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Huelva, 27 de octubre de 2025

Teresa Gómez-Rasco
Trabajadora social y contratada predoctoral en el Departamento de Sociología, Trabajo Social y Salud Pública de la Universidad de Huelva

Manuela Á. Fernández-Borrero
Profesora Titular del Departamento de Sociología, Trabajo Social y Salud Pública de la Universidad de Huelva. Vicedecana de Estudiantes y Proyección Social de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad de Huelva y Directora del Máster oficial en Investigación e Intervención en Trabajo Social.
Miembro del grupo de investigación Estudios Sociales e Investigación Social (ESEIS) y del centro de investigación COIDESO. Equipo científico técnico del Plan

Vivimos en una sociedad cada vez más digital. Las formas de comunicarnos, trabajar, acceder a derechos o relacionarnos con las administraciones han cambiado rápidamente. Sin embargo, esta transición no ha sido homogénea ni universal. En los servicios sociales, esto plantea retos importantes para el trabajo social y su práctica profesional, especialmente en el desarrollo de competencias digitales que permitan responder con eficacia, ética y cercanía a las necesidades ciudadanas y del sistema.

En los últimos años, el equipo profesional del trabajo social ha visto transformadas muchas funciones por la incorporación de herramientas digitales en gestión, intervención, coordinación, derivaciones y comunicación con la ciudadanía. No obstante, esta transformación no siempre ha contado con formación adecuada ni con un análisis de las competencias digitales del equipo profesional.

Desde hace un tiempo, se aborda la realidad de las competencias digitales en la profesión del trabajo social y el marco de los servicios sociales. Por ejemplo, la sociedad americana de profesionales del trabajo social recoge expresamente la capacidad para hacer un uso adecuado de la tecnología digital en la práctica profesional del trabajo social, incorporando el consentimiento de la persona usuaria, las  capacidades de uso y acceso de las personas usuarias, así como la importancia de conocer, evaluar y comprender los desafíos especiales de comunicación asociados a cuestiones de privacidad, diversidad cultural, ambiental, económica, de discapacidad, lingüística y otras cuestiones de diversidad social que puedan afectar a la prestación de servicios digitalizados o con medios tecnológicos. También en la Declaración de Principios Éticos del Trabajo Social, la FITS (2018) dedica una sección específica al uso ético de la tecnología y las redes sociales, y subraya la necesidad de que profesionales del trabajo social adquieran las competencias necesarias para proteger la privacidad, la confidencialidad y evitar prácticas poco éticas al utilizar tecnologías digitales. 

En este espacio hay que señalar la transición socio-digital en los servicios sociales. Es posible partir de la realidad del e-social work y sus avances en los tiempos presentes, a la par que cambiantes, y en futuros no tan lejanos. López-Peláez et al., (2018) habla sobre este trabajo e-social, que hace uso de la tecnología y lo digital para sus intervenciones con personas, comunidades y grupos que pueden desarrollarse a través de la tecnología. Además, permite no solo desarrollar programas de intervención, sino que se conecta con investigaciones y el diseño de políticas públicas para abordarlas. Pero ir un paso más es también considerar lo que este mismo autor, y su equipo, denomina v-social work donde no se hace uso de la tecnología como medio para la intervención social, sino que la intervención se desarrolla íntegramente en el entorno tecnológico y virtual y que está siendo usado como complemento y no reemplazo de procesos de intervención. De cualquier modo, existe una tendencia hacia un modelo híbrido que fomenta y vincula el trabajo social con medios y procesos digitales, e interpela a la profesión a este respecto en múltiples frentes.

En el marco de la realidad nacional española, el equipo de trabajo social de la Universidad de Huelva hemos desarrollado un estudio sobre las competencias digitales en la profesión. Con la participación de 415 profesionales del sector, los resultados principales evidencian un nivel medio-alto de competencias digitales, pero con diferencias importantes entre las dimensiones estudiadas: mayores competencias en elementos de comunicación y colaboración con medios digitales, así como la seguridad en su uso. Sin embargo, en la generación creativa de contenidos digitales y la resolución de problemas la percepción de competencias es menor.

Además, las puntuaciones varían en función de cuestiones como la antigüedad en el trabajo y el ámbito público o privado de la entidad. Profesionales con menos de cinco años de experiencia tienen mejores habilidades, sobre todo en comunicación, colaboración y creación de contenidos digitales, en comparación con aquellos con más de 20 años de trayectoria. Además, quienes trabajan en el sector público presentan menores competencias digitales que en el ámbito privado, especialmente en la creación de contenidos.

Estamos entonces ante un escenario complejo donde la digitalización ha llegado para quedarse en los servicios sociales, pero no siempre lo hace de forma planificada, equitativa ni acompañada. El equipo profesional del trabajo social se enfrenta al reto de integrar lo digital en su práctica profesional, incorporando los principios éticos, relacionales y comunitarios que definen su intervención. Las competencias digitales “básicas” están relativamente asentadas, pero cuando se trata de herramientas específicas del entorno institucional, protección de datos, desarrollo de contenido, gestión de la información o habilidades más críticas y reflexivas, las dificultades aumentan. Este desequilibrio genera tensiones entre lo que se espera profesionalmente y lo que realmente se puede hacer con los recursos, la formación y el tiempo disponible.

En nuestras sociedades de “post-desarrollismo”, la tecnología, la sobreinformación, la velocidad de los avances, los procesos que se digitalizan, etc., son una realidad desafiante. Estamos también en momentos de auge de la individualidad hiperconectada, pero no podemos (ni debemos) obviar la realidad sistémica de los servicios y contextos donde profesionales del trabajo social ejercen su rol profesional. Y es aquí donde la reflexión debe abrir el foco, incorporando los elementos de carácter institucional y propios del sistema. Existe una importante diferencia entre la adquisición individual de competencias y el desarrollo e integración organizativa de una cultura digital compartida y de innovación socio-tecnológica.

1.- ¿Y ahora qué? Pasar del clic al cambio: propuestas para el Trabajo Social digital.

      La transformación digital en los servicios sociales no puede obviarse. Pero para que sea justa, eficaz y sostenible, debe abordarse desde un enfoque integral y desde la Cuádruple Hélice donde la administración pública, la universidad, el sector productivo y la ciudadanía/profesionales sean actores conectados. No se trata solo de introducir tecnología, sino de generar entornos que favorezcan el aprendizaje, la adaptación y el trabajo en equipo. En este sentido, los estudios previos realizados por nuestro equipo nos llevan a reflexionar sobre las necesidades detectadas y atrevernos a avanzar propuestas y claves a considerar.

      1.1.- Estrategias de formación para una digitalización inclusiva.

      La rápida evolución tecnológica y de la Inteligencia Artificial hace urgente el diseño de programas de formación que respondan a las necesidades reales. No basta con adquirir habilidades técnicas, sino que es fundamental comprender cómo aplicar las herramientas en la intervención social de forma crítica, ética y ajustada a las personas usuarias. Esta formación debe garantizar que tanto profesionales como ciudadanía puedan desenvolverse en los nuevos entornos digitales (Fernández-Riquelme, 2019; García-Castilla et al., 2019). 

      La implicación de los equipos directivos y de los mandos intermedios en las organizaciones sociales es clave para impulsar con éxito los procesos de digitalización (Christodoulou et al., 2022; López-Muñoz y Escribá-Esteve, 2022). Resulta igualmente fundamental la creación de espacios de intercambio profesional dentro de las organizaciones, que puedan convertirse en entornos de aprendizajes colaborativos, y poder abordar tanto cuestiones técnicas como dilemas éticos o emocionales vinculados al uso de tecnologías (Morilla-Luchena et al., 2025). 

      En este camino es también necesario formar y preparar al equipo profesional del mañana. Esta transformación debe comenzar desde las universidades, mediante metodologías activas, reciclaje e incorporación de contenidos y conexión con la realidad social. Estas experiencias pueden combinarse con procesos de mentorización y acompañamiento con aprendizajes bidireccionales entre universidad y el ejercicio profesional. Desde nuestro equipo de investigación se han impulsado iniciativas orientadas a este objetivo con el desarrollo de proyectos de innovación docente centrados en la incorporación de herramientas tecnológicas en la práctica del Trabajo Social y de investigación educativa sobre competencias digitales en el alumnado de Trabajo Social. Además, el proyecto Optimización de los Servicios Sociales a través de modelos de machine learning ha propiciado el análisis crítico y el intercambio de ideas, y un acercamiento a la realidad de la IA en el trabajo social.

      Existen otras experiencias que muestran el potencial de estas herramientas. Por ejemplo, un estudio reciente sobre el uso de realidad virtual 360° con alumnado de Trabajo Social apunta que esta tecnología permite reducir la distancia entre la teoría y la práctica, fortaleciendo la calidad de la intervención profesional y contribuyendo a la construcción de sinergias entre el aula y el terreno y al aprendizaje significativo (Minguela-Recover et al., 2022).

      1.2.- Resistencias al cambio: reconfiguración más allá de lo técnico.

      Otro de los principales desafíos en el proceso de digitalización de los servicios sociales tiene que ver con las resistencias al cambio. No se trata únicamente de barreras tecnológicas, sino de una transformación profunda en las formas de trabajar, de relacionarse y de entender la intervención social en marcos digitales e innovadores. Estas resistencias aumentan con la edad y con el tiempo de permanencia en el mismo puesto de trabajo (Ferri-Fuentevilla et al., 2023; Gómez-Rasco, et al., in press), lo que evidencia que el factor generacional y la rutina profesional juegan un papel importante.

      Estas resistencias pueden surgir tanto en los equipos profesionales como en las propias personas usuarias de los servicios, así como por elementos macro y estructurales que condicionan las tomas de decisiones y procesos instaurados. Además, por un lado, hay quienes ven las tecnologías como una amenaza a sus metodologías tradicionales, sienten inseguridad ante herramientas que no dominan o desconfían del valor añadido que puedan aportar. Por otro lado, las brechas digitales dificultan el acceso equitativo a los recursos, especialmente en colectivos vulnerables, lo que puede generar frustración o exclusión en procesos que se pretendían más accesibles y eficaces (Morilla-Luchena et al., 2025).

      Las causas de esta resistencia son múltiples: desde la falta de habilidades digitales o el miedo a la automatización, hasta la ausencia de participación en el diseño de las estrategias de cambio. Muchas personas no perciben el valor de lo digital porque no han sido parte activa de su construcción. Por ello, la clave no está solo en formar, sino también en implicar, escuchar y acompañar a quienes protagonizan esta transformación durante el proceso. Es importante poder contar con escenarios de prueba, sin juicios y permitiendo procesos de errores en el aprendizaje personal y organizacional.

      Tal y como señala el Informe sobre Digitalización e Innovación en el Tercer Sector de Acción Social (Plataforma de ONG de Acción Social, 2023), la transformación digital implica un cambio cultural en las organizaciones, porque supone nuevas rutinas, nuevos lenguajes y nuevas formas de colaboración. En este contexto, es necesario vencer la aversión al riesgo y generar confianza en procesos que, al principio, suelen provocar incertidumbre o rechazo.

      1.3.- Acompañando en los procesos de transformación digital.

      Avanzar en y hacia la digitalización no solo implica diseñar buenas políticas y programas formativos, conocer y actuar en las resistencias al cambio, sino también acompañar los procesos de cambio en el terreno, allí donde se concreta el trabajo cotidiano con personas y comunidades. En este sentido, la mentorización se revela como una estrategia clave para facilitar la apropiación crítica de las tecnologías, reducir resistencias y fortalecer las capacidades digitales de los equipos profesionales. El desarrollo de proyectos piloto con acompañamiento activo permite generar entornos seguros donde experimentar con nuevas herramientas y con apoyo. Generar comunidades permitirá también establecer espacios de encuentro e intercambio. 

      En definitiva, avanzar hacia una verdadera transformación digital en los Servicios Sociales requiere mucho más que tecnología: exige escuchar al equipo profesional, reconocer su saber experto y promover una digitalización justa, ética y situada que no desdibuje el vínculo social, sino que lo potencie. A la par, requiere un trabajo organizacional y de apuesta política que acompañe y atraviese estos procesos. Para lograrlo, es imprescindible incorporar la formación como eje estratégico desde el ámbito universitario hasta el desarrollo profesional continuo, generar espacios de participación en el diseño de los procesos y abordar las resistencias legítimas que surgen ante el cambio. Solo así será posible construir una transformación digital que no sea impuesta, sino compartida, reflexiva y orientada al bienestar colectivo. Proyectos piloto innovadores con acompañamiento pueden ser la vía para ensayar, aprender y avanzar.

      Referencias

      British Association of Social Workers (2022). Digital Capabilities Statement for Social Work Practice: Summary. https://www.basw.co.uk/digital-capabilities-statement-social-work-practice-summary

      Christodoulou, I. P., Wasim, J., Reinhardt, R. J., y Ivanov, K. (2022). The strategic role of middle managers in the formulation and implementation of digital transformation projects. Strategic Change, 31(6), 613-622. https://doi.org/10.1002/jsc.2528

      García-Castilla, F., Oliva, Á., Vírseda-Sanz, E., y Gallego, J. (2019). Potencial educativo del e-trabajo social: la formación en trabajo social en España. Revista Europea de Trabajo Social, 22, 897 – 907. https://doi.org /10.1080/13691457.2018.1476327

      Federación Internacional de Trabajadores Sociales (FITS) (2018). Global social work statement of ethical principles. https://www.ifsw.org/global-social-work-statement-of-ethical-principles/

      Fernández-Riquelme, S. (2019). Conocer, integrar y divulgar. Las tecnologías digitales para la investigación y la intervención en Trabajo Social. Trabajo social hoy, 88, 43-68. http://dx.doi.org/10.12960/TSH.2019.0015

      Ferri-Fuentevilla, E., Fernández-Borrero, M.A, Morilla-Luchena, A. y Gómez-Rasco, T. (25-27 de octubre de 2023). ¿Preparados/as para la transformación digital? Competencias digitales en los/las profesionales de los Servicios Sociales. En Carbonero, REPS, Crisis globales e impactos locales: Tendencias y respuestas públicas y comunitarias para la transición ecosocial. Comunicación llevada a cabo en el IX Congreso de la Red Española de Política Social (REPS), Universidad de las Islas Baleares, Palma de Mallorca, España.

      Frederic G.R (2017) Eye on Ethics New NASW Code of Ethics Standards for the Digital Age. Social Work Today. https://www.socialworktoday.com/archive/081617.shtml

      Gómez-Rasco, T., Muñoz-Moreno, R., Ferri-Fuentevilla, E., Vallejo-Andrada, A. y Morilla-Luchena, A. (in press) Competencias digitales y herramientas tecnológicas en profesionales de Servicios Sociales en Andalucía. Global Social Work

      López-Muñoz, J. F., y Escribá-Esteve, A. (2022). Executives’ role in digital transformation. International Journal of Information Systems and Project Management, 10(3), 84-103. https://doi.org/10.12821/ijispm100304

      López-Peláez A., Pérez García R., Aguilar-Tablada Massó M. V. (2018). e-Social work: Building a new field of specialization in social work?, European Journal of Social Work, 21(6), pp. 804–23.

