Author

TSDifusión

Browsing

Huelva, 22 de febrero de 2022

José Luis Gil Bermejo
Trabajador Social, Sociólogo y Psicólogo

Concha Álvarez Sánchez
Trabajadora Social

Rocío Menéndez Picón
Psicóloga

Instalarse en el “no saber” es fundamental para la eclosión de la creatividad, 
para el abrirse a nuevas posibilidades»
(Kisnerman, 1999)

«Sé cómo tú eres, de manera que puedas ver quién eres y cómo eres. 
Deja por unos momentos lo que debes hacer y descubre lo que realmente haces»
(Perls, 1973)

Introducción

Estamos viviendo momentos que, sin ser conscientes de ello, nos lleva ante una vida de incertidumbre generalizada, donde la planificación a largo plazo resulta ilusoria e irreal, lo que antes pertenecía a lugares vulnerables del sistema social establecido, ahora se muestra presente cada vez más en nuestra vida cotidiana con la llegada de la pandemia y sus efectos socio-políticos. Quizás nuestra profesión esté acostumbrada a mirar muy de cerca la incertidumbre, la vulnerabilidad, la exclusión o la supervivencia desde lo precario, así como medidas políticas institucionales que fomentan la desigualdad social, por lo que quizás, algo de todo lo que está pasando a nivel general, dentro de nuestro ser, nos confiere cierto conocimiento para ver las cosas de otra manera.

Escribimos este artículo desde una mirada interior, atendiendo a nuestro ser de forma integral, tanto en el plano emocional, corporal como racional, dándonos cuenta como muchas veces el cansancio físico o  las tensiones corporales nos han recordado de manera individual que quizás quiero dejar la profesión, o que me enfrento diariamente a una soledad institucional que va agotando mis recursos tanto emocionales como racionales, o quizás, justo lo contrario, mi cuerpo y mi ser sienten la satisfacción que me produce ayudar a los demás o el gusto por trabajar en un equipo de trabajo humanizado, así como muchos otros planteamientos, nada sencillos que me han podido surgir en mi biografía personal desde el momento en el cual decidí estudiar o trabajar en la llamada intervención social. 

Desde esta mirada, analizaremos el contexto donde nos movemos como profesionales del trabajo social, en torno a la desigualdad social y la relación de ayuda. Por otra parte, abordaremos el concepto de supervisión profesional de acompañamiento y cuidado propio, analizando alguno de los lugares críticos más comunes de nuestra profesión donde se hace necesaria la supervisión para, finalmente, establecer un modelo que pueda servir como orientación ante nuestro trabajo cotidiano.

Momentos y relatos de la actualidad

La exclusión social es un término de importante resonancia en nuestra sociedad etnocentrista y global neoliberal, ya que en nuestro imaginario se sitúa la inclusión/ exclusión dentro de una sociedad supuestamente desarrollada, en base a unos indicadores económicos que determinan el estar dentro o fuera de la misma. Sería disparatado y complicado hablar de exclusión social en una comunidad indígena en el Amazonas o en una sangha budista en el Tíbet, y si lo hiciéramos, nuestro significante de riqueza tomado en términos económicos sería de lo más paupérrimo (Gil, 2010).

La creciente desigualdad de las sociedades posmodernas poco a poco desdibuja el concepto de clase social, siendo ahora la exclusión social, una realidad que a diario afecta cada vez a más personas que se muestran con incertidumbre hacia el futuro. Dentro de esta incertidumbre, libertad precaria e individualismo, se va forjando la sensación de estar en permanente riesgo, (Bauman y Tester, 2002) asumiendo cada vez mayor tolerancia al riesgo y la desigualdad, propiciando una pérdida de la sensibilidad entre las personas (Bauman y Donskins, 2015). Además, en estos tiempos se nos “vende” la exigencia de “salir de la zona de confort”, o se nos hace responsables de nuestros propios males, detrás de toda una industria de la llamada “psicología positiva” (Gil, 2018).  Parece que la incertidumbre es un valor en alza, por paradójico que suene, en esta creciente mediocretización que limita progresivamente una actitud creativa en esta sociedad (Perls, 1975 y 1976).

