Author

TSDifusión

Browsing

Madrid, 15 de junio de 2023

Rubén Yusta Tirado
Trabajador Social en la Unidad de Hematología y Oncología Pediátrica
Profesor Asociado del Grado en Trabajo Social en la Universidad Pontificia de Comillas

Desde hace algunos años, al hablar sobre Atención Centrada en la Persona (ACP) y “aterrizar” el tratamiento que muchas instituciones hacen de este enfoque, siempre había pensado que, sin tardar mucho, llegaría el momento en el que se hablaría de esta ACP en pasado o, cuanto menos, dando por hecho que se trataba de algo conseguido o de lo que se podía hablar en primera persona. Lejos de lo que hasta el momento podía parecer un comentario irónico tras el que se escondía cierta advertencia en el tratamiento que las instituciones estaban haciendo de estos modelos, la actualidad nos ha mostrado que el día de superar la ACP y dar paso a nuevos enfoques ya ha llegado. 

Hace algunas semanas, cierta patronal de centros residenciales privados, la cual no nombraremos para no centrar el debate sobre ella, anunciaba una segunda fase de la Atención Centrada en la Persona que, como todo aspecto novedoso, iba más allá de lo que plantea este enfoque inicial. De acuerdo con esta institución, el nuevo horizonte hacia el que debemos dirigirnos se llama Modelo asistencial de Atención Centrada en la Conexión Emocional de la Persona (ACCEP), un enfoque que como su propio nombre indica, propone el acercamiento a las emociones de la persona para abordar aspectos como la soledad no deseada. En palabras de una de sus promotoras, además de suponer un segundo nivel de ACP, no trata tanto de preguntar a la persona si le gusta el puré o la sopa, sino más bien de abordar la soledad emocional, incluyendo aspectos “nuevos” dentro de este ámbito como el amor profesional, la construcción del proyecto vital o diferenciar entre soledad social y soledad emocional. Dejando a un lado la idoneidad de las medidas planteadas o su existencia, o no, dentro de los enfoques centrados a la persona, es necesario que hagamos una reflexión acerca de lo que supone este avance de la ACP a nivel general para el ámbito de la gerontología y, de forma concreta, en el ámbito residencial. 

Lo primero en lo que debemos reparar es en el escenario en que nos encontramos. Actualmente, la mayor parte de los centros residenciales se encuentran ajustando sus modelos de cuidados al nuevo modelo residencial aprobado de forma ajustada por el Gobierno y por las Comunidades Autónomas y entre cuyas medidas más importantes encontramos la limitación del número de plazas totales de los centros, el aumento del ratio de personal, la flexibilidad de los horarios de los/as profesionales o la supresión de las contenciones físicas. Tal y como demostró la votación de este modelo, con diez votos a favor y nueve en contra, este plan cuyo enfoque fundamental se encuentra sustentado en la Atención Centrada en la Persona, nace con cierta controversia, ya que a estas posturas disconformes de las nueve Comunidades Autónomas que votaron en contra, también se suma el rechazo de patronales, que consideran que este modelo es inasumible e instan a la administración a preguntarse por la sostenibilidad de este sistema, y al de sindicatos y asociaciones de familiares, que creen que este acuerdo es insuficiente y opinan que se ha perdido una oportunidad importante de avanzar en este sentido (Garde, 2022). 

Continuamos analizando este nuevo modelo y, aunque ya adelantamos que no disponemos de un amplio despliegue de principios y valores, esta institución sí que enumera alguno de los aspectos que se encuentran detrás de este enfoque. Entre los principios identificados encontramos la capacidad del modelo de generar que la persona se sienta única y merecedora de cuidado y respeto, la importancia de la implicación de la familia, más allá de la mera solicitud de información, o la construcción del proyecto vital de la persona cuando llega al entorno residencial. Si analizamos los principios del Decálogo de la Atención Centrada en la Persona (Martínez, 2013) o algunos documentos básicos en la construcción y el sustento de la ACP como suponen los de Bonafont (2020) o Martínez et al., (2014), se pueden extraer valores tales como la individualidad, la dignidad, la singularidad o la importancia de la biografía y del establecimiento del plan de atención y vida, curiosamente aspectos del todo significativos dentro del modelo de atención hacia el que, hasta el momento, todos/as nos dirigíamos y que como podemos comprobar coinciden con las novedades planteadas por este Modelo ACCEP. 

Pero si existe algo que nos llama la atención de este nuevo enfoque es la creación del concepto amor profesional. Lejos de ser un desarrollo literal del concepto, de acuerdo con este modelo el amor profesional es un requisito indispensable que debe estar presente en toda aquella persona que se dedica a la atención y que consiste en hacer sentir a la otra persona como un ser único. Sin entrar a valorar si este aspecto ya se encontraba presente en otros modelos, tales como la ACP o la Terapia de Validación, resulta cuanto menos llamativo que uno de los principios fundamentales del enfoque apunte de forma directa a unos/as profesionales que, como afirman Méndez et al., (2011) y Martínez et al., (2014), se encuentran sometidos/as a unas condiciones estresantes, en las que existe una tensión física y emocional cuyo origen se encuentra en su puesto de trabajo, que acaba desembocando en la aparición de cambios en los ciclos del sueño, irritabilidad, cansancio, tristeza, abuso de sustancias o el amplio espacio de aspectos medidos a través de las escalas de medición de las situaciones de burnout. En este sentido también se echa en falta la mención hacia aspectos tales como el tiempo de dedicación profesional necesario para poner en marcha este amor profesional o cómo encajaría este desarrollo dentro de los ratios y condiciones generales de las personas que se dedican a este ámbito. 

Y ya por último, puesto que tampoco disponemos de mucha más información de esta evolución de la ACP, también es interesante que, para tener un conocimiento general de este avance, analicemos el canal o el origen del mismo. Tal y como se ha comentado previamente, este enfoque es presentado a través de una agrupación de centros privados, los cuales gestionan en España alrededor del 70% del total de las plazas residenciales y alcanzando el 85% en Comunidades Autónomas como Málaga, Huelva, Barcelona, Sevilla o Comunidad de Madrid (Abellán et al., 2021). En este sentido, se entiende que los centros de titularidad privada manejan unos criterios de competitividad y de marketing que no son propios, o que por lo menos no son tan familiares para el ámbito de los Servicios Sociales, como ocurre con otros tipos de titularidad; en cambio, sería pertinente analizar si un nuevo enfoque o una evolución de un modelo aún en el horizonte de nuestra intervención es adecuado a la hora de abordar las necesidades que, por definición, presenta cualquier recurso de índole privada. Al hilo de esto, la institución afirma que se trata de un modelo teórico, no de un elemento comercial, aunque según apuntan ya se ha empezado a trabajar para incorporar este nuevo modelo a la formación de centros y profesionales en colaboración con los Laboratorios INDAS. 

A modo de conclusión, entendemos que el ámbito de la gerontología cada vez está tomando más relevancia en nuestra sociedad, potenciado en gran medida por el incremento del número de personas mayores que estamos viviendo y que está previsto que continúe en los próximos años (Díaz et al., 2022). Este aspecto está generando que cada vez sean más las voces, instituciones y organizaciones que intervengan en este ámbito, intentando sentar las bases de un futuro en el que este grupo de personas llegará a suponer, si las previsiones en materia demográfica se mantienen, casi un tercio del total de la población española. En cambio, es del todo discutible si esta preparación o evolución necesaria del ámbito de la gerontología debe pasar por la “superación de fases” en modelos que, como estamos viendo en este momento, aún no hemos empezado a desarrollar, y muchos centros e instituciones están presentando dificultades a la hora de alinear las necesidades básicas del modelo de cuidados con las prestaciones disponibles dentro de la potencialidad de sus centros. 

Entendemos el peso que actualmente tiene el sector privado en el ámbito residencial y no es difícil entender los aspectos particulares existentes dentro de este campo, pero la solución, o más bien la evolución, no pasa por la creación de nuevos modelos, técnicas o términos que compliquen aún más la realidad del sector, creando nuevas necesidades de formación o de implantación sin tener aún un manejo de todo lo que puede abordarse desde la ACP. La respuesta de este sector debería pasar por la asunción de la responsabilidad y la importancia por parte del ámbito privado, tal y como reflejan los datos actuales (Abellán et al., 2021), para dejar a un lado estrategias más propias del marketing, dando paso a un sistema centrado en la persona en el que verdaderamente se priorice el bienestar frente al llenado de plazas, la identificación de entornos y planes de vida frente a elementos técnicos alejados de las realidades de las personas usuarias o la apuesta por que todos los agentes implicados en los procesos gerontológicos, no solo las personas usuarias, se vean beneficiadas por este enfoque. 

En muchos casos, hablar de evolución consiste en una tarea de selección de oportunidades y esfuerzos, de tal manera que puedan alcanzarse los máximos objetivos con los recursos disponibles. Es por ello que, con la realidad del sector al que nos estamos refiriendo, identificamos aspectos mucho más urgentes y necesarios de ser abordados como son la coordinación sociosanitaria, la atención de todos los agentes, tanto públicos como privados, las condiciones laborales de las personas que a diario sostienen en sistema gerontológico o el avance hacia un sistema en el que se priorice las necesidades del servicio frente a los requisitos preestablecidos que pueda llegar a marcar una normativa. Únicamente con esto es con lo que, verdaderamente, nos posibilitaría hablar de una nueva fase.  

BIBLIOGRAFÍA

  • Abellán, A., Aceituno, M. P., Ramiro, D., y Castillo, A. B. (2021). Estadísticas sobre residencias: distribución de centros y plazas residenciales por provincia. Datos de septiembre de 2020. Envejecimiento en RED. CSIC. http://envejecimiento.csic.es/documentos/documentos/enred-estadisticasresidencias2020.pdf
  • Bonafont, A. (2020). Guía Nº 5: Atención Centrada en la persona: Historia de Vida y Plan Personalizado de Atención y de Apoyo al Proyecto de Vida. Fundación Pilares. 
  • Garde, M. C. (30 de junio de 2022). ANEA pone en duda la viabilidad del nuevo modelo de residencias. Diario de Navarra. https://www.diariodenavarra.es/noticias/navarra/2022/06/30/anea-pone-duda-viabilidad-nuevo-modelo-residencias-533121-300.html
  • Martínez, J. P., Méndez, I., Secanilla, E., Benavente, A., y García, J. (2014). Burnout en cuidadores profesionales y calidad de vida en residentes de centros institucionalizados. European Journal of Investigation in Health, 4(1), 41-53. 
  • Martínez, T. (2013). Decálogo. ACP Gerontología. http://www.acpgerontologia.com/acp/decalogodocs/sudecalogo.htm
  • Martínez, T., Díaz-Veiga, P., Sancho, M., y Rodríguez, P. (2014). Conocer a la persona y apoyar su autodeterminación. El plan de Atención y Vida. Cuadernos Prácticos. Matia Fundazioa. 
  • Méndez, I., Secanilla, E., Martínez, J. P., y Navarro, J. (2011). Estudio comparativo de burnout en cuidadores profesionales de personas mayores institucionalizadas con demencias y otras enfermedades. European Journal of Investigation in Health, 1(2), 61-70. 
  • Pérez, J., Ramiro, D., Aceituno, P., Muñoz, C., Bueno, C., Sebastián, J., Fernández, I., Castillo, A. B., de las Obras-Loscertales, J., y Villuendas, B. (2022). Un perfil de las personas mayores en España 2022. Indicadores estadísticos básicos. Informes Envejecimiento en red. CSIC. http://envejecimiento.csic.es/documentos/documentos/enred-indicadoresbasicos2022.pdf

Sevilla, 1 de junio de 2023

Fernando Relinque Medina
Profesor Contratado Doctor del Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales. Universidad Pablo de Olavide

Mireia Masdeu Valdivia
Alumna de Postgrado del Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales. Universidad Pablo de Olavide

Desde hace algunos años, la Federación Internacional del Trabajo Social está haciendo esfuerzos por involucrar la profesión con la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente, como algo indisoluble del bienestar social y como parte del corpus profesional del trabajo social. Lemas del Día Mundial del Trabajo Social  como fue “Promoviendo comunidades y entornos sostenibles” en el 2017 o “Construyendo juntos un nuevo modelo ecosocial: sin dejar nadie atrás” en 2022, refuerzan este compromiso. 

La conciencia de pertenencia a una vida eco-sistémica, donde el bienestar de lo que nos rodea, sean personas, entornos, comunidades, organizaciones, etc. está directamente relacionado con nuestra propia calidad de vida y bienestar, constituye la base epistemológica sobre la que se cimenta el Trabajo Social Verde.

Sin embargo, la relación entre Medio Ambiente y Trabajo social ha sido tímidamente abordada en la bibliografía académica, profesional y científica especializada. En su mayoría han sido estudios puntuales, no integrales, que tratan de visibilizar las consecuencias sociales de determinados territorios con estrés ecológico o derivadas de catástrofes ambientales o climáticas (Dominelli, 2015; Sepulveda-Hernandez et al., 2022), y, por tanto, ponen el foco en cómo el trabajo social puede intervenir sobre estas consecuencias sociales de situaciones ambientales adversas como sequías (Chiwara & Lombard, 2018), inundaciones (Maarefvand et al., 2020),  migraciones por causas climáticas (Park, 2019), etc.  

Sin embargo, sin ánimo de restar un ápice de importancia a estos estudios y corrientes de pensamiento, se hace necesario transitar un recorrido, a menudo obviado, que supone el fundamento o la epistemología del Trabajo Social Verde o, quizás mejor dicho, Trabajo Social Ecológico (Ibrain, 1986).

EL DESARROLLISMO Y SUS CONSECUENCIAS PERVERSAS EN LA SOCIEDAD Y EL MEDIO AMBIENTE

Sería pretencioso, para ello, retrotraer la mirada demasiado tiempo atrás para comprender el origen y significado de esta área del trabajo social, pero quizás desde la finalización de la II Guerra Mundial hasta nuestros días puede dar una visión clara de cómo el trabajo social se encuentra íntimamente ligado al medio ambiente.

La reconstrucción de una Europa devastada por las dos contiendas mundiales que se dieron cita en la primera mitad del siglo XX, debía hacer frente a un grave problema de vivienda e infraestructuras y a una economía resentida por la crisis postbélica. Sin duda, una situación de debilidad que le forzó a caer en los brazos de un capitalismo feroz importado que, a través de diferentes programas de reconstrucción, posibilitó la restauración urbanística, estructural y económica del viejo continente, y con ello, también inoculó el capitalismo por la vía del desarrollismo en la mayor parte de los países europeos. 

Este desarrollismo que se extendió por todo el territorio europeo, supuso una nueva era de auge y expansión con la llegada de grandes infraestructuras como presas, carreteras, crecimiento de grandes ciudades, urbanización, formación de la clase obrera (Domènech i Sampere, 2003), etc. 