      Minguela-Recover, M. a Á., Munuera, P., Baena-Pérez, R., & Mota-Macías, J. M. (2022). The role of 360o virtual reality in social intervention: a further contribution to the theory-practice relationship of social work studies. Social Work Education, 43(1), 203–223. https://doi.org/10.1080/02615479.2022.2115998

      Morilla-Luchena, A.; Gómez-Rasco, T.; Muñoz Moreno, R.; Vázquez-Aguado, O. (2025). Diseño de estrategias para el proceso de digitalización y modernización tecnológica en organizaciones de Servicios Sociales. Cuadernos de Trabajo Social 38(1), 37-48. https://dx.doi.org/10.5209/cuts.96376

      Plataforma de ONG de Acción Social (2023). Informe sobre Digitalización e Innovación en el Tercer Sector de Acción Social. https://www.plataformaong.org/recursos/340/informe-de-digitalizacion-e–innovacion-en-el-tercer-sector-de-accion-social

      La Rioja, 17 de septiembre de 2025

      María Teresa Sampedro Zorzano
      Trabajadora Social

      En el presente artículo, se reflexiona sobre la influencia en la comunicación desde la evolución de la comunicación del cara a cara a la hibridación de la comunicación,  la escucha activa y el lenguaje como herramientas, claves del arte de escuchar, patrones que influyen dentro de la comunicación que nutren a los estilos de comunicación, la comunicación no verbal, existencia de los ruidos y los errores en la comunicación y aportación de ideas para un mensaje efectivo en el contexto del trabajo social. 

      Introducción

      La interacción “cara a cara” es parte fundamental de nuestra intervención profesional, sin olvidar que podemos apoyarnos en las nuevas tecnologías para acortar distancias, agilizar la transmisión de los mensajes, eliminar barreras comunicativas (si bien pueden existir nuevas formas de exclusión como las brechas digitales en algunos colectivos) o adaptarnos a las nuevas formas de interacción y comunicación con los “nativos digitales”. La coexistencia de diferentes métodos de comunicación, tanto tradicionales como nuevas tecnologías o combinación de ambos, harán que nuestro mensaje llegue a un número mayor de personas y tenga mayor impacto.

      Una de las principales herramientas del trabajo social es la comunicación. Como profesionales nos comunicamos y nos relacionamos con la persona, familia, grupo o comunidad. Con este acto comunicativo creamos un vínculo, construimos una relación profesional, empoderamos y favorecemos la participación. Por ello me centraré, fundamentalmente, en la comunicación verbal. 

      Siempre estamos comunicando o navegando entre palabras, ya sea oralmente en las entrevistas con nuestros usuarios/as (individuo/familia), en dinámicas grupales, en lo comunitario, reuniones de equipo, reuniones de coordinación…, por escrito emitiendo informes, correo electrónico, informando de recursos y/o actividades, entre otros, o través de nuestro lenguaje no verbal. El “No se puede no comunicar” de Waztlawick, es una premisa fundamental en nuestra profesión.

      Comunicar es algo más que hablar, es transmitir, coordinarse y trabajar en conjunto, ayudar a solucionar conflictos mediante el diálogo, es ejercicio y voluntad de entendimiento, provocar una emoción en los demás, implica escuchar empáticamente, entablar un diálogo y sus silencios, crear un vínculo profesional. Porque si no se entiende o se malinterpreta el mensaje, ya sea verbal o no verbal, puede llegar a producirse un verdadero caos con las personas que trabajamos en el día a día (personas que acuden a nuestra atención), personas de nuestro servicio, organización o institución o con otros profesionales con los que nos coordinamos. 

      Por eso, según Vila (2010), “No tenemos una segunda oportunidad para causar una buena impresión” siendo importante el cuidado de la primera impresión de nuestro/a interlocutor/a hacia el/la profesional, para que la comunicación fluya de manera adecuada. Todo ello teniendo en cuenta la tendencia que las actitudes de los demás van en consonancia a la imagen/visión que tienen del otro. La sintonía o comunicación plena, en la que intervienen movimientos corporales o gestos de simetría o espejo, generan un clima favorable en la comunicación entre ambos. De ahí la importancia del refuerzo de la comunicación no verbal. Pero, en una comunicación, se pueden generar ruidos.

      Ruidos 

      Los ruidos o interferencias en el receptor, en el emisor o en ambos, van a modular el mensaje y la decodificación que se haga del mismo y pueden distorsionar/dificultar la comunicación y causar malos entendidos. Para evitarlos o minimizar su impacto en la comunicación es fundamental la habilidad para resolver conflictos y la mediación. 

      Las transformaciones tecnológicas han hecho que las formas de interacción se hayan modificado, por transformación o hibridación (compatibilizando relaciones online y offline).  Hay que estar atentos y tener cuidado con la “infosaturación“ (entendida como la dificultad de gestionar la constante y masiva corriente de información que llega través de internet, que genera ruido en la comunicación) y con las “burbujas filtro o cámaras eco”, que hacen creer que la realidad es lo que ocurre en la red sin pasar por el filtro de la reflexión (López y Castillo, 2024). 

      Patrones que influyen la comunicación

      No se puede pasar por alto que en la comunicación existen patrones aprendidos, que influyen en la comunicación, heredados de la familia de origen. Tal y como dice Labora (2017) recogiendo lo dicho por Virgina Satir. Estos patrones son: 

      • Acusador o culpabilizador, que usa ideas censuradoras.
      • Aplacador, que incide en la idea de que la persona no vale nada, quiere contentar siempre a los demás.
      • Super razonable en lo verbal y postura calmada en lo no verbal.
      • Irrelevante con la sensación que no le importa a nadie y que lo que dice no tiene sentido.

      Detectados los patrones, podemos, posteriormente, entender el porqué de las reacciones de los/as usuarios/as ante la posibilidad de una intervención y los estilos adoptados a la hora de comunicar (pasivo, agresivo, pasivo-agresivo y asertivo).

      Comunicación no verbal

      Unido a lo anterior, Guillén (2021) siguiendo las tesis de Novel (2013), nos aporta unos apuntes útiles sobre la comunicación no verbal en mediación, que pueden sernos de ayuda si trabajamos en otros contextos para tener en cuenta y reflexionar sobre ello:  

      a) El silencio y su significado; necesidad de espacio de la persona para reflexionar sobre el tema, tener en cuenta sus sentimientos, tomarse unos segundos de respiro.

      b) Mirada como expresión de comodidad o incomodidad, modo de transmitir seguridad, interés y animar a seguir hablando e interés en el otro y en la relación.

      c) El movimiento y la mímica para identificar estados emocionales o disposicionales para una comunicación más eficaz.

      d) Las distancias como influencia en la cantidad y calidad de la conversación.

      e) Posiciones físicas, contacto visual, estar a la misma altura para evitar desequilibrios… manejando las formas paralingüísticas y otras formas de comunicación no verbal. 

      La escucha activa y el lenguaje como herramientas

      Esta escucha efectiva conlleva una respuesta empática (a través de técnicas como la reformulación, reiteración o reformulación simple, discernimiento, confrontación, centrar a la persona), donde se ayude a razonar y se descubran soluciones de manera conjunta. (Gómez, 2019). 

      Dentro de este sumatorio: escucha empática + observación + lenguaje, el lenguaje cobra especial importancia; siendo necesario un lenguaje sencillo, directo y adaptado a nuestro interlocutor (edad, limitaciones sensoriales, capacidad cognitiva,…). 

      Claves del arte de escuchar

      Con el objeto de dar una respuesta adecuada, empática, comprensiva y acertada, Subiela et al. (2013) indican una serie de orientaciones en el ámbito sanitario que pueden ser aplicables a toda escucha activa, donde hay que:

      1. Dejar de hablar. Si se está hablando no se puede escuchar.
      2. Conseguir que el interlocutor se sienta con confianza, libre para expresarse. Ponerse en su lugar.
      3. Adoptar una posición abierta y activa.
      4. Manifestar claramente interés y escuchar para tratar de entender.
      5. Formular frases con una tonalidad adecuada, con empatía y respeto.
      6. No interrumpir precozmente ni realizar conclusiones prematuras.
      7. Facilitar que exprese sus sentimientos, sus expectativas, sus esperanzas.
      8. Eliminar las posibles distracciones, (interrupciones, llamadas telefónicas, puertas abiertas, etc).
      9. Ser paciente. Tomar el tiempo necesario.
      10. Conducir la conversación, sin interrumpirle. 
      11. Dominar nuestras emociones. 
      12. Evitar criticar y argumentar en exceso, ya que esto situaría a nuestro interlocutor a la defensiva, conduciéndole probablemente a que se enoje o se calle.
      13. Preguntar cuanto sea necesario.  Esto ayuda a desarrollar sus puntos de vista con mayor amplitud. 
      14. De nuevo dejar de hablar: esta es la primera y la última de las recomendaciones y de la que dependen todas las demás. 

      Atendiendo a lo anterior, Gómez (2019) advierte que la escucha efectiva debe situarse en el sentimiento de la persona ayudada, no teniendo sólo en cuenta aspectos sobre los cuales creemos que podemos intervenir. Esto supone que hay que tener la mente abierta, despiertos los sentidos y observar la globalidad. 

      Esto es necesario para posibilitar una intervención integral e integrada, consensuada con las personas o grupos objeto de intervención. 

      El feedback es básico para saber cómo se está comunicando el mensaje y cómo se ha entendido, para poder corregir los errores que se pueden producir durante el proceso.

      Errores en la comunicación

      Corbin (2017) apunta que los errores más frecuentes en la comunicación que nos podemos encontrar, a modo de ejemplo, son:

      • No estar mentalmente presente.
      • Decir lo que uno piensa sin tener en cuenta a los demás.
      • Falta de sentido del humor.
      • Falta de asertividad y de credibilidad.
      • Oír, pero no escuchar.
      • No seguir una estructura en la comunicación.
      • Hablar deprisa o despacio.
      • Exceso de información.
      • Uso inapropiado de los silencios.
      • Lenguaje demasiado coloquial o formal. 
      • Falta de conexión emocional y mental (rapport).
      • Rigidez en el lenguaje no verbal: falta o exceso de movimiento…

      Vamos rumbo a la comunicación efectiva. Pero… ¿Cómo damos el mensaje para que sea efectivo?  

      Hay una serie de ideas básicas, sin ánimo de ser exhaustiva, que pueden ayudar en todo proceso comunicativo oral: 

      • Preparación:
        •  Conocer las barreras comunicativas (dificultades de visión, del lenguaje, cognición y/o audición, pérdida de memoria, idiomáticas, culturales…) para utilizar medios adecuados para facilitar una comunicación efectiva.
        • Espacios adecuados.
      • En cuanto al mensaje: hay que ser conciso, no “irse por las ramas”. Usar frases cortas. Verificar que se ha entendido, haciendo preguntas abiertas para favorecer el diálogo. 
      • Comunicación responsable con enfoque de derechos de la persona, centrada en la persona.
      • Trabajar la empatía. Actitud positiva, demostrando interés sobre lo que nuestro/a interlocutor/a está diciendo. Atención en el problema no en la persona.
      • Componente emocional, tomar una distancia emocional adecuada.
      • Gestión de las crisis. 
      • Lenguaje: adaptado al/la interlocutor/a y a su capacidad de comprensión. Repetir o explicar con otras palabras. Evitar tecnicismos.
        • Búsqueda de un lenguaje común. Esto es esencial en todas las intervenciones, fundamentalmente en la comunicación intercultural, donde se logre un lenguaje común para entender cuál es el problema, expectativas, modos de actuar, motivación hacia el cambio, posibles barreras e influencia de la cultura en la construcción de soluciones. 
        • Inclusivo, no sexista e igualitario.
        • Libre de expresiones edadistas. 
      • Uso de un “facilitador” o persona de apoyo en la comunicación cuando sea preciso: intérprete de lengua de signos, mediador/a intercultural, intérprete de otras lenguas, pictogramas,…
      • Adaptarse al ritmo de la persona.
      • Dirigirse a la persona con la que estamos interactuando, si es posible, directamente para conocer ideas, opiniones, necesidades y deseos. 
      • Voz: Uso de un tono, entonación y ritmo adecuados.
      • Los silencios, el uso y significado de los mismos. 
      • Manejo de la comunicación no verbal: Contacto visual, expresión facial, movimientos de la cabeza, postura manos, pies y tronco… para reforzar nuestro mensaje.

      Para finalizar

      Cabe decir que, “el/la trabajador/a social, debe interactuar con las personas, formulando y aportando opiniones o información en el momento oportuno y de forma asertiva, y ser capaz de escucharlas y comprenderlas, manteniendo el rol y un encuadre profesional adecuado”. (Barreto, 2017)

      Recogiendo las palabras de Ponce de León y Ares (2017): “El profesional no puede controlar el proceso de comunicación, pero sí influir en él para facilitar el compromiso de acción del usuario, teniendo en cuenta las circunstancias concretas en que se produce que, normalmente, son situaciones de estrés y todo lo que conlleva de desorientación y bloqueo emocional, cognitivo y conductual.”

      El cuidado de la comunicación, es primordial desde “el minuto 0”, es decir desde que conocemos por primera vez a la persona, familia, grupo o comunidad, desde el respeto y la calidez dentro de la fase social o de acogida. En consonancia a lo anterior, Aguilar (2018), habla del significado de calidez como “dejar de asumir las necesidades básicas exclusivamente como carencias que generan demandas y empezar a asumirlas como potencialidades que dan lugar a la búsqueda y la participación y sólo desde la relación dialógica se puede potenciar al otro, ayudándole a construir y a re-construir, a construir-se y a re-construirse.”

      Esto nos ayudará a sentar las bases para una buena intervención, que, por otra parte, no va a estar exenta de momentos de crisis o de posibles “conflictos” con el/la profesional.   

      Porque, una comunicación deficiente va a afectar en la calidad de la comunicación y en el resultado del proceso de intervención, grado de satisfacción de las personas con las que interactuamos, en la generación de confianza, toma de decisiones e intercambio de información. En resumen, esta comunicación deficiente afectará en la relación terapéutica o vínculo profesional. 

      Por eso, bajo mi punto de vista y como síntesis de estas reflexiones, es adecuada la afirmación Alfred Adler: “Escucha con los oídos, los ojos y con el corazón”, que representa la importancia de la escucha activa, la observación y la empatía que tienen que darse en toda comunicación. 

      REFERENCIAS

      Las Palmas, 30 de abril de 2025

      Leire Lizarraga Irurzun
      Trabajadora Social Experta en Acompañamiento a Familias en procesos de Divorcio en ejercicio libre de la profesión

      El Trabajo Social desempeña un rol fundamental en los procesos de divorcio, no solo como figura mediadora entre las partes, sino como profesional clave en la detección, acompañamiento y prevención de situaciones de vulnerabilidad y/o de riesgo que afectan a las personas implicadas, especialmente a las niñas, niños y personas adolescentes. Desde un enfoque sistémico, el Trabajo Social interviene considerando las dinámicas familiares, las estructuras de apoyo y los factores contextuales, favoreciendo procesos de adaptación saludables a partir de las capacidades individuales y garantizando los derechos de las personas implicadas. Este artículo aborda el aporte específico del Trabajo Social en estos procesos, basándose en investigaciones recientes y en la praxis profesional.

      Introducción

      Los procesos de divorcio suponen una transformación profunda de las estructuras familiares. Lejos de ser una mera ruptura de pareja, implica un proceso de reorganización de roles, vínculos y recursos que afecta a todas las personas integrantes del sistema familiar. En este escenario, el Trabajo Social emerge como una disciplina esencial para acompañar, proteger y cuidar del bienestar de las personas afectadas (Martínez, 2018).

      La figura de la trabajadora social cobra especial relevancia por su formación específica en intervención familiar, manejo emocional, mediación, perspectiva sistémica y trabajo comunitario. Además, su proximidad a la realidad social y su capacidad de adaptación a contextos cambiantes hacen de este perfil profesional una herramienta imprescindible en los procesos de separación y divorcio.