Ante este panorama de inseguridad e incertidumbre algo tiene que cambiar. Si el entorno se muestra poco cuidador, será necesario identificar a un sistema que en sus discursos y prácticas avala y justifica argumentos vinculados a la penalización de la pobreza, a la judicialización de la vida cotidiana y a la criminalización de la protesta social (Cerruti y Silva, 2013), para que de esta forma exista una mirada crítica que favorezca un mayor cuidado y justicia social. 

Así pues, nuestro posicionamiento no solamente puede estar en la cognición y comprensión de situaciones de manera individualizada, sino en estar presentes también en la observación desde lo emocional y corporal, pudiendo ver a las personas que nos rodean, en lo pequeño, en la quietud del presente, del aquí y ahora, poniendo en alza la observación y el cuidado de la vida hacia una y uno mismo como hacia los demás y de esta forma, con una mayor conciencia de sí, podríamos aspirar a una convivencia colectiva menos patriarcal y por ende más humanizada (Naranjo, 2010).

El cuidado y la ayuda como esencia de nuestra identidad

El Trabajo Social, como ámbito de la intervención social, se establece como disciplina teórica y profesional dentro de la dinámica psico-social de ayuda en la relación cuidado (Gil, 2016). Hablar del cuidado dentro de la intervención social, supone un componente ético y relacional importante, no solamente hacia las personas que atendemos, sino también hacia nosotras y nosotros mismos, suponiendo el cuidado un eje central de nuestra identidad profesional, así como para lo que llamaremos posteriormente, la supervisión de apoyo. 

Si volvemos al cuidado como algo más cotidiano, más hacía el cuidado hacia sí misma/o, respecto a esta cuestión, Foucault (1984) señala cómo el autocuidado se ha relacionado con el egoísmo, el interés individual y el placer, en contraposición, a lo que podría ser más deseable socialmente, y más en nuestro contexto de la intervención social, donde el sacrificio hacia los demás, parece haberse convertido desde los inicios de la profesión, en una entelequia profesional que se aleja del cuidado propio y en definitiva de nuestro ser.   

Así pues, y empezando a dar forma a lo que entendemos en relación con el concepto de cuidado y haciendo un análisis desde un contexto feminista (Gilligan, 1985), podemos resaltar una serie de características sobre que sería el cuidado en la relación personal y profesional (Comins, 2003; Mesa, 2005): 

  • Consideración de ser y estar en relación: como ser social, más allá del individualismo, apostando por la autonomía personal que fomenta el cuidado mutuo, el cuidado a los demás y a su entorno.
  • Tomar un enfoque sensitivo hacia el contexto: el contexto del cuidado incluye a todas las partes relacionadas, quien cuida y quien es cuidado, atendiendo a las subjetividades de cada cual, va más allá de la situación concreta del cuidado abarcando espacios micro y macro, públicos y privados.
  • Preocupación por los demás: una preocupación que va más bien hacia una sensibilidad o responsabilidad hacia la humanidad, lejana o cercana de cada cual.
  • Sentimientos y razón: donde el pensamiento y la emoción se unen a lo que sucede en nuestro entorno en el momento de tomar decisiones y actuar, la comprensión de situaciones que ocurren en los contextos de ayuda no solo pasa por la razón, necesitan de una mirada propia hacia las emociones que nos surgen.
  • Orientación hacia dilemas reales: reconocer el conflicto y los dilemas del mundo relacional nos posibilita una actitud realista de los lugares en los cuales intervenimos. 

Por ello, la propuesta que hacemos sobre el cuidado, en los contextos profesionales de intervención social, así como en otras áreas de actuación, es dar la importancia y significado al cuidado desde las siguientes orientaciones (Gil, 2018):

