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Málaga, 7 de julio de 2020

En febrero de 2020, y tras casi un año de trabajo creando un nuevo proyecto de revista, TSDifusión inició su andadura. Apenas comenzó nuestro “rodaje” cuando éste se vio interrumpido por las consecuencias que ha traído la pandemia del COVID-19, y que tantas cosas ha cambiado en los últimos meses.

Si algo positivo nos deja la pandemia, es que hemos aprendido que las Nuevas Tecnologías nos permiten comunicarnos, interrelacionarnos y trabajar de forma conjunta, y pueden facilitar que TSDifusión cuente con un equipo de trabajo real e interprovincial que va a aprovechar la oportunidad que nos dan las herramientas digitales para fomentar la participación y enriquecer la revista.

En nuestra vuelta a las publicaciones, os invitamos a que contéis vuestras vivencias profesionales durante la pandemia. TSDifusión agradece la colaboración a las profesionales que nos han contado su experiencia a través de una entrevista, las cuales iremos publicando.

ENTREVISTA A
María del Pilar Estévez Muñoz
Trabajadora Social. Centro de Menores

Tu trabajo diario, durante el confinamiento, ¿ha sido distinto? ¿En qué ha cambiado?

Muy distinto. Tratándose de un centro de protección de menores, hemos tenido que confinar a 19 menores, los y las cuales no han podido relacionarse ni siquiera con sus familiares de manera directa, teniendo que cambiar una dinámica completa de funcionamiento, para adaptarla a la situación generada de dicho confinamiento. Con flexibilización de normativa interna, cambios en el Proyecto Educativo y demás instrumentos educativos de centros, reinvención en las formas de relación (video llamadas con familias, intervenciones telemáticas) etc.

Todo ello con el objetivo de reducir el impacto emocional que ha producido el aislamiento de la población atendida, y en un tiempo record para adaptar rápidamente la situación a las necesidades del grupo de menores atendidos/as.

Igualmente se ha tenido que imponer un protocolo estricto de medidas sanitarias, tanto para un equipo de profesionales que trabajamos en el centro, como para los propios y las propias menores, teniendo que integrarlo e interiorizarlo en la dinámica convivencial del recurso. Algo que ha sido realmente complicado.

¿Qué has echado en falta para haber podido desarrollar tu trabajo en unas mejores condiciones?

En una fase inicial, más apoyo de la Administración Pública de la que dependemos. En la primera fase del confinamiento, los centros de protección de menores no se les reconocían como servicio esencial, por lo que no se nos consideraba como grupo de riesgo. A pesar de que tuvimos a un menor durante 20 días en aislamiento, con síntomas compatibles al COVID-19. Y en otros centros, me consta que también ha habido menores aislados/as.

Empezamos a afrontar la situación sin los equipos de protección adecuados y suficientes. Los pocos que teníamos se consiguieron a través de nuestra propia organización Prodiversa. A medida que fueron pasando las semanas, la Junta de Andalucía, reconoció a los centros de protección de menores, como servicio esencial y de riesgo, y empezaron a surtir de los medios para llevar a cabo nuestras funciones. Hasta el momento, que han vuelto a retirar la distribución de los EPI, coincidiendo con la reanudación de las visitas familiares e intervenciones con las mismas, aludiendo que el material está disponible en distintos comercios.

¿Se puede implementar de manera permanente la tecnología en algún aspecto de tu trabajo? ¿De qué forma?

El teletrabajo combinado con lo presencial de las intervenciones, ha supuesto una novedad importante, que ha resultado ser bastante positiva y productiva.

Pero es imposible un Trabajo Social solo desde el teletrabajo, éste debe quedar para la parte más creativa y de desarrollo de nuestras funciones, como la elaboración de los planes de intervención, acciones administrativas telemáticas, proyectos, programaciones y memorias, redacción de informes sociales, etc.; y de coordinación con reuniones telemáticas. En cierto modo el COVID-19 ha servido para reinventarnos.

Y la parte presencial para intervenciones directas, que éstas evidentemente siempre deben ser presenciales, porque se ha demostrado en estos días de confinamiento, en las que se han tenido que hacer intervenciones sociales vía telemática, han perdido cercanía, calidad y calidez en las mismas. Algo que en Trabajo Social es fundamental, para conseguir unos resultados óptimos.

¿Han puesto en marcha desde tu puesto de trabajo algún nuevo servicio o prestación? ¿Algo relevante o innovador?

Seguimos manteniendo dos días de teletrabajo, para todas las funciones que anteriormente se ha mencionado, y las reuniones de coordinación telemáticas con distintos profesionales externos e internos de nuestra área.

¿Qué supondrá la situación post-COVID de cara a tu trabajo diario? 

Aprender a trabajar con un estricto control en protocolos y medidas sanitarias que muchas veces cuesta mantener, sobre todo en cuanto al distanciamiento social.

Trabajamos con personas, y cambiar un sistema de relación, en intervenciones sociales, teniendo en cuenta las situaciones que tratamos, es muy difícil. Pero hay que integrarlas, a pesar de lo que nos va a costar cambiar ese modelo.

¿Qué debe aportar el Trabajo Social después de lo vivido en estos tiempos de crisis sanitaria por el COVID? 