Unido a este desarrollismo, a partir de los años 70, la población sucumbió al calor de los nuevos desarrollos turísticos, hoteleros y de servicios, permitiendo servir de salvavidas al ralentizado motor económico tras la reconstrucción europea (Marrero et al., 2011). El turismo residencial y hotelero se expandió como la pólvora, aunque para ello se hayan tenido que ver comprometidas zonas naturales de altísimo valor ecológico, sufrir desplazamientos forzosos de población nativa de sus lugares de origen e, incluso, la modificación o asimilación cultural, de tradiciones y legislación para hacer posible la llegada de la gallina de los huevos de oro, el turismo (Gascon, 2016; Huete, 2010).

Y con el advenimiento del turismo y la globalización nos hemos convertido en una sociedad de servicios (Rubio Benito, 2000), que se sostiene gracias a un consumo masivo. Este desarrollismo que hemos vivido no es más que el máximo exponente de las leyes del liberalismo que ya vislumbró Adam Smith en el siglo XIX (Elton, 2012), un liberalismo cuya base es la acumulación de riqueza y, por supuesto, el individualismo por encima del colectivismo.

El individualismo es un mecanismo perverso en el que estamos inmersos desde hace más de medio siglo y que hemos naturalizado en nuestras relaciones y nuestro modo de vida, aun siendo el responsable de dejar a mucha gente atrás.

Desde esta óptica, podría verse el desarrollo del sistema de servicios sociales en los años 70 como una estrategia para mitigar un desarrollismo que paulatinamente va degenerando la sociedad y dejando fuera a más personas (desempleo, pobreza, adicciones,…) poniendo en tela de juicio la viabilidad del propio sistema liberal. En síntesis, desde esta visión, la función de los servicios sociales es rescatar a todas aquellas personas y colectivos que quedan fueran de este sistema capitalista y reintroducirlas en el mismo sistema injusto que hemos creado.

Y a esto es lo que se suele llamar Estado de Bienestar. ¿De verdad ha existido un Estado de Bienestar? Indudablemente han sido unas generaciones con un nivel de bienestar muy elevado, pero con una serie de consecuencias nefastas que hemos interiorizado como sociedad. En primer lugar, hemos asumido la tesis individualista, cada uno trabaja para su beneficio propio, trasladando al Estado la responsabilidad de qué hacer con aquellos que, por diversas circunstancias, no pueden alcanzar un adecuado nivel de bienestar o de inclusión. Y, por supuesto, hemos asumido la acumulación de riqueza, equiparando el éxito en la vida con la capacidad de acumulación y consumo. Este éxito se ha convertido en un fin como miembros de la sociedad, aunque para ello se generen procesos de exclusión social o se esquilmen los recursos naturales de los que depende la vida misma.

Sin embargo, en la crisis del 2007, los motores económicos tradicionales dieron muestras serias de agotamiento, habiéndose llegado a un punto de inflexión tras años de aumentos históricos en la producción (Niño Becerra, 2010). También el consumo había llegado a su tope máximo con un endeudamiento masivo de la sociedad. Si el mundo hiperdesarrollista y de consumo ha llegado a su cénit ¿qué podemos hacer? Quizás merecería una reflexión profunda sobre el resultado de esta crisis socioeconómica del 2008 y de la oportunidad perdida de reinventar una nueva sociedad más justa y respetuosa con los demás y con el medio, pero la inercia de consumo y desarrollo opacaba cualquier otra opción que no fuera seguir consumiendo, hiperdesarrollando y acumulando. 

Pero llegaron las tecnológicas y su mundo online aún por construir. De la mano de ellas, con Apple a la cabeza, en la segunda década del siglo XXI se reactivó el desarrollismo e hiperconsumo gracias a la tecnología. 

Por otra parte, desde finales del siglo XX va emergiendo con una fuerza creciente una verdad incómoda (parafraseando a Al Gore), las consecuencias climáticas de este hiperdesarrollismo. En 2003, en la COP3, se firma el Protocolo de Kioto en el que se exige a las partes que inicien negociaciones para reducir las emisiones mediante objetivos cuantitativos y plazos concretos. No obstante, a pesar de las sucesivas reuniones mundiales, los esfuerzos de organizaciones ecologistas y los potentes movimientos de la sociedad civil, los gobiernos han mostrado una sorprendente debilidad frente a los intereses de las grandes empresas e industrias, alcanzando compromisos con demasiado retraso y de muy bajo nivel a pesar de la emergencia climática a la que asistimos.  

Los estudios científicos sobre cambio climático dibujan una  realidad dramática en la que millones de personas van a ver comprometidas sus vidas, en la que vamos a tener que afrontar problemas cruciales como la carestía alimentaria, condiciones meteorológicas más agresiva, falta de materias primas, desplazamientos forzosos por causas climáticas, etc, con las herramientas que nos ha dejado el desarrollismo en las últimas décadas: individualismo, acumulación de riqueza e hiperconsumo. 

NECESIDAD DE UN CAMBIO DE PARADIGMA. HACIA UN TRABAJO SOCIAL VERDE

El trabajo social no puede situarse al margen de esta realidad. La mitigación de las consecuencias sociales del cambio climático, la reivindicación de políticas sostenibles que tendrán efectos directos en la reducción de desigualdades sociales y la corresponsabilidad de los servicios sociales con el medio ambiente son áreas prioritarias de la profesión del trabajo social en el siglo XXI. Se requiere de un cambio de paradigma, que debe basarse en tres elementos principales:

  1. Ser consciente del impacto que el desarrollismo ha tenido en la manera de organización y gestión de las sociedades, comprometiendo seriamente el medio ambiente y el bienestar de la sociedad.
  2. Comprender la transversalidad del medio ambiente, que genera consecuencias directas sobre la vida de las personas y que, por tanto, el trabajo social debe asumir esta transversalidad desarrollando políticas sostenibles en todas y cada una de las prácticas profesionales.
  3. Generar prácticas comunitarias alternativas que favorezcan prácticas sostenibles y respetuosas con el medio ambiente y potencien el cooperativismo, frente al individualismo, para minimizar el impacto social del cambio climático.

En definitiva, como profesión, debemos transitar de una lógica desarrollista, basada en la sociedad de servicios, donde el trabajo social se encuadra como uno más de los servicios que se ofrecen, a una lógica eco-social, donde el trabajo social hace valer su cuerpo epistemológico, teórico y práctico para la generación de comunidades resilientes, desarrollo de políticas respetuosas con el medio ambiente, con la sociedad y su diversidad y reivindicar prácticas sostenibles para reducir las agresiones al medio ambiente que inevitablemente inciden directamente en el bienestar social. 

Este cambio de paradigma comporta la base y definición del Trabajo Social Verde o Trabajo Social Eco-Social.

Trabajar desde el paradigma del Trabajo Social Verde requiere tomar conciencia de que el bienestar de la sociedad pasa por tener presente la noción econsistémica, generando entornos eco-socialmente resilientes, esto es, entornos donde las personas que lo habitan disponen de capitales, relaciones y herramientas adecuadas para afrontar de manera participada los procesos y cambios sociales, económicos políticos y culturales que les afectan y son capaces de producir soluciones y estrategias sostenibles en el tiempo, respetuosas con el medio e integradores de los sujetos en su diversidad.

REFERENCIAS

Dominelli, L. (2012) Green Social Work: From Environmental Crises to Environmental Justice. Polity Press. Cambridge.

Chiwara, P., & Lombard, A. (2018). Mitigating the impact of drought in Namibia Implications for social work practice, education and policy. En L. Dominelli (Ed.), Routledge Handbook of Green Social Work (pp. 293-306). Routledge. https://www.webofscience.com/wos/woscc/full-record/WOS:000462909900027

Domènech i Sampere, X. (2003). La otra cara del milagro español: Clase obrera y movimiento obrero en los años del desarrollismo. Historia contemporánea, 26, 91-112.

Dominelli, L. (2015). The opportunities and challenges of social work interventions in disaster situations. International Social Work, 58(5), 659-672. https://doi.org/10.1177/0020872815598353

Elton, M. (2012). The Morality of Self Interest in Adam Smith. Convivium, 25, 71-89.

Gascon, J. (2016). Residential tourism and depeasantisation in the Ecuadorian Andes. Journal of Peasant Studies, 43(4), 868-885. https://doi.org/10.1080/03066150.2015.1052964

Huete, R. (2010). Opinions and attitudes towards residential tourism in the south of the Valencian Community. Pasos-Revista De Turismo Y Patrimonio Cultural, 8(4), 445-461. https://doi.org/10.25145/j.pasos.2010.08.040

Ibrain, T. (1986). Sobre el sentido «ecológico» del trabajo social. Servicios sociales y política social, 5, 39-40.

Maarefvand, M., Ghiabi, M., & Nourshargh, F. (2020). Social work post-disaster response in Iran: A case study of the 2019 mass flooding in Poldokhtar, Lorestan. International Social Work, 00208728211018742. https://doi.org/10.1177/00208728211018742

Marrero, G. A., Puch, L. A., & Gutiérrez Navratil, L. F. (2011). Los efectos medioambientales del boom y el parón inmobiliario. Economía industrial, 379, 145-158.

Niño Becerra, S. (2010). El crash del 2010. https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=593942

Park, Y. (2019). Our House Is on Fire: Social Work and the Crisis of Immigration. Affilia-Journal of Women and Social Work, 34(4), 413-420. https://doi.org/10.1177/0886109919880349

Rubio Benito, M. T. (2000). De la sociedad agraria a la sociedad de servicios. A distancia, 1, 191-200.

Sepulveda-Hernandez, E., Ucar, X., & Rodriguez-Flores, P. (2022). Social intervention in socio-natural disasters (SND): Analysis from social work students from Coquimbo and Atacama in Chile and the challenges for disciplinary eco-training. Eleuthera, 24(2), 295-320. https://doi.org/10.17151/eleu.2022.24.2.15

Málaga, 17 de mayo de 2023

Santiago David Gallardo Herrero
Orientador del programa de Mayoría de Edad Alta intensidad (P+18)

Santiago David Gallardo Herrero, orientador del programa de Mayoría de Edad Alta intensidad (P+18) desde sus inicios en Málaga. Ha desarrollado su labor profesional en diversas asociaciones, siempre ligado a dicho programa desde el año 2006, previamente trabajó en distintos recursos residenciales para menores tutelados. En el siguiente artículo comparte su experiencia.

Comencé a trabajar casi por casualidad en un centro de protección de menores, más concretamente en un residencial básico con forma de piso integrado en la comunidad, en el año 2002. En aquel momento el desconocimiento tanto en relación al trabajo que se realizaba en dichos dispositivos por parte de los profesionales recién licenciados como yo, como la escasa incidencia mediática que tenían tanto los y las menores tutelados/as como los lugares en los que se trabajaba con esta infancia más o menos olvidada, nos situaba de cara al público general en un lugar poco profesionalizado, más cercano a la caridad y al voluntariado que a una rama de las distintas disciplinas sociales que pretenden solventar, de alguna manera, las carencias de distintos sectores de la población y evitar así su condena a la exclusión social. 

En este sentido, y como veremos después, la infancia en riesgo y el trabajo con ella parecía no estar en el centro de ningún tipo de debate, quedando oculta entre otras cuestiones sociales “más acuciantes”, acaparando un escaso porcentaje de los discursos políticos, y por lo tanto, un escaso porcentaje de la inversión por parte de los diferentes gobiernos. 

Menor extranjero no acompañado

En estos años comienza a verse con más asiduidad una figura ya conocida en otras zonas fronterizas como es “menor extranjero no acompañado”. El desarrollo económico, la entrada en el euro por parte de España y el consiguiente aumento de  las diferencias económicas con nuestros vecinos africanos vuelve a nuestro país, ya no solo una zona de paso en el viaje hasta Europa,  sino un lugar apetecible en sí mismo como destino para mejorar las condiciones económicas de familias enteras y, en el caso que nos ocupa, de hijos (y en mucha menor medida hijas) menores de edad sin un futuro laboral y económico cierto y deseosos/as de aportar a la situación económica de sus progenitores. 

En este panorama, el paso a la mayoría de edad de este colectivo directamente no existía en la mente de nadie. La pregunta acerca de qué pasaba con un o una menor que residía en un centro de protección al cumplir la mayoría de edad, era una cuestión que sorprendía en sí misma por la paradoja que suponía: ¿Un/a menor mayor? ¿Se tutela a un/a mayor de edad sin familia?¿Qué pasa con estos niños y niñas cuando dejan de serlo al menos legalmente?.

Básicamente lo que ocurría en la mayoría de los casos en los que un/a menor de edad cumplía los 18 años era que, o bien era capaz de mantenerse económicamente con un empleo medianamente estable para poder emanciparse, o volvía con la familia de la que una vez había sido retirado por ser incapaces de protegerlo y cuidarlo, o, en el peor de los casos, terminaba en circuitos de exclusión social, marginalidad y precariedad. En el caso de los/as menores extranjeros/as sin familia, en el territorio español se añadía a esta precaria perspectiva el propio hecho del desarraigo cultural, un manejo del idioma insuficiente y la imposibilidad de contar con una documentación que les permitiese trabajar para poder sustentarse, quedando abocados en muchos casos a la exclusión social, al trabajo irregular y en numerosas ocasiones al ilegal (drogas, prostitución, etc.).

Recursos de atención

Concretamente en nuestra comunidad autónoma, Andalucía, los primeros proyectos entre los años 1997 y 1998 relacionados con la integración y emancipación de los y las jóvenes tutelados/as, surgen a través del desarrollo del Plan +18, que inicialmente contaba con medidas y programas de media intensidad (orientación externa y algún apoyo económico a través del Programa Labora).

Alrededor del año 2000 comienzan las primeras experiencias piloto en algunas provincias andaluzas como Cádiz, en relación a los programas de alta intensidad, es decir, enmarcados dentro del Plan +18 aparecen los primeros recursos residenciales exclusivos para jóvenes extutelados entre 18 y 21 años en los que, además de la orientación formativa y laboral, comienzan a trabajarse también aspectos relacionados con la integración social y comunitaria y la vida independiente. 

En Málaga los primeros recursos residenciales se conciertan en el año 2004 con las asociaciones Movimiento por la Paz (MPDL) y Nueva Alternativa de Intervención y Mediación (NAIM), inicialmente se cuenta con dos recursos para chicos con un total de 8 plazas y uno para chicas con 4 plazas. A partir de la redacción en 2005 de la ley que regula las subvenciones para entidades colaboradoras con recursos para jóvenes que hayan estado tutelados por la administración, se amplían el número de plazas en Málaga en 2006 a un recurso residencial más con 4 plazas para chicos, en el que comienzo a trabajar. Así, finalmente, contábamos con 4 recursos residenciales en Málaga con un total de 12 plazas para chicos y 4 para chicas. 