  • Ser conscientes del cuidado hacia sí misma/o, como una forma de comunicación propia con las necesidades, deseos y sentimientos que tenemos. Desde este lugar podemos cuidar a los demás a través de nuestra propia experiencia vivida del cuidado.
  • Ruptura de un esquema del cuidado polarizado, yendo más allá de formas lineales de poder (entre quien cuida y quien es cuidado), donde culturalmente se asocia el cuidado a la dependencia o debilidad, apostando por un modelo de cuidado no lineal y contextual, sin posicionamientos de poder a priori, que se generan de manera natural por nuestro posicionamiento institucional de profesional hacia las personas que atendemos. 
  • Ser consciente de nuestra presencia, en el aquí y ahora, dando lugar a nuestros pensamientos, emociones y cuerpo, de manera conjunta, más allá de la racionalización de lo que nos pasa y por qué nos pasa, que en ocasiones nos limitan y obstaculizan de alguna forma la creatividad.  Las filosofías orientales y corrientes psicológicas humanistas nos muestran como importante cultivar el poder estar en presente, en el aquí y ahora, en lo que nos pasa a nivel cognitivo, mental o corporal, lejos de atender la llamada a la acción del ego, del deber o de lo que esperen las demás personas (Naranjo, 1990; de Casso, 2003).

Desde esta visión y acercamiento, se establecería lo que entendemos por supervisión profesional, tomando el concepto del autocuidado, como una mirada hacia nuestro ser personal que se desarrolla profesionalmente en el día a día ante el encuentro con lo humano y la desigualdad social. Sin duda todo ello otorga a nuestra profesión una complejidad admirable y a veces poco reconocida socialmente.

La Supervisión en el Trabajo Social

Si buscamos la etimología de la palabra supervisión nos lleva al latín, donde super significa sobre y vidêre, mirar o ver. Según Aristu (1991) se trata de una “visión desde arriba”, que permite observar con una mayor claridad lo que está pasando (Porras, 2016). 

La supervisión se remonta a las pioneras del trabajo social, Octavia Hill y Mary Richmond, las cuales ya realizaban esta labor, a través del llamado trabajo social de casos (Fernandez, 1997; Puig, 2011). A partir del siglo XX, existen diferentes formas de prácticas de supervisión en el Trabajo Social, con diferentes perspectivas como la administrativa (Dimock y Trecker, 1949), la educativa o la de apoyo (Perlman, 1969; Kadushin, 1985), desarrollándose de manera cada vez más compleja hasta nuestros días (Escartín, Lillo, Mira, Suárez, y Palomar, 2013). 

De una manera sencilla describiremos a continuación estos tres tipos de supervisión (Dawson, 1926; Kadushin,1992; Otegui, 2008):

  • La función más básica de la supervisión administrativa es garantizar que se realice el trabajo. La mayoría de las/los profesionales del trabajo social, reciben este tipo de supervisión en sus entidades siendo fundamental para mantener el funcionamiento de la institución. No solamente se transmiten saberes en los procedimientos y tareas a realizar, sino también cuestiones de la cultura institucional de cómo comportarse y proceder en el ejercicio diario profesional, como si se tratase de un currículum oculto educativo. 
  • La supervisión educativa se encarga de enseñar los conocimientos, habilidades y actitudes importantes para las tareas propias a la profesión, si bien antes, en la supervisión administrativa se miraba a la institución, aquí se mira a los conocimientos propios del Trabajo Social. El objetivo principal es disipar el desconocimiento y mejorar la habilidad profesional. El proceso clásico involucrado en esta tarea es fomentar la reflexión y la exploración del trabajo, desde diferentes corrientes teóricas o miradas posibles en la intervención social (psicoanálisis, terapia familiar sistémica, cognitiva-conductual, humanista, donde se incluye la terapia Gestalt, así como otras perspectivas de corte psicológico o miradas de intervención social de corte crítico).  
  • Por último, la supervisión de apoyo:  esta supervisión está muy en relación con las dos anteriores, el objetivo principal es mejorar el bienestar personal y la satisfacción laboral (Kadushin, 1992). Se considera que las/los profesionales del Trabajo Social se enfrentan a una variedad de tensiones relacionadas con el trabajo que pueden afectar de manera personal y en el trabajo diario, repercutiendo en las personas que atendemos a través de una progresiva desvinculación de nuestros sentimientos que van distanciándose de las situaciones ajenas, propiciando una desconexión recíproca con nuestras propias emociones y las emociones de la persona a la cual acompañamos. La persona que supervisa debe ir más allá de la información recibida (Lillo, 2007) para poder entrar en lo profundo desde lo aparente. 