      1. Enfoque sistémico y Trabajo Social en procesos de divorcio

      Desde el enfoque sistémico (Minuchin, 1974), la familia se concibe como un sistema interrelacionado y dinámico, donde cada miembro cumple un rol y mantiene vínculos que permiten el equilibrio del conjunto. Cualquier cambio o ruptura dentro del sistema —como el proceso de divorcio— impacta inevitablemente en la estructura familiar, generando la necesidad de una reorganización de funciones, normas, límites y patrones de comunicación. El divorcio, en este sentido, se entiende como una crisis evolutiva que desestabiliza temporalmente el sistema familiar, pero que también puede abrir posibilidades de crecimiento, adaptación y transformación si se transita adecuadamente.

      La intervención sistémica desde el Trabajo Social permite observar no solo la situación individual de cada miembro, sino las dinámicas relacionales, los patrones de comunicación y los recursos de afrontamiento colectivos. Esta mirada global favorece intervenciones más eficaces, realistas y sostenibles.

      En este contexto, la intervención del Trabajo Social adquiere un papel fundamental como facilitador de estos procesos de cambio, orientándose a fortalecer los recursos internos de las personas implicadas —como la resiliencia, las competencias parentales y marentales o las habilidades de afrontamiento— y a movilizar recursos externos —como redes de apoyo, servicios especializados o espacios de acompañamiento personalizado— que favorezcan la reconstrucción de un nuevo equilibrio familiar. El objetivo es acompañar a las familias en la elaboración de acuerdos, en la redefinición de vínculos y en la creación de un contexto protector que garantice el bienestar de sus miembros, especialmente de las niñas, niños y adolescentes, cuyo desarrollo y proceso madurativo se ve afectado por el divorcio (Forteza et al., 2019).

      El rol del Trabajo Social, por tanto, es múltiple y se despliega en distintos niveles de intervención. Acompaña emocionalmente a las personas implicadas, media en los conflictos derivados de la ruptura, detecta factores de riesgo —como situaciones de violencia, negligencia, pobreza o exclusión social— y activa redes de apoyo institucionales y comunitarias que permitan sostener a las familias en el proceso de cambio.

      Al mismo tiempo, desde una perspectiva ética y de derechos, el Trabajo Social deposita una mirada sensible, respetuosa y especializada hacia las niñas, niños y adolescentes, reconociendo sus necesidades psicoevolutivas y madurativas. Se trata de integrar su voz en los procesos de intervención, de garantizar su derecho a ser escuchados (art. 12 de la Convención sobre los Derechos del Niño, 1989) y de velar por su protección integral (interés superior del niño/a), evitando que queden atrapadas/os en dinámicas adultocéntricas o conflictivas.

      Así, el Trabajo Social no solo identifica las dificultades o carencias, sino que visibiliza las fortalezas y potencialidades de las familias, promoviendo su autonomía, su capacidad de adaptación y su derecho a recibir los apoyos necesarios para transitar esta etapa con las mejores condiciones posibles para el bienestar de todos sus miembros, en especial de las infancias y adolescencias.

      2. Factores que influyen en los procesos de separación y divorcio

      La investigación identifica diversos factores que inciden en la complejidad de los procesos de divorcio y que condicionan tanto las experiencias individuales como las posibilidades de afrontamiento de las familias (Amato, 2010; Garriga, 2020). Estos factores, lejos de operar de manera aislada, se interrelacionan y potencian sus efectos, configurando escenarios de mayor o menor riesgo social.

      Entre los principales elementos destacan:

      • La presencia de niñas, niños y personas adolescentes: la existencia de descendencia común introduce dinámicas específicas vinculadas al ejercicio de la parentalidad postruptura, las custodias, las visitas o las decisiones compartidas. Las necesidades de protección, cuidado y estabilidad emocional de las infancias y adolescencias requieren intervenciones especializadas que garanticen su centralidad y su bienestar (Forteza et al., 2019).
      • La situación económica de la progenitora y progenitor: la separación de una unidad de convivencia suele implicar un reajuste de los recursos económicos y habitacionales, que afecta de manera desigual según las condiciones previas, los roles de género, el acceso al empleo o la existencia de cargas familiares. La precarización posterior al divorcio es especialmente frecuente en mujeres con responsabilidades de cuidado (Laparra & Pérez, 2012).
      • La presencia de dinámicas violentas: ya sean físicas, psicológicas, económicas o simbólicas, complejiza notoriamente los procesos de separación y divorcio, no solo por las implicaciones legales, sino también por las secuelas emocionales y los riesgos asociados para las personas afectadas, especialmente para las hijas e hijos. En contextos de violencia de género, el divorcio no representa necesariamente una vía de protección inmediata, ya que las dinámicas abusivas pueden perpetuarse a través de la manipulación de los hijos o del uso del proceso judicial como forma de control.

      Diversos estudios señalan que las niñas, niños y personas adolescentes expuestas a divorcios conflictivos o a violencia intrafamiliar presentan mayores niveles de estrés, ansiedad, somatizaciones y dificultades en el desarrollo emocional y social. Además, la utilización de los hijos y las hijas como instrumentos de chantaje emocional o como medio para dañar al otro progenitor puede generar en ellos conflictos de lealtad, sentimientos de culpa y deterioro de su autoestima.

      Desde el Trabajo Social, es fundamental identificar estas situaciones y activar protocolos de protección que prioricen el bienestar y la seguridad de los niños, niñas y personas adolescentes, promoviendo intervenciones coordinadas con los sistemas judiciales y de protección infantil (Cantón et Al., 2002).

      La falta de redes de apoyo: el aislamiento social o la debilidad de los vínculos familiares y comunitarios dificultan los procesos de reorganización vital. La existencia de redes de apoyo —formales e informales— constituye un factor protector de primer orden (Bravo & del Valle, 2009).

      El acceso a recursos comunitarios: La disponibilidad, accesibilidad y calidad de los recursos públicos —servicios sociales, mediación familiar, atención psicológica, vivienda, ayudas económicas— condiciona las posibilidades reales de afrontamiento y adaptación a la nueva situación.

      La cultura y los estigmas sociales: las representaciones sociales en torno al divorcio, los mandatos tradicionales de familia o las percepciones sobre el fracaso matrimonial influyen en la vivencia del proceso, generando en algunos casos sentimientos de culpa, vergüenza o fracaso personal.

      Desde esta perspectiva, la intervención del Trabajo Social debe considerar esta multidimensionalidad y diseñar respuestas ajustadas a las particularidades de cada situación, integrando una mirada integral, interseccional y centrada en los derechos de todas las personas implicadas.

      3. El rol específico del Trabajo Social: prevención, acompañamiento e intervención

      Prevención

      El Trabajo Social desarrolla acciones preventivas para minimizar el impacto negativo de los divorcios. Estas incluyen:

      • Promoción de la parentalidad positiva (Rodríguez & Gómez, 2021).
      • Educación emocional y habilidades de comunicación (Romero & Plaza, 2019).
      • Talleres para familias en procesos de separación.
      • Creación de espacios de sensibilización y educación comunitaria que aborden los estigmas sobre el divorcio.
      • Difusión de recursos y servicios existentes.

      Acompañamiento

      Durante el proceso de separación o divorcio, el Trabajo Social realiza:

      • Entrevistas individuales y familiares para explorar necesidades y recursos.
      • Apoyo en el manejo emocional y resolución de conflictos (Navarro & Pérez, 2022).
      • Priorización del proceso emocional frente al legal.
      • Guía para la superación de las diferentes etapas/fases.
      • Información y derivación a recursos jurídicos, psicológicos o comunitarios.
      • Seguimiento de los acuerdos entre progenitor y progenitora para supervisar su cumplimiento y adaptabilidad.
      • Asesoramiento y orientación educativa en función de las necesidades infantiles y adolescentes.
      • La cercanía del/la trabajador/a social y su presencia continuada permiten generar confianza, espacios de escucha activa y un acompañamiento respetuoso que evita el aislamiento o la cronificación del sufrimiento.

      Intervención

      En situaciones complejas, el Trabajo Social:

      • Realiza valoraciones integrales desde un enfoque sistémico.
      • Elabora informes sociales para procesos judiciales (custodias, régimen de visitas, violencia, etc.).
      • Media y aborda posturas en profundidad en los acuerdos centrados en el bienestar infantil.
      • Interviene de manera coordinada con otros profesionales (psicología, educación, servicios jurídicos) para un abordaje integral cuando es preciso.

      Conclusiones

      La presencia del Trabajo Social en los procesos de divorcio resulta imprescindible para garantizar procesos más saludables, justos y centrados en el bienestar de todas las personas implicadas. Desde un enfoque sistémico, las y los profesionales del Trabajo Social aportan una visión integral, una intervención ética y una labor de acompañamiento que incide directamente en la calidad de vida de las familias.

      El desafío actual es visibilizar este rol, potenciar recursos comunitarios accesibles y la colaboración de la administración para realizar convenios de profesionales expertas/os en la materia y favorecer el ejercicio libre de la profesión, incorporar las posibilidades de la intervención online y consolidar estrategias preventivas que minimicen el impacto negativo del divorcio, especialmente en las niñas, niños y personas adolescentes.

      Referencias Bibliográficas

      Amato, P. (2010). Research on Divorce: Continuing Trends and New Developments. Journal of Marriage and Family, 72(3), 650-666. https://doi.org/10.1111/j.1741-3737.2010.00723.x

      Bravo, A., & del Valle, J. F. (2009). Afrontamiento familiar del divorcio: estudio de los recursos y apoyos percibidos. Psychosocial Intervention, 18(1), 49-60. https://doi.org/10.5093/in2009v18n1a6

      Cantón Duarte, J., Cortés Arboleda, M. R., & Justicia Díaz, M. D. (2002). Las consecuencias del divorcio en los hijos. Psicopatología Clínica, Legal y Forense, 2(3), 47-66.

      Fernández García, T., & Pérez, J. M. (2023). Intervención social y divorcio: aportes desde el Trabajo Social para la gestión de los procesos de ruptura familiar. Cuadernos de Trabajo Social, 36(1), 57-70. https://doi.org/10.5209/cuts.83572

      Forteza, D., Rodríguez, A., & Pérez, M. (2019). Trabajo Social Sistémico: fundamentos y prácticas. Editorial UOC.

      Kelly, J., & Emery, R. (2003). Children’s Adjustment Following Divorce: Risk and Resilience Perspectives. Family Relations, 52(4), 352-362. https://doi.org/10.1111/j.1741-3729.2003.00352.x

      López, C., Serrano, M., & Jiménez, R. (2020). El impacto del divorcio en la infancia: claves de intervención desde Trabajo Social. Cuadernos de Trabajo Social, 33(1), 41-58. https://doi.org/10.5209/ctso.66410

      López Peláez, A., Pérez Eransus, B., & Marcuello-Servós, C. (2021). Familias en transformación: cambios, desafíos y respuestas desde el Trabajo Social. Documentos de Trabajo Social, 61, 13-33. https://doi.org/10.5944/rdts.61.2021.31301

      Martínez, R. (2018). Trabajo Social con Familias: Nuevos Retos y Perspectivas. Ediciones Paraninfo.

      Molina, A. (2020). Divorcio, género y Trabajo Social: una mirada desde la intervención sociofamiliar. Alternativas. Cuadernos de Trabajo Social, 27, 89-108. https://doi.org/10.14198/ALTERN2020.27.05

      Navarro, J., & Pérez, M. (2022). Mediación y Trabajo Social: experiencias prácticas. Editorial UOC.

      Rodríguez, C., & Gómez, L. (2021). Parentalidad positiva y resiliencia familiar. Editorial CCS.

      Romero, A., & Plaza, R. (2019). Educación emocional en contextos familiares. Narcea Ediciones.

      10 de abril de 2025

      Comisión de Servicios Sociales
      del Colegio Profesional de Trabajo Social de Málaga

      El 5 de abril han tenido lugar en más de una treintena de ciudades españolas manifestaciones reivindicativas del derecho a la vivienda y contra el negocio y especulación que está privando a millones de personas en nuestro país de poder acceder a vivienda digna, incumpliéndose el art. 47 de la Constitución Española, que nos dice: “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos.”

      El Colegio de Trabajo Social de Málaga se ha adherido a las manifestaciones promovidas por los sindicatos de inquilinos e inquilinas y al manifiesto en el que reivindican el derecho a la vivienda, participando en la manifestación reclamando: «El Trabajo Social en defensa de los Derechos de la Ciudadanía», evidenciando su compromiso e interés activo con la problemática de la vivienda y el bienestar social de la ciudadanía. 

      En 2018 el CPTS Málaga ya publicó una monografía sobre la vivienda en la que se abordaba: régimen jurídico, la sostenibilidad de las viviendas de protección oficial y plan de vivienda vigente en aquel momento, y los desahucios. El pasado año, 2024, el CPTS Málaga organizó una Mesa de Diálogo para analizar la situación habitacional en la ciudad y publicó un informe, donde se abordaban temas como el aumento de los precios de alquiler, la escasez de viviendas asequibles y la necesidad de regular el mercado para evitar la especulación, y del que a continuación reseñamos los datos más relevantes. 

      La vivienda como bien de primera necesidad, viene siendo objeto de debate, principalmente en lo que al acceso se refiere, ya que su disponibilidad o dificultad en el acceso, genera toda una serie de problemáticas sociales o por el contrario facilita procesos de inclusión, de ahí que el Trabajo Social haya tenido históricamente una presencia activa de cara a abordar colectivos y problemáticas que sitúan a la vivienda como recurso o instrumento para la intervención. 

      El sistema económico actual hace del consumo la pieza clave para su supervivencia, en la que el bienestar trasciende elementos personales y se encuentra centrado en la obtención de beneficios económicos (Navarro, Torres y Garzón, 2011). Esta máxima viene marcando el comportamiento y las decisiones que, de manera directa o indirecta, se han venido tomando en los diferentes ámbitos que afectan al bienestar de las personas, entre ellos el acceso a la vivienda.

      Desde la Comisión de Servicios Sociales del Colegio Profesional de Trabajo Social de Málaga, junto al Área de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universidad de Málaga, se presentó el pasado año el primer número de un proyecto que se marca como objetivo la publicación de informes desde la consideración de una serie de variables que afectan al acceso a la vivienda, a fin de aportar análisis que vengan a facilitar propuestas de cambio, a la vez que servir como medio de anticipación ante posibles situaciones problemas. En una provincia como Málaga, con grandes déficits en lo que a la disponibilidad de vivienda pública se refiere, y que en los últimos años ha emprendido un modelo de ciudad que genera desde procesos de gentrificación al mantenimiento de zonas desfavorecidas o la imposibilidad de la emancipación de la juventud, elementos todos ellos que a su vez infieren en el incremento de la desigualdad. 

      Entre las variables consideradas encontramos: la población, la tasa de paro, el ingreso mínimo vital (IMV), las viviendas con ejecución hipotecaria iniciada, los lanzamientos con cumplimiento positivo, las viviendas turísticas, la vivienda protegida y libre, así como las visadas y la renta. Para finalizar con una batería de datos del registro municipal de demandantes de vivienda protegida, que permite conocer el perfil de las personas solicitantes tanto a nivel de la provincia como de la ciudad de Málaga, como: mujer, que tiene entre 35 y 50 años, que prefiere el régimen de alquiler con opción a compra, con una unidad familiar compuesta por un miembro y que tiene ingresos que no superan los 600 euros.

      Se concluye en este primer informe que nos encontramos en una provincia que se encuentra entre las que han experimentado un mayor aumento de población en el conjunto del estado, veinte puntos y veintidós por encima del total de España y Andalucía, respectivamente, pero con una mayor concentración de población en un menor número de municipios, caracterizándose esta por haberse producido en municipios costeros o de su entorno, así como del área metropolitana. Mientras  que la ciudad de Málaga, habiendo incrementado su población, este incremento ha sido muy por debajo del conjunto de la provincia, que ha tenido un crecimiento muy alto en poco tiempo.