El Trabajo Social es un servicio esencial que debe estar presente más que nunca en estos momentos. Debemos aportar todos los medios técnicos necesarios para resolver aquellos problemas derivados de esta grave crisis, y acompañar a todas las personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad, dotándolos de todas las herramientas necesarias para que puedan salir de la situación en la que se encuentran. Esto solo lo puede hacer la profesión.

Si se me permite la comparación, yo siempre digo, que el Trabajo Social es como la Medicina en el ámbito de los problemas sociales. Más que nunca debemos estar al pie de cañón interviniendo de manera directa en los problemas derivados de esta grave situación. Porque somos los/las profesionales especializados/as y formados/as para ello.

¿Qué más se podría haber hecho desde tu puesto de trabajo?

En mi área de trabajo, se ha hecho todo lo que se podía hacer. No creo que se podría haber hecho más, dadas las circunstancias.

¿Podrías contarnos alguna anécdota o un caso relevante durante el Estado de Alarma?

En un centro de protección de menores, se podrían escribir mil anécdotas. Momentos de angustias y miedo, familias desesperadas y asustadas por sus hijos e hijas sin poder verlos, el aislamiento de un menor, etc.  

Pero de todo me quedo con la lección que me han dado 19 menores con sus diferentes problemáticas, que han superado de manera muy positiva una situación tan complicada a pesar del aislamiento que han tenido; y el trabajo de un equipo interdisciplinar que ha trabajado intensamente, demostrando que sin ese espíritu de equipo y gran profesionalidad hubiera sido imposible salvar estos días tan terriblemente duros que hemos pasado. 

ENTREVISTA A
Josefa Rodríguez Galán
Trabajadora Social. Centro de personas con diversidad funcional

Tu trabajo diario, durante el confinamiento, ¿ha sido distinto? ¿En qué ha cambiado?

No ha variado mucho, en el sentido de que he seguido con mi día a día, gestionando recursos para las familias que lo precisan e informando

¿Qué has echado en falta para haber podido desarrollar tu trabajo en unas mejores condiciones?

El contacto directo con las familias y las administraciones. 

¿Se puede implementar de manera permanente la tecnología en algún aspecto de tu trabajo? ¿De qué forma?

Si, a través de video llamadas con familias y otras Asociaciones.

¿Han puesto en marcha desde tu puesto de trabajo algún nuevo servicio o prestación? ¿Algo relevante o innovador?

No, he seguido trabajando como siempre, de forma presencial en mi trabajo a puerta cerrada, pero con los mismos recursos (telefónicos y ordenador).

¿Qué supondrá la situación post-COVID de cara a tu trabajo diario? 

Más labor social, ya que debido a esta situación han aparecido muchas familias en situación de riesgo y vulnerabilidad.

¿Qué debe aportar el Trabajo Social después de lo vivido en estos tiempos de crisis sanitaria por el COVID? 

El Trabajo Social debe aportar mucho ánimo a las familias y reforzar las medidas de protección para los usuarios y familiares  para poder volver a la normalidad lo antes posible, ya que nuestros/as usuarios/as son de gran riesgo.

¿Qué más se podría haber hecho desde tu puesto de trabajo?

Se ha trabajado e intervenido en todas las situaciones que se nos han planteado, dentro de nuestras limitaciones, ya que no se ha podido tener un contacto directo, que esto siempre facilita mucho el trabajo.

¿Podrías contarnos alguna anécdota o un caso relevante durante el Estado de Alarma?

Una familia que me comentó que su hija gravemente afectada, llevaba una semana en la cama sin poder levantarla para sentarla en la silla de ruedas, por ser ellos mayores y no poder hacer la transferencia.

Me puse en contacto con Servicios Sociales Comunitarios para solicitarle ayuda a domicilio, les expuse el tema y les comuniqué que esta usuaria, aunque asiste al Centro de día, y debería de tener las 22 horas mensuales de ayuda domicilio, la familia nunca la había solicitado. Les comenté la posibilidad de que pudiera ir una cuidadora por la mañana para asearla y levantarla y nuevamente por la tarde/noche para volverla a asear y acostarla, para evitar que se le produjeran escaras.

A la semana llamé a la familia y ya tenían a la cuidadora que les prestaba el servicio solicitado. Volví a retomar la conversación con el padre, para que una vez que finalice el confinamiento, debe solicitar la ayuda domiciliaria, de una hora diaria de lunes a viernes que le corresponde por asistir al centro de día, ya que su hija lo precisa y ya han visto el problema que les ha surgido por no haberla solicitado en su momento. Siempre que se les proponía, la rechazaban. 

Málaga, 11 de febrero de 2020

Mónica Tabares Arrebola
Trabajadora Social en Servicios Sociales Comunitarios. Experta en Intervención Comunitaria y Bienestar Social. Miembro de la Comisión de Igualdad y de la Comisión de Servicios Sociales del CPTS de Málaga

Actualmente, las personas profesionales de Trabajo Social estamos inmersos en una crisis política que nos afecta en nuestra forma de intervenir y nuestro quehacer profesional diario. Cuando la esfera política confunde las políticas sociales con políticas de beneficencia, los y las profesionales de lo social nos enfrentamos a un gran debate moral interno: ¿Seguir la directriz establecida o no?  