Teniendo en cuenta esta clasificación de la supervisión profesional en el trabajo social, Puig (2011), siguiendo a Barenblit (1997), establece una serie de características que abordaría la misma, entre ellas: la reflexión sobre la tarea que se realiza, fomentando un pensamiento crítico del cómo y para qué se hacen las cosas, abriendo una posibilidad de realizar propuestas de cambio o mejora; la resolución de conflictos, tanto institucionales como profesionales con las personas que se atienden o incluso personales relacionados con situaciones laborales, donde es evidente que el trabajo con las personas nos va a movilizar; el fomento del autocuidado sería otro de los aspectos muy en relación con la supervisión profesional, una cuestión muchas veces olvidada, donde es importante mantener la premisa de cómo cuidar partiendo del autocuidado o bien permitiendo que nos cuiden. 

No podemos olvidar, desde un posicionamiento crítico, que la supervisión puede ser vista como un sistema de control y limitante para la/el profesional, donde la figura jerárquica de quien supervisa puede imponer su poder, no solo por el lugar que ocupa en la institución si no por la información confidencial e íntima que se comparte en un espacio de supervisión (Andreuci, 2014). Obviamente en este caso no hablamos de supervisión profesional, ya que se perdería uno de los elementos que entendemos como esenciales en la supervisión, el acompañamiento desde el cuidado y la confidencialidad

La complejidad profesional y su supervisión

Si nos detenemos más profundamente en nuestra profesión, podemos observar cómo ésta se encuentra llena de contradicciones que en ocasiones nos relacionan de manera compleja a todo lo que sucede. Nos encontramos por una parte con la cara más cruda de la desigualdad social del entorno, donde nuestro posicionamiento profesional se sitúa por una parte como referente institucional, y desde dicha institución con sus respectivos enclaves culturales y simbólicos que supuestamente para bien o no tan bien, debemos seguir, donde se habla de: casos conflictivos, problemáticas, colectivos, recursos, procedimientos, expedientes, codificaciones, gestiones, prestaciones y un cúmulo de etiquetas que ponemos a las realidades que se muestra a través de las personas que día a día pasan por nuestra atención (Gil, 2011). Por otra parte, el sujeto profesional como ser personal, se encuentra entre esta tesitura de dar una respuesta institucional a una demanda que aparece de manera continua, o quizás, desde el sentido común profesional, dar una respuesta más coherente a lo que vemos. 

Ante el contexto de desigualdad social estructural y coyuntural, la complejidad de la demanda, unida a la imposibilidad de dar respuesta para paliar las numerosas situaciones de violencia estructural ante las que nos encontramos, se produce un desbordamiento profesional, todo ello unido, en muchas ocasiones, a la presión institucional o de la situación, donde lo urgente se convierte en cotidiano y el hacer, en ocasiones, se superpone al razonamiento previo o una planificación racional y coherente. Por supuesto, los sentimientos que nos pueden surgir con todas las personas que estamos en contacto y ante situaciones tan vulnerables, parece que quedan en un segundo lugar, como si se tratase de un aspecto personal contraproducente para atender tanta complejidad y situaciones devastadoras. ¿Dónde quedan las emociones que generan las personas que comparten, en gran medida, tanta intimidad, con nosotras/os?, si recuerdo mis comienzos profesionales, ¿qué emociones me surgen? Estas preguntas residen en nuestro ser, más allá de la posible deshumanización que se genera, en el llamado burn out o síndrome de estar quemado profesional, al estar en contacto continuo con personas ante la incapacidad de satisfacer las demandas constantes (Leiter, Maslach & Frame, 2014).

En los párrafos anteriores describíamos una parte con la que nos encontramos a nivel externo, con la realidad que trabajamos, pero hay otra realidad, y es el dónde trabajamos, el ámbito de la intervención social. Existe una paradoja dentro del ámbito laboral de la intervención social cada vez más presente, su precariedad laboral, una precariedad que afecta a la temporalidad e inestabilidad de las plantillas de trabajo, las cuales requieren una fuerte formación y compromiso dada la complejidad que requiere las profesiones de la intervención social. La precariedad no solo está ligada a las condiciones laborales, sino que también genera exclusión social entre la plantilla de trabajo, a través de la división y jerarquización de equipos de trabajo donde cada cual, puede llegar a tener mejores o peores condiciones laborales realizando una misma tarea, por lo general en la atención directa, dependiendo también del tipo de contrato, de la vinculación con la administración o por razón de sexo (Gil, 2018).