La escasez de plazas no se ve solucionada hasta bien entrada la década de 2010, cuando se origina en gran medida, como veremos después, la dinámica de trabajo de los propios recursos residenciales para personas extuteladas y se hacen patentes los propios déficits que emergen en ellos. Así surgen algunas asociaciones que, con recursos propios y subvenciones menos específicas, comienzan a acoger también a jóvenes extutelados en recursos para personas sin hogar o reservan algunas plazas para esta población, hasta que también comienzan a aparecer subvenciones de ámbito estatal (IRPF) pero gestionadas a través de la comunidad autónoma multiplicando los recursos residenciales.

Finalmente, aparecen en el 2021 los programas JEM (Jóvenes Extutelados Migrantes) que definitivamente han aumentado, hasta sobrepasar la centena, el número de plazas residenciales dedicadas en exclusiva para jóvenes extutelados y extuteladas. 

Por último, el aumento de plazas en recursos residenciales exclusivos para jóvenes extutelados/as también se ha visto acompañado de un aumento de los programas de media y baja intensidad para trabajar con estos/as jóvenes preparándolos/as así para la vida adulta, desde que se encuentran en los propios centros de protección y ven cada vez más cerca la mayoría de edad. 

Programas de intervención

Tanto en los recursos de media intensidad como en los recursos de alta intensidad nos encontramos con jóvenes de diversas características y problemáticas que pueden definir concretamente las áreas de trabajo fundamentales, siendo siempre este trabajo individualizado y personal a cada joven. Algunas de las áreas que son desarrolladas en los diferentes recursos por distintas figuras profesionales han ido modificándose hasta llegar al  trabajo más integral que se puede dar en la actualidad, en ámbitos como empleo, documentación, formación, integración o más relacionadas con la vida cotidiana.   

Como decíamos anteriormente, la propia dinámica de la escasez de plazas planteó y afianzó unas líneas de trabajo que priorizaban una serie de cuestiones sobre otras. Así el hecho de contar, por ejemplo, con 12 plazas para chicos en toda la provincia de Málaga cuando más de 100 menores de edad cumplían los 18 en un solo año, hacía que la selección de los jóvenes participantes fuese muy dura. Los criterios a tener en cuenta siempre valoraban e intentaban ponderar entre la necesidad manifiesta y la capacidad de aprovechar un recurso. 

Así numerosos jóvenes con itinerarios fluctuantes, incidencias y/o problemáticas añadidas eran rechazados, ya que no se veían a la altura, en el limitado tiempo disponible -normalmente un año después de cumplir los 18- alcanzar una serie de objetivos extremadamente difíciles para poder conseguir emanciparse adecuadamente. Si había una mínima posibilidad de reagrupación, emancipación en solitario, o de participación en otro tipo de recurso, también eran desestimadas determinadas candidaturas. 

A partir de estas mismas necesidades se comienzan a priorizar algunas áreas de trabajo sobre otras. Él área de documentación para los y las  jóvenes migrantes se convierte en prioritaria, seguida del área laboral y económica ya que, a pesar de todos esfuerzos y el trabajo de los diferentes equipos, si los y las jóvenes no eran capaces de sustentarse por sí mismos mediante un empleo no podían emanciparse de ninguna manera. Se convierte en un objetivo primordial que los y las jóvenes pudiesen  sustentarse económicamente en el menor tiempo posible. Desgraciadamente, en muchos casos el único empleo al que podían acceder solía ser precario y mal pagado como en el régimen agrario, en los puestos más básicos de la hostelería, etc. 

Las habilidades relacionadas con la búsqueda de empleo y su mantenimiento, los recursos formativos breves que capacitan al desempeño de trabajos sin mucha especialización, han sido los aspectos más utilizados y demandados en el trabajo con los y las jóvenes, que a menudo abandonaban sus estudios (grados medios y superiores) debido a la escasez de tiempo, llegando a ser casi residual la participación en estudios universitarios por parte de la juventud extutelada. Actualmente, la ampliación del número de plazas ha conllevado una flexibilización del tiempo disponible, siempre ligado a la consecución de objetivos, propiciando así la participación en formaciones más complejas y duraderas y favoreciendo especializaciones, incluso en el ámbito universitario. 

Uno de los aspectos que se ha priorizado, y aún hoy sigue siendo fundamental, es la posibilidad de documentación de los y las jóvenes migrantes. Desde las primeras legislaciones específicas en materia de extranjería -Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero y posteriores modificaciones- el reconocimiento de la autorización de residencia para menores extranjeros no acompañados/as, se ha basado siempre en la autorización de residencia no lucrativa, es decir, una autorización de residencia que permitía vivir legalmente en territorio español pero incapacitaba para trabajar legalmente. 

Los criterios de renovación de la misma se fueron volviendo más y más duros hasta llegar a la práctica imposibilidad de renovación de la autorización de residencia de un mayor de edad extutelado si no mediaba una modificación hacia una autorización para trabajar. En este caso nos encontrábamos con requisitos tan complicados (contrato de un año a jornada completa, justificación económica de los 3 últimos años mostrando impuestos y otros pagos, presentación personal por parte del administrador/a de la empresa en las oficinas de extranjería, aportación a la administración de documentación sensible e importante para las empresas, etc.) que hacía que solo las empresas más comprometidas socialmente estuviesen dispuestas a contratar a un o una joven migrante. Afortunadamente, y tras muchos años de movilizaciones por parte de los colectivos profesionales y diversas entidades, la última modificación en relación a los artículos 197 y 198 del Real Decreto 557/2011, de 20 de abril, por el que se aprueba el Reglamento de la Ley Orgánica 4/2000, las autorizaciones de residencia de menores tutelados/as y jóvenes extutelados/as autorizan a trabajar y se renuevan en las mismas condiciones que un permiso de trabajo, favoreciendo así la integración social y una posible emancipación económica y personal.  A pesar de las mejoras producidas en el ámbito de la legislación, continúa siendo de extrema importancia el proceso de documentación y renovación de la misma, de cara a una participación social activa y a una integración real de la población extutelada.

Otra de las áreas, que cobra cada vez mayor importancia, tiene que ver con las habilidades relacionadas con la vida cotidiana. Así uno de los puntos fuertes de los recursos de alta intensidad en los programas de mayoría de edad está directamente relacionado con la presencia/ausencia de los y las profesionales que trabajan con los y las jóvenes. La ruptura con las dinámicas más asistencialistas de los centros de protección de menores y el comienzo de gestión de la vida cotidiana con el apoyo y supervisión de profesionales, que no convive con ellos/as, facilita su futura integración en la comunidad que, en otras ocasiones, se veía abocada a un ‘salto mortal’ en el que, tras las condiciones de protección y a veces sobreprotección de los centros, encontraban en la libertad de la vida en solitario una distancia tan grande que eran incapaces de gestionar de una manera adecuada, provocando grandes fracasos.

El reto de la emancipación

La mejora de las condiciones, el aumento de las plazas disponibles y de subvenciones dedicadas a la mejora de la situación de los y las jóvenes extutelados/as ha supuesto un increíble salto en relación con las posibilidades de integración de esta población tan desconocida por un lado y tan usada mediáticamente por otro. No obstante la distancia efectiva entre la mayoría de edad legal, que determina las obligaciones por parte de los distintos gobiernos con la infancia, con la mayoría de edad efectiva, tal y como se vive en la mayoría de las familias españolas y que determina la emancipación de la juventud y/o el abandono del hogar familiar, no para de crecer. 

La mayoría de los y las jóvenes que viven en familias normalizadas, cada vez, abandonan más tarde el hogar familiar mientras que los y las jóvenes tutelados/as deben romper con una infancia/juventud de forma drástica para poder acceder a un mundo adulto. 

Es importante tomar conciencia de este fenómeno y desarrollar futuras medidas que pasen por reconocer la duración insuficiente del tiempo de integración que actualmente permite la permanencia en los pisos de mayoría de edad y la diferencia social que se genera entre jóvenes que provienen de familias normalizadas y jóvenes extutelados/as.

TSDifusión, 8 de marzo de 2023

Con motivo del Día Internacional de la Mujer, hemos seleccionado algunas propuestas que pueden ser de vuestro interés. Son contenidos para la reflexión, para ser compartidos y también para el movimiento, la acción.

La mujer como profesional del trabajo social
Autora: Rodríguez-Miñón Sala, Elena
Revista TSH 80
ENERO – 2017 Primer Cuatrimestre

https://www.trabajosocialhoy.com/articulo/159/la-mujer-como-profesional-del-trabajo-social/

Interesante artículo que no deja de ser actual y que nos hace reflexionar sobre el por qué de la feminización del Trabajo Social, la vinculación a los cuidados, su implicación en la desvalorización profesional. También aborda la segregación laboral y el techo de cristal en Trabajo Social.

“Por ti primero”

8 de marzo – Día internacional de la mujer – Ayuntamiento de Málaga (8mmalaga.es)

Este enlace hace una llamada a unirnos a través de la sororidad, el afecto, la amistad, la solidaridad entre mujeres, a percibirnos como iguales, a aliarnos y compartir, a cambiar una realidad que en algún momento nos hace sentir oprimidas. Por todas, y “por mi primero”.

Hay una agenda de interesantes actividades organizadas con motivo del 8M.

La propuesta “Aprende y comparte” es muy recomendable. Encontrarás música, podcasts, lecturas, cine y series, para ti y para compartir.

Guía profesional: Trabajo Social desde una perspectiva de género. Parte I y II
Fecha de publicación: 30 de noviembre de 2022
Autor: Consejo General del Trabajo Social / Cristina Mateos Casado
Editor: Consejo General del Trabajo Social

https://www.cgtrabajosocial.es/publicaciones/index

En este enlace puedes acceder de forma gratuita a dos guías editadas por el Consejo General de Trabajo Social. Como indican, para: “enriquecer la disciplina desde una posición social crítica, de género y feminista que propone un nuevo proceso contemporáneo de revisión, reposicionamiento y cuestionamiento dentro de la profesión.”

Entre sus contenidos encontramos: figuras históricas de la profesión, normativa nacional e internacional en materia de igualdad, perspectivas epistemológicas, aportaciones técnicas y teóricas de profesionales. Se analiza trabajo social y género desde diferentes ámbitos de desarrollo profesional, así como la necesidad de incorporar la perspectiva de género en los instrumentos profesionales.

Píkara Magazine

https://www.pikaramagazine.com/

Te recomendamos que ‘eches un ojo’ a Píkara Magazine, Premio Estatal de Trabajo Social del Consejo General en la categoría de Comunicación “por dar voz de denuncia de las políticas, o actuaciones y actitudes que fomentan la igualdad y la justicia social.”

Pero, ¿quiénes son? Así se presentan: Pikara Magazine practica un periodismo de calidad, con perspectiva feminista, crítico, transgresor y disfrutón. No nos definimos como una revista especializada en feminismo, sino que tratamos todo tipo de temas sociales, políticos y culturales con una mirada feminista.

Revisita TSDifusión

Como cierre, te invitamos a revisitar TSDifusión, que a lo largo de los años ha abordado la desigualdad de género, la violencia sobre la mujer, el feminismo, etc. Podrás encontrar artículos relacionados en nuestra hemeroteca: https://www.tsdifusion.es/hemeroteca

TSD números: 33, 34, 44,107,115, 130, entre otros. También puedes encontrar artículos más recientes https://www.tsdifusion.es/category/sectores-de-poblacion/mujeres

Coahulia (México), 13 de febrero de 2023

Jesús Acevedo Alemán
Doctor en Políticas Sociales, con especialidad en Trabajo Social. Profesor de Tiempo Completo, Facultad de Trabajo Social. Universidad Autónoma de Coahuila, Saltillo, México

Daphne Jaqueline Pérez Siller
Trabajadora Social. Facultad de Trabajo Social Universidad Autónoma de Coahuila, Saltillo, Coahuila, México

Reflexionando sobre los trastornos

Según la Organización Mundial de la Salud (2022), un trastorno mental en principio se puede entender cómo, aquellas alteraciones clínicamente significativas de la cognición; dentro de la regulación de las emociones o el comportamiento de un individuo. En la mayoría de las ocasiones son entendidas como problemas de salud mental. Destacando el mismo organismo, que se pueden agrupar varias, y de diferentes tipologías, por el hecho de que el término es aún más amplio y puede abarcar, desde los trastornos mentales, las discapacidades psicosociales y otros estados mentales asociados a la angustia, a la discapacidad funcional o riesgo de conducta autolesiva. 

Por su parte, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, DSM-V-TR (2022) en sus más recientes modificaciones le denomina “Trastornos del desarrollo neurológico”, agrupando ocho dimensiones de ellas, como lo son: las Discapacidades intelectuales, los Trastornos de la comunicación, Trastornos del espectro del autismo, Trastornos de atención con hiperactividad, Trastorno específico del aprendizaje, Trastornos motores, Trastornos de tics y Otros trastornos del desarrollo neurológico (imagen 1).

Los desafíos que emanan del acompañamiento e intervención en los sectores poblacionales que atraviesan por algún tipo de Trastorno del Desarrollo Neurológico, se podrían agrupar en diferentes dimensiones, desde las personales, familiares, sociales, institucionales, sociedad civil, entre otros. En el caso puntual del ámbito educativo, las dificultades que se potencializan con el trabajo con los niños, niñas y adolescentes que presentan algún tipo de discapacidad intelectual, o trastorno de hiperactividad, repercute no solo en la formación escolar, sino en la dinámica de las familias, las cuales, al verse rebasadas en sus competencias parentales, es caldo de cultivo para la generación de escenarios y dinámicas estresantes de hostilidad y violencia. Revelando todo un entramado de necesidades y problemáticas en las familias, que requieren de acompañamientos cada vez más especializados y pertinentes, desde las diferentes trincheras disciplinares, como puede ser desde el Trabajo Social.

Imagen 1. Tipología de los Trastornos del Desarrollo Neurológico 

Fuente: DSM-V-TR (2022)

Repensando el Trabajo Social, frente a la esquizofrenia social

Ahora bien, aunado a lo anterior, en un mundo globalizado, de abrumantes transformaciones sociales, y de fenómenos complejos, que ofrecen oportunidades para un repensar del Trabajo Social como profesión y en consecuencia, para mejorar los diseños metodológicos que atiendan dichos desafíos sociales; a través de los conocimientos que permitan cultivar y reforzar no solo la identidad profesional, sino la capacidades para ubicarse en un mercado de trabajo cada vez más exigente y competitivo, como lo puede ser en una era Pos-pandémica (CELATS, 2022).