      Los municipios, además, cuentan con una población residente no empadronada, residentes temporales y turistas, con lo que la población real es mucho mayor que la ofrecida por las cifras oficiales. Un conjunto de población que consume recursos y servicios.

      Estos incrementos de población vienen generando un aumento de la demanda de vivienda, habiéndose disparado la oferta de viviendas libres, cuyo precio no converge con la subida de renta y salario, al contrario, cada vez hay mayor divergencia, aumentando por tanto la emergencia en materia de política de vivienda, un hecho que no se ha producido a vista de los datos en cuanto a vivienda de protección o la puesta en marcha de otras medidas, donde las cerca de setenta mil solicitudes presentadas al registro de vivienda de protección realizada en la provincia lo testifican.

      Estas cuestiones no se pueden desligar del modelo de ciudad y provincia que se viene planteando, donde prima el turismo como eje vertebrador en la generación de recursos económicos, pero que no se están trasladando al resto de la ciudadanía, como se puede ver en los datos relativos a renta neta media por hogar, sobre todo en la ciudad de Málaga donde se mantiene una gran desigualdad entre distritos. Más allá de los costes medioambientales.

      Este factor turismo está jugando un papel importante en la dificultad de acceso a la vivienda, tanto en la demanda de vivienda libre, como en la relativa a los alquileres. Circunstancia ésta que está dejando a muchas personas en la exclusión residencial, donde no se puede obviar al colectivo de personas sin hogar, que requiere de modelos de intervención donde el poder disponer de una vivienda se convierta en parte de su proceso de manera prioritaria.

      Se está ante un problema que requiere de medidas a corto plazo y urgentes, ante situaciones de emergencia habitacional, pero también a medio y largo plazo, las cuáles no dejan de pasar por un cambio de paradigma donde la vivienda deje de ser un bien económico para convertirse en un bien social, algo de lo que existe sobrada literatura y normativa que lo ampara, sólo resta su cumplimiento.

      Desde el CPTS Málaga continuamos instando a nuestros/as representantes y personas responsables de las políticas de vivienda y sociales, a implementar medidas a corto y largo plazo para abordar la emergencia habitacional. Se propone un cambio de paradigma en el que la vivienda deje de ser considerada un bien económico y se reconozca como un derecho social fundamental, siendo necesaria la elaboración de informes de impacto social que evalúen las consecuencias de las políticas urbanas y económicas en la población.

      Bibliografía

      Tánger, 5 de diciembre de 2024

      Mohamed Haouari
      Profesor de Trabajo Social en el Instituto Nacional de Acción Social (Marruecos)

      Estado de la cuestión

      En Marruecos, la educación inclusiva enfrenta importantes desafíos a pesar de los avances en normativas y políticas públicas. Solo el 30% de las personas con discapacidad tienen acceso a la educación. En 2014, el 67,6% de los 231.000 niños y niñas en edad escolar con discapacidad no estaban matriculados, y sólo el 8,5% de los que ingresaron a primaria continuaron en secundaria. La tasa de prevalencia de discapacidad entre menores de 15 años es del 1,8%, pero solo el 55,1% de los niños con discapacidades leves a graves asisten a la escuela (MSFFDS, 2014).

      Las tasas de escolarización de niños/as con discapacidad son significativamente más bajas que las del resto de la población. Mientras el 99,5% de los niños y niñas de 6 a 11 años están matriculados, sólo el 37,8% de los niños y niñas con discapacidades moderadas a graves lo están. En el grupo de 12 a 14 años, la escolarización es del 87,6% para la población general, pero sólo el 50,1% para los niños y niñas con discapacidad. La falta de accesibilidad es citada por el 85,7% de los niños y niñas con discapacidad que no asisten a clases como la principal razón (ibid).

      Estos datos destacan una brecha significativa en el acceso a la educación inclusiva, causada por la falta de accesibilidad física, la escasez de recursos, la formación insuficiente del profesorado y las actitudes sociales negativas. Es imperativo que se implementen mejoras urgentes en las políticas públicas para asegurar el derecho a una educación equitativa para todos los niños y niñas, independientemente de sus capacidades.

      Marco legislativo e institucional

      Marruecos se ha alineado progresivamente con los estándares internacionales en derechos humanos. Ratificó la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD) en 2009 y la Convención sobre los Derechos del Niño en 1993 (CNDH, 2009). La Constitución de 2011 prohíbe la discriminación por discapacidad y promueve políticas públicas inclusivas para garantizar la integración social de estas personas (MENFP, 2011).

      En línea con estos compromisos, la Ley Marco No. 97-13 (Boletín Oficial No. 6466-12, 2016) establece medidas para fomentar la educación de personas con discapacidad, incluyendo la promoción de su inscripción en instituciones educativas y la adaptación de ajustes razonables. Además, el Ministerio de Educación ha emitido circulares, como la Circular Conjunta N° 14/721 (2014), que buscan coordinar la escolarización y proporcionar apoyo especializado (Boletín Oficial, 2016).

      Sin embargo, a pesar de este marco normativo, la implementación efectiva a nivel local puede ser limitada. Los desafíos incluyen la falta de recursos, la formación inadecuada del personal y problemas en la ejecución a nivel de las escuelas. Por lo tanto, aunque Marruecos está alineado con estándares internacionales y muestra un compromiso con la educación inclusiva, es crucial realizar esfuerzos continuos para superar estos obstáculos y asegurar mejoras reales en la accesibilidad y calidad educativa para los niños y niñas con discapacidad.

      Desafíos de la escolarización

      El movimiento por la inclusión en Marruecos se inició en la década de 1960, aunque ha avanzado lentamente, principalmente gracias al esfuerzo de asociaciones especializadas. A partir de los años 90, el Ministerio de Educación empezó a integrar centros especializados dentro del sistema escolar. Un hito significativo se alcanzó en 2019 con el lanzamiento de un programa nacional de educación inclusiva. Este programa tiene como objetivo garantizar el acceso equitativo a una educación de calidad, adaptando tanto los entornos escolares como las prácticas educativas a las necesidades individuales de los estudiantes con discapacidad (MENFPESIC, 2019). A pesar de estos avances, el camino hacia una verdadera inclusión sigue siendo desafiante debido a la persistencia de barreras culturales y estereotipos que deben ser superados.

      El enfoque de la educación inclusiva busca proporcionar a todos/as los/as estudiantes, independientemente de sus capacidades, las mismas oportunidades de aprendizaje y desarrollo. Sin embargo, la implementación efectiva de esta visión enfrenta varios obstáculos. Por ejemplo, la ley 04-00 de 2002, que establece la escolarización obligatoria para niños y niñas de 6 a 15 años, enfrenta serios problemas de implementación. A pesar de su marco legal, la ley no ha logrado abordar adecuadamente las necesidades específicas de estudiantes con discapacidad. De manera similar, la ley 05-00 sobre educación preescolar enfrenta desafíos relacionados con la disponibilidad de recursos y la capacidad operativa de las asociaciones encargadas de apoyar a estos/as estudiantes (UNICEF Marruecos, 2019).

      Actualmente, existen más de 600 clases integradas en escuelas primarias, lo que representa un avance positivo hacia la inclusión. No obstante, es esencial realizar una revisión continua de las políticas educativas para asegurar que estas clases no solo existan en número, sino que también proporcionen una inclusión efectiva y de calidad para todos/as los/as estudiantes. Este enfoque implica una evaluación constante de las prácticas y ajustes necesarios para mejorar la accesibilidad y la calidad educativa en el sistema escolar marroquí (Handicap International, 2014). 

      Modelos educativos

      La educación puede adoptar diversas formas según las necesidades de los niños y niñas. En primer lugar, la educación convencional está destinada a niños y niñas sin necesidades especiales. En contraste, la educación especializada está diseñada para aquellos con requerimientos particulares. Finalmente, la educación inclusiva busca adaptar los programas especiales al currículo regular, reconociendo que todos los niños y niñas tienen la capacidad de aprender a su propio ritmo y de acuerdo a sus necesidades (MENFPESIC, 2019).

      En Marruecos, la escolarización de los niños y niñas con discapacidad se organiza en tres sistemas coexistentes: aulas normales, especiales e integradoras. Los niños y niñas con discapacidades leves pueden integrarse en clases regulares, mientras que aquellos/as con discapacidades moderadas o graves suelen ser derivados/as a centros especializados. No obstante, la integración en estos centros puede llevar a una triple marginación: debido a su bajo nivel socioeconómico, la falta de infraestructuras en zonas rurales y su condición de discapacidad, lo que resulta en altas tasas de abandono escolar y analfabetismo (Burgos Goye, 2016).

      Un estudio realizado en la región de Souss Massa Draâ, dentro del proyecto E1P7 del plan de emergencia, revela que los niños y niñas con discapacidad matriculados en clases ordinarias presentan principalmente deficiencias motoras, aunque también se observan deficiencias intelectuales, auditivas y autismo. La decisión de integrar a un niño o niña con discapacidad en una clase ordinaria depende del criterio de la dirección de la escuela, quien evalúa si el niño  o niña cumple con las condiciones necesarias para ser admitido. Esta decisión está influenciada por las percepciones sociales sobre la discapacidad y la educación (CSEFRS, 2019).

      La implementación de las Clases de Inclusión Escolar (CLIS) enfrenta varios desafíos. Solo un número limitado de profesores/as ha recibido formación en discapacidad, y las instalaciones escolares a menudo no son accesibles. Además, las CLIS presentan deficiencias en la adaptación de los programas escolares y en el apoyo a asociaciones e instituciones especializadas. La falta de un sistema de control e inspección también limita su eficacia (Consejo Social y Económico, 2012).

      Las clases integradoras dentro de escuelas normales están diseñadas para atender a niños/as con discapacidad mediante clases especializadas. Aunque estos niños y niñas reciben educación en un entorno separado dentro de la misma escuela, la integración con el entorno escolar ordinario es limitada. Por otro lado, los centros especializados ofrecen programas específicos para niños y niñas con discapacidades, generalmente gestionados por asociaciones. Sin embargo, la segregación en estos centros puede limitar la participación social y la calidad educativa (Ibid).

      El enfoque hacia la inclusión educativa en Marruecos sigue los principios de la UNESCO, promoviendo la integración de alumnos/as con necesidades especiales en aulas regulares. Sin embargo, no se ha alcanzado una inclusión total, y algunos casos requieren clases especializadas para niños/as con discapacidades graves. La implementación de medidas educativas específicas, como la flexibilidad horaria, puede mejorar la igualdad y calidad pedagógica. 

      Las dificultades en la adquisición de objetivos de aprendizaje deben ser abordadas con herramientas pedagógicas adaptadas para favorecer la integración en el currículo general. Un ejemplo de estos esfuerzos es el proyecto E1P7, que busca ofrecer a los niños con discapacidad la oportunidad de interactuar con sus compañeros en clases ordinarias y contempla la formación de educadores y directores para manejar clases integradas (MENESFCIC, 2008). No obstante, persisten desafíos significativos, como la falta de recursos y la limitada coordinación entre los actores involucrados.

      Conclusión

      El camino hacia una educación inclusiva en Marruecos ha registrado unos avances, pero persisten desafíos significativos en la escolarización de niños y niñas con discapacidad. A pesar de la ratificación de instrumentos clave como la Convención sobre los Derechos del Niño y la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, así como la promulgación de la Ley marco n.º 97-13, las barreras culturales, sociales y económicas, junto con una débil coordinación interministerial, limitan su efectividad.

      Si bien el Ministerio de Educación ha tomado algunas medidas, la educación inclusiva en Marruecos requiere de un esfuerzo conjunto. La falta de recursos, la formación insuficiente y la limitada concienciación familiar siguen siendo obstáculos. El Consejo Económico y Social ha propuesto una estrategia nacional integral que, si se implementa de manera efectiva, podría transformar la educación inclusiva en el país. La sociedad civil, con su conocimiento del terreno y su capacidad para movilizar a las comunidades, tiene un papel fundamental en este proceso. 

      Para construir un entorno educativo inclusivo y equitativo, es esencial la colaboración entre todos los actores implicados. Involucrar a familias, organizaciones locales y comunidades fomenta un sentido de pertenencia y crea redes de apoyo vitales para los/as estudiantes con discapacidad. Además, es crucial mejorar la accesibilidad física y pedagógica de las escuelas y fortalecer la capacitación del profesorado para asegurar una educación de calidad para todos/as. Este enfoque multisectorial no solo beneficia a estudiantes con necesidades especiales, sino que también promueve una cultura de inclusión y respeto, fortaleciendo el tejido social.

      Referencias bibliográficas

      Boletín oficial (2016). Ley Marco 97-13. N° 6466 – 12 chaabane 1437 (19-5-2016). Rabt. http://www.sgg.gov.ma/Portals/0/lois/Dahir_1.16.52_fr.pdf?ver=2016-12-14-124649-343

      BURGOS GOYE MARÍA DEL CARMEN (2016) Aproximación al problema de la discapacidad en Marruecos. TEMAS LABORALES núm. 133/2016. Universidad de Granada. https://produccioncientifica.ugr.es/documentos/63db1090ce41a8765aab6c66

      Consejo Económico y Social (2012). Respect des droits et inclusion des personnes en situation de handicap. Auto-saisine AS n° 5/2012. Rabat. https://www.cese.ma/media/2020/10/Rapport-Respect-des-droits-et-inclusion-des-personnes-en-situation-de-handicap-VF.pdf

      Conseil Supérieur de l’Education, de la Formation et de la Recherche Scientifique, CSEFRS (2015). Maroc rapport national sur les enfants non scolarisés. Rabat. https://www.csefrs.ma/wp-content/uploads/2018/07/Rapport-dactivit—FR-.pdf

      Conseil Supérieur de l’Education, de la Formation et de la Recherche Scientifique, CSEFRS (2019) ÉVALUATION DU MODÈLE D’ÉDUCATION DES ENFANTS EN SITUATION DE HANDICAP AU MAROC : VERS UNE ÉDUCATION INCLUSIVE. https://www.csefrs.ma/wp-content/uploads/2019/05/Rapport-e%CC%81ducation-inclusive-Fr.pdf

      Handicap International (2014) Etat des lieux de la scolarisation des enfants à besoins spécifiques, Ministère de l’Éducation nationale et de la formation professionnelle. Etat des lieux de la scolarisation des enfants en situation de handicap dans la Région Souss massa Draa, édition Handicap International.