La institución profesional nos dota de un espacio, de un lugar de “ser” profesionales del Trabajo Social, con un consiguiente código deontológico, que aparentemente es respetado y asumido por la propia institución. Nuestro “deber” a la misma es constante, desde una actitud de sometimiento, consentimiento o contra-institucional (enfrentándonos o culpabilizando a la institución de la frustración que genera nuestro ejercicio profesional), pero la respuesta siempre existe, en acción u omisión, existiendo una vinculación emocional (Gil, 2011).

Otras cuestiones que inciden en la profesión y que de manera implícita nos siguen marcando en nuestro día a día son las diferentes circunstancias que se pueden dar de manera común como: una profesión reproductiva, del ámbito del cuidado, feminizada, de procedencia de clases sociales obreras y cuestionadora del sistema hegemónico. Todo ello puede conformar una identidad profesional muy interseccionalizada, siendo una profesión con un estatus poco reconocido, a nivel social y de poder de negociación político. 

Todo esto se pone de relieve en nuestro ejercicio profesional, en nuestro día a día, en las relaciones con las personas que atendemos, con las y los compañeros que nos relacionamos, la cultura institucional, jerarquías y estructuras, políticas sociales y realidad dentro de esta sociedad posmoderna antes y después de la pandemia, aquí y ahora. Entendemos que ante esta complejidad de nuestro trabajo, una vez realizado este breve análisis, requiere un acompañamiento, un cuidado, una supervisión, desde su función administrativa y educativa, en un primer nivel, y en un nivel más profundo a través de la supervisión de apoyo, ya que trabajamos con personas que nos suscitan preguntas, respuestas, vínculos, rechazo, y un sinfín de reacciones, corporales, emocionales y mentales, desde una práctica de supervisión basada en la evidencia (Mo, O’Donoghue, Wong y Tsui, 2020). 

Por otra parte, la supervisión profesional debe ir más allá de la mejora del rendimiento profesional, medido en el logro de la competencia en la prestación de una atención de mayor calidad (Morrison, 2003). La supervisión de apoyo es la que nos lleva a toda esta reflexión y ante la cual vamos a proponer una serie de cuestiones al respecto, para esclarecer lo que pueden ser líneas básicas de la misma.

La supervisión en Trabajo Social desde una mirada Gestáltica

Partiendo de todas las reflexiones a las que hemos ido llegando a lo largo de este artículo, la corriente teórica-práctica que nos parece más oportuna para este tipo de trabajo es la proporcionada por la psicología humanista, en concreto a través de la psicoterapia grupal de la terapia Gestalt. Zinker (1977) señala una serie de objetivos que se pretenden alcanzar desde esta orientación:

  • Fomentar una mayor conciencia de sí misma/o como persona: corporal, emocional y ambientalmente. 
  • Conocer cuando proyectamos nuestros deseos o necesidades en los demás. 
  • Acercarnos a darnos cuenta de las necesidades, y a desarrollar los mecanismos y las destrezas necesarias para conseguir su satisfacción, sin atentar contra las de los demás. 
  • Desarrollar y fomentar la capacidad de apoyo en una/o misma/o sí misma/o en vez de recurrir a responsabilizar a los demás, para conseguir lo que deseamos.
  • Poder estar más sensible ante lo que le rodea, al mismo tiempo que aprender a desarrollar aquellos mecanismos o corazas que le protegen contra las situaciones negativas, poniendo límites.
  • Aprender a asumir la responsabilidad de nuestros actos y de las consecuencias de estos. 
  • Sentir más comodidad en contacto, creatividad y espontaneidad. 
  • Tomar una mayor conciencia en armonizar nuestros deseos, pensamientos y actos, con el fin de sentirnos más a gusto con quienes somos y con lo que hacemos.

