Málaga, 11 de agosto de 2020

Juan Manuel Miranda García
Trabajador Social del Proyecto de Intervención Comunitaria Intercultural

Los profesionales del Trabajo Social no podemos trabajar aislados en un despacho sin tener en cuenta la comunidad, lo comunitario. En palabras de Marco Marchioni, la comunidad es “Un territorio en el cual vive una determinada población que tiene determinadas demandas y que cuenta con determinados recursos.” (Marchioni, 1999: 40).

Las personas no podemos sobrevivir fuera de la comunidad, necesitamos interactuar y relacionarnos con nuestros semejantes. Nacemos en una comunidad dada, con unas costumbres y valores predeterminados, lo que condicionará en buena medida nuestra trayectoria de vida. Cuando Aristóteles define al hombre como zoon politikón, lo hace por su capacidad de relacionarse, crear sociedades y organizar la vida en ciudades.

En este artículo, abordaremos lo comunitario desde la perspectiva local, es decir desde lo más cercano, nuestros barrios y ciudades. Para ello, resulta necesario definir el concepto de identidad local, que hace referencia al sentimiento de pertenencia que tenemos hacia nuestra comunidad. Santiago Ortiz Crespo, define el término de identidad local, del siguiente modo: “Los actores tienen una historia y un sentido de pertenencia a partir de los cuales constituyen valores y un proyecto común, de manera que su cultura se convierte en una palanca de desarrollo.”    (Ortiz, 2004:48).

Otro término que tiene especial relevancia en el trabajo social comunitario es el de “participación”, ya que resulta clave para que los agentes sociales nos podamos integrar en los procesos comunitarios que se generan en nuestros barrios. De esta forma, definiremos el término participación como “(…) los procesos de compartir las decisiones que afectan a la vida propia y la vida de la comunidad en la cual se vive (…)” (Hart, 1993: 5).

El trabajador social comunitario debe encontrar sus respuestas en la comunidad, partiendo de los valores de la ciudadanía democrática, que lo conduzcan hacia soluciones colectivas para hacer frente a los problemas estructurales de la sociedad.

En la intervención comunitaria, el trabajador social debe poner en marcha procesos de diagnósticos sociales participativos, que le permitan a la sociedad en su conjunto elaborar una programación comunitaria con las prioridades que se deben abordar en los barrios. Tras la ejecución de las acciones o actividades programadas se debe realizar una evaluación comunitaria, para actualizar el proceso y volver al punto de partida. De esta forma, la intervención comunitaria se constituye como un proceso cíclico y de enriquecimiento de todos los agentes de la comunidad.

En este sentido, los trabajadores sociales en la intervención comunitaria debemos tener en cuenta la comunidad en su conjunto, los cambios sociales, las relaciones de los diferentes agentes sociales, los cambios en la comunicación, las políticas públicas, y los movimientos migratorios, entre otras cosas. Se trata de prestar atención a todo aquello que sucede fuera de nuestros expedientes y de nuestro despacho profesional.

El trabajo social comunitario puede impulsar importantes mejoras en la educación, la salud, la vivienda, el empleo y la convivencia, mediante la puesta en marcha de procesos comunitarios en los que participe la ciudadanía, la administración, y los recursos técnicos-profesionales que se encuentran en nuestra ciudad.

En la ciudad de Málaga podemos citar diferentes iniciativas comunitarias, como el Proyecto Hogar, implantado en el Distrito de Palma-Palmilla, o el Proyecto de Intervención Comunitaria Intercultural (Proyecto ICI), implantado en el Distrito Bailén-Miraflores, con la intención de promover procesos comunitarios interculturales que promuevan la cohesión social y la mejora de la convivencia.

La dinámica de trabajo del Proyecto de Intervención Comunitaria Intercultural, impulsado por el Ayuntamiento de Málaga, Accem y la Obra social “la Caixa”, gira en torno al establecimiento de las relaciones, mejora de lo existente, y la puesta en marcha de diferentes acciones que mejoren la cohesión social, la convivencia, y la calidad de vida de las personas del distrito. Y ello, mediante la participación igualitaria y horizontal de la administración, los recursos técnicos y la ciudadanía.

En el barrio Lagunillas se produce un fantástico triángulo entre las asociaciones del barrio, el Centro de Salud Victoria y el Colegio Nuestra Señora de Gracia, promoviendo la mejora del barrio, mediante la participación activa de la ciudadanía. Destacamos la iniciativa de mejora y embellecimiento del barrio, a través de la técnica del grafiti, y la recuperación de espacios públicos como espacios de participación y encuentro de los vecinos y vecinas.

La Administración Local también ha impulsado órganos de participación ciudadana, los denominados Consejos Territoriales de distrito.

Desde el ámbito de la educación podemos mencionar la experiencia de la Red Intercentros Escuela Espacio de Paz del Distrito Bailén-Miraflores, espacio compartido por los centros educativos, entidades sociales, y ciudadanía, que a su vez se encuentra integrado en el proceso comunitario del distrito, impulsado por el Proyecto ICI, que promueve la cultura de paz, la mejora de la convivencia, la participación familiar, y la participación infantil y juvenil.

Y, desde el ámbito de la salud podemos señalar las mesas de participación en los Distritos de Palma-Palmilla, Bailén-Miraflores, Lagunillas, Centro, o Puerto de la Torre, con el fin de promover barrios más saludables y socialmente más responsables.

Por otro lado, debemos diferenciar los procesos comunitarios de las reuniones de coordinación de proyectos finalistas, o la realización de actividades puntuales desarrolladas en los barrios, ya que el desarrollo comunitario en el ámbito local va más allá de la ejecución o asistencia de acciones puntuales. El trabajo social comunitario debe aspirar a mejorar la calidad de vida de las personas en su entorno más cercano.

Los procesos comunitarios deben ser una palanca de cambio en las relaciones actuales entre la administración, los recursos técnicos y la ciudadanía, siendo la información pieza clave en el impulso y mantenimiento de dichos procesos.

Los trabajadores sociales debemos dejar un hueco en nuestras agendas laborales para lo comunitario, escapando de la excesiva burocracia en el ejercicio de nuestra profesión. No se trata de sobrecárganos de trabajo, ni de realizar un sinfín de actividades sin lógica alguna, sino de estar y formar parte de la comunidad en la que intervenimos, integrándonos dentro de procesos comunitarios, fortaleciendo las relaciones con el resto de agentes sociales, mejorando lo existente, evitando duplicidades, y afrontando de forma colectiva los desafíos actuales de la sociedad.

Ojalá, que al terminar la lectura de este artículo os apetezca asomaros a lo comunitario, o por lo menos a “estar” en la comunidad como agentes claves del desarrollo local.

Referencias

Marchioni M (1999) Comunidad, participación y desarrollo. Teoría y metodología de la intervención comunitaria. Madrid. Editorial Popular. Pp: 44-44.

Marchioni M (2014). De las comunidades y lo comunitario. Revista Digital “Espacios Transnacionales”. http://grupal.reletran.org/

Marchioni M (2016). Democracia, participación y ciudadanía (para el debate). Espacio Communitas. Instituto Marco Marchioni.

Ortiz Crespo, S. (2004). Cotacachi: una apuesta por la democracia participativa. Ecuador. Flacso. Pp: 47-56. Roger A. Hart (1993). Ensayo: La participación de los niños: de la participación simbólica a la participación auténtica. Ensayos Innocenti. UNICEF. Pp: 1-7.

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