Momento histórico, donde predominan los fenómenos esquizofrénicos, caracterizados por la presencia de diversos trastornos mentales, en los cuales existe una distorsión del pensamiento, percepciones, emociones, lenguaje, conciencia y conducta; qué afecta a más de 21 millones de personas en el mundo y donde se desconoce su causa (Gobierno de México, 2022). En tal sentido, según el Foro Económico Mundial de Davos, se sitúa como el sexto riesgo global para el 2022, que se irá potencializando en los próximos años, representando la salud mental, uno de los elementos que más se estará deteriorando desde que empezó la pandemia del Covid-19 (Reunión Anual del Foro Económico Mundial, 2022).

Contexto, que se ha asociado al suicidio en todos los perfiles poblacionales, el cual según Acevedo (2019) en una era de creciente esquizofrenia social, se requiere de estrategias de mayor precisión, acompañadas de políticas publicas incluyentes, en donde se refleje la participación de todo los actores sociales e institucionales. A lo que Cornejo (2005) recomienda a partir de sus hallazgos en el caso del comportamiento suicida de los adolescentes, con algún tipo de trastorno, la necesidad de orientar estrategias de prevención del comportamiento suicida en diferentes niveles donde se observa el problema, como puede ser en los ámbitos familiares y educativos.

Argumentando Cassidy, Bradley, Robinson, Allison y McHugh (2016), la necesidad de fortalecer las valoraciones, los estudios vinculados a los impactos de las condiciones de los diferentes tipos de trastornos, y sus efectos en los riesgos de ideación y conductas suicidas, como es en el caso de las personas con Síndrome de Asperger; las cuales, son estigmatizadas peyorativamente como “flojos”, “malcriados”, “hiperactivos” o también como “tontos” o “estúpidos”. Etiquetas que afectan en su autoestima, ansiedad y depresión, y en casos más extremos en conductas suicidas. 

Desafiándose de igual manera, en el ámbito educativo, el cual pese a los esfuerzos por generar las condiciones incluyentes y de atención a las múltiples necesidades educativas, reconocidas en las premisas de la UNESCO (1994), donde se expone que las escuelas tienen que encontrar la manera de educar con éxito a todos los niños, incluidos aquellos con discapacidades graves. Que según la Unicef (2022), los niños, niñas y adolescentes con discapacidad, representan uno de los grupos de mayor marginación, y exclusión social, cuyos derechos son vulnerados de manera generalizada; enfrentando diariamente a actitudes negativas, estereotipos, estigma, violencia, abuso y aislamiento; así como la falta de políticas y leyes adecuadas, lo mismo que, la ausencia de oportunidades educativas y económicas.

Escenario que convoca a los diferentes profesionales, incluyendo al trabajo social; profesional que debe de involucrarse en el diseño de estrategias, y líneas de acción que permitan fomentar una cultura de equidad y de prácticas libres de violencia; bajo el respeto de los derechos humanos y las garantías necesarias para el buen vivir. Donde se involucren a las instituciones educativas, de manera que puedan generar acciones conjuntas, en diferentes niveles e impactos, mismas que contribuyan en el fortalecimiento emocional y la sanación de las familias, y cada uno de los actores involucrados en la atención aquellas condiciones de deterioro emocional. 

¿Mentes brillantes o enfermos mentales?

El conocimiento sobre el funcionamiento de la mente, cada día nos sorprende más, ante los nuevos hallazgos científicos; el reconocer que estamos frente a una nueva generación de humanos, con capacidades mentales distintas, nos abre la posibilidad para mejorar nuestros referentes teóricos y metodológicos. En tal sentido, al identificar que por una evolución genética en su cerebro, existen nuevos humanos que pueden relacionarse mental y emocionalmente con otros, y con su medio ambiente; pueden ver, oír y sentir, todo lo que los demás están experimentando; y que poseen un linaje genético que se destaca por contar con habilidades y destrezas por arriba del promedio; así como la capacidad de desafiar el sentido común, la audacia de recorrer el camino difícil y la manera de destacar por encima de los demás, gracias a la creatividad, el esfuerzo y la singularidad; estando en diferentes niveles cognitivos, donde sus relaciones interpersonales las llevan a otro nivel, y que son conocidos como los homo sensorium (Acevedo y Arteaga, 2019).

Donde autores como Gardner (1998), apuntan que dicha evolución del humano, se ha podido constatar al potencializar sus diferentes tipos de inteligencias, las cuales, pueden ostentar un solo sujeto en mayor o menor medida, dependiendo de su habilitación o destreza, como pueden ser: la inteligencia lingüística, lógico-matemática, espacial, musical, corporal y cinestésica, intrapersonal, interpersonal y naturalista. 

Es entonces, donde se contrasta las posturas entre el potencial de la mente y los Trastornos del Desarrollo Neurológico que pueden presentar. Premisa que pone en tela de juicio, las capacidades de la mente, frente los efectos adversos, ya sea por las condiciones de vida, por los escenarios hostiles, o por las realidades deprimentes que se pueden vivir; que sentencian a una mente brillante, en el mejor de los casos hacia el vituperio y escarnio social, o en el peor de los escenarios, hacia la locura o el suicidio, por sentirse incomprendidos, o no encontrarle, algún sentido a la misma vida (Barkley,1999). 

Lo anterior, como punta de iceberg, ofrece el panorama de varias áreas de oportunidades frente a los recientes entendimientos, de los trastornos del Desarrollo Neurológico; con directas implicaciones no solo, en el plano de las dinámicas personales, sino familiares, educativas, laborales, sociales, culturales, económicas, entre otras. Donde particularmente el trabajo social, puede generar innovaciones a partir de su congruencia disciplinar y su permanente búsqueda por una justicia social para todos.   

Consideraciones finales, pero no concluyentes 

La esquizofrenia social que se vive, acompañada por la necesidad de visibilizar aquello que no se entiende, mediante algún tipo de etiqueta que defina la salud mental, es y seguirá siendo, todo un tema reflexivo y de amplio espectro de construcción de nuevos saberes; que se irá acortando la brecha, en la medida que se disipe la ignorancia, el prejuicio y los miedos, por el conocimiento verdadero, aquel que pueda ser fundamentado, reflexivo, y proactivo, que busque en todo momento el mejorar las condiciones de vida de los menos favorecidos, o que mínimamente contribuyan a ir cerrando las brechas de las desigualdades sociales, frente un mundo que por su canibalismo social, sostiene aparentemente a los más fuertes, frente a los más débiles. Que a fin de cuenta, ¿quién dice?, que eso no es a la inversa, y aquellos etiquetados como enfermos mentales, pueden ser los que cuenten con las respuestas para mejorar el mundo y con ello, salvar a la misma humanidad. 

El cerebro y su entendimiento, como una Matrioshka, aún nos ofrece senderos y niveles que podemos seguir explorando, y al hacerlo se pueden identificar formas distintas de construir, y de generar ecosistemas incluyentes y de paz. ¡Atrévete a hacerlo!

Referencias

Acevedo Alemán, Jesús (2019). El suicidio infantil, retos de una sociedad global. Tópicos del Trabajo Socia. REVISTA INTERNACIONAL DE TRABAJO SOCIAL Y BIENESTAR ASARBE. Nº 8 (49-59) 2019.

Acevedo, J. y Arteaga, C. (2019). La irracionalidad. Porque de lo irracional también se puede hacer teoría. México, UNAM-ENTS

Asociación Americana de Psiquiatría (APA) (2022). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, 5.ª edición, DSM-5-TR 

Barkley, R. (1999). Niños hiperactivos: cómo comprender y atender sus necesidades especiales. Barcelona: Paidós. 

Cassidy, Sarah; Bradley, Paul; Robinson, Janine; Allison, Carrie y McHugh, Meghan (2016). Ideación suicida e intentos o planes de suicidio en adultos con Síndrome de Asperger, asistiendo a una clínica especializada en el diagnóstico: estudio de una cohorte clínica” RET, Revista de Toxicomanías. N.º. 77 – 2016 

Cornejo, J. W. (2005). Prevalencia del trastorno por déficit de atención hiperactividad en niños y adolescentes colombianos. En: Revista de Neurología. Vol. 40, No 12, pp. 716-722. 

Gobierno de México (2022). La esquizofrenia en México. https://www.gob.mx/salud/articulos/que-es-la-esquizofrenia 

Gardner, H. (1998). A Reply to Perry D. Klein’s ‘Multiplying the problems of intelligence by eight’. Canadian Journal of Education, 23 (1): 96–102. doi:10.2307/1585968. JSTOR 1585790.

OMS (2022). Trastornos mentales, su definición y cifras en el mundo. https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/mental-disorders

CELATS (2022). Trabajo social latinoamericano. https://celats.org/quienes-somos/

Reunión Anual del Foro Económico Mundial (2022). Riesgos globales de salud. https://es.weforum.org/events/world-economic-forum-annual-meeting-2022 

UNESCO (1994). Declaración de salamanca y marco de acción, para las necesidades educativas especiales, http://www.unesco.org/education/pdf/SALAMA_S.PDF

Unicef (2022). La discapacidad infantil. https://www.unicef.org/lac/ninos-ninas-y-adolescentes-con-discapacidad 

Granada, 27 de diciembre de 2022

Gema Ruiz Rodríguez
Trabajadora Social y Mediadora. Granada

El objetivo de esta investigación documental es mostrar a través de una serie de planteamientos teóricos la necesidad de instaurar servicios de apoyo enfocados al cuidado y atención sociosanitaria de las personas mayores dentro del entorno laboral. A nivel mundial el envejecimiento va en aumento, y circunstancias como la jubilación extensa para seguir cotizando en el sistema de seguridad social, la incorporación laboral tardía de los jóvenes, etc, hace necesaria la implicación de las políticas públicas y el sector privado. Es necesario favorecer la conciliación laboral y familiar, tanto de las propias personas mayores que aún siguen en activo y siguen manteniendo la economía familiar, como de las personas más jóvenes empleadas que, no sólo tienen que atender las necesidades de su familia nuclear (pareja, hijos), sino también las de su familia extensa (padres, suegros, tíos) en situación de dependencia o discapacidad. Una vez identificadas las necesidades de los/as trabajadores/as se plantean una serie de acciones sociales que favorezcan la conciliación familiar y laboral de los empleados en el entorno laboral. 

Actualmente el envejecimiento demográfico es un proceso activo, con variaciones entre países pero bien fijado, y con antagonismos sociales y económicos que lo convierte en un tema de transformación actual. 

En 2015, con la adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, las personas mayores, la edad, o ambas, se incluyeron explícitamente en algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Esta incorporación no fue al azar: fueron las mismas organizaciones de la sociedad civil, que están trabajando en favor de los derechos humanos de las personas mayores, las que generaron un debate y propuestas para incluirlas en la Agenda 2030. 

En España, el decremento de la tasa pensionista/cotizante implica la imposibilidad de que la fuerza productiva mantenga a los pensionistas en los términos actuales, de lo que cabe esperar que la vida laboral se alargue, con el consiguiente retraso en la edad de jubilación. El quinto objetivo, que busca lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a las mujeres y las niñas, se ha marcado entre sus metas reconocer y valorar los cuidados y el trabajo doméstico no remunerados, mediante servicios públicos, infraestructuras y políticas de protección social, promoviendo la responsabilidad compartida en el hogar y la familia; así como asegurar la participación plena y efectiva de las mujeres y la igualdad de oportunidades de liderazgo a todos los niveles decisorios en la vida política, económica y pública.

El Acuerdo de 31 de mayo de 2022, del Consejo de Gobierno, aprueba la I Estrategia de Conciliación en Andalucía 2022-2026. Ésta tiene como finalidad concebir la conciliación como un derecho de la ciudadanía y como una condición para garantizar la igualdad entre mujeres y hombres, ampliando los recursos para hacer compatible el cuidado familiar con la participación en el mercado de trabajo de hombres y mujeres. La estrategia parte de la necesidad del desarrollo de políticas públicas que favorezcan dicha conciliación, así como de la corresponsabilidad y la coeducación en la distribución y tiempos de los cuidados no remunerados y de la visión de la conciliación para compatibilizar la vida familiar y la laboral.

Por lo tanto, teniendo en cuenta el envejecimiento acelerado actual a nivel prácticamente mundial, es necesario reflexionar al respecto para tomar las medidas adecuadas.

Cambiar las condiciones de trabajo es, por una parte, cambiar la organización y, por otra, reducir o evitar un gran número de riesgos para la salud de las personas trabajadoras, y por tanto, reducir el envejecimiento “producido”. La transformación de las condiciones de trabajo solo puede hacerse a través de un proceso global que concierne, a la vez, a la organización de la producción y a la formación del personal. Esto acrecienta la vulnerabilidad de las personas que precisan cuidado y de las que lo brindan, que en la actualidad se ven directamente afectadas por la distribución desigual de los recursos según el origen familiar. Las familias monoparentales crecen y el modelo patriarcal en la empresa impide la conciliación, ya que la estructuración del trabajo sigue siendo diseñada para empleados varones y con una sola fuente familiar de ingresos, con horarios de trabajo que son incompatibles para cuidar a niños y personas mayores dependientes y/o con discapacidad. 

El rol de cuidado de los hijos, de las personas mayores y el mantenimiento del hogar ha estado tradicionalmente asignado a la mujer, que se ha dedicado en exclusivo a ello. En la actualidad los roles, o al menos sus funciones deben compartirse entre los cónyuges, si es que se quiere que ambos, padres y profesionales a la vez, puedan llegar a todo. El descenso brusco de natalidad es evidente, muchas mujeres han tenido que elegir entre la estabilidad laboral o tener hijos. Esta realidad requiere una especial atención puesto que preocupa de forma genérica. 

Las propias particularidades de los mercados laborales y la desigual distribución de oportunidades que caracterizan a la región andaluza, se traduce en la persistente inequidad socio-económica y de género. Consecuencia de este cambio demográfico, es que muchas personas viven un conflicto entre el trabajo y la familia. El conflicto trabajo-familia se da cuando las presiones del medio hacen que trabajo y familia no sean compatibles en algún aspecto (Greenhaus y Beutell, 1985). 

A nivel internacional, se han realizado una serie de estudios que revelan los problemas que se generan cuando no existe un equilibrio adecuado entre el tiempo y los esfuerzos que los trabajadores destinan a sus actividades laborales, y los espacios y energías que dedican a su vida familiar (Brett, 1997; Felmlee, 1995; Greenhaus et al., 1997; Klerman y Leibowitz, 1999;  Konek y Kitch, 1994, y Oppenheim-Mason y Duberstein, 1992). Entre ellos es posible mencionar los mayores riesgos de deterioro de la salud de los padres que trabajan, un mal desempeño en la función parental, la tensión psicológica, la ansiedad, la irritación frecuente, la depresión, el estrés laboral y los diversos problemas psicosomáticos (Frone, Russell y Cooper,1997). La dificultad derivada de la ejecución de múltiples roles no solo afecta a las personas, sino también a las empresas. La insatisfacción con el trabajo, el menor desempeño y compromiso con la organización, junto con mayores niveles de absentismo y rotación, pueden ser efectos derivados de las tensiones provocadas por el desempeño simultáneo de los roles laboral y familiar (Greenhaus y Beutell, 1985).