Para ello contaremos con las herramientas que nos proporciona este enfoque, las cuales nos permiten crear espacios presentes en el aquí y ahora, así como del darse cuenta de lo que ocurre con cada situación o caso a supervisar, utilizando una metodología donde puedan entrelazarse los espacios de una forma más expresiva, creativa, y donde el juicio evaluativo se encuentre lo menos presente. Estas herramientas nos posibilitan orientarnos hacia una co-visión y un espacio más horizontal de conocimiento, donde el equipo de trabajo pueda sentir estar en un lugar más seguro y de cuidado personal. Un espacio donde la sororidad se posicione frente a la competitividad, creando espacios de mayor entrega y solidaridad conmigo y con la persona que tenemos enfrente, pudiendo crear un encuentro entre nosotras/os más real. 

Se pretende pues, que durante el desarrollo de dicho encuentro, podamos contemplar un espacio de toma de contacto no solo con nuestras cogniciones, sino también con las emociones y las conductas relacionadas y entrelazadas con mis pensamientos, por otra parte nos posibilitará conocer nuestro cuerpo, como cuerpo profesional que cada mañana camina hacia el territorio de la intervención social, el que nos libra de batallas y donde se aposentan las miserias y glorias de nuestra propia historia (Carbajal, 2011).

En un momento tan crítico donde la pandemia nos ha traído y nos vuelve a mostrar cada día que nuestra experiencia sólo puede ser aquí y ahora, es necesario acercarnos más genuinamente a la realidad que nos rodea, creando espacios más horizontales y humanizados, donde el trabajo social y cada persona que está corporeizando la profesión pueda hacerlo de una manera más liberadora y en sintonía con su deseo.

Conclusiones

La relación de ayuda implica una deconstrucción de la práctica del trabajo social actual, la cual viene estando muy relacionada con las exigencias de la deriva neocapitalista, que desdibuja dicha relación de ayuda de su eminente y original ética del cuidado. Necesitamos, cada vez más, espacios donde poder expresar, sentir y pensar lo que nos está pasando, para ello la supervisión nos acompañará en el proceso, un proceso que va más allá de la profesión o la institución para la cual trabajamos, un proceso que complementa otras formas de supervisión, como la administrativa y la educativa, presentando alternativas de supervisión horizontal como la co-visión, que nos lleva a un lugar de conocimiento más profundo, desde la supervisión de apoyo. Entendemos la supervisión de apoyo a través de la mirada gestáltica, una mirada que no solamente complementa un posicionamiento profesional sino también personal. 

Y, ahora bien, ¿qué me puede aportar la supervisión profesional de apoyo con una mirada desde el enfoque gestáltico? A cada persona, según su nivel de vivencia, le aportará unas cosas u otras, pero sin duda nos ayudará a estas y otras cuestiones:

  • Un autoconocimiento propio encaminado hacia el apoyo social, el cual fomenta una mayor satisfacción en las relaciones de nuestro entorno próximo. 
  • Superar prejuicios y discursos patologizantes que nos hacen ver los casos o situaciones como similares (Bingle y Middleton, 2019), perdiendo de vista que cada ser es único e irrepetible.
  • Desnaturalización de todo aquello que damos por sentado, saliendo de nuestros esquemas mentales, por medio de un redescubrimiento teórico y práctico, pasándolo por nuestra subjetividad y sentido común profesional.
  • Creación de espacios de construcción de nuevos discursos colectivos e inclusivos, entre equipos de trabajo y junto a personas que atendemos.
  • Búsqueda de una identidad profesional cambiante, reflexiva, abierta y construida en interacción con el contexto social.
  • Aumentar la capacidad de resistencia ante el conflicto y/o procesos de deterioro en las relaciones interpersonales, dentro de las instituciones en las que se trabaja o incluso, desarrollando mecanismos de autoprotección y cuidado, donde exploremos nuestros límites y podamos cuidarnos, poniéndolos si fuera necesario.
  • Recuperar el optimismo respecto a la práctica de la profesión, y alejarnos de la rutinización del trabajo diario, pudiendo contactar más con nuestros deseos genuinos de una manera más espontánea y creativa de trabajo.

