Málaga, 4 de agosto de 2020

Rubén Yusta Tirado
Trabajador Social especializado en el ámbito de la gerontología.
Doctorando en Trabajo Social. Docente.

El ámbito de la gerontología se encuentra en pleno proceso de cambio y esto es algo que se pone de manifiesto en las previsiones demográficas que actualmente manejamos, que reflejan un gran incremento del número de personas mayores en las próximas décadas (Organización Mundial de la Salud, 2018), y la aparición y desarrollo de múltiples prestaciones y servicios dirigidos a este colectivo que estamos viviendo en este momento. Estamos asistiendo a la implantación de nuevos modelos de atención, al desarrollo de nuevas técnicas de cuidado y a la promoción de muchos valores que, hasta el momento, parecían obviarse para las personas que alcanzaban una determinada edad. En cambio cuando hablamos de sexualidad y gerontología, y sobre todo  de sexualidad y entornos residenciales, todavía parece que hay algo que no nos permite desarrollar acciones e intervenciones en este sentido, “normalizando” una situación que es común en prácticamente todas las etapas de la vida y que al llegar a la vejez deja de tratarse como una actividad o un proceso más de la vida de las personas. ¿Cuáles son los aspectos que intervienen en esta extraña relación entre la sexualidad y el ámbito geriátrico-residencial?

La Organización Mundial de la Salud (2018) define la salud sexual como un estado de bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad, que requiere un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y de las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de toda coacción, discriminación y violencia. Sin duda nos encontramos ante un término que, lejos de la coacción, la violencia o la discriminación, debería reportar a la persona una serie de aspectos positivos que coinciden con el propio desarrollo vital de la persona por el que todos/as vamos avanzando. Esto es algo presente en la mayoría de las etapas de la vida y, obviando ciertas corrientes de pensamiento enfrentadas al progreso, cada vez son más habituales los proyectos y jornadas enfocadas a promocionar una educación sexual de toda la sociedad. En cambio cuando nos referimos a la vejez y a los entornos institucionalizados, los profesionales del ámbito sociosanitario observamos que esta normalización y esta difusión de la educación y la salud sexual no es tal, y en su defecto en muchas ocasiones este ámbito sexual se vuelve tabú por diversos motivos que intervienen en el ámbito geriátrico-residencial.

Una de las principales causas que intervienen en el establecimiento de la sexualidad como tabú son los propios agentes que intervienen en el desarrollo vital en los centros. Mientras que en un entorno diferente al de las residencias de mayores la sexualidad es un tema que afecta fundamentalmente a las personas implicadas, en el ámbito residencial confluyen otros agentes que, en mayor o menor medida, acaban influyendo en el desarrollo de la sexualidad de los/as usuarios/as: profesionales del centro, entorno sociofamiliar del usuario/a o incluso los órganos organizativos y directivos del mismo. En este sentido la gestión de un tema como éste, las creencias individuales o la propia filosofía del centro frente a la sexualidad afecta de forma determinante al desarrollo sexual de los/as usuarios/as.

El estado de los/as usuarios/as también es otro de los aspectos que intervienen en el desarrollo de la sexualidad en los centros. Como sabemos la vejez puede conllevar una serie de síndromes o limitaciones que determinan, en mayor o menor medida, la vida de las personas. Uno de los síndromes que más repercusión tiene es la posibilidad de que la persona sufra deterioro cognitivo, con las consiguientes implicaciones legales y éticas que este deterioro introduce en el dilema de la sexualidad que estamos tratando. En este sentido la capacidad de la persona, el grado de afectación por el deterioro cognitivo, la situación legal y, sobre todo, el consentimiento de las partes, será clave en el desarrollo sexual de los/as usuarios/as del centro residencial.

La protección o la “sobreprotección” que en ocasiones se vive en los centros residenciales es otra de las cuestiones que intervienen en este debate. En ocasiones encontramos problemas a la hora de llevar a cabo acciones tan beneficiosas para los/as usuarios/as como una retirada de sujeciones, una disminución de la medicación o algo tan simple como una participación en una actividad, debido nuevamente a la intervención de todos los agentes que confluyen en los centros residenciales. Muchas veces profesionales y familiares tendemos a sobreproteger a los/as usuarios/as, limitando su actividad y olvidándonos de que los centros residenciales deberían ser una continuidad de la propia vida de las personas en lugar de un ámbito en el que únicamente importa la salud de la persona.

Muy unido a este último término también encontramos la despersonalización que en ocasiones se produce en los centros. El desarrollo de actividades demasiado técnicas y alejadas del entorno doméstico, los horarios demasiado estrictos o la prioridad del funcionamiento del propio servicio frente a las preferencias de las personas generan que, sin darnos cuenta, nuestros/as usuarios/as vayan perdiendo aspectos o características que en otros ámbitos diferentes a la gerontología serían impensables. En la mayoría de centros es complicado encontrarnos con profesionales que pregunten a los/as usuarios/as sobre sus preferencias, sus deseos o sobre lo que quieren hacer y es en gran parte por esto que los modelos centrados en la persona están teniendo tanta repercusión en este ámbito.

Por último no podemos olvidarnos de las propias características del medio residencial. Aspectos como la presencia de habitaciones compartidas, el manejo de la intimidad de los/as usuarios/as por parte de los/as profesionales o el gran número de personas que a lo largo del día pasan por las zonas comunes y privadas del centro, hacen del ámbito residencial un entorno poco proclive para desarrollar la sexualidad de un grupo de personas que, como hemos visto, por su propia condición ya tienen bastantes obstáculos en su desarrollo sexual.

Como acabamos de ver nos encontramos ante una situación en la que, debido a diferentes cuestiones, un aspecto tan relevante en la vida de las personas como es la sexualidad se ve limitado y en ocasiones restringido al llegar al ámbito geriátrico-residencial. Obviamente existen cuestiones que por las propias características del colectivo son complicadas de abordar, pero también hay muchas otras muchas cuestiones en las que, como trabajadores/as sociales y/o como profesionales del ámbito sociosanitario, podemos intervenir partiendo de los principios básicos de dignidad, libertad e igualdad, que fundamentan nuestra disciplina y que se recogen en nuestro código deontológico (Consejo General del Trabajo Social, 2012) y a su vez intervienen de forma determinante en el desarrollo de la sexualidad de la persona.   

Bibliografía

Consejo General del Trabajo Social (2012). Código Deontológico del Trabajo Social. Extraído de https://www.cgtrabajosocial.es/codigo_deontologico

Organización Mundial de la Salud (2018). Centro de prensa. Notas descriptivas. Envejecimiento y Salud. Recuperado de https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/envejecimiento-y-salud

Organización Mundial de la Salud. (2018). La salud sexual y su relación con la salud reproductiva: un enfoque operativo. Departamento de Salud Reproductiva e Investigaciones Conexas – Organización Mundial de la Salud.

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