Con respecto a todos los aspectos mencionados anteriormente y que afectan de manera grave, tanto a las personas mayores como jóvenes, es necesario hacer algunas consideraciones al respecto: 

Los datos que actualmente existen acerca de las cifras de envejecimiento de la población y las que se prevén en los próximos años, hacen visible la urgente y necesaria actuación del Estado, las Administraciones Públicas y el sector privado. Es fundamental implementar políticas de flexibilidad en cuanto a horario y espacio de trabajo. En una sociedad cambiante y diversa, como en la que vivimos, llegar al bienestar general de todas las personas es eje primordial y objetivo general de la Agenda 2030.

Una esperanza de vida alta trae consigo un envejecimiento prolongado en el que pueden aparecer situaciones de dependencia o discapacidad entre las personas mayores. Los acontecimientos vitales unidos a una jubilación tardía, hacen que las personas mayores necesiten recursos de apoyo enfocados a atender las necesidades básicas de su vida diaria para garantizar el bienestar de éstas. Las personas mayores prolongan su actividad laboral para seguir cotizando a la seguridad social, generar una pensión digna y seguir manteniendo la economía familiar. Por lo tanto, una alternativa a proponer, tanto a los poderes públicos como al sector privado, sería establecer mecanismos de conciliación para implantar esos recursos de apoyo cerca del entorno laboral. La población joven no solo cuida de su familia nuclear sino también de su familia extensa convirtiéndose así en dobles cuidadores.

Una inexistente conciliación trae consigo problemas familiares y dificultades en el propio entorno laboral. Todo ello pone en peligro la salud tanto física como mental de las personas que intentan, con todas las dificultades mencionadas anteriormente, sostener el sistema con un sobreesfuerzo. 

Como tal, la familia no es una institución aislada. Los hogares familiares están ligados al mercado de trabajo y a la organización de redes sociales, por lo que las tasas de fecundidad y de divorcio, o los procesos de envejecimiento, son parte de procesos sociales, económicos y culturales más amplios, que están también sujetos a las políticas públicas. Como institución social básica, la familia no puede estar ajena a los valores culturales y a los procesos políticos de cada momento o período histórico (Jelin, 2004).

En el momento actual en el que nos encontramos y en previsión de lo que se avecina en los próximos años, proponer estrategias sociales para elaborar una normativa conciliadora en España es una responsabilidad y un compromiso de todos, todas y todes trabajadores sociales para hacer frente al proceso de envejecimiento de la población.

Por un lado, es cierto que tras la aparición de la pandemia Covid-19 se ha incrementado en algunas empresas el teletrabajo como política de flexibilidad horaria. Pero por otro lado, para algunos/as trabajadores/as de otras empresas eso no ha podido ser posible al formar parte de los servicios esenciales básicos, que requerían la presencia física para sacar el trabajo adelante. Por lo que, es necesario proponer otras alternativas de flexibilidad para este tipo de empleados/as que compense la carga laboral y el riesgo de salud que han llevado consigo. Ejemplos podrían ser reducciones de jornada laboral actual, un banco de tiempo libre, flexibilidad a la hora de establecer los períodos de los días de vacaciones, etc. 

Una de las propuestas que se plantea como medida de apoyo sociosanitario es la Geronteca, un servicio diurno que se implantaría en el entorno laboral para favorecer la conciliación laboral y familiar. Este servicio estaría compuesto por profesionales  cualificados de las disciplinas del trabajo social, enfermería, terapia ocupacional, medicina, psicología, mediación, fisioterapia, así como personal de cocina y limpieza. Consistiría en ofrecer apoyo, cuidado y atención de las actividades básicas de la vida diaria de las personas mayores que, por un lado, sean familiares de los/as jóvenes trabajadores/as, así como las propias personas mayores que aún se encuentren en activo en la empresa y necesiten cuidados.  

Es un recurso novedoso, facilitador y accesible tanto para el entorno laboral como para el/la trabajador/a. A largo plazo puede convertirse en un servicio  que se ajuste de manera real a la situación de envejecimiento acelerada que vivimos para conseguir la tan deseada conciliación. La gestión del servicio podría clasificarse dentro de las promociones extrasalariales para los empleados/as siendo un beneficio para ambos. Por un lado el servicio invierte en la salud y bienestar de los/as trabajadores/as por lo que, éste/a funcionaría más productivamente, y por otro lado, los/as trabajadores/as conservarían su salud, tanto física como mental, lo que les permitiría poder llevar a cabo sus empleos con más motivación y calidad de vida a largo plazo. Un servicio que apueste por la salud de sus empleados/as, tiene garantizado que éste tenga una organización y coordinación óptima, lo que se materializa en su continuidad e ingresos en el tiempo.  

Como propuesta de líneas futuras y con la finalidad de comprobar la viabilidad del servicio, se podría realizar una investigación que persiga los siguientes objetivos: 

– Conocer la situación personal de los/as trabajadores/as en cuanto a cómo compaginan el empleo con las cargas familiares, incidiendo principalmente en el cuidado de las personas mayores de su entorno familiar. 

– Comprobar, a través de los resultados de los cuestionarios que se les proporcionen,  la necesidad de tener cercano el servicio de Geronteca como recurso de apoyo en el entorno laboral. 

BIBLIOGRAFÍA

  • I Estrategia de Conciliación en Andalucía 2022-2026. Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación. Junta de Andalucía. 
  • S. Huenchuan (ed.), Envejecimiento, personas mayores y Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible: perspectiva regional y de derechos humanos, Libros de la CEPAL, N° 154 (LC/PUB.2018/24-P), Santiago, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2018.
  • Melé Carné, D. (2004),  Conciliar trabajo y familia: un reto para el siglo XXI. Ediciones Universidad de Navarra, S.A (EUNSA).
  • Plan Estratégico de la Inspección de Trabajo y la Seguridad Social 2021, 2022 y 2023. Hacia un nuevo modelo de inspección de trabajo y seguridad social. Ministerio de Trabajo y Economía Social. 

Cádiz, 11 de noviembre de 2022

Cristina Lucía González Calero
Trabajadora Social Sanitaria especializada en Adicciones

Encontrándome leyendo a una de las referentes del Trabajo Social del Siglo XIX, Concepción Arenal, pude darme cuenta de que un sentimiento que experimentaba con gran frecuencia y por el cual me sentía una Trabajadora Social “extraña” ya había sido tratado con anterioridad y era resumido y conceptualizado de una forma bastante clarificadora por esta gran pensadora.

Conocida por ser pionera en el feminismo español y por tener una mente inmensamente filosófica, dejó un legado que hoy día podemos seguir aplicando a nuestras prácticas en el sector social; la Filosofía de la Compasión. 

No nos resulta indiferente la tan conocida frase “Odia el delito y compadece al delincuente” que nos dejó Concepción Arenal cuando visitaba a las mujeres que se encontraban en prisión, una situación que no era sencilla para ellas teniendo en cuenta el machismo que impregnaba aquellos años. Ser mujer y estar en la cárcel era peor condena que esa propia privación de la libertad a la que se hallaban sometidas.

Con esta Filosofía de la Compasión, explica el concepto de lo que hoy en día llamamos “Empatía”, es decir, saber colocarnos en el lugar de la otra persona para poder comprender sus circunstancias y los motivos que llevan a las personas a actuar de la forma en que lo hacen, sus sentimientos y convicciones. Según la precursora del Trabajo Social en España, es gracias al concepto de Compasión por el que podremos modificar el sistema y convertirlo en uno que no reprima ni discrimine, un sistema de las personas, piadoso y entregado a los demás. Y es precisamente de esta compasión de la que quiero hablar aquí; de la compasión de profesionales del Trabajo Social. 

Antes de profundizar en el tema, me gustaría realizar una distinción entre el sentimiento de compasión y el paternalismo en las intervenciones. Yo, como Trabajadora Social, estoy a favor del empoderamiento de las personas y no considero que un estilo paternalista repercuta de forma positiva en las personas usuarias. Sin embargo, el tema que abordo en este texto es la dificultad tan extrema a la que nos enfrentamos las/os profesionales cuando no podemos aislar el dolor, la angustia y la tristeza de la mayoría de casos que debemos encarar.

Recuerdo escuchar innumerables veces en mi estancia en la facultad que, cuando comenzase a ejercer mi profesión, vería situaciones que me romperían el corazón a pedazos y que, sin embargo, esas mismas me pasarían inadvertidas años más tarde. Según las palabras que escuchaba, el bagaje te iba haciendo cada vez más fuerte, hasta que, poco a poco, irías convirtiendo cada parte de ti en piedra y dejarías de sentir ese dolor por la vida ajena y esa frustración por no poder actuar en determinadas ocasiones que se escapan a tu control. Sin embargo, he de decir que tras trabajar en diferentes ámbitos del Trabajo Social como hospitales de cuidados paliativos, centros de día de personas con enfermedad de Alzheimer, residencias para personas mayores, entre otros, sigo sintiendo el suplicio y el desconsuelo de la persona que tengo frente a mis ojos y a la que tiendo mi mano.

Actualmente, me encuentro trabajando en Coordinadora Despierta, una entidad ubicada en La Línea de la Concepción, dedicada a ayudar a personas con adicciones y, además, en un proyecto de pisos tutelados llamado “Tomando Impulso”, subvencionado por la Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación, para mujeres e hijos/as que se encuentran en situación de exclusión social. Dichos pisos tienen la finalidad de cubrir sus necesidades básicas, a la vez que se trabaja el área laboral, con la misión de conseguir un empleo y lograr su independencia total, alcanzando así la forma para valerse por ellas mismas.

Mis funciones en este proyecto son diversas. Principalmente, son funciones relacionadas con incidir en las carencias (o “puntos de mejora” como a mi me gusta llamar) que tiene cada una y trabajarlas junto a ellas para hacerles frente y superarlas. Vivir el día a día, sus problemas y sus pesares. Juntas, ahondamos mediante talleres en la importancia de tener una buena autoestima y salud mental; ambas destruidas por las experiencias de vida que han tenido, aprendemos sobre economía doméstica y establecemos planes de ahorro para cuando deban enfrentarse a esa independencia que tanto ansían, habilidades sociales y de resolución de conflictos para el día a día, la formalización de redes de apoyo, tan necesarias para ellas para mitigar ese sentimiento de soledad que no parece desaparecerles nunca. Así como realizamos estos talleres, trabajamos el área laboral mediante la realización de un itinerario personalizado para cada una, elaborando curriculum vitae, mostrando los portales de empleo más óptimos para ellas y cómo usarlos, así como redes sociales y los servicios de empleo oficiales que existen a nivel regional y comarcal. Por otro lado, se atiende su salud física y mental realizando seguimientos de sus citas médicas y terapias con el área de psicología de la entidad.

Este pasar del tiempo junto a las mujeres, me hace retraerme entonces a mis tiempos universitarios y a aquella charla que anteriormente comenté. Porque, por muchas personas que accedan al recurso, nunca dejó de empatizar con sus vidas y de sentirlas como mías. Y que, seguramente, cualquier trabajador/a social pueda sentirlas también como suyas. 

Qué decir que el sentimiento de dolor aún no ha mitigado. Aún vivo con intensidad la vida de aquellas que luchan y no consiguen cambiar sus rumbos por motivos ajenos a ellas, el desaliento de la inmigrante que no puede regresar a su hogar y no consigue encontrar su sitio, la tortura de las que se vieron envueltas en redes de tratas de seres humanos por intentar labrarse un futuro ellas mismas y la angustia de la que no cree en la esperanza porque solo ha vivido en un eterno tormento.

El Trabajo Social es trabajar con el dolor y es sanarlo. Es curar, aliviar, regenerar, fortalecer. 

Es saber que jamás nos podremos poner la coraza contra la pena, que estas situaciones nunca nos resultarán indiferentes porque jugamos con vida y que, hasta un punto, somos responsables de ellas. Pero que, al mismo tiempo que nos vemos envueltos en esta espiral de inquietudes, estamos cicatrizando heridas de personas que llevan tiempo siendo lastimadas.

Y lanzo mis preguntas al lector: ¿Qué Trabajador/a Social es piedra dura contra el pesar de la desesperanza? ¿No han sido acaso la compasión y la empatía las que nos han hecho progresar como sociedad? ¿Cómo habríamos avanzado si cada persona hubiera pensado exclusivamente en sí misma?

En lo que a mi respecta, considero que de no haber existido jamás este sentimiento, la profesión del Trabajo Social no habría llegado a nacer. Y mucho menos habría conseguido evolucionar hasta el punto en que nos encontramos hoy día. A pesar de vivir en una sociedad cada vez más individualizada, una sociedad “de la inmediatez” en la que se busca satisfacer nuestros deseos de forma inminente debido al frenético ritmo de vida que, en cierta forma, estamos obligados/as a llevar, aún sobrevive el espíritu de la ayuda, la protección y la defensa de las personas que lo necesitan. Es por esto que creo, como reflexión final, que para desarrollar una buena práctica, las personas que nos dedicamos al Trabajo Social debemos potenciar este sentir de la “compasión” traducida como ”empatía” con la finalidad de alcanzar la tan ansiada justicia social que busca nuestra profesión desde sus inicios y que, sin duda y con muchísimos esfuerzos, trataremos de conseguir.

BIBLIOGRAFÍA

  1. Arenal, C. (1861). La beneficencia, la filantropía y la caridad. Madrid, Imprenta del Colegio de Sordo-Mudos y Ciegos.
  1. Arenal, C. (1865). Cartas a los delincuentes. Madrid, Librería de Victoriano Suárez.
  1. Arenal, C. (1873). La Justicia bien entendida ¿Por quién empieza? La Voz de la Caridad79, 108–110.

Las Palmas, 28 de octubre de 2022

M. Ángeles Araya Perdomo
Trabajadora Social de Atención Primaria de Salud
Servicio Canario de Salud

Para continuar analizando el efecto de estos vínculos y su relación con la satisfacción de las necesidades del individuo, aprovecharemos un segundo diagrama que ha sido diseñado por Krogerus y Tschäppeler, dentro del mundo de la comunicación y publicidad estratégica, y pincelado por la autora para convertirse en una estrategia personal que facilite la reflexión autoconsciente y la posterior toma de decisiones del cliente.