Referencias bibliográficas

  • Andreucci, P. (2014). Modelos de Supervisión Clínica: Una articulación dialógica de dimensiones pedagógicas y terapéuticas. Akademia, 5(1), 1-11.
  • Barenblit, V. (1997). “Supervisión de equipos sanitarios en distintas instituciones”. V Jornadas Nacionales de APAG, San Sebastián. APAG – Asociación de Psicoterapia Analítica. 
  • Bauman Z. & Donskins, L. (2015). Ceguera moral. La pérdida de sensibilidad en la modernidad líquida. Barcelona. Paidós.
  • Bauman, Z. & Tester, K., (2002). La ambivalencia de la modernidad y otras conversaciones. Madrid. Paidós.
  • Bingle, L., & Middleton, A. (2019). From doing to being: the tensions of systemic practice in social work–group reflective supervision in child protection. Journal of Family Therapy, 41(3), 384-406.
  • Carbajal, L. (2011). Del organismo al cuerpo – Gestalt Corporal. Barcelona. Comanegra
  • Cerruti, D. A., & Silva, M. P. (2013). Criminalización de la protesta y regionalización de la resistencia: procesos que atraviesan a la Unión de Asambleas Ciudadanas. Bienes comunes. Saqueo y resistencias, 155.
  • Comins, I. (2003). La ética del cuidado, como educación para la paz, Tesis Doctoral, Universitat Jaume I, Castellón, España.
  • Dawson, J. B. (1926). The case supervisor in a family agency without district offices. The Family, 6(10),293-295.
  • De Casso, P. (2003). Gestalt, terapia de autenticidad: del” ego” a” sí mismo”: la vida y obra de Fritz Perls. Barcelona. Kairós.
  • Dimock, H. y Trecker, B. (1949). The supervisión of group work and recreation. Michigan.
  • Escartín, M., Lillo, M., Mira, J., Suárez, E., y Palomar, M. (2013). El proceso de supervisión en las prácticas de trabajo social. En M. Tortosa, J. Álvarez y N. Pellín (Coords.), XI Jornadas de Redes de Investigación en Docencia Universitaria. Retos de futuro en la enseñanza superior: docencia e investigación para alcanzar la excelencia académica (pp.679-691). Alicante, España: Universidad de Alicante.
  • Fernández, J. (1997). La supervisión en el trabajo social. Barcelona. Paidós.
  • Foucault, M. (1984). La ética del cuidado de uno mismo como práctica de la libertad. Hermenéutica del sujeto, 107.
  • Gil, D., & Gil, J. L. (2010). Jesús Hernández Aristu. Trabajo social hoy, (59), 129-136.
  • Gil, J. L. (2009). Fuerzas centrífugas de nuestra identidad. Trabajo social hoy, (58), 67-79.
  • Gil, J. L. (2016). El cuidado en la intervención social Una práctica en la ética del trabajo social. Respuestas transdisciplinares en una sociedad global: aportaciones desde el Trabajo Social (p. 133). Universidad de La Rioja.
  • Gil, J.L. (2011). Una aproximación a la Violencia en el Trabajo Social. Libro de publicaciones Congreso Trabajo Social, Colegio de Trabajo Social de Madrid.
  • Gil, J.L. (2018). La Sororidad en la intervención Social. Revista nacional de la Asociación Española de Terapia Gestalt. Mayo, 2018.
  • Gilligan, C. (1985). La moral y la teoría: psicología del desarrollo femenino. México. Fondo de Cultura Económica.
  • Hernández, J. (1999). La supervisión calidad de los servicios. Una oportunidad para los profesionales de ayuda. Pamplona. Ediciones Eunate.
  • Kadushin, A. (1985). Supervision in social workS. New York. Columbia University Press. 
  • Kadushin, A. (1992). Supervision in Social Work. New York. Columbia University Press.
  • Kersting, H. J. (1999). La supervisión como sistema de reflexión de la praxis profesional: Paradojas y oportunidades desde la perspectiva constructivista. In La supervisión: calidad de los servicios: una oportunidad para los profesionales de ayuda (pp. 47-70). Pamplona. Ediciones Eunate.
  • Leiter, M. P., Maslach, C., & Frame, K. (2014). Burnout. The encyclopedia of clinical psychology, 1-7.
  • Lillo, A. (2007). Un Modelo teórico práctico para el proceso de supervisión en Trabajo Social. Portularia. 7, nº 1-2. 2007, (123-138). Universidad de Huelva.
  • Mesa, J. A. (2005). La ética del cuidado y sus implicaciones en la formación moral en la escuela. En: B. Toro (Dir.). La educación desde las éticas del cuidado y la compasión. Bogotá. Universidad Pontificia Javeriana.
  • Mo, K. Y., O’Donoghue, K., Wong, P. Y., & Tsui, M. (2020). The historical development of knowledge in social work supervision: Finding new directions from the past. International Social Work Journal
  • Molina, L. y Romero, C. (2001). Modelos de intervención asistencial, socioeducativo y terapéutico en Trabajo Social. San José. Editorial Universidad de Costa Rica.
  • Morin, E. (2003), Introducción al pensamiento complejo. Barcelona. Gedisa
  • Morrison, T. (2003). Staff Supervision in Social Care. Ashford Press. Southhampton.
  • Naranjo, C. (2010). La mente patriarcal. Barcelona. Integral.
  • Otegui, A. B. (2008). La supervisión en Trabajo Social. In Métodos, técnicas y documentos utilizados en Trabajo Social (pp. 137-140). Servicio de Publicaciones Argitalpen Zerbitzua.
  • Perlamn, H.H. (1969). Trabajo Social Individualizado. Buenos aires. Humanitas.
  • Perls, F. (1975). Yo, hambre y agresión. México. Fondo de Cultura Económica.
  • Perls, F. (1976). El enfoque gestáltico y testimonios de terapia. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.
  • Perls, F.S. (1973) The Gestalt Approach and Eye-witness to TherapyT. Ben Lomond, CA. Science and Behavior Books.
  • Porras, J. A. (2016). La aplicación del psicodrama pedagógico a la supervisión en trabajo social. Comunitania: Revista internacional de trabajo social y ciencias sociales, 12, 69-85.
  • Puig, C. (2011). La supervisión en los equipos de Servicios Sociales: una oportunidad para la reflexión, el pensamiento y el cuidado de los profesionales. Cuadernos de trabajo social, 24, 123-133.

