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Tánger, 21 de febrero de 2025

Mohamed Haouari
Profesor de Trabajo Social en el Instituto Nacional de Acción Social (Marruecos)

Este artículo analiza las barreras legales, sociales y culturales que enfrentan las madres solteras en Marruecos y su impacto en la exclusión y vulnerabilidad de este grupo. Mediante un enfoque multidimensional, se examinan los desafíos estructurales derivados del marco jurídico, las normas patriarcales y el estigma social. También se exploran iniciativas gubernamentales y de la sociedad civil, destacando el modelo integral de 100% Mamans, que promueve la autonomía económica, social y emocional de estas mujeres. Finalmente, se identifican oportunidades para fortalecer la colaboración intersectorial y avanzar hacia políticas inclusivas que garanticen su empoderamiento y plena participación en la sociedad.

Las madres solteras en Marruecos enfrentan una realidad compleja caracterizada por la estigmatización social y la insuficiencia de apoyo institucional. En un contexto marcado por normas patriarcales y principios religiosos, se ven privadas de acceso equitativo a derechos básicos, empleo y vivienda, lo que perpetúa un ciclo de exclusión que afecta tanto a ellas como a sus hijos. Esta dinámica contribuye a la reproducción de desigualdades intergeneracionales, exacerbando su vulnerabilidad (Bousbaa, 2021, pp. 109-122; Letablier, 2011, p. 5).

Este ciclo se ve reforzado por un marco jurídico restrictivo, como el artículo 490 del Código Penal, que criminaliza las relaciones extramatrimoniales y dificulta el acceso de las madres solteras a servicios esenciales, tales como la inscripción de sus hijos en el registro civil y la protección social (100% Mamans, 2018, p. 12). Además, la Constitución marroquí, al reconocer legalmente solo a las familias formadas dentro del matrimonio, excluye a estas mujeres de las políticas públicas. Aunque iniciativas como TAKAFOL y Maroc-Attamkine han intentado mitigar estos desafíos, su impacto sigue siendo limitado, especialmente en zonas rurales, donde las desigualdades estructurales son más profundas (MSDSEF, 2020, p. 22).

Entre 2003 y 2009, más de 210.434 mujeres se convirtieron en madres solteras, lo que representó el 11% de los nacimientos en 2009. De estas mujeres, el 92% tenía entre 15 y 19 años, y el 65,3% entre 20 y 24 años, reflejando la alta vulnerabilidad de este grupo. Aunque su proporción a nivel nacional ha disminuido desde 2007, las madres solteras de clases trabajadoras siguen siendo las más afectadas, enfrentando discriminación interseccional basada en género, clase social y estado civil (INSAF, 2010, pp. 22-167).

Frente a las barreras legales y sociales que enfrentan las madres solteras, las organizaciones de la sociedad civil han emergido como actores clave en la promoción de su inclusión y autonomía. Iniciativas como 100% Mamans combinan programas de capacitación profesional, apoyo psicosocial y orientación laboral para proporcionar herramientas esenciales que les permitan alcanzar la independencia económica, superar el estigma social y construir redes de apoyo (100% Mamans, 2017, pp. 22-26). Además, estas organizaciones trascienden la asistencia inmediata al desafiar las estructuras sociales que perpetúan la marginalización de estas familias monoparentales.

La monoparentalidad, frecuentemente asociada a la violencia de género, limita significativamente el acceso de las mujeres a recursos económicos, sociales y emocionales, incrementando su vulnerabilidad (Humphreys & Thiara, 2003, pp. 209-226). Frente a esta realidad, los modelos asociativos han demostrado su eficacia al integrar estrategias como talleres de capacitación, redes solidarias y campañas de sensibilización comunitaria. Estas acciones no solo responden a las necesidades inmediatas de las beneficiarias, sino que también contribuyen a transformar las narrativas culturales que perpetúan el estigma, promoviendo así su empoderamiento (Kabeer, 1999, pp. 435-464; Bacqué & Biewener, 2013, pp. 25-32).