A las/os trabajadoras/es sociales se nos conoce por ser agentes de cambio social, pero, si esto es así, debemos avanzar en políticas igualitarias, menos asistenciales, y no ser partícipes y cómplices del sistema benéfico y desigual que, algunos políticos quieren imponer porque, de cara a la ciudadanía, se reviertan en votos. Nosotras/os no somos políticos, somos profesionales técnicos y como tal deberíamos actuar.  

Para la ciudadanía, tristemente, estamos, nuevamente, afianzándonos en meros dispensadores de prestaciones económicas, las famosas “ayuditas”.  Pero ¿es este realmente el Trabajo Social qué queremos hacer? Parto de la base de que no es así. Otra cuestión diferente, es que estas prestaciones económicas, sean un recurso, un medio, para que el profesional haga uso de él, durante el transcurso de su intervención.  

Me gusta mucho una frase de Mahatma Gandhi que dice: “Sé el cambio que quieras ver en el mundo”. Desde mi punto de vista, con meras “ayuditas” poco vamos a cambiar el mundo. 

Si realmente queremos hacer un verdadero Trabajo Social, igual nos tendremos que plantear explicarle, a más de un político, en qué consiste nuestra profesión, cuáles son los campos de intervención y dejarle muy claro cuáles son nuestras funciones ya que, estoy convencida que, la mayoría de los políticos, desconocen en qué consiste nuestra profesión. En nuestro devenir profesional diario, nos encontramos también con políticos que dicen conocerla, pero, visto lo visto, habrá que refrescarles también la memoria.  

Por otra parte, me parece fundamental que no solo se nos reconozca como profesionales de referencia en el ámbito de los servicios sociales, ya que somos profesionales de referencia, desde la perspectiva social, en todos los sistemas de protección social públicos, entidades privadas y   tercer sector.  

Está claro que, aún nos queda mucho por hacer en nuestra profesión, pero en ocasiones es importante realizar también una autocrítica y analizar, con objetividad, dónde estamos fallando, como profesionales, para poder, a partir de ahí, articular mecanismos de solución que nos permita empoderar nuestra profesión y llevar a cabo un TRABAJO SOCIAL con mayúsculas. 

Antonio Machado decía: “Caminante hace camino al andar…” que no se nos olvide que de nosotras/os depende que ese camino lleve una dirección de avance o de retroceso. Yo, estoy dispuesta avanzar, espero que vosotras/os también lo estéis porque tenemos mucho que aportar como profesión a la sociedad, mucho aún por hacer y un largo camino que recorrer hacia adelante.  

En nuestras manos está el demostrar que, somos realmente agentes de cambio, por eso sigamos luchando por la defensa de nuestra profesión, de los derechos sociales y de políticas sociales realmente eficientes, eficaces y de calidad.

Málaga, 4 de febrero de 2020

Pedro González Aceituno
Trabajador Social del Programa de Intervención en Salud Mental y Exclusión Social – PISMES, hasta su reciente jubilación

En 1980, cuando entré a trabajar en el manicomio, perdón, en el Hospital Psiquiátrico, me encontré con una realidad que hasta entonces no conocía: cientos de personas hacinadas en salas con camas litera, sin ropa personal, ni taquillas, en unas deficientes instalaciones, encerrados e invisibles a la sociedad. En nombre de la ciencia, de la salud, de la seguridad, se encerraba a unas personas para ponerlas en tratamiento, para protegerlas, o quizás era para proteger a la sociedad de esas personas que no queríamos en la comunidad, que no queríamos como vecinos/as, porque generaban incertidumbre y miedo. El resultado era la exclusión social de un colectivo, lo que entraba en contradicción con los derechos humanos más elementales, algo que no podía soportar una sociedad que salía de una dictadura. La Reforma Psiquiátrica fue un proceso imparable que posibilitó la apertura de las puertas del manicomio, la salida de estas personas a recursos sociales comunitarios, logrando su derribo definitivo tras un proceso de más diez años. Algunos pensaron en utilizarlo para actividades ocupacionales y rehabilitadoras, pero su demolición fue algo lleno de simbolismo, había que destruir físicamente el lugar donde se había producido tanto sufrimiento y exclusión.

Años después pudimos ver que la desaparición física fue positiva, pero quedó manicomio en nuestras mentes, en la de los/as usuarios/as, en la de los familiares, en la de los/as profesionales y en la sociedad. Algo que, hoy día, todavía perdura. El manicomio sigue vivo en nuestras actuaciones y en el ideario colectivo, que lo sigue reivindicando, aunque sea teñido de hermosas palabras protectoras.

Durante los noventa aparece por Málaga, pero es en el cambio de milenio cuando nos encontramos con un fenómeno nuevo que no cesa de crecer, aunque ya teníamos referencia de su existencia en otros lugares. Son las personas en situación de sin hogar –PSH- que sufren un Trastorno Mental Grave –TMG-. Me encontré, como profesional de los servicios sociales y de la salud mental, con unas personas doblemente estigmatizadas, por su situación social, vivir en la calle, y por su salud, sufrir una enfermedad mental.

