcanzar. También nosotras hemos de tener cuidado con creer que ya somos resilientes. El uso generalizado de este vocablo, junto con el mensaje de éxito que nos sugiere el hecho de que seamos capaces de resistir y adaptarnos a las numerosas situaciones difíciles que encontramos en nuestra práctica profesional, no ha de reducir los compromisos con la transformación y cambio al que nos lleva la Resiliencia, especialmente de quienes tienen y tenemos la responsabilidad pública de garantizar el bienestar común. Con esta finalidad, a modo de ideas claves tengamos siempre en cuenta que la Resiliencia demanda:

  • Reflexividad: Aprendamos de la experiencia, tomando conciencia de las circunstancias y dinámicas que en cada situación de crisis se producen en torno a las personas, instituciones y diferentes agentes involucrados. Esto ha de hacerse de manera intencionada, sistemática, con enfoque global, evaluando nuestro propio aprendizaje ante las experiencias difíciles y posibilitando nuevas oportunidades y aprendizajes a los demás. 
  • Proactividad: Anticiparnos a la dificultad. Prever las situaciones de crisis que con frecuencia esperamos en los contextos en los que estamos y poner en marcha todos aquellos mecanismos que puedan reducir sus efectos negativos sobre las trayectorias vitales de las personas y de la propia intervención.
  • Colectividad: Actuar junto a otros, involucrando en todas las acciones a personas y estructuras relacionadas. Los procesos de trabajo ante las situaciones de crisis han de ser colectivos, construyendo redes, solo así tendrán en cuenta las múltiples causas y factores presentes en su desarrollo, que han de ser abordados. 
  • Creatividad: Estar abiertos a lo nuevo, a los cambios, a probar aquello que se surge en la complejidad e incertidumbre que ofrecen las crisis. Ser flexibles durante el proceso de intervención de forma que demos espacio a nuevas oportunidades y fortalezas con las que siempre cuentan las personas. 

Y todo ello, para asegurar la transformación social: Para ser profesionales resilientes con respuestas eficaces en situaciones de crisis es imprescindible incidir sobre el contexto, sobre las causas que las provocan, evitando poner el foco de manera exclusiva en las estrategias individuales que ante ellas se pueden desarrollar. La participación sociopolítica, como estrategia de cambio social en nuestros procesos de intervención, ha de ser paralela al resto de objetivos que nos marquemos. Solo así resistiremos a los riesgos de no ser trabajadoras y trabajadores sociales resilientes ante las crisis. 


(1)Crítica y crisis: un estudio sobre la patogénesis del mundo burgués, Trotta, 2007

(2)Conferencia Curso de Verano UMA 2021 (Vélez Málaga). Los servicios sociales ante la crisis social.

(3)Anna Forés Miravalles, pedagoga y escritora experta en Resiliencia. Profesora Universidad de Barcelona.

(4)Zona “desfavorecida” en Málaga desde hace más de 30 años.

(5)Reflexiones en torno a la resiliencia. Una conversación con Stefan Vanistendael. Educación Social, 43, 93-103. 2009.

(6)Definición internacional del Trabajo Social, Melbourne, 2014.

Huelva, 13 de enero de 2021

Alba López Pozo
Alba López Pozo- Supervisora de Vivienda Tutelada de Personas Con Enfermedad Mental derivada de Adicciones

Los últimos años se ha hecho mucho hincapié sobre el Trabajo Social Sanitario, pero realmente ‘¿Qué sabemos del Trabajo Social Sanitario?’. En este artículo se destacan varios puntos entre ellos quién promueve esta especialización. 

¿QUÉ ES EL TRABAJO SOCIAL SANITARIO?

Para comenzar, se realizará una aclaración sobre el Trabajo Social en el ámbito de la salud, éste es: ‘la actividad que se ocupa de los aspectos psico-sociales del individuo, a través del estudio, diagnóstico y tratamiento de los factores sociales que concurren en el mantenimiento de la salud y en la aparición de la enfermedad de las personas, los grupos y las comunidades, colaborando en potenciar el carácter social de la medicina […] Su trabajo se centra también en la prevención y el fomento de la salud a través de programas preventivos, aplicando la estrategia de detección de riesgo, identificando a las personas en riesgo social para cada programa’ (Guía de Intervención de Trabajo Social Sanitario, 2012).