En este contexto, el enfoque asociativo se consolida como una alternativa viable para fomentar tanto la autonomía económica como la cohesión social de las madres solteras. No obstante, garantizar un impacto sostenible requiere complementar estas iniciativas con reformas estructurales que promuevan la igualdad de oportunidades y brinden una protección social adecuada. Lograr este objetivo implica fortalecer la colaboración interinstitucional y transformar las percepciones sociales, reconociendo a las madres solteras como agentes activos del desarrollo social y no como sujetos de exclusión.

Barreras legales y exclusión social

El marco legal vigente en Marruecos impone restricciones significativas a las madres solteras, perpetuando su exclusión social y limitando su autonomía. La Constitución, en su artículo 32, define a la familia exclusivamente como aquella formada dentro del matrimonio, excluyendo del reconocimiento legal a las madres solteras y a sus hijos. Esta definición refuerza estructuras patriarcales que dificultan el acceso igualitario de estas mujeres a derechos fundamentales como la educación, la protección social y la salud (100% Mamans, 2018, p. 12).

A esta exclusión se suma el artículo 490 del Código Penal, que penaliza las relaciones extramatrimoniales, generando un entorno jurídico que estigmatiza a las madres solteras. Este marco no solo las criminaliza socialmente, sino que también afecta directamente a sus hijos, quienes enfrentan serias barreras para su inscripción en el registro civil. Esta situación restringe su acceso a servicios esenciales, perpetuando así desigualdades intergeneracionales (LAHSIKA, 2021, p. 21).

La exclusión legal de las madres solteras se refleja también en las políticas públicas, donde estas mujeres carecen de representación en los procesos de diseño e implementación de estrategias que afectan directamente sus vidas. Esta ausencia profundiza las barreras estructurales existentes, impidiendo la creación de un entorno inclusivo y adecuado para su desarrollo (Bousbaa, op. cit., p. 69). La falta de voz en la toma de decisiones institucionales limita su capacidad para influir en las políticas que podrían mejorar su situación y la de sus hijos, perpetuando su vulnerabilidad social y económica.

Para abordar esta problemática, es necesario adoptar un enfoque integral que combine reformas legislativas con iniciativas de sensibilización cultural. La eliminación de disposiciones punitivas, como aquellas que criminalizan a las madres solteras, y la promoción de narrativas inclusivas son pasos clave para desafiar las normas patriarcales que refuerzan su exclusión. 

Estigmatización cultural y normas patriarcales

Las madres solteras en Marruecos enfrentan un estigma profundamente arraigado en normas patriarcales y expectativas culturales tradicionales que consideran la monoparentalidad una desviación de los modelos familiares aceptados. Este estigma las expone al rechazo social, tanto en sus comunidades como dentro de sus propias familias, lo que afecta su bienestar emocional y limita su acceso a recursos económicos, empleo y redes de apoyo fundamentales.

En el ámbito laboral, estas mujeres también enfrentan discriminación. Frecuentemente percibidas como menos confiables debido a sus responsabilidades familiares, ven restringidas sus posibilidades de lograr autonomía económica. Esta percepción perpetúa desigualdades de género que refuerzan su vulnerabilidad social (Kabeer, 2005, pp.13-22).

La presión social lleva a muchas madres solteras a ocultar su estado civil para evitar el juicio y la discriminación, incluso cuando reciben apoyo de organizaciones como 100% Mamans. Este aislamiento dificulta la creación de redes esenciales para su integración. Sin embargo, iniciativas como las campañas de sensibilización comunitaria lideradas por 100% Mamans han demostrado ser efectivas para desafiar estas percepciones, resaltando las contribuciones positivas de las madres solteras y promoviendo su aceptación como parte legítima de las estructuras familiares (100% Mamans, 2017, pp. 22-26).