¿Qué sociedad hemos construido? ¿Hemos cerrado los manicomios, centros de reclusión y exclusión social, para ingresarlos y excluirlos en las calles? ¿Habría que abrir de nuevo instituciones para acoger a quienes viven en la calle y sufren una enfermedad mental?

Muchas voces achacaron la culpa a la Reforma Psiquiátrica; “quienes viven y deambulan por las calles son locos, no tienen un lugar donde recibir tratamiento y vivir”, era frecuente escuchar  en reuniones sociales, sanitarias y políticas. La presión no se hizo esperar. Los vientos de libertad y respeto de los derechos humanos de finales de los setenta habían amainado, e incluso, si se me apura, corrían vientos contrarios, eso sí, camuflados en discursos proteccionistas, en los que se proclamaban la ayuda a estas personas, sacándolas de la calle, diseñando maravillosas instituciones donde ser acogidas y cuidadas. Eufemismo de los manicomios tradicionales, se buscaba volver a la exclusión mediante el encierro. “Hay que recogerlos/as de la calle y meterlos/as en una institución adecuada para que sean atendidos/as, no digo que sea un manicomio”, era la respuesta más frecuente que escuché en aquellos años, por parte de profesionales sociales, sanitarios y políticos.

No nos engañemos, las PSH con TMG resultan desagradables cuando nos tropezamos con ellas, sucias y malolientes, dañan nuestra vista y olfato, son un mal ejemplo para nuestros menores, ¿qué explicación le vamos a dar cuando nos pregunten por qué vive esa persona en la calle, cerca del parque donde ellos juegan? Pero nunca se plantearon los/as profesionales preguntarle a estas personas por qué vivían en la calle, cuáles fueron las razones por las que terminaron en situación de calle. Jamás se cuestionó que quizás el sistema sanitario, los servicios sociales y las prestaciones de protección estaban fallando en alguna medida. El sistema es perfecto, luego el fallo estaba en ellos/as.

Creo que las PSH, en general, con o sin TMG, son el síntoma que nos muestra que vivimos en una sociedad gravemente enferma, donde prima la insolidaridad, la competitividad, lo que provoca la exclusión social de las personas más vulnerables. Me niego a aceptar que la solución sea la institucionalización de estas personas, le pongan el nombre que le pongan a la institución, no me vale un nuevo manicomio con barrotes de oro y suelos de mármol. Hay que diseñar alternativas residenciales inclusivas, tratamientos asertivos comunitarios, promocionar actividades de ocio, formativas, de empleo. Trabajar en el camino de la recuperación y en que las personas puedan tener un proyecto de vida.

Hoy partimos con ventaja. Antes eran “locos, locas”, personas sin derechos ciudadanos, encerradas en manicomios, excluidas e invisibles, ahora son personas que aún en situación de exclusión, mantienen sus derechos aunque no tienen acceso a su disfrute, pero son visibles, están en la calle, entre nosotros/as, antes no nos molestaban, ahora molestan.

Han pasado casi veinte años, y las PSH con TMG constituyen un problema que no para de crecer y no se le dan las alternativas adecuadas, ni desde salud mental, ni desde los servicios sociales con la Ley de la Dependencia. Es más, cada día expulsamos a la calle más personas y más jóvenes, que, tras sufrir sus primeros episodios psicóticos, carecen de los apoyos adecuados; familiares, sociales, económicos, de alojamiento…

Las causas para que una persona termine en situación de calle son muchas y variadas, algunas las podemos encontrar en la propia persona, otras en su entorno familiar, en la sociedad, o en los sistemas (sanitario, social, laboral). No hay una única razón, ni una misma razón interfiere por igual es todas las personas. El proceso hacia la exclusión social es multidimensional y largo. Vemos caer la persona, pero no hacemos nada por evitarlo, lo más frecuente es culpabilizarla del proceso de deterioro, el resultado final es la calle o, en el mejor de los casos, su alojamiento en un centro de acogida.

¿Es un centro de acogida el lugar más adecuado para estabilizarse y realizar un tratamiento?, ¿puede alguien construir un proyecto de futuro desde un centro de acogida? Ante esta realidad, la Unidad de Gestión Clínica de Salud Mental del Hospital Regional de Málaga se plantea en 2004 la necesidad de poner en marcha un programa de atención a las personas en situación de sin hogar que sufre un TMG. El objetivo es contactar con estas personas para mejorarles su calidad de vida e iniciar tratamiento, esto nos lleva a tener relaciones con las instituciones que trabajan con las personas en situación de calle, con el objetivo de coordinarnos y establecer planes conjuntos de atención. Pese a que los recursos para atender a las personas en situación de sin hogar han crecido y se han agrupado mediante la creación de la Puerta única, contándose hoy con un Equipo de Calle, la realidad supera a los recursos actuales, que son insuficientes y no adecuados para atender la problemática de estas personas en general, menos para quienes sufren un TMG.