Mediante la geometría de un polígono regular, como es un triángulo equilátero, podremos exponer a cada una de las personas consignadas en el microsistema y mesosistema en base a tres disectrices que formarán los tres ángulos de 60º del triángulo equilátero, pronosticando una relación significativa por su armonía y equilibrio. Generando además la introspección sobre la satisfacción de las necesidades asociadas a ese micro o mesosistema.

En este boceto podemos observar rápidamente el vínculo y las áreas en desequilibrio  para establecer un marco de estrategias de intervención desde trabajo social clínico, siendo primer protagonista la persona y su medio social más cercano y simbólico.

Imagen
Tabla 2.Elaboración propia basado en “The personal performance model” (Krogerus,M. y Tschäppeler, R. 2008)

Cada disectriz de 60º plantea una relación armónica de ese vínculo social en una escala de intensidad sentida del 0-10, de las siguientes cualidades:

Amor y compromiso: Decía Empédocles que el amor es la fuerza metafísica de la vida, causa de todo movimiento, separación y unión. Lo cierto, es que la definiremos como un sentimiento intenso o convicción profunda que experimenta alguien hacia otra persona, a la que le desea y propicia con esmero y respeto  con las mejores condiciones para su bienestar.

Reciprocidad: Se trata de una acción transformadora realizada entre dos o más personas propiciando beneficio, cuidado y crecimiento mutuo, y siempre es equivalente al recibido.

Seguridad y protección: Aquella situación caracterizada por estar libre de daño, peligro o riesgo alguno. La cual no admite dudas sobre su firmeza y estabilidad, ofreciendo garantías a los que están bajo su parábola.

Estos diagramas pretenden ser una aproximación al universo relacional de los informantes. Mediante una herramienta de sencillo uso y rápida percepción visual, para percatarse, no sólo de la manera en que se ubican e incluyen en su vida cotidiana, sus relaciones personales más importantes, sino también para estimar junto a ellos la calidad de dichos vínculos, la satisfacción de las necesidades y la intervención social, desde una perspectiva no directiva, anti-opresiva y de empoderamiento. Además, de la intervención social coordinada de agentes sociales y profesionales para seguir creando vínculos entre las personas y la sociedad (macrosistema). Fomentando así, la cohesión social, mediante procesos de participación y desarrollo personal y comunitario. En la consulta de trabajo social clínico, estos dos diagramas manifiestan nos sólo la red significativa de la persona y las características de la misma como: la calidad, densidad y ubicación. Sino también la fuerza centrípeta de dicha red, donde la persona tiene un marco de aprendizaje con apegos seguros, estables y duraderos para satisfacer sus necesidades y la bidireccionalidad de dicho efecto centrípeto.

Esta profunda necesidad social de vincularnos, fruto de nuestra naturaleza gregaria,  puede quedar  insatisfecha por la sociedad tecnológica y de consumo actual. Más aún, en una etapa de pandemia, como la que afecta a un tercio de la población mundial, con el SARS2-COVID 19. Ya que, las vías de contagio de esta enfermedad (contacto por micro gotas de fluidos corporales) afectan drásticamente el modelo de relaciones humanas, pasando a un modelo de distanciamiento físico, cuarentena o confinamiento. El contacto social íntimo, no sólo está en el modelo básico de las relaciones humanas, sino que representa como queda expuesto en el artículo, un fundamento neuroquímico que facilita un equilibrio psiconeuroinmunoendocrino a través de las relaciones y del vínculo entre las personas. Favoreciendo la mejora del estado de salud con los efectos bioquímicos que provoca la hormona de la oxitocina. 

En la etapa de pandemia que vivimos, el contacto social queda reducido al mínimo  por el distanciamiento físico de 1,5-2 metros recomendado por las autoridades sanitarias y sólo se trasluce a través de la mirada (por tener los rostros protegidos con mascarillas); dejando una importante disolución del lenguaje kinésico corporal y facial y creando a las personas una necesidad acuciante de feedback verbal y grandes ansias de cercanía y/o vínculo. 

El efecto  psiconeuroinmunoendocrino de la brecha de relaciones sociales en esta pandemia se observa en gran medida en aquellos pacientes confinados o aislados en sus domicilios, en personas hospitalizadas en habitaciones de aislamiento restrictivo o en el peor de los casos en unidades de cuidados intensivos, donde las personas mantienen altos niveles de emociones desagradables como la angustia, miedo, estrés, soledad, etc. De ahí, la importancia que la familia (en los casos de aislamiento domiciliario) o los sanitarios (en los casos hospitalizados) mantengan contacto verbal y kinésico constante buscando el feedback del paciente confinado. Se recomienda un mensaje verbal sencillo, concreto, con articulación clara, entonación suave y volumen adecuado manteniendo en todo momento un contacto ocular constante e íntimo a través miradas intensas, que dejen traslucir la información gestual facial no disponible. Complementado con un lenguaje no verbal más marcado que habitualmente donde la efusividad sea la característica de la comunicación. Favoreciendo así no sólo la comunicación sino también mantener vivo el flujo del llamado pegamento social.

Conclusión

La coloquialmente conocida como la hormona del amor, la oxitocina, se activa coordinadamente con otras sustancias químicas neuronales relacionadas con el placer y la recompensa, y en última instancia, con el comportamiento social.

Las personas con relaciones sociales sanas, estables y duraderas experimentan mayores beneficios, gracias a que los efectos de la oxitocina se hacen más pronunciados con el tiempo. En concreto, gracias a las poderosas características de los vínculos sociales, se    estimula vigorosamente la secreción de la hormona del amor, generando más cantidad de oxitocina y mayor disponibilidad de receptores de oxitocina en las personas. Y a su vez, la oxitocina facilita la acción del vínculo en esa interacción social formando una espiral ascendente que propicia mejores vínculos posteriores y una acción más duradera de los efectos oxitócicos.

Esta relación entre los vínculos sociales y la oxitocina se retroalimenta por sí misma. El efecto de esta retroalimentación es la denominada fuerza centrípeta, un acción etérea que nos mantiene unidos en el vínculo e integración social, aunque haya pasado tiempo desde nuestro último encuentro.

Los sucesos neurobiológicos afectan a los procesos sociales, y a su vez éstos, recíprocamente están constantemente modificándose a  nivel psiconeuroinmunoendocrino.

Por tanto, sería perspicaz asegurarnos un vínculo, que reúna estas increíbles cualidades -amor, reciprocidad y seguridad-, con aquellas personas que sentimos agradablemente cerca (Levy N, Douglas T, Kahane G, et al. 2014). Tanto así que, las relaciones sean de apego y sigan estimulando la generación de esta fuerza centrípeta que posibilita equilibrados y saludables estados neuroquímicos y sociales que responden a nuestra inherente condición humana. 

Y aunque el incierto escenario de la pandemia genere a las personas vivencias, experiencias y emociones límites y en constante cambio en un ambiente inédito. También  se puede advertir el efecto antagonista de la oxitocina, aquel que se manifiesta en las reacciones de miedo, rechazo y huida de aquellas personas contagiadas, de personal sanitario o de servicios públicos que pudieran haber sido identificadas como un riesgo para la salud de las personas del círculo más próximo, la familia o la vecindad, por su exposición laboral a escenarios pandémicos.

Estas condiciones provocan la sobreestimulación de los receptores oxitócicos en nuestros escasos encuentros sociales, tanto sean su efecto positivo o antagonista, facilitando la respuesta neuroquímica de forma más inmediata y duradera en el tiempo. Creando vínculos  más intensos de filiación con sentimientos de pertenencia y protección del clan. Propiciando así, el mantenimiento de esos vínculos fuertes y sanos que existían con anterioridad, y facilitando respuestas agresivas ante la identificación de supuestas amenazas. Pero dificultando la generación de nuevos vínculos de confianza. Comienza a esgrimirse a través de las pantallas de zoom, meet y plataformas virtuales de encuentros, un nuevo modelo relacional impulsado por la pandemia. Los cuales sería interesante estudiar, para explorar definitivamente otro modelo de comunicación y conexión, que pudieran ser utilizados para crear vínculos seguros y confiables. Así como, sus efectos en la salud de las personas, que por sus condiciones físicas, sociales o de salud no pudieran generar ese vínculo de forma presencial. Explorando así, inéditos campos de intervención social que permitan la satisfacción de las necesidades primigenias del ser humano.

Bibliografía 

  • Araya, M.A. (2021) “ La simbiosis perfecta: neurociencia y trabajo social”. Revista Trabajo Social Hoy, No 94. Colegio Oficial de Trabajo Social de Madrid.
  • Bartz, J.A. et al. (2011) “ Social effects of oxytocin in humans: context and person matter“ Trends in Cognitive Sciences, Vol. 15, No. 7. Elservier, DOI:10.1016/j.tics.2011.05.002.
  • Bonet, JL. ( 2019)”Cerebro, emociones y estrés. Las respuestas de la psiconeuroinmunoendocrinología”. Ediciones B Argentina SA
  •  Caba M. (2003) “ Oxitocina: la hormona del amor materno”. La ciencia y el hombre revista de divulgación científica y tecnológica de la Universidad Veracruzana voz XVI n 1. 
  • Campbell, A. (2010) “ Oxytocin and Human Social Behavior”. Article in Personality and Social Psychology Review. Sagepub DOI: 10.1177/1088868310363594.
  • Cacioppo, S. & Cacioppo (2012) “ Decoding the invisible forces of social connections“ Frontiers Integrative Neurosci. 2012; 6: 51. doi: 10.3389/fnint.2012.00051
  • Dabas, E. y Najmanovich, D. (1999). Redes el lenguaje de los vínculos. Hacia la reconstrucción y el fortalecimiento de la sociedad civil. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
  • Depue, R.A. & Morrone-Strupinsky, J.V. (2005). “A neurobehavioral model of affiliative bonding: Implications for conceptualizing a human trait of affiliation”. Behavioral and Brain Sciences, 28, 313-395. 
  • Feldman, R. (2012) “ Oxytocinand social affiliation in humans”. Elservier Hormones and  Behavior núm. 61 380-391. doi:10.1016/j.yhbeh.2012.01.008.
  • Herrera, M (2000) “ Relación social como categoría de las ciencias sociales”. Reis. Revista Española de Investigaciones Sociológicas. núm. 90, pp. 37-77. Ed Centro de Investigaciones Sociológicas.
  • Heinrichs, M. et al (2003) “ Social Support and Oxytocin Interact to Suppress Cortisol and Subjective Responses to Psychosocial Stress“.  Biological Psychiatry 2003;54:1389 –1398. DOI:10.1016/S0006-3223(03)00465-7. 
  • Holt- Lunstad, J. et al. ( 2015) “Relationship quality and oxytocin: Influence of stable and modifiable aspects of relationships”. Journal of Social and Personal Relationships 2015, Vol. 32(4) 472–490.
  •  Krogerus,M. &Tschäppeler, R. (2011) “ El  pequeño libro de las grandes decisiones: 50 modelos para el pensamiento estratégico”. Grupo Planeta. Barcelona.
  • Levy N, Douglas T, Kahane G, et al. ( 2014)”  Are You Morally Modified?: The Moral Effects of Widely Used Pharmaceuticals. “Philos Psychiatr Psychol 2014; 21: 111-125.
  • Love, T.M. (2014) “Oxytocin, Motivation and the Role of Dopamine”.Pharmacol Biochem Behav. 2014 April ; 0: 49–60, NIH Public Access. DOI:10.1016/j.pbb.2013.06.011.
  • Manzo, J. ( 2004)“ Testosterona, química cerebral y conducta sexual masculina”. Comunicación libre. Revista Ciencia de la Academia Mexicana de Ciencias. México.
  • Martino, P. (2014) “ Behavioral aspects of oxytocin: its influence on stress and in social cognition”. Cuadernos de Neuropsicología. Panamerican Journal of Neuropshychology. Vol.8 num2. DOI: 10.7714/cnps/8.2.204
  • Sluzki, C. E. (2010). Personal social networks and health: Conceptual and clinical implications of their reciprocal impact. Families, Systems, & Health, 28(1), 1–18.   https://psycnet.apa.org/doi/10.1037/a0019061. 
  • Uvnäs- Moberg, K. (1998) “Oxytocin may mediate the benefits of positive social interaction and emotions”. Psychoneuroendocrinology. 1998 Nov;23(8):819-35. PubMed DOI: 10.1016/s0306-4530(98)00056-0

Las Palmas, 21 de octubre de 2022

M. Ángeles Araya Perdomo
Trabajadora Social de Atención Primaria de Salud
Servicio Canario de Salud

La coloquialmente conocida hormona del amor, la oxitocina, se activa coordinadamente con otras sustancias químicas de áreas neurales relacionadas con el placer y la recompensa. Debido a nuestra naturaleza inherentemente social, nuestro sistema químico no sólo viene a favorecer la reproducción de la especie, sino a asegurar su subsistencia, fomentando el mantenimiento del vínculo entre los miembros de una misma red. Esta interacción social favorece un sistema de retroalimentación química con fuertes repercusiones sociales que inciden indiscutiblemente en nuestra salud. 

De ahí que la llamen comúnmente el pegamento social, aquel que está presente en nuestra red personal significativa, la cual quedará analizada a través de dos diagramas para abordar en consulta la calidad de dichos vínculos, la satisfacción de las necesidades y la intervención social a proponer para seguir manteniendo el flujo bidireccional de este neuropéptido.

En  1953 el bioquímico premio Nobel Vincent du Vigneaud consiguió aislar y sintetizar la hormona de la oxitocina, para facilitar las contracciones uterinas. Pero en 1992 Insel comenzó a mostrar interés por esta influyente hormona, no sólo en la reproducción, parto y conducta maternal, sino también en el comportamiento social: conductas afiliativas y prosociales. De la misma forma, hoy en día, la neurociencia social y la psiconeuroinmunoendocrinología intentan explorar aún más las reacciones químicas, físicas, psicológicas y comportamentales de esta hormona conocida coloquialmente como la hormona del amor, de la afiliación, del vínculo social, en definitiva, el pegamento social

Y es que, este péptido ha sido detectado en varias estructuras cerebrales relacionadas con el sistema motivacional o de recompensa neuronal, el sistema mesocorticolímbico de la dopamina. Convirtiéndose así, en un neurotransmisor que no actúa solo, sino en conjunción con otros neurotransmisores y hormonas (Caba M. 2003), con capacidad para moldear el comportamiento social provocando cambios en nuestras relaciones sociales, afiliativas y sexuales. (Love, T.M.2014) 

Oxitocina y las relaciones sociales

Existen multitud de artículos científicos argumentando el carácter prosocial de la oxitocina como facilitadora de las relaciones sociales. Esta hormona desencadena tres efectos diferentes:

  • Ampliación de la atención a las señales sociales (Love, T.M. 2014) y mejora de la memoria social (Campbell, A. 2010).
  • Reducción de la ansiedad y el miedo (Bartz, J.A. et al. 2011).
  • Mejora de la motivación social (Depue, R.A. & Morrone-Strupinsky, J.V. 2005), el apego y la confianza (Campbell, A. 2010).