Como subraya Sechter-Funk, la transformación cultural es un proceso gradual que requiere la participación conjunta de comunidades locales e instituciones estatales. Para avanzar hacia un entorno más inclusivo, las estrategias comunitarias deben complementarse con políticas públicas que promuevan la igualdad de género y combatan el estigma hacia las madres solteras (Sechter-Funk, 2015, p. 89). Mediante campañas educativas, programas de sensibilización y la implementación de marcos legales inclusivos, es posible construir un contexto más equitativo y protector para este grupo vulnerable.

Avances en las políticas públicas

Las políticas públicas han registrado avances significativos en la atención a las madres solteras, aunque su alcance y efectividad continúan siendo limitados. Programas como TAKAFOL y Maroc-Attamkine han promovido la capacitación profesional y el acceso a microcréditos, generando oportunidades para ingresos sostenibles. Por su parte, el Plan ICRAM y su segunda fase, ICRAM2, han integrado la perspectiva de género en las políticas públicas, fortaleciendo los derechos humanos y la democracia participativa (MSDSEF, 2020, pp. 18-22).

Sin embargo, estos programas se concentran principalmente en áreas urbanas, limitando su acceso para mujeres en zonas rurales, donde las desigualdades estructurales son más pronunciadas. Además, la exclusión de los hijos nacidos fuera del matrimonio de las prestaciones sociales, contribuye a la pobreza intergeneracional, incrementando la vulnerabilidad económica de estas familias (Asociación Bayti, 2016, p. 30).

A pesar de las limitaciones existentes, los programas actuales han logrado visibilizar los desafíos que enfrentan las madres solteras, incorporándolas en la agenda pública. Este avance hacia la inclusión social es significativo, pero su impacto requiere superar barreras estructurales. La descentralización de los servicios sociales puede favorecer una distribución más equitativa de recursos, mientras que una coordinación efectiva entre instituciones ampliaría la cobertura y mejoraría la eficacia de las políticas públicas. 

Recomendaciones y conclusiones

Las madres solteras en Marruecos enfrentan barreras estructurales que dificultan su inclusión social y autonomía económica. La falta de servicios esenciales, como cuidado infantil, vivienda adecuada y transporte seguro, afecta especialmente a las mujeres en zonas rurales, limitando su acceso a formación, empleo y oportunidades laborales.

El acceso restringido a financiamiento asequible también constituye un desafío significativo. Aunque existen programas de capacitación en gestión empresarial, la ausencia de microcréditos flexibles limita la viabilidad de iniciativas de emprendimiento, perpetuando la dependencia económica y la vulnerabilidad de estas mujeres.

En el ámbito legal, es urgente reformar normativas como el artículo 490 del Código Penal, que criminaliza las relaciones extramatrimoniales y refuerza la estigmatización social. Estas modificaciones deben garantizar derechos fundamentales, prevenir la discriminación y facilitar el acceso a servicios básicos. Paralelamente, campañas de sensibilización cultural son clave para combatir prejuicios hacia la monoparentalidad y legitimar diversas configuraciones familiares en la sociedad.

Para superar los desafíos que enfrentan las madres solteras, las políticas públicas deben adoptar un enfoque integral e interseccional que combine apoyo económico, psicosocial y cultural. La provisión de servicios esenciales, como guarderías accesibles, viviendas seguras y transporte adecuado, facilita su participación activa en la vida social y económica, mejorando su calidad de vida y fortaleciendo su autonomía. Además, garantizar su involucramiento en el diseño y ejecución de estas políticas asegura una atención integral y sostenible a sus necesidades específicas.

La colaboración intersectorial entre gobiernos, sociedad civil y sector privado es fundamental para garantizar la sostenibilidad de estas iniciativas. Este esfuerzo conjunto requiere un compromiso político sólido y una asignación adecuada de recursos para construir un entorno inclusivo que reduzca las desigualdades estructurales.