Es muy importante la denominación adecuada, con nombre y apellidos, así como la propia ubicación de la misma. La terminología correcta tiene como consecuencia el factor que diferencia el Trabajo Social Sanitario de otros ámbitos de intervención del Trabajo Social, como el jurídico. 

El Trabajo Social Sanitario interviene desde la enfermedad, motivo de la consulta sanitaria, ingreso hospitalario o su propia vivencia como punto de partida. En las intervenciones que se realiza, el o la profesional del Trabajo Social debe descubrir los recursos emocionales, educativos y socioeconómicos de las personas usuarias, ya que en varias ocasiones las personas que acuden no son conscientes de sus propias herramientas y recursos para hacer frente a la situación que ellas mismas padecen o sufren de forma indirecta como su futuro. Cabe destacar que la enfermedad, directa o indirecta, afecta a todas las esferas de la vida diaria generando un estrés consciente o inconsciente por los cambios, por ejemplo, en los horarios de la rutina. ‘La vulnerabilidad de la persona está expuesta a sí misma y a los demás, como lo están sus fortalezas, en las cuales se apoya el trabajo social sanitario’ (El trabajo social sanitario en el marco de la optimización y sostenibilidad del sistema sanitario, 2010). No hay que olvidar que el Trabajo Social Sanitario interviene con toda la unidad de convivencia, trabajando por un presente y un futuro según evoluciona o no la enfermedad. La calidad de la intervención psicosocial en tiempo real, junto a otros y otras profesionales del equipo multidisciplinar, supone una optimización de los recursos sociosanitarios. 

HISTORIA

De forma muy resumida, los antecedentes del Trabajo Social Sanitario se ubican en los Estados de la Costa Este de Estados Unidos. Las personas más destacadas de la promoción de esta disciplina son las siguientes: Dr. William Osler, el Dr. Charles P. Emerson, el Dr. Richard C. Cabot, Mary E. Richmond, Garnet Isabel Pelton, Ida M. Cannon, James Minnick, Jane Addams, el Dr. Michael M. Davis o Gordon Hamilton. En este apartado se destacarán el papel fundamental que llevó a cabo Garnet Isabel Pelton. Esta mujer, Trabajadora Social y Médica, se formó como visitadora-cuidadora. Pelton fue pionera gracias al Dr. Cabot, éste acudió en 1903 para crear un puesto de trabajo específico, y así la introdujo en la atención directa hospitalaria en su clínica de medicina en el Massachusstets General Hospital (Boston).

FUNCIONES

Seguidamente, se describe las funciones desarrolladas por los trabajadores y las trabajadoras sociales según ‘El documento de consenso sobre las funciones del profesional de Trabajo Social Sanitario’ (2013):

1. Incorporar y favorecer la inclusión de la perspectiva social en todas las actividades, ámbitos asistenciales y profesionales de los centros sanitarios.

2. Identificar los factores y situaciones de riesgo social relacionados con la salud en individuos, familias y comunidad.

3. Realizar el estudio y elaborar el plan de intervención social que complete la atención integral del proceso de salud-enfermedad como parte del trabajo en equipo.

4. Participar en la elaboración, desarrollo, implantación y evaluación de los procesos asistenciales, así como en los programas de salud y la cartera de servicios, aportando la dimensión social.

5. Proporcionar orientación, apoyo psicosocial y asesoramiento a la persona enferma, a la familia y a la comunidad.

6. Promover la utilización adecuada de los recursos del Sistema de Salud tanto en su gestión como en la cooperación con otros sistemas asistenciales, con el fin de garantizar la continuidad de cuidados y la sostenibilidad de los recursos públicos.

7. Fomentar la participación de profesionales de salud en actividades comunitarias que corresponsabilizan a la ciudadanía en la creación de entornos más saludables.

8. Facilitar la comunicación y coordinación con el Sistema de Servicios Sociales y con otros sistemas que garanticen una atención integral, evitando la prestación de servicios inconexos.

9. Participar y fomentar actividades de promoción y prevención de la salud, dirigidas a individuos, familias y comunidad, así como a colectivos específicos por causa de enfermedad o exclusión social.

10. Participar en los planes de formación continuada, de la formación pregrado y posgrado, así como diseñar y colaborar en proyectos de investigación relativos a la salud y factores psicosociales.

11. Registrar la actividad realizada y emitir cuando sea preciso el correspondiente informe social.

¿PUEDO INTERVENIR EN EL ÁMBITO DE LA SALUD SOLO CON EL GRADO UNIVERSITARIO DE TRABAJO SOCIAL?