      Ministerio de Educación Nacional, Educación Superior, Formación de cuadros e Investigación Científica, MENESFCIC (2008) Plan de Emergencia 2009-2012, proyecto E1.P7. Equidad a favor de la niñez y comunidades con necesidades específicas. https://www-iuem.univ-brest.fr/epure/figures/Programme_urgence_Maroc.pdf

      Ministerio de Educación Nacional y Formación Profesional, MENFP (2011). Etat des lieux de la scolarisation des enfants à besoins spécifiques. Rabat. https://www.men.gov.ma/Ar/Documents/EBS-systeducatifmarocain-fr.pdf

      Ministerio de educación nacional, formación profesional, enseñanza superior e investigación científica, MENFPESIC (2019). Educación inclusiva para niños con discapacidad. Guía para profesores. Rabat. https://www.men.gov.ma/Ar/Documents/dc/guide-enseignants-fr.pdf

      Ministerio de Solidaridad, Mujer, Familia y Desarrollo, MSFFDS (2014). Plan de acción nacional para la promoción de los derechos de las personas con discapacidad (2017-2021). Rabat. https://social.gov.ma/wp-content/uploads/2021/04/PLAN-Daction-VF-web.pdf

      Ministerio de Solidaridad, Mujer, Familia y Desarrollo, MSFFDS (2014). Dispositif de mise en œuvre du cadre référentiel de l’ingénierie curriculaire au profit des enfants en situation de handicap (Classes d’éducation inclusive). Rabat. https://social.gov.ma/wp-content/uploads/2021/04/ENPH-Rapport-Fr-BAT-OL-.pdf

      UNICEF Maroc (2019) SITUATION DES ENFANTS AU MAROC Analyse selon l’approche équité. https://www.unicef.org/morocco/media/2046/file/Situation%20des%20enfants%20au%20Maroc%202019.pdf

      Madrid, 4 de junio 2024

      Víctor Nieto González
      Trabajador Social y comunicador

      El artículo aquí presentado tiene como objetivo servir de orientación y guía a los profesionales del Trabajo Social que tienen que gestionar y/o crear contenido en las redes sociales. En los últimos años se ha producido un aumento de profesionales del Trabajo Social que crean contenido en las redes sociales o han asumido esa labor dentro de su organización, sin tener unas pautas que guíen su labor. Por ello, en este texto se pretende ver cómo aplicar el Código Deontológico de nuestra profesión y tener en cuenta una serie de pautas a la hora de crear o publicar contenido.

      Las redes sociales son una poderosa herramienta que, a diferencia de la televisión, una persona puede ser tanto consumidor cómo creadora de contenido. Parafraseando al compañero Jonathan Regalado: “las redes sociales son las antiguas plazas de los pueblos. Si no estamos en ellas, no podemos conocer lo que pasa ni palpar la realidad de la sociedad”.

      El uso de las redes sociales nos proporciona identidad, por lo que es importante reflexionar sobre qué queremos mostrar en ellas. Nos dan la posibilidad de relacionarnos y ampliar fronteras: lo global se localiza y lo local se globaliza.

      Podríamos decir que son un intercambiador social, donde compartimos todo tipo de información, sirven para comunicarnos y nos ayudan a conocer a nuevas personas.

      A la hora de hablar de las redes sociales, debemos ser conscientes de las distintas que existen en la actualidad (Facebook, X, Instagram, Youtube, TikTok…) y el perfil de usuario que puede haber en cada una de ellas.

      Desde el Trabajo Social podemos utilizarlas tanto a nivel individual como profesional, donde compartir nuestro trabajo o bien a nivel entidad, por ejemplo, si gestionamos las redes sociales de un colegio profesional, una asociación, ONG o una empresa.

      Este uso y gestión de las redes sociales no es tarea fácil. Requiere de un gran esfuerzo y supone pensar cómo debemos actuar con ellas como profesionales del Trabajo Social, porque al igual que nuestra relación profesional-persona va más allá del lugar donde intervenimos y eso no nos exime de nuestras responsabilidades, tampoco lo debe hacer en las redes sociales.

      Por todo ello, a continuación, se plantean algunas pautas para la gestión tanto en el uso como en la creación de contenidos desde la ética del Trabajo Social.

      Aplicación del Código Deontológico

      Para poder usar las redes sociales en nuestra profesión no debemos buscar muy lejos, tan solo aplicar el actual Código Deontológico a nuestro quehacer en ellas.

      El ejercicio que he realizado ha sido leer cada uno de los principios que hay en nuestro código y plantear cómo poder aplicarlo en la gestión de las redes sociales.

      Para ello, partimos del Capítulo II, donde habla de la aplicación de los principios generales de la profesión.

      El primero de ellos, hace mención del “respeto activo, al grupo o a la comunidad”. Las redes sociales son un espacio donde generar comunidad con los usuarios. Es un espacio online donde las personas acuden a comunicarse, a encontrarse, a aprender, a relacionarse, etc.

      Es fundamental que como profesionales del Trabajo Social generemos una relación de respeto en la red social en la que estemos trabajando. Respeto que parte desde lo que publicamos, compartimos y que pasa también por la relación que mantenemos con los usuarios que están en esa red social.

      El cuarto principio hace referencia a la “ausencia de juicio de valor”. Este es un trabajo que diariamente debemos estar haciendo con el fin de no realizar prejuicios o falsas creencias sobre las personas que atendemos.

      En redes sociales, sin duda, es algo mucho más complicado, sobre todo, cuando un usuario nos escribe un comentario o nos envía un mensaje privado y la única idea/imagen que tenemos de esa persona es su foto de perfil o el nombre que utiliza en la red social. Según la foto de perfil podemos pensar que la persona es mujer, española, de unos 40 años… pero esa misma imagen puede ser la elegida por un usuario como homenaje a su madre que acaba de fallecer. Por lo tanto, cuando estemos gestionando una red social y nos llegue un mensaje o un comentario de esa persona, debemos intentar eliminar ese estereotipo.

      Siguiendo con el Código Deontológico, hay dos principios muy relacionados entre sí: el principio de individualización y el de personalización. Para ello, debemos tener en cuenta siempre que quién escribe no es un usuario de la red social, sino una persona que tiene una necesidad, demanda, inquietud, preocupación, etc. Por lo que requiere de toda nuestra atención a la hora de ser atendida.

      El alto ritmo del día a día, y teniendo en cuenta que las redes sociales están basadas en la inmediatez, puede parecer que dedicarle tiempo y dar una correcta respuesta no estén dados de la mano. Por ello, como estrategia propongo la siguiente: si en ese momento que hemos recibido un mensaje directo, no lo podemos atender, deberemos escribir a la persona y transmitirle que hemos leído su mensaje, que su respuesta requiere de un tiempo que se merece, y que a lo largo del día le responderemos.

      No debemos olvidarnos de personalizar siempre nuestra atención. Debemos ser capaces de analizar qué es lo que la persona nos está demandando, y dar una respuesta que cubra sus expectativas. Si en el mensaje o comentario, no nos queda claro qué es lo que necesita, podemos encaminar la conversación a través de preguntas con el fin de poder realizar un diagnóstico de manera más eficaz.

      La solidaridad es otro principio que marca nuestro camino, y afortunadamente, en redes sociales se refleja. Este reflejo se da sobre todo cuando se producen situaciones catastróficas como un terremoto, accidente, etc. En ese momento las redes sociales se vuelcan con la causa, y aquí, como profesionales del Trabajo Social, jugamos un papel importante.

      Por un lado, deberemos tener la capacidad de informar de aquellos recursos que se hayan puesto en marcha desde la veracidad, es decir, comprobar que esa campaña solidaria persigue los objetivos que plantea, el dinero se destinará para la causa, no hay otros intereses por detrás, etc.

      Si lo que queremos hacer es una campaña para recaudar fondos, por ejemplo, debemos crear un contenido que explique quiénes somos, qué objetivo perseguimos, a qué y cuándo se va a destinar el dinero… Es decir, hacer un ejercicio real de transparencia.

      En este sentido, el papel del Trabajo Social ofrece una garantía tanto para las personas que quieren colaborar como para las personas afectadas, ya que saben en todo momento cuándo y cómo llega esa ayuda.

      Continuando con los principios, nos encontramos con el principio de “justicia social” y el de “reconocimiento de los derechos humanos sociales”. En este sentido, debemos tener en cuenta que las redes sociales pueden ser ese altavoz de denuncia social. Gracias a ellas, podemos visibilizar aquellas injusticias sociales que se están produciendo y buscar así el apoyo de la ciudadanía.

      En este sentido, tenemos un claro ejemplo: el beso no consentido durante la final de la selección de fútbol femenino. Gracias a las redes sociales, se puso el foco en un acto intolerable, y la sociedad en su conjunto, dijo “se acabó” a este tipo de situaciones; la imagen dio la vuelta al mundo y ha sido capaz de traspasar fronteras.

      Si este mismo hecho se hubiese dado muchos años atrás, donde no existía la visibilidad que tienen las redes sociales, estoy convencido que hubiésemos “tragado” con el comunicado y manipulación por parte de la Federación.

      Otro principio importante es “la autodeterminación como expresión de la libertad de la persona”. Esto lo tenemos que aplicar a la hora de dejar que la ciudadanía pueda expresar su opinión con comentarios en nuestros posts. Debemos tener en cuenta, que es su forma de pensar… y por muy en contra que estemos, debemos respetarla; más adelante, explicaré algunas pautas para gestionar este tipo de comentarios.

      Al igual que en nuestras intervenciones como profesionales del Trabajo Social, debemos tener “responsabilidad” a la hora de publicar en redes sociales. Esa responsabilidad pasa por ser conscientes con el contenido que publicamos o que compartimos.

      En penúltimo lugar, hablar del principio de “coherencia profesional”. Debemos estar constantemente haciéndonos un examen sobre qué debemos compartir y qué no en redes sociales. Al igual que en los juicios de valor, para mi es uno de los principios que tengo que estar constantemente valorando.

      Voy a explicar algunos ejemplos que ayudarán a entender este concepto. Cuando publicamos un reel en Instagram con una canción, ¿tenemos plena conciencia de lo que dice la letra? ¿Su contenido es acorde a los valores que defiende la profesión? O, por ejemplo, cuando compartimos una noticia ¿hemos contrastado la información o nos dejamos llevar por el titular?

      Por último, el principio de “colaboración profesional”. Como comenté anteriormente, las redes sociales son una comunidad donde poder compartir en ellas. En este sentido, a la hora de hacer uso de las redes sociales podemos apoyar a otros/as profesionales por ejemplo, compartiendo su información, compartiendo alguna campaña o utilizar las redes sociales para contactar con otros/as profesionales con el fin de poder crear sinergias.

      Gestión y creación de contenido desde la ética

      Cada vez son más los y las profesionales del Trabajo Social que dentro de sus organizaciones, entidades o sus propias cuentas, crean contenido para las redes sociales o tienen que gestionar dichas cuentas.

      Desde este punto de partida, es importante tener en cuenta una serie de cuestiones a la hora de crear contenido y publicar contenido:

      • Antes de publicar una foto o vídeo, pide permiso a las personas que salgan en la imagen, explicando qué vas a hacer con ese material, dónde se va a publicar y cuál es su fin.
      • Si vas a etiquetar a una persona en una foto o vídeo que hayas subido, solicita su autorización previamente.
      • Reflexiona y piensa qué tipo de contenido vas a publicar y si puede perjudicarte a ti o a otras personas.
      • Plantea si es necesario subir fotos de menores, aún con autorización de los padres, madres o tutores, ¿aporta un valor extra la imagen de su rostro? Recuerda que esa imagen quedará en la huella digital para siempre.
      • Utiliza hashtag positivos, fomentando así un ámbito agradable.
      • Valora cuándo utilizar mensajes privados o hacer comentarios.
      • Apóyate de los emoticonos para poder expresar con más claridad el sentido del mensaje.
      • Antes de compartir un contenido, contrasta la información.
      • Crea imágenes que representen la mayor diversidad posible, por ejemplo, familias monoparentales, familias con los dos progenitores del mismo sexo, persona de diferentes étnicas, etc.
      • Ante comentarios negativos, inoportunos, etc. valora si es favorable responder el público o por lo contrario hacerlo en privado; recuerda, cuantos más comentarios tenga esa publicación, el algoritmo más lo mostrará y más personas podrán ver ese comentario negativo.

      Teniendo en cuenta estas claves, otro de los retos o problemas a los que hay que enfrentarse en la gestión de las redes sociales es a los comentarios negativos, racistas, homófobos, sexistas, etc.

      Como explicaba en el último punto, responder a estos tipos de comentarios puede hacer que el contenido tenga más viralidad (más visualizaciones) y, por lo tanto, ese mensaje de odio, lo vean más personas.

      En este tipo de situaciones, las recomendaciones que planteo son:

      1. Valora si responder en público o en privado
      2. A la hora de responder, no juzgues su comentario, tal vez esa persona tenga menos información respecto al tema que tú.
      3. Puedes responder recomendando algún artículo, vídeo, película, post que le ayude a comprender la situación y aprender sobre un tema.
      4. En caso de detectar un comentario que incita al odio, puedes ponerlo en conocimiento a asociaciones, entidades u ONG para que denuncien esa situación.
      5. Denuncia ese comentario en la red social. Desde 2016 tanto Facebook, Instagram, Twitter como Youtube firmaron un acuerdo en la Unión Europea llamado “Código de conducta” en materia de incitación ilegal al odio de internet; entre sus compromisos se encuentra que la red social deberá eliminar los contenidos de odio en un plazo de 24 horas.
      6. También puedes denunciar el comentario ante la Policía Nacional, concretamente en la Brigada de Investigación Tecnológica.

      Igual que según nuestra ética, ante una situación de violencia machista en la calle debemos actuar, lo mismo en las redes sociales.

      Como profesionales del Trabajo Social en el caso de detectar que una persona está sufriendo este tipo de comentarios, podemos informarle de los recursos que existen (asociaciones, programas municipales, etc.) de tal manera que no dejemos sola a la víctima, tampoco en el mundo online.

      Gobierno de Canarias (2014). Netiquetas en redes sociales. Extraído el 20 de septiembre, 2023, de https://www3.gobiernodecanarias.org/

      Consejo General del Trabajo Social. (2012). Código Deontológico de Trabajo Social. Editorial: Consejo General del Trabajo Social.

      Martínez, L. (2020). Uso ético y responsable de las redes sociales. SomosMás.

      Martínez, L. (2018). Educar para el uso ético y responsable de las redes sociales. Secretaria de la Mujer y Políticas Sociales de la Federación de empleadas y empleados de los Servicios Públicos de la Unión General de Trabajadores de España.

      Roi Mallén Hervada (2021). Ética en creación de contenido. Extraído el 25 de octubre, 2023, de https://www.linkedin.com

      Vázquez, M. (2014). Ética en las redes sociales. Centro de recursos de apoyo al Aprendizaje y a la Investigación.

      Granada, 3 de noviembre 2023

      Josefa Moreno Román
      Trabajadora Social y Criminóloga. Directora del Gabinete JMR Trabajo Social y Criminología. Perito social, especializada en varios ámbitos

      Hablar de especialización en un tema como la práctica pericial es una tarea en la que, en nuestra disciplina, quizá nos cueste ponernos de acuerdo. 

                  Especializarse en una práctica profesional supone adquirir las competencias y contar con las capacidades, ambas necesarias para realizar dicha práctica con los estándares exigidos, entre otros, los de rigor y calidad.   

      En la práctica pericial existe un consenso en cuanto a que no es necesaria la especialización para actuar como perito; argumentación que justifican con lo que el artículo 335 de la Ley de Enjuiciamiento Civil (en adelante LEC) dispone, el cual determina cuándo es necesaria la actuación de una perito. No obstante, es muy posible que cambiásemos de opinión si realizáramos un análisis de este artículo con más detenimiento.

      El artículo 335 establece que “Cuando sean necesarios conocimientos científicos (…) para valorar hechos o circunstancias relevantes en el asunto o adquirir certeza sobre ellos, las partes podrán aportar al proceso el dictamen de peritos que posean los conocimientos correspondientes o solicitar, en los casos previstos en la ley, que se emita dictamen por perito designado por el tribunal”.