El modelo de la asociación 100% Mamans constituye un referente valioso, integrando apoyo psicosocial, formación profesional y redes de solidaridad. Su replicación y expansión demandan una mayor coordinación entre sectores públicos, privados y sociales, así como la descentralización de servicios hacia áreas rurales para mitigar las disparidades territoriales y garantizar igualdad de oportunidades.

En definitiva, abordar las barreras estructurales y sociales que enfrentan las madres solteras en Marruecos exige un esfuerzo colectivo que combine voluntad política, recursos adecuados y transformaciones culturales. Solo así se podrá garantizar su plena autonomía y participación en el desarrollo social y económico del país.

Referencias bibliográficas

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Bousbaa, A. (2021). Les parentalités en Afrique musulmane : Une parentalité controversée des mères célibataires au Maroc. In Centre Jacques-Berque. https://books.openedition.org/cjb/1744

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Letablier, M.-T. (2011). La monoparentalité aujourd’hui : Continuités et changements. Tendances, défis et nouvelles exigences. L’Harmattan. https://ird.hal.science/ird-00554415/document

Ministerio de Solidaridad, Desarrollo Social, Igualdad y Familia (MSDSEF). (2020). Combatir la violencia y la discriminación contra las mujeres. https://social.gov.ma/loi-n-103-13-relative-a-la-lutte-contre-la-violence-a-legard-des-femmes/

Sechter-Funk, I. (2015). La maternité célibataire au Maroc, entre normes et pratiques. In Les Pratiques de la Monoparentalité (pp. 355-364). https://books.openedition.org/cjb/1052

Huelva, 28 de julio de 2022

María Antonio Cortés
Trabajadora Social

La maternidad ha sido una cuestión ignorada por parte de la investigación, de hecho, hasta finales del siglo XX no se publican las primeras evidencias empíricas. Desde la antigüedad la maternidad se ubica en el centro de las relaciones de poder del sistema patriarcal y ha estado vinculada a la reproducción sexual biológica. No obstante, la idea de maternidad y familia ha experimentado un profundo cambio debido a la promoción de igualdad entre hombre y mujeres, la incorporación de la mujer en todas las esferas de la vida, la independencia económica, los cambios legislativos, la planificación familiar, la falta de compromiso y la inestabilidad de las relaciones de pareja, entre otros motivos, han llevado a que la mujer se plantee la maternidad en solitario de manera voluntaria y planificada.

A pesar del creciente porcentaje de mujeres que deciden un proyecto maternal en solitario, los mandatos patriarcales se encuentran muy arraigados en nuestra cultura impuestos para castigar a cualquier mujer que no desee una relación biparental, ya sea a través del matrimonio o de una pareja amorosa, y vivir la maternidad como experiencia única sin la presencia de la figura paterna. Para alcanzar esta opción familiar recurren a las técnicas de reproducción asistida y los procesos de adopción, tanto nacional como internacional. Cuando se hace referencia a la monoparentalidad no sólo se alude a la familia va mucho más allá, es hablar de mujer, de maternidad y de cómo sus derechos las deriva a una posición de subordinación.

Durante el siglo XIX, la pensadora feminista Adrienne Rich rastrea en su obra “Nacemos de mujer. La presencia de la maternidad como institución a lo largo de la historia”, asentada como un pilar fundamental del mundo tal y como lo conocemos, junto a la heterosexualidad obligatoria, para describir cómo se sustrajo el conocimiento y el poder de las personas con capacidad reproductora; cómo se mediatizó la relación con el embarazo y el parto, expropiando saberes, y cómo se construyó la noción de madre en el seno de la familia nuclear pero que no cuenta con ellas. Por otra parte, alude al término de ‘matrofobia’ para considerar la escisión femenina del yo, el deseo de expiar de una vez por todas la esclavitud de nuestras madres, y convertirnos en individuos libres” (Rich, 1996, 310).