Algunas reflexiones

  1. Las personas en situación de sin hogar tienen carencias económicas y materiales, pero los problemas más importantes son los no visibles, como la soledad, afectividad, aislamiento, intimidad, falta de autoestima, de familia, amigos, derechos, redes de apoyo social,… provocando que la dignidad, esencial en la construcción de la persona, se dañe hasta destrozar al ser humano, impidiendo que sean vistas y se sientan como personas valiosas. Los recursos solo suelen ofrecer alojamiento, comida, aseo, ropa, apoyo en las gestiones,… lo que es insuficiente para atender a las personas en situación de sin hogar, más cuando llevan años de calle, momento en el que prevalece la indefensión aprendida y no confían en los/as profesionales ni en las instituciones.
  2. Los centros no se adaptan a las necesidades de las personas; sus normas, la burocracia, la rigidez administrativa,… provocan que las personas sean excluidas de los centros que deben acogerlos para trabajar su inclusión social. Faltan recursos, pero no hay que aumentar las plazas en más de lo mismo, menos construyendo macrocentros, hay que diversificar las instituciones, evitando la masificación, especializarlas en diferentes perfiles, y que sean los centros los que se adapten a las necesidades de las personas y no a la inversa.
  3. Huir de la creación de experiencias, con subvenciones temporales, en las que no esté garantizada la continuidad. Hay que conseguir un compromiso institucional en los presupuestos para que la atención se mantenga en el tiempo. No es ético atender a unas personas durante un periodo de tiempo para después abandonarla por falta de presupuesto. El daño es irreparable y la desconfianza aumenta, la próxima vez que se le aborde será más difícil.
  4. El voluntariado, el paternalismo, la caridad, el consejo… hay que sustituirlo por los profesionales, la planificación, los derechos, la calidad,… las personas en situación de calle han de ser las protagonistas, quienes decidan su proceso de inclusión, su proyecto de vida, hasta ahora son vistas como objetos de nuestro trabajo, tienen poco margen para decidir, solo pueden huir de nuestros despachos y no acudir a los centros, las ayudas y prestaciones son “impuestas”, no consensuadas, los ritmos y tiempos se ponen desde la institución, sin contar con sus dificultades y deseos. Son consideradas beneficiarias, de beneficencia, no ciudadanos/as con derechos. Cuando hay fracaso se les culpa y añadimos “no quieren nada de nosotros/as”.
  5. Los recursos existentes no reúnen la calidad que exigiríamos para nosotros/as. Debemos exigir recursos de calidad, dignificando la atención, protegiendo la intimidad, lo que no se protege solo aplicando la ley de protección de datos, a lo que estamos obligados, sino evitando dormitorios con camas litera y donde duermen varias personas, colas en la calle de los comedores sociales, en el reparto de alimentos, colas indignas, humillantes.
  6. Hay que profesionalizar la atención y darle al voluntariado su lugar. Si entendemos la atención a las personas en situación de sin hogar como el reparto caritativo de alimentos, no es preciso profesionalizar, pero si vamos a atender a una persona destrozada por los sucesos vitales estresantes que ha sufrido durante su proceso de exclusión social, hacen falta profesionales. La exclusión social se trabaja desde la dignidad de las personas, no desde la caridad, apoyando a la persona a recomponerse, a estructurar su proyecto de vida. Igual que caer en la exclusión social es un proceso largo, trabajar la inclusión es un proceso no exento de dificultades, donde, a veces, surgen momentos duros y se fracasa, pero que no deben ser vistos como la derrota y ni motivo de abandono, ahí debe estar atento/a el/la profesional para retomar la motivación.
  7. Las órdenes de alejamiento, los ingresos involuntarios, los encarcelamientos, el apoyo tras el excarcelamiento, las incapacitaciones, son elementos que no apoyan la inclusión social, todo lo contrario, facilitan el proceso de exclusión social. En el caso de las PSH con TMG problemas de salud mental, que deben ser atendidos desde lo sanitario y servicios sociales, se han convertido en problemas judiciales, las togas negras están sustituyendo, dando las respuestas que no se dan por las batas blancas.

¿Qué hacer? ¿Dejar que la calle se siga llenando de personas en situación de exclusión social? ¿Son correctas las actuaciones profesionales y políticas que realizamos?

Dicen que en un barrio obrero, mal iluminado, había un hombre agachado en el suelo debajo de una farola, camino de su casa iba un vecino, que al verlo agachado le preguntó qué hacía. “Busco las llaves de casa, que se me han caído”. El vecino, solidario, se agachó y se puso a buscar con él. Tras un rato buscando, el vecino le preguntó, “¿Estás seguro de que se te cayeron aquí?”. A lo que el hombre le respondió. “No, se cayeron en la acera de enfrente, pero allí no hay luz”.

Buscamos soluciones donde ya sabemos que no las hay, reproducimos actuaciones ancestrales, las fáciles, el protocolo y las normas las cumplimos a rajatabla, aunque sabemos de antemano que no solucionan el problema. Los/as profesionales nos dedicamos a replicar las actuaciones sin pensar, sin innovar, sin ajustar nuestro modelo de trabajo en beneficio de las personas, lo importante es cumplir los objetivos administrativos y las leyes, que ¿por qué han de estar por encima de la dignidad de las personas, conculcando los derechos humanos? Mientras que no crucemos la acera y busquemos las llaves allí donde hay posibilidades de encontrarlas, mientras que no perdamos el miedo a afrontar soluciones difíciles, será imposible dar una respuesta digna y de calidad a las personas en situación de sin hogar.