      Comencemos por lo primero que viene a precisar el artículo 335: tener conocimientos, entre otros, científicos, para valorar o adquirir certeza sobre hechos o circunstancias de especial interés que se dilucidan en un litigio. De ahí podemos inferir que estos conocimientos no son solo referidos a los aportados por la disciplina de la perito, sino también en relación con los asuntos sobre los que haya de hacer esa valoración; es decir, sobre el objeto pericial respecto del que se ha de pronunciar. En cuanto a la cientificidad de estos conocimientos, su exigencia tiene su razón de ser en que la práctica pericial ha de situarse entre la Ciencia y el Derecho. Una perito ha de basar toda su metodología de evaluación forense en la ciencia y no puede situarse al margen de ella, pues el carácter científico del dictamen pericial, entre otras cuestiones, es lo que le otorga fuerza probatoria a esta prueba procedimental no vinculante. Y en cuanto a su razón de ciencia se pronuncia el Tribunal Supremo en la Sentencia de 11 de mayo de 1981, afirmando que “…es obligado a entender que la fuerza probatoria de los dictámenes periciales reside esencialmente, no en sus afirmaciones ni en la condición, categoría o número de sus autores, sino en su mayor o menor fundamentación y razón de ciencia” (p.2).

      Otra cuestión que viene a determinar este mismo artículo es que tanto las partes como el tribunal, podrán aportar peritos que posean los conocimientos correspondientes, pudiéndose interpretar que estos conocimientos se tienen que corresponder con los temas o asuntos sobre los que versará el dictamen pericial. En este sentido la Sentencia 202/2022, de 17 de febrero del Tribunal Supremo, expresa que: 

       “Pues bien, tales informes y dictámenes serán subsumibles dentro del medio de prueba oficialmente denominado “dictamen de peritos” en tanto en cuanto reúnan las características que al mismo atribuye el art. 335 de la Ley de Enjuiciamiento Civil: que “sean necesarios conocimientos científicos, artísticos, técnicos o prácticos para valorar hechos o circunstancias relevantes en el asunto o adquirir certeza sobre ellos” y que las personas llamadas como peritos “posean los conocimientos correspondientes”. En pocas palabras, se trata de que la acreditación de un hecho requiera de conocimientos especializados1”. (p. 6)

      Teniendo en cuenta que el objetivo de una perito no es otro que ilustrar a la autoridad judicial, aportándole conocimientos distintos a las jurídicos cuando estos son necesarios para resolver sobre hechos presentes en un litigio, es fácilmente entendible que aquella ha de contar con conocimientos especializados sobre esos hechos, sin los cuales difícilmente este objetivo podría llegar a cumplirse. 

      Si acudimos a la definición de perito que hace la Real Academia Española (2014), como aquella persona experta o entendida en algo, es lógico pensar que para ello se ha de contar con  experticia, entendida esta como conocimientos, experiencia, habilidad o pericia; y que, además, tal y como señala la LEC, ha de tener conocimientos científicos sobre los que basar su dictamen pericial. Ante esto, solo podemos llegar a la conclusión de que para actuar como perito se ha de ser una persona experta en el amplio sentido de la palabra. Por tanto, para adquirir los conocimientos científicos correspondientes relativos a los objetos periciales susceptibles de ser evaluados, entendemos que el único camino que existe para llegar a ello es a través de un proceso de especialización. Dicho proceso es el resultado de una formación amplia, completa, rigurosa y continuada en el tiempo, que recoja tanto los temas que puedan ser objeto de estudio, como la metodología de evaluación forense, o las habilidades para la defensa del dictamen pericial, entre otras cuestiones.  

      Llegados a este punto, nos parece necesario detenernos a reflexionar sobre la realidad existente y generalizada ante esta cuestión: la falta de especialización en la práctica pericial y  la poca exigencia profesional que se requiere para ejercer como perito social. Con relación a ello nos surgen algunas preguntas, siendo la primera de ellas el por qué nuestros Colegios Profesionales/Oficiales no exigen formación especializada a sus peritos para ser incluidos en las listas que cada año presentan a los Juzgados con el fin de ejercer como peritos judiciales. Se podría evitar, de este modo, lo que en ocasiones se da cuando una persona colegiada inscrita en dicha lista se ve obligada a renunciar a la realización del dictamen pericial por no encontrarse capacitada para ello o, peor aún, que, con el atrevimiento que conlleva la ignorancia, llegue a realizarlo sin los más mínimos conocimientos requeridos.

      El Real Decreto 174/2001, de 23 de febrero, por el que se aprueban los Estatutos Generales de los Colegios Oficiales de Diplomados en Trabajo Social y Asistentes Sociales, en su artículo 8, letra g, referido a las funciones de los colegios, señala que estos deberán facilitar a los Tribunales, conforme a las leyes, la relación de colegiados que pudieran ser requeridos para intervenir como peritos en los asuntos judiciales, o designarlos por sí mismos, según proceda. Ante esto nos preguntamos si no sería responsabilidad de los colegios el ofrecer a los juzgados una lista que esté compuesta por profesionales debidamente cualificados y cualificadas con competencias profesionales para actuar como peritos. Si esto fuera así, quizá se diera cumplimiento a lo que establece el citado artículo 8, esta vez en su letra h), de ordenar la actividad profesional de los colegiados en el ámbito de sus competencias, velando por la ética y dignidad profesional y por el respeto debido a los derechos de los particulares, ejerciendo la facultad disciplinaria en el orden profesional y colegial. Y esto, teniendo en cuenta que velar por la ética y dignidad profesional pasa por exigir que el trabajo que se realice sea riguroso y de calidad, contando para ello con la capacitación y competencia que permita desarrollarlo de forma óptima, lo que a su vez garantizaría la salvaguarda de los derechos de las personas susceptibles de ser evaluadas por las profesionales que se incluyeron en estas listas; derechos que corren un alto riesgo de ser fácilmente vulnerados cuando una profesional ejerce sin la debida cualificación.

      Ahondando más en este asunto, debemos tener en cuenta que hay profesiones cuyas actividades repercuten de una u otra forma en la vida de las personas, siendo una de ellas el Trabajo Social; que debe, tal y como determina el artículo 5 del Código Deontológico de la profesión, resolver problemas en las relaciones humanas y fortalecer e incrementar el bienestar de las personas. La práctica pericial repercute de manera relevante o, incluso, muy relevante, en la vida de las personas que se encuentran inmersas en un procedimiento judicial al que acuden para resolver sus problemas; porque tal y como expresa Reyes (2015), “El peritaje social demanda tener una visión rigurosa y por sobre todo ética frente a un hecho que puede afectar la trayectoria de vida de los sujetos involucrados (…)” (p.68). Asimismo, las resoluciones judiciales que se adoptan en estos procedimientos pueden incidir en el bienestar de las personas protagonistas, pudiendo, en muchas ocasiones, estar basadas en lo aportado por el dictamen pericial.   

      Otra de las preguntas que nos hacemos es qué lleva a un o una profesional del Trabajo Social a incluirse en estas listas colegiales sin contar con la más mínima formación y/o experiencia que le permita dar respuesta como perito a las distintas demandas judiciales que le puedan solicitar y que, debido a la complejidad que encierran en la mayoría de las ocasiones, requieren de unos conocimientos especializados para poder ser evaluadas. Este hecho puede dar lugar a la no aceptación injustificada del cargo de perito judicial; es decir, incluirse en la lista y, una vez que es requerida, renunciar sin que exista causa legal para ello. Esta situación debería estar recogida en nuestra normativa colegial como una falta de ética; es decir, como una actuación profesional negligente. Y decimos esto porque la razón que da lugar a renunciar a este llamamiento judicial no es otro que la falta de preparación y cualificación necesaria para el desempeño de la actividad pericial. Entendemos que es una falta de responsabilidad y, por ende, de ética, solicitar la inclusión en estas listas para realizar una actividad profesional como es la de perito judicial, con la responsabilidad que lleva aparejada, sin contar con la capacidad y competencia profesional para ello. Y, aún hay más: ¿Se conocen las responsabilidades penales, civiles y disciplinarias en las que se puede incurrir por una mala praxis? Igualmente trasladaríamos estas preguntas a las y los profesionales que peritan desde la práctica privada.  

      Ante este hecho, volvemos nuevamente a los Estatutos Generales de los Colegios Oficiales de Diplomados en Trabajo Social que, en su artículo 37, establece como una infracción leve la negligencia en el cumplimiento de los deberes profesionales. Y, ante lo señalado por este artículo, nos preguntamos si podría considerarse una negligencia profesional el inscribirse en estas listas para actuar como perito judicial y cuando se es llamada para ello renunciar al mandato judicial por la sola razón de no estar en condiciones de dar respuesta a esta petición  por falta de formación y/o por no contar con el más mínimo conocimiento de cómo realizar dicho dictamen. Nuestra opinión es que sí debería ser considerada una negligencia esta actuación profesional. Y pensamos que podría considerarse como tal por la mala praxis que puede suponer realizar un dictamen pericial sin estar capacitado o capacitada para ello, sobre todo si tenemos en cuenta el artículo 13 de estos mismo Estatutos donde se recogen los deberes colegiales, siendo uno de ellos el que tiene toda persona colegiada de ejercer la profesión de acuerdo con la ética profesional. Ante esto nos surge la duda de si es ético realizar un dictamen pericial sin la capacidad profesional adecuada, teniendo en cuenta la responsabilidad que se asume al tener que evaluar para, posteriormente, pronunciarse sobre unos hechos relativos a situaciones de personas o grupos familiares; evaluaciones que pueden tener repercusiones de relevancia en la vida, tanto presente como futura, de dichas personas o grupos evaluados. No se puede perder de vista que la razón de un dictamen pericial es ilustrar a la autoridad judicial, por lo que no se puede llevar a cabo esta actividad profesional, que podemos definir como de alta responsabilidad, sin tener en cuenta o sin que importen los resultados de la misma.

      A modo de conclusión, podemos afirmar que realizar un trabajo ético, riguroso y de calidad, necesita contar con una capacitación y competencias para su desarrollarlo, lo que dará lugar a una buena praxis que será resultado de la especialización con la que cuenta la perito. Por tanto, una cosa nos lleva a la otra, convergiendo ambas en una sola certeza: la necesidad de formación especializada en la práctica pericial. Ante esto, entendemos que la especialización es una cuestión de ética profesional.

      REFERENCIAS

      LEGISLACIÓN

      • Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil. BOE núm. 90, de 14 de abril de 2000.
      • Real Decreto 174/2001, de 23 de febrero, por el que se aprueban los Estatutos Generales de los Colegios Oficiales de Diplomados en Trabajo Social y Asistentes Sociales. BOE núm. 56, de 6 de marzo de 2001.
      1. La negrita es de la autora ↩︎

      Las Palmas, 28 de octubre de 2022

      M. Ángeles Araya Perdomo
      Trabajadora Social de Atención Primaria de Salud
      Servicio Canario de Salud

      Para continuar analizando el efecto de estos vínculos y su relación con la satisfacción de las necesidades del individuo, aprovecharemos un segundo diagrama que ha sido diseñado por Krogerus y Tschäppeler, dentro del mundo de la comunicación y publicidad estratégica, y pincelado por la autora para convertirse en una estrategia personal que facilite la reflexión autoconsciente y la posterior toma de decisiones del cliente.

      Mediante la geometría de un polígono regular, como es un triángulo equilátero, podremos exponer a cada una de las personas consignadas en el microsistema y mesosistema en base a tres disectrices que formarán los tres ángulos de 60º del triángulo equilátero, pronosticando una relación significativa por su armonía y equilibrio. Generando además la introspección sobre la satisfacción de las necesidades asociadas a ese micro o mesosistema.

      En este boceto podemos observar rápidamente el vínculo y las áreas en desequilibrio  para establecer un marco de estrategias de intervención desde trabajo social clínico, siendo primer protagonista la persona y su medio social más cercano y simbólico.

      Imagen
      Tabla 2.Elaboración propia basado en “The personal performance model” (Krogerus,M. y Tschäppeler, R. 2008)

      Cada disectriz de 60º plantea una relación armónica de ese vínculo social en una escala de intensidad sentida del 0-10, de las siguientes cualidades:

      Amor y compromiso: Decía Empédocles que el amor es la fuerza metafísica de la vida, causa de todo movimiento, separación y unión. Lo cierto, es que la definiremos como un sentimiento intenso o convicción profunda que experimenta alguien hacia otra persona, a la que le desea y propicia con esmero y respeto  con las mejores condiciones para su bienestar.

      Reciprocidad: Se trata de una acción transformadora realizada entre dos o más personas propiciando beneficio, cuidado y crecimiento mutuo, y siempre es equivalente al recibido.

      Seguridad y protección: Aquella situación caracterizada por estar libre de daño, peligro o riesgo alguno. La cual no admite dudas sobre su firmeza y estabilidad, ofreciendo garantías a los que están bajo su parábola.

      Estos diagramas pretenden ser una aproximación al universo relacional de los informantes. Mediante una herramienta de sencillo uso y rápida percepción visual, para percatarse, no sólo de la manera en que se ubican e incluyen en su vida cotidiana, sus relaciones personales más importantes, sino también para estimar junto a ellos la calidad de dichos vínculos, la satisfacción de las necesidades y la intervención social, desde una perspectiva no directiva, anti-opresiva y de empoderamiento. Además, de la intervención social coordinada de agentes sociales y profesionales para seguir creando vínculos entre las personas y la sociedad (macrosistema). Fomentando así, la cohesión social, mediante procesos de participación y desarrollo personal y comunitario. En la consulta de trabajo social clínico, estos dos diagramas manifiestan nos sólo la red significativa de la persona y las características de la misma como: la calidad, densidad y ubicación. Sino también la fuerza centrípeta de dicha red, donde la persona tiene un marco de aprendizaje con apegos seguros, estables y duraderos para satisfacer sus necesidades y la bidireccionalidad de dicho efecto centrípeto.

      Esta profunda necesidad social de vincularnos, fruto de nuestra naturaleza gregaria,  puede quedar  insatisfecha por la sociedad tecnológica y de consumo actual. Más aún, en una etapa de pandemia, como la que afecta a un tercio de la población mundial, con el SARS2-COVID 19. Ya que, las vías de contagio de esta enfermedad (contacto por micro gotas de fluidos corporales) afectan drásticamente el modelo de relaciones humanas, pasando a un modelo de distanciamiento físico, cuarentena o confinamiento. El contacto social íntimo, no sólo está en el modelo básico de las relaciones humanas, sino que representa como queda expuesto en el artículo, un fundamento neuroquímico que facilita un equilibrio psiconeuroinmunoendocrino a través de las relaciones y del vínculo entre las personas. Favoreciendo la mejora del estado de salud con los efectos bioquímicos que provoca la hormona de la oxitocina. 

      En la etapa de pandemia que vivimos, el contacto social queda reducido al mínimo  por el distanciamiento físico de 1,5-2 metros recomendado por las autoridades sanitarias y sólo se trasluce a través de la mirada (por tener los rostros protegidos con mascarillas); dejando una importante disolución del lenguaje kinésico corporal y facial y creando a las personas una necesidad acuciante de feedback verbal y grandes ansias de cercanía y/o vínculo. 

      El efecto  psiconeuroinmunoendocrino de la brecha de relaciones sociales en esta pandemia se observa en gran medida en aquellos pacientes confinados o aislados en sus domicilios, en personas hospitalizadas en habitaciones de aislamiento restrictivo o en el peor de los casos en unidades de cuidados intensivos, donde las personas mantienen altos niveles de emociones desagradables como la angustia, miedo, estrés, soledad, etc. De ahí, la importancia que la familia (en los casos de aislamiento domiciliario) o los sanitarios (en los casos hospitalizados) mantengan contacto verbal y kinésico constante buscando el feedback del paciente confinado. Se recomienda un mensaje verbal sencillo, concreto, con articulación clara, entonación suave y volumen adecuado manteniendo en todo momento un contacto ocular constante e íntimo a través miradas intensas, que dejen traslucir la información gestual facial no disponible. Complementado con un lenguaje no verbal más marcado que habitualmente donde la efusividad sea la característica de la comunicación. Favoreciendo así no sólo la comunicación sino también mantener vivo el flujo del llamado pegamento social.