Y, por tanto, se propician así conductas de confianza, generosidad, altruismo, empatía  (Love, T.M.2014, Bartz, J.A. et al. 2011) y cooperación, se percibe a los demás de manera confiable, atractiva, accesible, y con apego. Así como, la oxitocina facilita la conexión interpersonal (por ejemplo, a través del etnocentrismo, motivación y conciencia social/sesgo de atención, mirada fija y estilo de comunicación) (Bartz, J.A. et al. (2011).

Pero, a su vez, el efecto pegamento social depende de la relación que tengamos con esa persona, es decir, depende de si nuestro vínculo con esa persona es cercano, sano y confiable y si pertenecemos al mismo círculo. Como por ejemplo el grupo familiar, grupo de trabajo o compañeros de equipo deportivo, para que funcione el efecto del pegamento social. De hecho, en recientes investigaciones se resalta el efecto antagonista de este neuropéptido que aumenta la competitividad y agresividad hacia aquellas personas que no han sido identificadas cercanas al grupo (Love, T.M. 2014), como en la incipiente competitividad  que despiertan los encuentros deportivos entre los jugadores de los diferentes equipos. También, puede tener ese efecto antagonista, cuando una persona tiene conductas que perjudican al grupo del vínculo más cercano (Levy N, Douglas T, Kahane G, et al. 2014).

Estas cualidades de la oxitocina suscitan en la neurociencia social, un considerable entusiasmo científico, aunque sigue siendo complicado encontrar evidencias, los datos sugieren que las disfunciones del metabolismo de esta hormona podrían estar relacionados con varios trastornos psiquiátricos, caracterizados por el déficits en el funcionamiento social, como: el trastorno del espectro autista, la depresión, la esquizofrenia, la ansiedad social (Bonet, JL. 2019), el trastorno por déficit de atención/ hiperactividad (Campbell, A. 2010), el trastorno obsesivo compulsivo, bulimia y anorexia nerviosa (Heinrichs, M. et al 2003).

Además de los receptores cerebrales oxitócicos, también hay receptores de esta hormona en el útero, en los cuerpos cavernosos (pene y clítoris), en las mamas, las motoneuronas del músculo pubococcígeo (Manzo, J. 2004), en el corazón y el tubo digestivo. 

Entonces, si existen receptores periféricos, también  hay acción de la hormona en estas zonas corporales. Por ello, hablar con personas de confianza, tomar un brunch en buena compañía, dar o recibir un abrazo amistoso, bailar, pasar el día con un/a amigo/a, dar o recibir apoyo social (Heinrichs, M. et al 2003), disponer un espacio cálido y agradable (Uvnäs- Moberg, K. 1998) provocan que el cerebro libere al torrente sanguíneo, altos niveles de oxitocina, estimulando así nuestra vinculación y bienestar (Bonet, JL. 2019) como consecuencia de las múltiples y constantes interacciones entre los sistemas inmunitario, nervioso, endocrino y social. 

Los ensayos y estudios en mamíferos no humanos detectan que las relaciones y vínculos estables y armoniosos generan mayor cantidad de receptores de oxitocina. Sin embargo, en las relaciones inestables existen menos receptores oxitócicos (Feldman, R. 2012). De ahí que con una calidad de relación más alta se muestran niveles más altos de oxitocina y se predicen, significativamente, incluso un mes después (Holt- Lunstad, J. et al.  2015).

Los efectos de la oxitocina demuestran la reducción de la presión arterial, de los niveles de cortisol, y de la actividad del sistema simpático, aumenta el umbral de dolor y la actividad del sistema parasimpático. Además, disponemos de un efecto ansiolítico, inducido por la hormona del amor. A su vez, ésta estimula interacciones sociales positivas de nuevo.  Su exposición repentina y continuadamente causa efectos duraderos y clínicamente relevantes en la activación de este sistema (Uvnäs- Moberg, K.1998) que hemos aprovechado a denominar la fuerza centrípeta de la oxitocina en las relaciones sociales. Stephanie Cacioppo afirma “al igual que las fuerzas entre elementos químicos, las fuerzas que operan entre individuos son difíciles de observar directamente pero se hacen visibles a través de sus efectos en los individuos” (Cacioppo, S. & Cacioppo 2012). Pudiendo provocar una cascada neuroquímica capaz de generar pensamientos, sentimientos y comportamientos de poderoso vínculo entre las personas y efectos directos sobre su salud. Si esta fuerza centrípeta es explotada desde el  trabajo social clínico, propiciará una relación terapéutica fuerte y de confianza entre ambos (terapeuta y cliente). Además, en el resto de sus relaciones, se identifica una fuente de modelado social, donde la capacidad de aprendizaje de las personas será superior a otros contextos. 

El desarrollo social

La presencia de las interacciones sociales es una y otra vez motor de búsqueda científica para tratar y resolver problemas de salud. Además, es el primer eslabón que manifiesta nuestra poderosa e influyente unicidad e interdependencia. Aquella donde se nutren, interactúan y retroalimentan nuestras cualidades culturales, sociales, emocionales, psicológicas, fisiológicas, neurológicas, inmunológicas y endocrinológicas, dando una compleja relación entre el ser humano y su medio. Motivadas razones para que el trabajo social se sumerja en la neurociencia, aportándole a ésta una amplia visión integradora de los procesos sociales.

Después de todo, las relaciones sociales son resultado de la naturaleza filogenética del ser humano, y pueden estar poniendo de manifiesto varios paradigmas sociales, que la ciencia implementa a través de ensayos clínicos. Aún no siendo la intención de este artículo, para quien desee profundizar, estos paradigmas se comienzan a esgrimir en la bibliografía de Antonio Damasio y Stephen Porges, entre otros.

Por consiguiente, y dada la importancia de las relaciones sociales nos introduciremos, mediante dos diagramas, en las cualidades indispensables de las mismas, para que faciliten la bidireccionalidad de los neuropéptidos especificados anteriormente. Las relaciones sociales son el objeto de interés para cualquier rama del trabajo social, que persigue el equilibrio saludable de las personas, familias, grupos y sus comunidades facilitando espacios de reflexión, reconocimiento y aprendizaje mutuo entre el profesional de trabajo social clínico y la persona, acercándonos así a la maravillosa red neuronal por defecto que nos permite conectarnos con el resto. 

La persona establece vínculos sociales constituyendo una red, donde se manifiestan sus relaciones más significativas, desempeña roles y status sociales. En esta red se facilita el ajuste social de la persona y se evidencian los fenómenos sociales, ideológicos, culturales y morales. Así como, se satisfacen las necesidades básicas o primarias y se favorece el acceso a la cobertura de otras necesidades sociales. Tal como recoge Dabas  “Es un sistema abierto, que a través de un intercambio dinámico entre sus integrantes y con integrantes de otros grupos sociales, posibilita la potenciación de los recursos que poseen. Cada miembro de una familia, de un grupo o de una institución se enriquece a través de las múltiples formas de relaciones que cada uno de los otros desarrolla” (Dabas, E. y Najmanovich, D.1999), siendo el intercambio entre las partes, el  núcleo y el motor que impulsa las relaciones sociales y crea el vínculo.

La sociología plantea que las relaciones sociales son intersecciones entre varios puntos cercanos o lejanos, integrados o en conflicto que se diferencian en círculos concéntricos (Herrera, M 2000). Así, en la década de los ochenta, autores como Gottlieb, Lin, Bronfenbrenner y Weiss proponen también tres contextos concéntricos  donde se fraguan las relaciones: 

El microsistema donde se dan las relaciones más íntimas y de confianza (pareja y familia nuclear) las cuales requieren de reciprocidad, compromiso y responsabilidad mutua, y satisfacen las necesidades de subsistencia y de seguridad.

El mesosistema en el cual se generan las redes sociales habituales de familia extensa, amistades y trabajo, que necesita interacción interpersonal frecuente y satisfacen la necesidad  de vinculación, desarrollo y reconocimiento de la persona, y apoyo social.

Y por último el  macrosistema donde las relaciones sociales son participativas y comunitarias a través del compromiso ideológico, cultural y moral, donde se propicia el sentimiento de pertenencia e identidad social. Cubriendo la necesidad de autorrealizacion.

Siguiendo las premisas de dichos autores con las pinceladas de Sluzki, C. (Sluzki, C. E. 2010) en “Las relaciones que un individuo percibe como significativas” podremos vislumbrar nuestra red personal significativa y nuestras necesidades, cumplimentando la siguiente representación de su teoría.

Imagen
Tabla1.- Elaboración propia basado en Sluzki,C.(2010)

En primer lugar, advertir que la figura en forma de corazón en el epicentro del diagrama de los sistemas de relaciones no es aleatoria; pues a través de nuestra marca genética, el vínculo de apego con nuestros cuidadores, la personalidad, la interacción con el ambiente, se fragua nuestra primera relación, la que tenemos con nosotros/as mismos/as. Ésta condicionará el nexo, acceso, disposición y concentración de los demás sistemas relacionales, favoreciendo el repertorio de los vínculos interpersonales y emocionales a lo largo de nuestra vida (Martino, P. 2014). Por ello, el corazón en el epicentro ha sido introducido por la autora para que sea valorada también esta trascendental relación contigo mismo/a.

Este diagrama puede ser utilizado en consulta o de forma autónoma por el cliente. Siendo la primera la más provechosa para generar, desde una visión propia (la del cliente), su red significativa, autorellenando los tres círculos (interior, intermedio y externo) en cada una de sus vertientes/ambientes (familiar, relaciones de amistad, relaciones laborales y relaciones comunitarias) de nombres propios de personas significativas en su vida. Y aunque pudiera parecer la génesis entre un genograma y un sociograma, queda bastante lejos de esta realidad, pues potencia la activación neuronal de la llamada red por defecto, que ofrece al cliente un contexto de reflexión y conexión con los demás.

Sin embargo, en las entrevistas clínicas basadas en el genograma, sociograma o similar, podemos impregnar nuestra relación terapéutica de la desagradable evocación de recuerdos biográficos, relacionales y emocionales engendrados en el dolor, conflicto, maltrato, ruptura, duelo, venganza, etc. Que se suele generar durante la descripción de relaciones rotas, tóxicas o de maltrato provocando una sobreactivación neuroquímica, al poner en jaque una vez más la circuitería neuronal del dolor social y de la supervivencia.   Reactivando la amígdala cerebral,  el eje hipotálamo hipofisario adrenal (HPA) y respuestas inflamatorias inapropiadas, un dispositivo neuronal de emergencia que suele estar normalmente sobreactivado en el cliente, ya que ha alertado al mismo/a en innumerables ocasiones anteriores, de que sus relaciones sociales han sido dañadas. Por lo que, la entrevista profesional basada en el rastreo sistemático de las relaciones para elaborar la historia social puede dar lugar a un nefasto efecto sobrevenido y de daño colateral. Ya que, esta señal primitiva está enraizada a la supervivencia del individuo y relacionada con  su  aprendizaje, memoria, emociones, funciones ejecutivas (planificación, ejecución, evaluación), autoconsciencia, toma de decisiones y empatía, entre otras (Araya, M.A. 2021)

Por lo que, se recomienda realizar otras intervenciones clínicas menos preceptivas  invasivas y lesivas para el cliente, como la exploración natural de su red más significativa, en la que se apoyará un trabajo social clínico desde las fortalezas y oportunidades del cliente.

Bibliografía 

  • Araya, M.A. (2021) “ La simbiosis perfecta: neurociencia y trabajo social”. Revista Trabajo Social Hoy, No 94. Colegio Oficial de Trabajo Social de Madrid.
  • Bartz, J.A. et al. (2011) “ Social effects of oxytocin in humans: context and person matter“ Trends in Cognitive Sciences, Vol. 15, No. 7. Elservier, DOI:10.1016/j.tics.2011.05.002.
  • Bonet, JL. ( 2019)”Cerebro, emociones y estrés. Las respuestas de la psiconeuroinmunoendocrinología”. Ediciones B Argentina SA
  •  Caba M. (2003) “ Oxitocina: la hormona del amor materno”. La ciencia y el hombre revista de divulgación científica y tecnológica de la Universidad Veracruzana voz XVI n 1. 
  • Campbell, A. (2010) “ Oxytocin and Human Social Behavior”. Article in Personality and Social Psychology Review. Sagepub DOI: 10.1177/1088868310363594.
  • Cacioppo, S. & Cacioppo (2012) “ Decoding the invisible forces of social connections“ Frontiers Integrative Neurosci. 2012; 6: 51. doi: 10.3389/fnint.2012.00051
  • Dabas, E. y Najmanovich, D. (1999). Redes el lenguaje de los vínculos. Hacia la reconstrucción y el fortalecimiento de la sociedad civil. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
  • Depue, R.A. & Morrone-Strupinsky, J.V. (2005). “A neurobehavioral model of affiliative bonding: Implications for conceptualizing a human trait of affiliation”. Behavioral and Brain Sciences, 28, 313-395. 
  • Feldman, R. (2012) “ Oxytocinand social affiliation in humans”. Elservier Hormones and  Behavior núm. 61 380-391. doi:10.1016/j.yhbeh.2012.01.008.
  • Herrera, M (2000) “ Relación social como categoría de las ciencias sociales”. Reis. Revista Española de Investigaciones Sociológicas. núm. 90, pp. 37-77. Ed Centro de Investigaciones Sociológicas.
  • Heinrichs, M. et al (2003) “ Social Support and Oxytocin Interact to Suppress Cortisol and Subjective Responses to Psychosocial Stress“.  Biological Psychiatry 2003;54:1389 –1398. DOI:10.1016/S0006-3223(03)00465-7. 
  • Holt- Lunstad, J. et al. ( 2015) “Relationship quality and oxytocin: Influence of stable and modifiable aspects of relationships”. Journal of Social and Personal Relationships 2015, Vol. 32(4) 472–490.
  •  Krogerus,M. &Tschäppeler, R. (2011) “ El  pequeño libro de las grandes decisiones: 50 modelos para el pensamiento estratégico”. Grupo Planeta. Barcelona.
  • Levy N, Douglas T, Kahane G, et al. ( 2014)”  Are You Morally Modified?: The Moral Effects of Widely Used Pharmaceuticals. “Philos Psychiatr Psychol 2014; 21: 111-125.
  • Love, T.M. (2014) “Oxytocin, Motivation and the Role of Dopamine”.Pharmacol Biochem Behav. 2014 April ; 0: 49–60, NIH Public Access. DOI:10.1016/j.pbb.2013.06.011.
  • Manzo, J. ( 2004)“ Testosterona, química cerebral y conducta sexual masculina”. Comunicación libre. Revista Ciencia de la Academia Mexicana de Ciencias. México.
  • Martino, P. (2014) “ Behavioral aspects of oxytocin: its influence on stress and in social cognition”. Cuadernos de Neuropsicología. Panamerican Journal of Neuropshychology. Vol.8 num2. DOI: 10.7714/cnps/8.2.204
  • Sluzki, C. E. (2010). Personal social networks and health: Conceptual and clinical implications of their reciprocal impact. Families, Systems, & Health, 28(1), 1–18.   https://psycnet.apa.org/doi/10.1037/a0019061. – Uvnäs- Moberg, K. (1998) “Oxytocin may mediate the benefits of positive social interaction and emotions”. Psychoneuroendocrinology. 1998 Nov;23(8):819-35. PubMed DOI: 10.1016/s0306-4530(98)00056-0

Zaragoza, 5 de octubre de 2022

Raúl Torres Carrillo
Trabajador social en el área de Psicogeriatría en el hospital neuropsiquiátrico Nuestra Señora del Carmen y miembro del comité de ética asistencial de dicho centro.
Coordinador del grupo de mayores y Trabajo Social del Colegio Profesional de Trabajo Social de Aragón.