Sin embargo… Si soy Trabajador/a Social ¿puedo ejercer solamente con el Grado Universitario? Julio Piedras – Trabajador Social Sanitario de una Unidad de Salud Mental Comunitaria del Servicio Andaluz de Salud, y actual Presidente del Colegio Profesional de Trabajo Social de Huelva- en su Blog (2020) realiza un escrito sobre qué formación complementaria se debe realizar. Actualmente, formación especializada de posgrado solo existe el Máster Universitario de Trabajo Social Sanitario ofertado por la Universitat Oberta de Catalunya. También cabe destacar los siguientes Másteres:

  • Máster Universitario en Dirección y Gestión Sociosanitaria de la UNIR.
  • Máster en Atención Integral al Paciente organizado por la Universitat de Barcelona (UB) y el Colegio  Oficial de Médicos de Barcelona (CoMB).
  • Máster Propio de Trabajo Social en Salud Mental por la Universidad de Zaragoza.

Se ha de añadir que los distintos Colegios de Trabajo Social ofertan formación complementaria presencial y on-line en materia de Trabajo Social y Salud.

BIEN… ¿Y AHORA, DÓNDE PUEDO TRABAJAR?

Los y las profesionales del Trabajo Social ejercen en distintos recursos públicos y privados – Complejos Hospitalarios, Centros de Atención Primaria, Centros de Días, Residencias Socio-sanitarias (personas mayores, personas con enfermedad mental, personas con diversidad funcional, etc)-. Desde hace unos años, se está incorporando poco a poco la figura del Trabajo Social en las MUTUAS.

Dependiendo de si la institución es privada o pública, con la candidatura o autocandidatura suele ser suficiente para acceder a un puesto de trabajo en una entidad privada (siempre y cuando el/la profesional de Trabajo Social tenga formación complementaria en el ámbito de la salud). Algunas instituciones privadas pueden realizar pruebas selectivas (exámenes y/o entrevistas). Sin embargo, para acceder a puestos de entidades públicas, por ejemplo al Servicio Andaluz de Salud se debe pertenecer a la Bolsa Única de esta plataforma y cumplir los requisitos.

¿QUIÉN PROMUEVE LA ESPECIALIZACIÓN DEL TRABAJO SOCIAL SANITARIO?

Para finalizar este escrito, desde el 2017 el Colegio Andaluz de Trabajo Social promueve el Trabajo Social Sanitario realizando campañas bajo el lema ‘Un/a Trabajador/a Social x cada Centro de Salud’. Esta difusión para promover la contratación de profesionales del Trabajo Social para realizar intervenciones integrales y de calidad está respaldada por la Ley 9/2016, de 27 de diciembre, de Servicios Sociales de Andalucía. Es por ello, que todos y todas los/las profesionales del Trabajo Social deben estar colegiadas, así los Colegios Profesionales Provinciales de Trabajo Social tienen más fuerzas para presionar para exigir intervenciones integrales y de calidad desde, en este caso, el ámbito sanitario. 

DOCUMENTOS CONSULTADOS

Castrillo, J.L; Diez, T.; Escaja, M.A., García, J.M.; González, E.; González, R.; Guzmán, Mª.A.; Mercado, T. Rodríguez, M.; Torres, T.; Velasco, Mª. (2013). El documento de consenso sobre las funciones del profesional de Trabajo Social Sanitario. Castilla y León.

Colom, D. (2010). El trabajo social sanitario en el marco de la optimización y sostenibilidad del sistema sanitario. En Agathos. Atención Sociosanitaria y Bienestar (pp. 109- 119). Institut de Serveis Sanitaris i Socials (ISSIS): Ekaina.

Conselleria de Sanitat. (2012). Guia de Intervención de Trabajo Social Sanitario. Comunitat Valenciana: Generalitat. Conselleria de Sanitat.

Piedras, J. (2020). Cómo especializarse en el Trabajo Social. 2020, de Julio Piedras. Trabajo Social Sanitario Sitio web: https://juliopiedra.com/como-especializarse-en-trabajo-social-comunitario/Piedras, J. (2020). Cómo Pueden Acceder Profesionales Del Trabajo Social A Un Empleo En El Sistema Público De Salud. 2020, de Julio Piedras. Trabajo Social Sanitario Sitio web: https://juliopiedra.com/como-pueden-acceder-profesionales-del-trabajo-social-a-un-empleo-en-el-sistema-publico-de-salud/

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