      Conclusión

      La coloquialmente conocida como la hormona del amor, la oxitocina, se activa coordinadamente con otras sustancias químicas neuronales relacionadas con el placer y la recompensa, y en última instancia, con el comportamiento social.

      Las personas con relaciones sociales sanas, estables y duraderas experimentan mayores beneficios, gracias a que los efectos de la oxitocina se hacen más pronunciados con el tiempo. En concreto, gracias a las poderosas características de los vínculos sociales, se    estimula vigorosamente la secreción de la hormona del amor, generando más cantidad de oxitocina y mayor disponibilidad de receptores de oxitocina en las personas. Y a su vez, la oxitocina facilita la acción del vínculo en esa interacción social formando una espiral ascendente que propicia mejores vínculos posteriores y una acción más duradera de los efectos oxitócicos.

      Esta relación entre los vínculos sociales y la oxitocina se retroalimenta por sí misma. El efecto de esta retroalimentación es la denominada fuerza centrípeta, un acción etérea que nos mantiene unidos en el vínculo e integración social, aunque haya pasado tiempo desde nuestro último encuentro.

      Los sucesos neurobiológicos afectan a los procesos sociales, y a su vez éstos, recíprocamente están constantemente modificándose a  nivel psiconeuroinmunoendocrino.

      Por tanto, sería perspicaz asegurarnos un vínculo, que reúna estas increíbles cualidades -amor, reciprocidad y seguridad-, con aquellas personas que sentimos agradablemente cerca (Levy N, Douglas T, Kahane G, et al. 2014). Tanto así que, las relaciones sean de apego y sigan estimulando la generación de esta fuerza centrípeta que posibilita equilibrados y saludables estados neuroquímicos y sociales que responden a nuestra inherente condición humana. 

      Y aunque el incierto escenario de la pandemia genere a las personas vivencias, experiencias y emociones límites y en constante cambio en un ambiente inédito. También  se puede advertir el efecto antagonista de la oxitocina, aquel que se manifiesta en las reacciones de miedo, rechazo y huida de aquellas personas contagiadas, de personal sanitario o de servicios públicos que pudieran haber sido identificadas como un riesgo para la salud de las personas del círculo más próximo, la familia o la vecindad, por su exposición laboral a escenarios pandémicos.

      Estas condiciones provocan la sobreestimulación de los receptores oxitócicos en nuestros escasos encuentros sociales, tanto sean su efecto positivo o antagonista, facilitando la respuesta neuroquímica de forma más inmediata y duradera en el tiempo. Creando vínculos  más intensos de filiación con sentimientos de pertenencia y protección del clan. Propiciando así, el mantenimiento de esos vínculos fuertes y sanos que existían con anterioridad, y facilitando respuestas agresivas ante la identificación de supuestas amenazas. Pero dificultando la generación de nuevos vínculos de confianza. Comienza a esgrimirse a través de las pantallas de zoom, meet y plataformas virtuales de encuentros, un nuevo modelo relacional impulsado por la pandemia. Los cuales sería interesante estudiar, para explorar definitivamente otro modelo de comunicación y conexión, que pudieran ser utilizados para crear vínculos seguros y confiables. Así como, sus efectos en la salud de las personas, que por sus condiciones físicas, sociales o de salud no pudieran generar ese vínculo de forma presencial. Explorando así, inéditos campos de intervención social que permitan la satisfacción de las necesidades primigenias del ser humano.

      Bibliografía 

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      Las Palmas, 21 de octubre de 2022

      M. Ángeles Araya Perdomo
      Trabajadora Social de Atención Primaria de Salud
      Servicio Canario de Salud

      La coloquialmente conocida hormona del amor, la oxitocina, se activa coordinadamente con otras sustancias químicas de áreas neurales relacionadas con el placer y la recompensa. Debido a nuestra naturaleza inherentemente social, nuestro sistema químico no sólo viene a favorecer la reproducción de la especie, sino a asegurar su subsistencia, fomentando el mantenimiento del vínculo entre los miembros de una misma red. Esta interacción social favorece un sistema de retroalimentación química con fuertes repercusiones sociales que inciden indiscutiblemente en nuestra salud. 

      De ahí que la llamen comúnmente el pegamento social, aquel que está presente en nuestra red personal significativa, la cual quedará analizada a través de dos diagramas para abordar en consulta la calidad de dichos vínculos, la satisfacción de las necesidades y la intervención social a proponer para seguir manteniendo el flujo bidireccional de este neuropéptido.

      En  1953 el bioquímico premio Nobel Vincent du Vigneaud consiguió aislar y sintetizar la hormona de la oxitocina, para facilitar las contracciones uterinas. Pero en 1992 Insel comenzó a mostrar interés por esta influyente hormona, no sólo en la reproducción, parto y conducta maternal, sino también en el comportamiento social: conductas afiliativas y prosociales. De la misma forma, hoy en día, la neurociencia social y la psiconeuroinmunoendocrinología intentan explorar aún más las reacciones químicas, físicas, psicológicas y comportamentales de esta hormona conocida coloquialmente como la hormona del amor, de la afiliación, del vínculo social, en definitiva, el pegamento social

      Y es que, este péptido ha sido detectado en varias estructuras cerebrales relacionadas con el sistema motivacional o de recompensa neuronal, el sistema mesocorticolímbico de la dopamina. Convirtiéndose así, en un neurotransmisor que no actúa solo, sino en conjunción con otros neurotransmisores y hormonas (Caba M. 2003), con capacidad para moldear el comportamiento social provocando cambios en nuestras relaciones sociales, afiliativas y sexuales. (Love, T.M.2014) 

      Oxitocina y las relaciones sociales

      Existen multitud de artículos científicos argumentando el carácter prosocial de la oxitocina como facilitadora de las relaciones sociales. Esta hormona desencadena tres efectos diferentes:

      • Ampliación de la atención a las señales sociales (Love, T.M. 2014) y mejora de la memoria social (Campbell, A. 2010).
      • Reducción de la ansiedad y el miedo (Bartz, J.A. et al. 2011).
      • Mejora de la motivación social (Depue, R.A. & Morrone-Strupinsky, J.V. 2005), el apego y la confianza (Campbell, A. 2010).

      Y, por tanto, se propician así conductas de confianza, generosidad, altruismo, empatía  (Love, T.M.2014, Bartz, J.A. et al. 2011) y cooperación, se percibe a los demás de manera confiable, atractiva, accesible, y con apego. Así como, la oxitocina facilita la conexión interpersonal (por ejemplo, a través del etnocentrismo, motivación y conciencia social/sesgo de atención, mirada fija y estilo de comunicación) (Bartz, J.A. et al. (2011).

      Pero, a su vez, el efecto pegamento social depende de la relación que tengamos con esa persona, es decir, depende de si nuestro vínculo con esa persona es cercano, sano y confiable y si pertenecemos al mismo círculo. Como por ejemplo el grupo familiar, grupo de trabajo o compañeros de equipo deportivo, para que funcione el efecto del pegamento social. De hecho, en recientes investigaciones se resalta el efecto antagonista de este neuropéptido que aumenta la competitividad y agresividad hacia aquellas personas que no han sido identificadas cercanas al grupo (Love, T.M. 2014), como en la incipiente competitividad  que despiertan los encuentros deportivos entre los jugadores de los diferentes equipos. También, puede tener ese efecto antagonista, cuando una persona tiene conductas que perjudican al grupo del vínculo más cercano (Levy N, Douglas T, Kahane G, et al. 2014).

      Estas cualidades de la oxitocina suscitan en la neurociencia social, un considerable entusiasmo científico, aunque sigue siendo complicado encontrar evidencias, los datos sugieren que las disfunciones del metabolismo de esta hormona podrían estar relacionados con varios trastornos psiquiátricos, caracterizados por el déficits en el funcionamiento social, como: el trastorno del espectro autista, la depresión, la esquizofrenia, la ansiedad social (Bonet, JL. 2019), el trastorno por déficit de atención/ hiperactividad (Campbell, A. 2010), el trastorno obsesivo compulsivo, bulimia y anorexia nerviosa (Heinrichs, M. et al 2003).

      Además de los receptores cerebrales oxitócicos, también hay receptores de esta hormona en el útero, en los cuerpos cavernosos (pene y clítoris), en las mamas, las motoneuronas del músculo pubococcígeo (Manzo, J. 2004), en el corazón y el tubo digestivo. 

      Entonces, si existen receptores periféricos, también  hay acción de la hormona en estas zonas corporales. Por ello, hablar con personas de confianza, tomar un brunch en buena compañía, dar o recibir un abrazo amistoso, bailar, pasar el día con un/a amigo/a, dar o recibir apoyo social (Heinrichs, M. et al 2003), disponer un espacio cálido y agradable (Uvnäs- Moberg, K. 1998) provocan que el cerebro libere al torrente sanguíneo, altos niveles de oxitocina, estimulando así nuestra vinculación y bienestar (Bonet, JL. 2019) como consecuencia de las múltiples y constantes interacciones entre los sistemas inmunitario, nervioso, endocrino y social. 

      Los ensayos y estudios en mamíferos no humanos detectan que las relaciones y vínculos estables y armoniosos generan mayor cantidad de receptores de oxitocina. Sin embargo, en las relaciones inestables existen menos receptores oxitócicos (Feldman, R. 2012). De ahí que con una calidad de relación más alta se muestran niveles más altos de oxitocina y se predicen, significativamente, incluso un mes después (Holt- Lunstad, J. et al.  2015).

      Los efectos de la oxitocina demuestran la reducción de la presión arterial, de los niveles de cortisol, y de la actividad del sistema simpático, aumenta el umbral de dolor y la actividad del sistema parasimpático. Además, disponemos de un efecto ansiolítico, inducido por la hormona del amor. A su vez, ésta estimula interacciones sociales positivas de nuevo.  Su exposición repentina y continuadamente causa efectos duraderos y clínicamente relevantes en la activación de este sistema (Uvnäs- Moberg, K.1998) que hemos aprovechado a denominar la fuerza centrípeta de la oxitocina en las relaciones sociales. Stephanie Cacioppo afirma “al igual que las fuerzas entre elementos químicos, las fuerzas que operan entre individuos son difíciles de observar directamente pero se hacen visibles a través de sus efectos en los individuos” (Cacioppo, S. & Cacioppo 2012). Pudiendo provocar una cascada neuroquímica capaz de generar pensamientos, sentimientos y comportamientos de poderoso vínculo entre las personas y efectos directos sobre su salud. Si esta fuerza centrípeta es explotada desde el  trabajo social clínico, propiciará una relación terapéutica fuerte y de confianza entre ambos (terapeuta y cliente). Además, en el resto de sus relaciones, se identifica una fuente de modelado social, donde la capacidad de aprendizaje de las personas será superior a otros contextos. 

      El desarrollo social

      La presencia de las interacciones sociales es una y otra vez motor de búsqueda científica para tratar y resolver problemas de salud. Además, es el primer eslabón que manifiesta nuestra poderosa e influyente unicidad e interdependencia. Aquella donde se nutren, interactúan y retroalimentan nuestras cualidades culturales, sociales, emocionales, psicológicas, fisiológicas, neurológicas, inmunológicas y endocrinológicas, dando una compleja relación entre el ser humano y su medio. Motivadas razones para que el trabajo social se sumerja en la neurociencia, aportándole a ésta una amplia visión integradora de los procesos sociales.

      Después de todo, las relaciones sociales son resultado de la naturaleza filogenética del ser humano, y pueden estar poniendo de manifiesto varios paradigmas sociales, que la ciencia implementa a través de ensayos clínicos. Aún no siendo la intención de este artículo, para quien desee profundizar, estos paradigmas se comienzan a esgrimir en la bibliografía de Antonio Damasio y Stephen Porges, entre otros.

      Por consiguiente, y dada la importancia de las relaciones sociales nos introduciremos, mediante dos diagramas, en las cualidades indispensables de las mismas, para que faciliten la bidireccionalidad de los neuropéptidos especificados anteriormente. Las relaciones sociales son el objeto de interés para cualquier rama del trabajo social, que persigue el equilibrio saludable de las personas, familias, grupos y sus comunidades facilitando espacios de reflexión, reconocimiento y aprendizaje mutuo entre el profesional de trabajo social clínico y la persona, acercándonos así a la maravillosa red neuronal por defecto que nos permite conectarnos con el resto. 

      La persona establece vínculos sociales constituyendo una red, donde se manifiestan sus relaciones más significativas, desempeña roles y status sociales. En esta red se facilita el ajuste social de la persona y se evidencian los fenómenos sociales, ideológicos, culturales y morales. Así como, se satisfacen las necesidades básicas o primarias y se favorece el acceso a la cobertura de otras necesidades sociales. Tal como recoge Dabas  “Es un sistema abierto, que a través de un intercambio dinámico entre sus integrantes y con integrantes de otros grupos sociales, posibilita la potenciación de los recursos que poseen. Cada miembro de una familia, de un grupo o de una institución se enriquece a través de las múltiples formas de relaciones que cada uno de los otros desarrolla” (Dabas, E. y Najmanovich, D.1999), siendo el intercambio entre las partes, el  núcleo y el motor que impulsa las relaciones sociales y crea el vínculo.

      La sociología plantea que las relaciones sociales son intersecciones entre varios puntos cercanos o lejanos, integrados o en conflicto que se diferencian en círculos concéntricos (Herrera, M 2000). Así, en la década de los ochenta, autores como Gottlieb, Lin, Bronfenbrenner y Weiss proponen también tres contextos concéntricos  donde se fraguan las relaciones: 

      El microsistema donde se dan las relaciones más íntimas y de confianza (pareja y familia nuclear) las cuales requieren de reciprocidad, compromiso y responsabilidad mutua, y satisfacen las necesidades de subsistencia y de seguridad.

      El mesosistema en el cual se generan las redes sociales habituales de familia extensa, amistades y trabajo, que necesita interacción interpersonal frecuente y satisfacen la necesidad  de vinculación, desarrollo y reconocimiento de la persona, y apoyo social.

      Y por último el  macrosistema donde las relaciones sociales son participativas y comunitarias a través del compromiso ideológico, cultural y moral, donde se propicia el sentimiento de pertenencia e identidad social. Cubriendo la necesidad de autorrealizacion.

      Siguiendo las premisas de dichos autores con las pinceladas de Sluzki, C. (Sluzki, C. E. 2010) en “Las relaciones que un individuo percibe como significativas” podremos vislumbrar nuestra red personal significativa y nuestras necesidades, cumplimentando la siguiente representación de su teoría.

      Imagen
      Tabla1.- Elaboración propia basado en Sluzki,C.(2010)

      En primer lugar, advertir que la figura en forma de corazón en el epicentro del diagrama de los sistemas de relaciones no es aleatoria; pues a través de nuestra marca genética, el vínculo de apego con nuestros cuidadores, la personalidad, la interacción con el ambiente, se fragua nuestra primera relación, la que tenemos con nosotros/as mismos/as. Ésta condicionará el nexo, acceso, disposición y concentración de los demás sistemas relacionales, favoreciendo el repertorio de los vínculos interpersonales y emocionales a lo largo de nuestra vida (Martino, P. 2014). Por ello, el corazón en el epicentro ha sido introducido por la autora para que sea valorada también esta trascendental relación contigo mismo/a.