Con respecto a la maternidad en solitario, el sistema va a castigar a estas mujeres por negar implícitamente que puedan tener una familia al margen de otro progenitor. Las mujeres solas con hijos a cargo siempre han sido mal vistas, influyendo el nivel socioeconómico en la percepción de la sociedad ante las mujeres solteras por el motivo que sea. La ausencia del padre significa que va a haber un estigma, sin un padre los y las menores podrían tener algún trauma. Sin embargo, estamos en este punto a causa de la violencia institucional que sufrieron muchas mujeres y que abrieron este camino por el hecho de querer ser madres en solitario. Cabe destacar que la maternidad implica unos deberes y cuidados que casi siempre son ejercidos por las mujeres en solitario, aunque tenga una pareja y, a pesar de ello, esta institución se ha encargado de invisibilizar y culpar a estas mujeres que escapan del mandato social. Por tanto, decidir iniciar la maternidad en solitario ha sido una de las mayores transgresiones por parte de las mujeres (FAMS, 2020).

En líneas generales, no es posible hablar de monoparentalidad sin adoptar una perspectiva feminista que permita analizar y estudiar sus dificultades y problemáticas desde la subordinación histórica de las mujeres. Por lo tanto, es necesario integrar en la reflexión y en el diagnóstico cómo influye la lógica del sistema patriarcal en las mujeres que crían solas a sus hijos e hijas sin la presencia de un hombre y en el ejercicio de los derechos sexuales y los derechos reproductivos de las mujeres. Las consecuencias de esta visión hegemónica de legislar a favor de un determinado modelo de familia biparental conllevan invisibilizar la diversidad familiar y, por ende, negar la libertad de la mujer a elegir si desea formar o no una familia y cómo debe ser esta para ser moralmente “aceptable” (Assiego et al., 2019).

El concepto que se utiliza en la actualidad para referirse a este tipo de sistemas familiares es relativamente joven, pues no fue hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX cuando se dieron las condiciones sociales y estructurales necesarias para su aparición en determinados países como Estados Unidos e Inglaterra, así como la manera en la que afectaron a las propias familias monoparentales (Avilés, 2013). Tras la Segunda Guerra Mundial se produce un profundo cambio de valores que favorece la autorrealización de los individuos provocando una evolución hacia otras formas de convivencia, lo que lleva a las mujeres a poder planificar la familia que desean e incluso a desvincularla de un proyecto en pareja (Assiego et al., 2019). 

Lo que caracteriza a las familias monoparentales, en concreto las madres solas por elección, es ser fruto de una opción voluntaria y libremente elegida, y ello las diferenciaría de las madres solteras en el sentido tradicional, mujeres que han tenido hijos e hijas como resultado de relaciones prematrimoniales de los y las que luego el padre se ha desentendido. Solé y Parella hablan de la gineparentalidad de las madres solteras voluntarias, cuya maternidad se insertaría en un conjunto de estrategias vitales que pasarían por la realización personal sin el recurso a la pareja estable y, por tanto, formando parte de un paradigma de parentesco postradicional o posmoderno (citado en Jociles et al., 2008).

Las mujeres que deciden ser madres sin pareja cuentan, principalmente, con dos vías para llevar a cabo su tarea: la adopción y las técnicas de reproducción asistida (Díez, 2015). Estos distintos procesos de acceso a la maternidad entrañan experiencias vitales muy diferentes en lo que se refiere a la cercanía/lejanía de los lugares en que dichos procesos tienen lugar, al tipo de entidades con las que deben ponerse en contacto durante los mismos, a las relaciones que las mujeres mantienen con los y las expertos/as o profesionales de estas entidades, a los sentimientos que embargan a las mujeres en el tiempo de espera, etc. Estas experiencias resultan cruciales para entender ciertas características que estas mujeres presentan y, particularmente, la distinta actitud que adoptan ante la necesidad y/o posibilidad de cambio y, sobre todo, de transformar el trato diferencial de que son objeto con relación a otros modelos familiares (Jociles y Rivas, 2009).