Huelva, 4 de febrero de 2020

Julio Piedra Cristóbal
Trabajador Social

La institución familiar ha tenido y tiene un peso decisivo en la articulación social en todas las culturas. De manera global, la familia aparece definida en el Diccionario de la Real Academia Española como “grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas”.

Desde un punto de vista antropológico, la familia ha sido descrita a partir de sus funciones, en concreto el afecto y apoyo (social, económico, político, entre otros) que se deben profesar sus miembros (Cicerchia y Bestard, 2006). A partir de esa funcionalidad, cada sociedad ha definido su tipología familiar, incluyendo una composición y estructura diferenciada según el contexto cultural de que se trate. En este sentido, en las sociedades occidentales se le ha dado mucha importancia a la biología en la construcción de las relaciones de parentesco. Es importante dejar claro que la biología en el parentesco es una construcción cultural, pues tal y como se ha señalado, otros aspectos como los cuidados, las interacciones, la ayuda mutua o la libre elección también determinan en gran medida la naturaleza de las relaciones familiares.

Desde el punto de vista social y antropológico, la diversidad familiar siempre ha existido (noción de clan; familia extensa). Los acelerados cambios demográficos, económicos y sociales de los últimos 50 años no han pasado inadvertidos para la familia. El nuevo horizonte que han abierto los derechos sociales y jurídicos contemporáneos trae, a primer plano los nuevos tipos de familia como una realidad problemática para algunos sectores de la sociedad. Sin embargo, lejos de ser una fuente de incertidumbres, creemos que puede y debe ser el abono para construir una sociedad más libre, diversa y justa.

La familia nuclear sigue siendo la forma de convivencia más extendida en nuestro país (Cordero, 2010). Pero también emergen otros modelos, lo cual revela la transformación operada en España desde el período democrático. La progresiva laicización de las prácticas y ritos sociales, la evolución de los derechos civiles de las parejas del mismo sexo, el aumento de los divorcios y segundas nupcias, la generalización de las parejas de hecho o la maternidad/paternidad desvinculada al matrimonio, son algunos de los factores que explican estos cambios, según diferentes estudios.

Para entender este marco sociológico y demográfico, Cea D’Ancona (2009) refiere la convergencia de varios rasgos distintivos. En primer lugar, el surgimiento de una pluralidad de modelos familiares: además de la familia nuclear tradicional aparecen otras como consecuencia de los cambios sociales y legislativos que permiten el divorcio o las uniones entre personas del mismo sexo. El núcleo familiar ya no pivota mayoritariamente en la procreación, sino en los vínculos que construyen sus miembros, les unan o no lazos matrimoniales y/o de consanguinidad e incluso parejas sin hijos, por tanto no tiene que existir reproducción. Todos estos cambios implican una redefinición del concepto de familia, alimentado por la conquista de derechos civiles por parte del colectivo de personas homosexuales, lesbianas, transexuales, bisexuales y queer. En efecto, en las familias actuales hay una disociación entre relaciones conyugales y filiales, así como las relaciones con los hijos e hijas y la relación de pareja (familias reconstituidas, homoparentales y monoparentales) que llevan a un cuestionamiento del modelo heteroparental ¿Supone esto un riesgo para la familia, al quedar desligada de su elemental función reproductora? En mi opinión, no. Distintas investigaciones han demostrado que el bienestar de los y las menores de edad no depende de la estructura familiar sino de las relaciones que se tejen y de la calidad de las interacciones que se dan en su seno (Frías et al., 2004; Montalbán, et al., 2011; Patterson, 2002; Pedreira et al., 2008).

Resulta muy acertada la visión de Rivas (2009) cuando habla de relaciones de parentesco ejercido a través de las prácticas cotidianas. Así la única ligadura que debería existir entre los miembros de una familia es la del amor y el afecto, sin valoraciones morales o políticas sobre su origen. En las sociedades individualistas de la era posindustrial, la vulnerabilidad y el riesgo que rige nuestras vidas se suple con la relación afectiva. El amor se convierte, por tanto, en el epicentro de la vida y es lo único que justifica y dota de sentido al vínculo entre dos personas y a las nuevas maneras de configurar un hogar. La diversidad familiar debe verse como una oportunidad para reflexionar críticamente sobre los vínculos humanos y, en última instancia, para educar a los niños, niñas y jóvenes en el respeto, la negociación y la tolerancia como bases sobre las que construir relaciones sanas. La educación —en casa y en la escuela— juega un papel clave en la transmisión de la diversidad familiar como un valor positivo. Hoy contamos con variados recursos para esta tarea, de los que a continuación presentamos un somero resumen.

A nivel institucional y normativo, la Ley 8/2017, de 28 de diciembre para garantizar los derechos, la igualdad de trato y no discriminación de las personas LGTBI y sus familiares en Andalucía ya contempla la necesidad de proteger los derechos de las familias homoparentales. Además, en 2018 la Consejería de Educación promulgó una instrucción incluyendo la celebración del Día Internacional de las Familias (15 de mayo) en el calendario de actividades de los centros, que ha de contemplar actividades sobre la diversidad familiar.