      Este diagrama puede ser utilizado en consulta o de forma autónoma por el cliente. Siendo la primera la más provechosa para generar, desde una visión propia (la del cliente), su red significativa, autorellenando los tres círculos (interior, intermedio y externo) en cada una de sus vertientes/ambientes (familiar, relaciones de amistad, relaciones laborales y relaciones comunitarias) de nombres propios de personas significativas en su vida. Y aunque pudiera parecer la génesis entre un genograma y un sociograma, queda bastante lejos de esta realidad, pues potencia la activación neuronal de la llamada red por defecto, que ofrece al cliente un contexto de reflexión y conexión con los demás.

      Sin embargo, en las entrevistas clínicas basadas en el genograma, sociograma o similar, podemos impregnar nuestra relación terapéutica de la desagradable evocación de recuerdos biográficos, relacionales y emocionales engendrados en el dolor, conflicto, maltrato, ruptura, duelo, venganza, etc. Que se suele generar durante la descripción de relaciones rotas, tóxicas o de maltrato provocando una sobreactivación neuroquímica, al poner en jaque una vez más la circuitería neuronal del dolor social y de la supervivencia.   Reactivando la amígdala cerebral,  el eje hipotálamo hipofisario adrenal (HPA) y respuestas inflamatorias inapropiadas, un dispositivo neuronal de emergencia que suele estar normalmente sobreactivado en el cliente, ya que ha alertado al mismo/a en innumerables ocasiones anteriores, de que sus relaciones sociales han sido dañadas. Por lo que, la entrevista profesional basada en el rastreo sistemático de las relaciones para elaborar la historia social puede dar lugar a un nefasto efecto sobrevenido y de daño colateral. Ya que, esta señal primitiva está enraizada a la supervivencia del individuo y relacionada con  su  aprendizaje, memoria, emociones, funciones ejecutivas (planificación, ejecución, evaluación), autoconsciencia, toma de decisiones y empatía, entre otras (Araya, M.A. 2021)

      Por lo que, se recomienda realizar otras intervenciones clínicas menos preceptivas  invasivas y lesivas para el cliente, como la exploración natural de su red más significativa, en la que se apoyará un trabajo social clínico desde las fortalezas y oportunidades del cliente.

      Bibliografía 

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      Málaga, 19 de julio de 2022

      Gabriela Orrego Sánchez
      Trabajadora Social- estudiante del máster universitario de Igualdad y Género. Universidad de Málaga.

      Laura Domínguez de la Rosa
      Profesora contratada doctora. Departamento de psicología social, trabajo social y servicios sociales y antropología social.
      Universidad de Málaga

      Las redes sociales online constituyen una parte fundamental de nuestra cotidianidad. Desde que las tenemos al alcance de nuestros teléfonos móviles se han hecho indispensables para el correcto desarrollo de las interacciones sociales. A través de estas, no sólo tenemos la posibilidad de mantener una conexión continua con nuestros contactos, sino que también podemos diseñar nuestra propia plataforma de autorrepresentación en la que exponemos al público nuestra identidad en función de lo que deseamos o no deseamos mostrar (Renau et al., 2012).

      Tal es su importancia en nuestro día a día, que la falta de participación en las mismas te excluye de algunas circunstancias y situaciones que inevitablemente requieren de su uso, y ante nuestro natural instinto de pertenencia social, la tendencia a la cibernavegación se incrementa a niveles impensables. De acuerdo con Flores y Browne (2017), el tiempo dedicado a la navegación y la creación de nuevos perfiles va en aumento continuo, puesto que se calcula que un 75% de los y las cibernautas menores de veinticinco años disponen de una cuenta en alguna red social. Además, los autores enfatizan en la importancia que la juventud le otorga a dichas plataformas, al considerarlas esenciales para el mantenimiento de una vida social satisfactoria.

      Si bien son innegables las facilidades que ofrecen y los múltiples beneficios que suponen, es indiscutible que la dinámica bajo la cual operan no es del todo tan buena, pues a estas alturas ya son bien conocidos algunos de los inconvenientes más frecuentes que apelan principalmente a la población más joven. Adicciones, problemas de privacidad, uso de la información personal, discursos de odio, discriminación, ciberacoso, entre muchos otros problemas se han convertido en el pan de cada día, y haciendo un análisis desde la perspectiva de género, fácilmente podemos localizar infinidad de desigualdades y violencias que impactan a las mujeres a niveles claramente destacables.  

      Para identificar el origen de dichas desigualdades en un entorno a primera vista inofensivo es necesario remitirnos a los años setenta, época en la que el sociólogo Pierre Bourdieu acuña el término “violencia simbólica” para referirse a un tipo específico de dominación social en el que las personas sujetos oprimidas no son conscientes de la violencia ejercida. La realidad es que este tipo de violencia es difícil de identificar debido a que opera, como su propio nombre lo indica, en un campo simbólico que no requiere de expresiones físicas, pues se basa en la imposición de significaciones supuestamente inofensivas e incluso necesarias para la supervivencia que actúan como medio de comunicación y entendimiento del mundo social (Bourdieu, 2002).

      Pero ¿Qué tiene que ver esto con las redes sociales? Pues bien, más de lo que nos imaginamos. Si analizamos la creciente popularidad de la autorrepresentación virtual, sumada a la sobreexposición de imágenes, la mercantilización corporal y la imitación de determinados referentes estéticos, nos daremos cuenta de que esto ha pasado a convertirse en una dinámica naturalizada de expresiones egocéntricas y neonarcicistas que generan graves consecuencias (Finol y Hernández, 2015).

      Más allá de un inofensivo juego exhibicionista, estos patrones de comportamiento virtual esconden interacciones asimétricas plagadas de estereotipos de género en el que se aprecian claras diferencias en el tipo de representación que se le otorga a hombres y mujeres, pues, mientras los chicos publican fotografías que transmiten fuerza (focalizando la musculatura), las chicas publican imágenes que realzan la belleza y la feminidad (labios, piernas, escote, etc.) (Flores y Browne, 2017). Tal y como opera la violencia simbólica, estas manifestaciones parten de concepciones altamente diferenciadas entre sexos, estableciendo líneas fronterizas que determinan las significaciones de la feminidad y la masculinidad (significaciones usualmente limitantes y excluyentes).  

      El papel de la imagen en la reproducción de estereotipos es en definitiva de las más influyentes, ejemplos de ello podemos encontrarlo en aplicaciones o apps de citas, como Tinder. Según explica la periodista Beatriz Serrano (2019), este tipo de redes en repetidas ocasiones han antepuesto sus intereses comerciales por encima de la integridad de sus personas usuarias, exponiendo a las mismas a un juego de mercantilización estética. A diferencia de las compañías competidoras como OkCupid o Meetic, Tinder premia la imagen sobre el discurso, imágenes estereotipadas cuyo éxito en la búsqueda del amor dependerá del cumplimiento de los normotipos corporales. ¡!Ojo a este último dato! porque ya no sólo estamos hablando de dinámicas ejercidas por las propias usuarias y los propios usuarios, sino de manipulaciones algorítmicas discriminatorias que pueden ser controladas por las mismas compañías.

      El siguiente planteamiento ante estos hechos podría ser: ¿Cómo se traduce esto en violencia? Y la respuesta está en las consecuencias que se generan. De acuerdo a las investigaciones de Cohen et al. (2017) la cantidad de tiempo que la juventud destinan a la visualización de imágenes consideradas atractivas se relaciona de manera directa con la insatisfacción corporal, siendo las plataformas enfocadas en la fotografía, aquellas que más promueven la internalización de los ideales de delgadez. El problema se agrava cuando analizamos la relación de estas dinámicas con determinados trastornos de la conducta. Tabares (2020) confirma el gran riesgo que suponen tanto en la aparición como en el agravamiento de los TCA (Trastornos de la Conducta Alimentaria), haciendo énfasis en la bulimia y la anorexia.

      Ahora bien, los TCA no son los únicos problemas que retoman protagonismo, puesto que incluso están apareciendo nuevos tipos de Trastornos como consecuencia directa de la sobreexposición de imágenes y la autocontemplación corporal. “Dismorfia de Snapchat” es el nombre otorgado al trastorno dismórfico que genera en las personas usuarias una obsesión por modificar su apariencia según la imagen perfeccionada que visualizan de sí mismos a través de los filtros. Sarabia (2018), sostiene que este es experimentado por alrededor de un 2% de la población y se agrupa dentro del Espectro Obsesivo Compulsivo. Como era de esperarse, esto ha provocado un aumento de pacientes en las clínicas estéticas estadounidenses.

      Vemos pues, como aquello que comienza como un patrón simbólico en el que los y las sujetos supuestamente de manera libre e independiente expresan su identidad y muestran al mundo la mejor versión de sí mismos ajustando a su gusto la pose, el filtro y el encuadre (Murolo,2015), trasciende posteriormente a consecuencias en la salud física y mental. Es justo de esta manera como trabaja la violencia simbólica, cuya aparente normalidad constituye su arma más letal, convirtiendo en cómplices a las propias personas oprimidas, todo ello a través de un proceso sincrónico de desconocimiento y reconocimiento que legitima la desigualdad (Fernández, 2005).

       Es de vital importancia recalcar que son las mujeres las que se ven mayormente afectadas ante esta situación. Peris et al., (2016) señalan que la histórica presión sociocultural bajo la cual han estado sujetas las convierte en un perfil de riesgo emocional muy diferente al de los hombres. De hecho, el propio Pierre Bourdieu decidió extender el concepto de violencia simbólica hacia la dominación masculina, al considerar que las asimetrías en la jerarquización designadas a los sexos permitían comprender con claridad la economía de los intercambios simbólicos (Bourdieu, 2000). En efecto, son las mujeres las que mayormente han soportado el peso de la normatividad estética, en un intento por definir su “feminidad” bajo restrictivos cánones sociales.

      Desafortunadamente, dichos patrones de violencia hacia las mujeres no se ven reproducidos únicamente en la imagen sino también en el discurso. Basta con navegar por plataformas como Reddit, Forocoches, Varones Unidos o mgtow.com para encontrarse con infinidad de debates degradantes y sexualizados hacia estas. Philips (2019) manifiesta que el ataque hacia el movimiento feminista se hace aún más evidente, pues son habituales los insultos, las burlas y hasta las amenazas de muerte o violación. Pero no es necesario adentrarse en estos foros no tan conocidos para descubrir que el discurso en las redes sociales no va precisamente a favor de las mujeres, si nos trasladamos a Instagram, una de las redes más populares del momento, también encontraremos disparidades.

      De acuerdo a una investigación publicada por la universidad de Columbia en el año 2018, los hombres tienen 1,2 veces más probabilidades de percibir mensajes y comentarios positivos en sus fotografías, además, las publicaciones de las mujeres reciben cada vez menos representación pese a constituir la mayoría de la muestra. Según afirman los investigadores, los algoritmos absorben patrones repetitivos y los reproducen a gran escala, contribuyendo así a la invisibilización de la participación femenina (Stoica et al., 2018). No bastando con esto, si redirigimos la mirada a Facebook, otra de las redes sociales más populares, nos toparemos con algunos registros de demandas impuestas por discriminación, tal y como ocurrió en el año 2019 al descubrirse que algunos de sus anuncios publicitarios, en relación a servicios financieros e inmobiliarios, se publicaban con menos frecuencia a las personas usuarias de bajo interés mercantil, para lo cual se tenía en cuenta la raza, la nacionalidad y, como era de esperarse, el género, traduciéndose esto en menores oportunidades de crecimiento financiero para las mujeres (Pinto, 2019).

      Una mirada desde el Trabajo Social

      Habiendo analizado todo lo anterior nos queda preguntarnos ¿Qué papel cumple el Trabajo Social en toda esta problemática? La realidad es que aún queda bastante camino por recorrer para dar respuesta a dicha cuestión, no obstante, atendiendo a la promoción de la igualdad y la justicia social como principios fundamentales de la profesión, nuestra implicación se hace ineludible, ya que además de constituir una problemática de índole social, del nivel de comprensión de esta dependerá la efectividad del accionar profesional.

      Algunas de las redes sociales mencionadas con anterioridad conforman espacios dinámicos, de fácil accesibilidad y gran capacidad de adaptación al cambio que representan una gran oportunidad en el marco de la intervención. Además, la propia naturaleza bajo la cual operan actúa en gran parte a nuestro favor, ya que su alta capacidad de difusión facilita la puesta en marcha de acciones de mayor alcance que refuercen algunos de los pilares básicos de la disciplina como la ampliación de redes apoyo y el fortalecimiento de las interacciones sociales.

      Tal y como se ha venido señalando, es indispensable tener en cuenta que nos enfrentamos a un medio que en sí mismo constituye un espacio de riesgo ante la reproducción de estereotipos y formas de discriminación, sin embargo, las intervenciones que se planteen no deben estar dirigidas a la demonización de estos medios, sino a la concienciación respecto a las oportunidades que ofrecen. Se trata simplemente de aprender a sacar provecho de estas plataformas de la forma correcta y enseñarle a la comunidad a utilizarlas de manera consciente, responsable y bajo una perspectiva de género.  Cabe resaltar que sólo adentrándonos en el mundo de las redes sociales desde el punto de vista de las personas usuarias que la utilizan, podremos construir planes de acción verdaderamente atractivos para la comunidad más joven.

      Ante la polivalencia que caracteriza a la profesión, la aparición de nuevos tipos de violencia a raíz de las dinámicas virtuales no constituirá un impedimento en nuestro desarrollo, ahora bien, la improvisación no es la solución, por lo que ello no nos exime de hacer frente a los cambios sociales mediante el replanteamiento continuo de nuestro de accionar. Ahora más que nunca se hace necesaria una revisión profunda de nuestras metodologías clásicas y su efectividad en las problemáticas sociales emergentes. Como bien afirmaba Arriazu (2007) la inmersión en nuevos terrenos de investigación inevitablemente implicará épocas de incertidumbre e inseguridad profesional, sin embargo, teniendo en cuenta el terreno en el que se pretende ahondar, nuestra motivación debe basarse en las infinitas posibilidades ya señaladas.

      BIBLIOGRAFÍA

      Arriazu, R. (2007). ¿Nuevos medios o nuevas formas de indagación?: Una propuesta metodológica para la investigación social on-line a través del foro de discusión. Forum: Qualitative Social Research, 8 (3), 1-17.

      Bourdieu, P. (2000). La domination masculine. Editorial Anagrama. 

      Bourdieu, P. (2002). lección sobre la lección. Editorial Anagrama.

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      Fernández, J. (2005). La noción de violencia simbólica en la obra de pierre bourdieu: una aproximación crítica. Cuadernos de trabajo social, 18, 7-31.

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      Pinto, T (2019, 18 de noviembre). Facebook afronta otra demanda por orientar sus anuncios de forma discriminatoria. El País. https://elpais.com/tecnologia/2019/11/13/actualidad/1573669848_630951.html

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      Serrano, B. (2019, 23 de mayo). Proposiciones indecentes, insultos y “ghosting”: por qué los hombres pierden la educación en Tinder. El País. https://smoda.elpais.com/placeres/sexo/proposiciones-indecentes-insultos-yghosting-por-que-los-hombres-pierden-la-educacion-en-tinder/

      Stoica, A. A., Riederer, C., & Chaintreau, A. (2018, April). Algorithmic Glass Ceiling in Social Networks: The effects of social recommendations on network diversity. In Proceedings of the 2018 World Wide Web Conference (pp. 923-932).Tabares, S. (presentadora). (2020, 3 de junio). Redes sociales, el nuevo espejo de los trastornos de la conducta alimentaria [Capítulo 74]. Cadena Ser. https://cadenaser.com/emisora/2020/06/02/radio_valencia/1591083829_979456. htm

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