Actualmente no resulta una tarea sencilla poder determinar cuántas de las familias monoparentales están encabezadas por una madre sola por elección debido a la ausencia de perspectiva de género en el abordaje de censos y datos estadísticos sobre familias y hogares. En tal sentido, requieren una profunda revisión metodológica con el fin de captar mejor la diversidad en la composición de los hogares y ofrecer datos fiables a nivel individual (ONU Mujeres, 2019). Es cierto que existe una gran variedad de causas o vías de entrada, permanencia y salida de las situaciones de monoparentalidad que no son captadas a partir del estado civil, una categoría que en definitiva solo caracteriza una situación formal-legalista de los progenitores monoparentales. De este modo, tendrían que incluirse los perfiles, las trayectorias, los análisis de las dinámicas de los grupos monoparentales y en cualquier caso la realidad de estas familias (Almeda y Di Nella, 2011).

Entre los principales cambios demográficos en el contexto español y que afectan a lo que se conoce como familias monoparentales-monomarentales, pueden señalarse, entre otros, el menor número de matrimonios, el incremento de la convivencia, el aumento de las tasas de separación y divorcio o el incremento de hogares unipersonales (CEET, 2012). De este modo, se comenta la transformación socio-demográfica más destacada en la dinámica de formación de la familia o sea la maternidad en solitario, que está experimentando un importante aumento en su visibilidad estadística y social, enmarcadas en las familias monoparentales.

Por otra parte, es necesario recalcar que el Derecho europeo no dispone de una normativa expresa sobre la autonomía reproductiva de las mujeres. No obstante, los atentados contra esta se han canalizado a través del derecho a la vida privada de manera que a través de la protección de este derecho se ha dado una protección indirecta de aquella. Atendiendo a esta consideración, no existe ningún documento vinculante que comprenda la visibilidad, reconocimiento y protección de la autonomía reproductiva a nivel europeo, lo que constituye una muestra del sesgo androcéntrico, y sólo recientemente están siendo incorporadas al discurso jurisprudencial. En lo referente a los derechos específicos de las mujeres en el ámbito de la reproducción, se parte de una óptica igualitarista en la que hombres y mujeres deben tener el derecho intangible de adoptar decisiones sobre las cuestiones sexuales y reproductivas en condiciones de igualdad. Por tanto, no se estarían tomando en cuenta las dificultades que tienen las mujeres a la hora de adoptar sus decisiones reproductivas de forma libre. Tampoco se precisa si el derecho a la salud sexual y reproductiva abarca el derecho a beneficiarse de las técnicas de reproducción asistida (González, 2015).

A modo de conclusión, la institución de la maternidad sigue influyendo negativamente en la decisión deliberada del proyecto maternal en solitario ante la presencia de normas heteropatriarcales y los roles sociales asignados a hombres y mujeres, provocando la minusvaloración de las familias monoparentales por elección. Así pues, las mujeres que encabezan esos modelos familiares siguen sufriendo estigmatizaciones e invisibilidad, dado que excluyen la figura paterna y la reproducción sexual patriarcal en la panificación de su maternidad, quebrantando los códigos de la familia nuclear a través de las técnicas de reproducción asistida o la adopción.

El movimiento feminista ha sido crucial en la transgresión de las familias monoparentales: por una parte, vincula la reproducción biológica y social como el sustento del sistema patriarcal que arrebata la autonomía de las mujeres y oculta sus condiciones de desigualdad y dominación masculina. Y, por otra parte, reivindica la lucha por los derechos de las mujeres, logrando su independencia y su participación en la sociedad y su capacidad para criar en solitario a sus hijos e hijas, sin depender del “cabeza de familia”, que históricamente representaba legalmente a las mujeres y tomaba las decisiones sobre los y las menores. Los aportes feministas también han sido necesarios para generar cambios sociales y políticos hacia la igualdad de mujeres y hombres, así como para replantear nuevas formas de atender los problemas sociales, éticos y legales que surgen con el cambio del paradigma reproductivo, ya que antiguamente la maternidad estaba ligada fundamentalmente a la biología.

BIBLIOGRAFÍA

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