Dado que es una realidad social palpable, cada vez más centros escolares la incluyen en sus materiales y en el tratamiento transversal de derechos y valores, aunque todavía quedan muchos centros que no hacen nada e incluso reproducen el modelo de familia nuclear heterosexual (por ejemplo, el lenguaje empleado en los formularios o la celebración de ciertas efemérides como el día de la madre o del padre).

A nivel asociativo, la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) cuenta con un Grupo de Trabajo con Familias que ha editado una Guía titulada “Las Familias en las Aulas”, que recopila 74 recursos para trabajar este tema en los centros educativos, para todos los niveles de enseñanza. Además, existe una variada gama de colectivos que incluyen este tema como uno de sus ejes de trabajo y divulgación, como la Fundación Triángulo, la Asociación Familias LGTBI (GALEHI), Solas, AMASOL o la Asociación de Madres Solteras por Elección (centradas en familias monomarentales), o las numerosas asociaciones de familias de adopción y acogida que existen en nuestra Comunidad, entre otras. Un ejemplo muy inspirador para padres, madres y profesionales es la web TTransformando (https://www.ttransformando.com/) que reúne recursos e información sobre identidad de género y diversidad afectivo-sexual.

En los últimos años las editoriales han incrementado también los títulos dirigidos al público infantil donde aparecen reflejadas estas nuevas realidades, apoyadas por instituciones y colectivos que trabajan por normalizar lo que ya es habitual en nuestros hogares, escuelas y centros de trabajo. Ejemplos como el libro infantil “Un puñado de botones” de Carmen Parets o “Familias” de Oh! Mami Blue, juegos como “Tutty” o el juego de mesa “¿Quién vive aquí?” reflejan de modo muy didáctico los distintos modelos de familias.

La diversidad afectiva y familiar es una oportunidad, nunca una amenaza. Informar, sensibilizar y concienciar desde edades tempranas sobre la diversidad familiar contribuye a una educación sin prejuicios, justicia social y defensa de derechos humanos. Desde el Trabajo Social, como profesión que promueve el cambio social, es muy importante contar con una adecuada formación e información a este respecto. A través de uno de sus instrumentos básicos como es el Proyecto de intervención se puede prevenir y participar tanto a nivel individual, como familiar o comunitario en sus diferentes ámbitos de actuación (servicios sociales, servicios sanitarios, educación, tercer sector, etc.) para que la infancia se desarrolle de manera integral, sin prejuicios y en libertad.

Referencias

Cea D’Ancona, Mª Ángeles (2009). «La sociedad española ante los nuevos modelos de familia». Panorama Social, 10, 8-22

Cicerchia, Ricardo y Bestard, Joan (2006). ¡Todavía una Historia de la Familia! Encrucijadas e itinerarios en los estudios sobre las formas familiares. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 17 (1), 36 – 62.

Cordero del Castillo, Prisciliano (2010). «La familia española entre el tradicionalismo y la postmodernidad». Humanismo y Trabajo Social, 9, 157-170.

Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales [s.f.]. Las familias en las aulas. Guía práctica de herramientas y recursos de diversidad familiar. [En línea].

Recuperado de: http://www.felgtb.com/descargas/familias/Lasfamiliasenlasaulas.pdf

[Consultado: 25/01/2019].

Frías Navarro, Mª Dolores; Pascual Llobet, Juan y Monterde i Bort, Hector (2004). «Hijos de padres homosexuales: Qué les diferencia». Ponencia presentada en el Quinto Congreso Virtual de Psiquiatría Interpsiquis. [En línea]. Recuperado de:

http://www.felgtb.org/temas/familias/documentacion/investigaciones/i/1386/531/

hijos-de-padres-homosexuales-que-les-diferencia [Consultado: 25/01/2019]

Ley 8/2017, de 28 de diciembre, para garantizar los derechos, la igualdad de trato y nodiscriminación de las personas LGTBI y sus familiares en Andalucía. BOJA nº 10 de 15 de enero de 2018. [En línea]. Recuperado de: https://www.juntadeandalucia.es/boja/2018/10/1

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Valdivia Sánchez, Carmen (2008). «La familia: concepto, cambios y nuevos modelos». La Revue du REDIF, 1, 15-22.

Cádiz, 4 de febrero de 2020

Fernando de la Riva
Socio colaborador

La sociedad de nuestro tiempo hace frente a retos inéditos en la historia de la humanidad. Vivimos los inicios de un importante cambio climático y la consiguiente crisis medioambiental que de él se deriva -con el empobrecimiento de la diversidad natural y la extinción de un gran número de especies animales y vegetales- cuyas consecuencias dramáticas, en todos los órdenes de la vida, resultan sin embargo previsibles (aumento de las desigualdades sociales, de la emigración por causa de la pobreza, de la violencia y las guerras por el agua y los alimentos, del desorden social, etc.).