La Ética es uno de los pilares fundamentales de la profesión de Trabajo Social; respeto a la autonomía y empoderamiento son dos vocablos que las personas que desarrollamos esta profesión tenemos grabadas a fuego en la cabeza, pero… ¿qué ocurre cuando nuestro trabajo se desarrolla en el campo de la Psicogeriatría, es decir, entre personas que tienen su capacidad de autogobierno limitada y/o no pueden aparentemente ser empoderadas debido a un mal pronóstico médico? En este artículo tratamos de ofrecer algunos tips que sirvan de orientación en este terreno pantanoso.

Trabajo Social y Ética, una relación inevitable.

El Trabajo Social es una profesión que acompaña a las personas que atiende; no parte de la base de un/a profesional experto/a en lo que una persona debe hacer para reconducir su vida de una manera adecuada en un momento de dificultad, sino de un/a profesional que, siendo experto/a en relaciones humanas y en recursos (económicos, de servicio y de redes comunitarias) hace que la persona usuaria sea capaz de tomar las riendas de su existencia para, apoyándose en estas ayudas, redirigir su vida del modo en que ella considere más acertado.

Tal es así, y tan fundamental resulta esta cualidad de nuestra profesión, que no sólo la libertad de la persona (usuaria) es uno de los principios básicos de nuestro Código Deontológico (Consejo General del Trabajo Social, 2012), sino que además varios de los principios generales de este documento no vienen sino a reforzar esta idea: respeto activo a la persona, aceptación de la persona, superación de categorizaciones, ausencia de juicios de valor sobre la persona, individualización, personalización, autonomía y autodeterminación. Y en los Códigos Deontológicos, como señala Verde-Diego (2019) “se alude a los deberes u obligaciones morales que son mínimamente exigibles a los y las profesionales en el desempeño de su actividad”

Recordar esto es especialmente importante en un ámbito sanitario. Quienes acuden en busca de ayuda profesional para superar problemas de salud y sus consecuencias buscan, y encuentran, profesionales expertos y expertas, que saben lo que hay que hacer y lo que no. Es cierto que disciplinas como Enfermería o Medicina han evolucionado muchísimo en lo que a autonomía del/la paciente se refiere, pero la población en general sigue considerando aquello de “hazles caso, ellos/as saben lo que hay que hacer”. Sin embargo, los y las profesionales del Trabajo Social Sanitario seguimos siendo acompañantes; por mucho que vistamos una bata o un uniforme blancos, no somos expertos/as en qué, cómo y cuándo debe una persona tomar una determinada decisión.

Todo ello, sin embargo, parece saltar por los aires cuando un o una profesional del Trabajo Social comienza a desarrollar su labor en el ámbito de la Psicogeriatría, máxime si lo hace desde una institución residencial. Y ello es así por tres motivos:

  1. El gran dilema ético de la salud mental nos afecta de pleno; debemos respetar y fomentar la autonomía de personas que, en mayor o menor medida, tienen su capacidad de autogobierno limitada (orgánica y/o legalmente) y, como señala Martínez, M. C. (2002), “es frecuente en algunas enfermedades psiquiátricas, que el enfermo no tenga conciencia de enfermedad y, por consiguiente, no acuda al médico y, si acude, sea precisamente, contra su voluntad”.
  2. Estas personas, además, viven en un centro residencial donde el riesgo de institucionalización es muy real. En estos centros van a dejar de desarrollar muchas de las actividades instrumentales de la vida diaria que en su domicilio particular continuarían ejercitando.
  3. Dada su avanzada edad y/o su deterioro, no es realista plantear un futuro en el que las capacidades perdidas puedan recuperarse.

Así pues, ¿qué sentido tienen los principios expresados al comienzo de este artículo cuando nos referimos a un ámbito como el de la Psicogeriatría?

Psicogeriatría y Ética

Antes de proseguir, conviene detenerse en dos conceptos clave para entender lo que exponemos en este artículo: Psicogeriatría y Ética.

La Psicogeriatría es un ámbito de la salud que se ocupa de la atención a la salud mental de las personas mayores, tanto de aquellas personas que han tenido una patología a lo largo de su vida y ahora han envejecido, como de las que padecen una demencia o proceso neurodegenerativo de manera sobrevenida. A todo ello, debemos añadir un deterioro (incipiente, moderado o avanzado) físico, con lo que las personas que viven en un centro residencial precisan no sólo de cuidados a las alteraciones conductuales que puedan presentar, sino también un apoyo en las actividades básicas de la vida diaria. Dicho de una manera vulgar, nos encontramos en un terreno a medio camino entre la salud mental y la geriatría.

Por otra parte, cuando hablamos de Ética, hacemos referencia a la necesidad de cuestionar nuestras propias acciones profesionales; debemos evitar actuar por inercia o pragmatismo, y procurar que nuestra actividad profesional se desarrolle de manera correcta. No hablamos de cumplir la ley (que por descontado debemos cumplir) ni de seguir los protocolos marcados por la Institución en la que trabajamos. Tampoco hablamos de adecuarnos a nuestra propia escala de valores, sino de tomar la decisión más adecuada entre todas esas posibilidades que la ley y los protocolos permiten, y entre las que solemos encontrar respuestas que nos incomodan porque no se trata de soluciones mágicas, sino terrenales que conllevan alguna consecuencia negativa que, de entrada, parece que debamos evitar.

Navegar en este mar es complicado, y para ello contamos con cuatro balizas que nos pueden orientar, los principios básicos de la Bioética:

  • Autonomía: toda persona tiene derecho a tomar sus propias decisiones, y aquellas que no tengan esta capacidad deben ser protegidas.
  • Beneficencia: toda actuación debe procurar el bienestar de las personas a las que afecta.
  • No maleficencia: ninguna actuación debe producir daño a las personas a las que afecta.
  • Justicia social: toda actuación debe respetar la equidad de distribución de los recursos existentes.

Entonces ¿qué hacemos?

De modo que tenemos por una parte a una población con una capacidad de autogobierno limitada (orgánica y/o legalmente), en mayor o menor grado, y por otra parte cuatro principios que, a priori, parecen difíciles de conjugar. Si las personas a las que atendemos no tienen su capacidad de autogobierno completa y debemos protegerlas ¿podemos respetar su voluntad (Autonomía)? ¿debemos no respetarla si con ello las protegemos, para asegurar la Beneficencia? ¿no estamos incurriendo en Maleficencia, en ese caso?

La clave está en cambiar la óptica desde la que nos planteamos estas cuestiones: no pongamos el foco en la persona usuaria con la que estamos trabajando, sino en nosotros/as mismos/as; debemos cuestionar si nuestras acciones están debidamente justificadas desde un punto de vista ético o no. Debemos cuestionarnos todas y cada una de nuestras acciones. Y debemos ser capaces de justificar el porqué de la decisión finalmente adoptada.

Y para ello es fundamental tener en cuenta los siguientes aspectos:

  • El objetivo debe ser siempre el bienestar de la persona usuaria desde su propia voluntad, no desde nuestra visión profesional. Un interesante artículo de Ulsamer (2013) afronta este aspecto, ilustrándolo con un caso concreto en el que este dilema ético se puede apreciar de una manera muy clara. Y no es cosa sencilla, pues en muchas ocasiones las valoraciones profesionales (participación en determinadas actividades, potenciar las relaciones con los compañeros y las compañeras, comprar un determinado tipo de ropa o calzado, cómo utilizar su dinero, …) no son compartidas por la persona usuaria y, sin embargo, nos obcecamos en ellas porque “son lo mejor para el o la paciente”. Aunque en ocasiones lo que realmente esconden es la incomodidad de permitir que una persona con la capacidad de autogobierno limitada (orgánica y/o legalmente) tome una decisión que choca frontalmente con nuestra opinión profesional. Por supuesto, este dilema ético sólo surge cuando la decisión del o la paciente no coincide con la nuestra; si es coincidente, no dudamos en ningún momento de sus capacidades, y además aportamos su voluntad como prueba de soporte de lo acertada de nuestra decisión.
  • Cada decisión debe ser personalizada. No podemos caer en el error de pensar que pacientes con un mismo diagnóstico deben ser atendidos del mismo modo, sino que cada persona debe serlo de manera individualizada, atendiendo a sus deseos y capacidades, pues la voluntad es algo que varía de una persona a otra. Tampoco podemos pensar que esa voluntad es inamovible; puede variar con el paso del tiempo, así que ojo con dar por sentado que sabemos lo que un usuario o una usuaria quiere en todo momento. Es necesario el diálogo continuo, y preguntar, preguntar y preguntar. En el caso de pacientes sin capacidad alguna de comunicación, conviene indagar en sus creencias y valores a través de las personas más allegadas, para tratar de que nuestras actuaciones sean lo más respetuosas posible con la persona atendida.
  • No debemos escondernos en la legalidad para eludir un debate ético. Como habréis observado, hacemos referencia a limitaciones orgánicas y/o legales de la capacidad de autogobierno, y ello es porque el hecho de que una persona tenga una representación legal no debe hacernos caer en la respuesta fácil de limitarnos a realizar lo que la persona que la ostenta indique, sin cuestionarnos nada, ya que existe una sentencia judicial. En este aspecto, la reciente ley 8/2021 ofrece avances al cambiar la sustitución legal por acompañamientos específicos cuando sean necesarios, en la línea de lo que exponemos en este artículo. Debemos respetar, y exigir respeto, para las decisiones que la persona afectada manifieste, siempre y cuando no supongan un riesgo para sí misma, evitando que una sentencia judicial anule completamente a dicha persona. Aún existiendo una medida judicial de apoyo en lo económico, debemos evitar que esa persona no pueda opinar acerca de qué ropa, de entre la que puede permitirse, debe comprarse, por ejemplo. 
  • No debemos tener miedo a preguntar. Existen diferentes organismos (Comités de Ética Asistenciales, o Comités Deontológicos de Colegios Profesionales) a los que podemos consultar cuando no seamos capaces de decantarnos por una decisión, o no estemos del todo convencidos/as de que la decisión adoptada sea realmente ética. Estos organismos, consultivos, pueden ayudarnos a decidir, y recurrir a ellos no nos hace peores profesionales; esta autocrítica, esta revisión de nuestra propia actuación, es un ejercicio de madurez y conocimiento de nuestras propias limitaciones. Obviamente, no estamos sugiriendo que consultemos a estos comités todas y cada una de nuestras decisiones, pero sí que no dudemos en hacerlo cuando, tras una profunda reflexión, consideremos que necesitamos apoyo.
  • Tampoco debemos tener miedo a no satisfacer la demanda de la persona a la que estamos atendiendo. Dado que se trata de pacientes con su capacidad de autogobierno limitada (orgánica y/o legalmente), en ocasiones nos veremos en la obligación de desechar sus pretensiones y actuar de modo diferente, sería iluso pensar que en este contexto siempre podemos encontrar el medio para facilitar sus aspiraciones. Pero nuevamente, esta decisión deberemos justificarla atendiendo a la necesidad de protección que la Ética nos señala, y en busca de la Beneficencia y la No Maleficencia, es decir, huyendo de la respuesta con base en nuestras creencias o de las de quien ostente la representatividad. 

En definitiva, todo ello nos lleva a dudar, a no dar nada por sentado, a cuestionar las decisiones que tomamos cada día. Y como bien señala Martín (2011, p. 19) “Dudar incomoda; dudar angustia; dudar alarma; dudar asusta. Pero dudar es un ejercicio de prudencia, es la antesala de la reflexión”.

Conclusiones

Podemos resolver que el hecho de trabajar con personas que tengan su capacidad de autogobierno limitada (orgánica y/o legalmente), así como el hecho de desarrollar nuestra labor en un centro residencial, donde en muchas ocasiones deberemos tomar decisiones en nombre de las personas que atendemos, incluso en contra de su deseo manifestado, no puede hacernos olvidar la importancia que la autonomía de la persona atendida tiene para nuestra disciplina.

Y ello podemos hacerlo apoyándonos en la Ética. Debemos cuestionar cada actuación que llevamos a cabo, planteándonos si da respuesta al bienestar de la persona atendida desde su propio punto de vista, evitando tomar decisiones preestablecidas en función de lo hecho en ocasiones similares, y evitando escudarnos en las decisiones tomadas por quien ejerza cualquier figura representativa a nivel jurídico, para facilitar nuestra decisión.

Igualmente, no debemos sentir miedo ni vergüenza a la hora de reconocer que no somos capaces de tomar una decisión que nos satisfaga moralmente de manera absoluta. Lo importante es ser capaces de justificarla a nivel ético, e incluso solicitando apoyo y consejo a los diferentes comités de ética existentes. Ello no es una debilidad, sino una fortaleza.

Bibliografía

Consejo General de Trabajo Social. (2012). Código Deontológico de Trabajo Social. C&M Artes Gráficas.

Martín, M. (2011). Los dilemas éticos en la profesión de trabajo social. En T. Zamanillo (Ed.), Ética, teoría y técnica. La responsabilidad política del trabajo social (pp. 19-43). TALASA.

Martínez, M. C. (2002). Ética psiquiátrica. Desclée de Brouwer, S.A.

Ulsamer Riera, D. (2013). Partim de la necessitat i voluntat de la persona o partim del seu benestar segons l´equip?. Revista de Treball Social, 199, 122-127. 

Verde-Diego, C. (2019). La dimensión deontológica de la ética profesional. En M. J. Úriz Pemán (Ed.), La necesaria mirada ética en Trabajo Social (pp. 79-109). Consejo General del Trabajo Social.

Pin It