El agotamiento de los combustibles fósiles y de muchos recursos naturales, nos aboca, junto con otros importantes factores como la revolución tecnológica, a lo que se ha denominado un “Cambio de Era”, que exige cambios profundos en los modelos de producción y de consumo de nuestras sociedades y, lo que es más esencial, requiere un importante cambio cultural en las personas y las comunidades sociales.

Este cambio civilizatorio tiene dimensiones globales, o sea, afecta a la totalidad de la humanidad, sin que sea posible aislarse o quedarse al margen de él, e incluye por supuesto a la ciudad de Cádiz, que ha de prepararse obligadamente para ese nuevo tiempo.

En este escenario de transformaciones sociales profundas y aceleradas, la Agricultura Urbana (que se concreta en prácticas como los huertos urbanos y periurbanos, las azoteas verdes, los huertos verticales, los maceto-huertos, etc) aparece como un potente recurso para enfrentar el cambio de era y la emergencia climática, y para generar alternativas de empleo -dentro de la Economía Social y Solidaria- para un número importante de personas.

El impulso de la Agricultura Urbana en todas sus formas, no es solo un fin de interés ecológico o sociolaboral, sino que también tiene repercusión en el desarrollo socio-comunitario, el fortalecimiento de las redes convivenciales, la generación de alternativas de ocio saludable, el fomento de una alimentación sana, etc.

Por esas importantes razones, nace en 2017, la Asociación La Mar de Verde, Huertos Urbanos de Cádiz: para impulsar el desarrollo de la Agricultura Urbana en nuestra ciudad y, al mismo tiempo, crear empleo verde para personas desempleadas de larga duración y/o en riesgo de exclusión social.

La asociación está formada por un grupo de socios/as promotores/as, que se encargan de promover los distintos proyectos de Agricultura Urbana, otro de socios/as colaboradores/as, que llevan a cabo trabajos voluntarios de apoyo al desarrollo de la organización y de sus actividades, y un tercero de socios/as simpatizantes, que participan en esas actividades y contribuyen al sostenimiento de la asociación.

Las actividades que lleva a cabo la asociación son de muchos tipos:

  • De sensibilización y divulgación sobre temas de interés medioambiental y sobre la Agricultura Urbana y Ecológica, como charlas y visionado de vídeos, visitas al invernadero de grupos de niños y niñas, etc.
  • De formación, como pequeños talleres de iniciación a distintos temas prácticos propios de la Agricultura Urbana (la creación de huertos verticales, la producción de compost casero, las enfermedades y plagas de las plantas, etc.)
  • De cultivo del suelo, con jornadas abiertas a la participación de las personas simpatizantes que lo deseen.
  • De asesoramiento y acompañamiento de iniciativas ciudadanas de Agricultura Urbana que solicitan apoyo.
  • Actividades convivenciales y festivas, como comidas y cenas “de traje” para el conocimiento mutuo y el intercambio de ideas y experiencias sobre la Agricultura Urbana.
  • Actividades reivindicativas y de participación en campañas y movilizaciones socio-ecológicas.
Difundiendo la asociación

La Mar de Verde tiene su base operativa en el invernadero del Centro Tartessos, cedido mediante convenio de colaboración por la Asociación Nivel, en cuyas zonas verdes también se desarrollan distintas prácticas agrícolas.

Precisamente esta forma de crecimiento, mediante la cooperación y la creación de redes de apoyo mutuo con otras iniciativas ciudadanas y el aprovechamiento de los recursos sociales ya existentes en el tejido asociativo (espacios, medios de transporte, recursos de conocimiento, contactos y relaciones, etc.) constituyen otro de los rasgos organizativos que quiere “cultivar” La Mar de Verde.

Nos comemos el huerto

En la actualidad la asociación está llevando a cabo un Curso de Introducción a la Agricultura Urbana y el Diseño de Huertos Urbanos, subvencionado por el Ayuntamiento de Cádiz y la Fundación La Caixa, en el que se están inscritas más de 20 personas desempleadas de Cádiz y que servirá para la selección y formación básica de un grupo de promotores y promotoras que impulsarán, a partir del próximo otoño, distintos programas de Agricultura Urbana en la ciudad, como una Red de Huertos Escolares, otra Red de Huertos Comunitarios y Vecinales, una Red de Azoteas Verdes, etc.

Visitas al huerto

Con esa perspectiva, La Mar de Verde espera disponer pronto de la cesión, por parte del Ayuntamiento de Cádiz, de una parcela baldía donde se pueda poner en marcha un Huerto-Escuela que sirva de espacio formativo e impulsor de estos distintos proyectos.

Lo cierto es que esta iniciativa ha despertado un gran interés y expectativa en una ciudadanía cada vez más sensibilizada hacia los problemas medioambientales y la necesidad de construir alternativas de producción y consumo que pongan la vida en el centro. Más de 900 personas engrosan el grupo de “seguidores” del perfil de la asociación en Facebook @lamardeverde.huertosurbanos y un número creciente de ellas se vinculan, como socios/as colaboradores/as o simpatizantes a sus actividades. Y este es, sin duda, otro de los aspectos más interesantes de esta experiencia. Como otras muchas organizaciones de iniciativa social, es un espacio de encuentro interpersonal, de diálogo, de convivencia, de cuidado mutuo, en una sociedad que cada día necesita más de estos valores.

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