Málaga, 15 de febrero de 2022

Ana Mª Torrado Botana
Trabajadora Social funcionaria de la Junta de Andalucía y Vocal de Formación del CPTS Málaga

Hoy os venimos a hablar del libro “Manual para el abordaje de supuestos prácticos: Metodologías y herramientas para la práctica del Trabajo Social” el primer libro de la trabajadora social y autora Ana Mª Torrado Botana.

Un manual que lleva más de 1000 ejemplares vendidos desde que se publicó el pasado mes de abril de 2021 por el Consejo General del Trabajo Social en su apuesta por seguir en su línea editorial. Con esta publicación dentro de la serie verde, se ofrece una herramienta e instrumento para el Trabajo Social que sea de utilidad para el desempeño de la actividad profesional y en concreto, para superar pruebas prácticas en el acceso a las plazas ofertadas de la Administración Pública.

¿Cómo se gesta la idea de esta publicación?

La idea de publicar este libro viene de años, y surge a raíz de la impartición de cursos y talleres en distintos Colegios Profesionales andaluces y de la propia demanda del colectivo de Trabajo Social inmerso en procesos selectivos a Cuerpos de Grado Medio para la cobertura de plazas de administración pública que exigen entre sus pruebas de acceso, la superación de un caso práctico. 

Un libro que viene a cubrir una necesidad que reclamaba el colectivo profesional y que nace gracias a los aportes de muchos compañeros y compañeras de profesión, de la experiencia profesional acumulada durante años en diferentes ámbitos de la administración pública en distintos sectores de población, de la visión como opositora, del alumnado asistentes a los cursos y talleres y de la apuesta decidida del Consejo General de TS.

¿Qué te mueve para publicar este manual?

He de confesar que este Manual no nació con idea de convertirse en un libro, sino más bien un material pensado y confeccionado con mimo y cuidado durante años, para la impartición de cursos y talleres prácticos, con el fin de facilitar a muchos aspirantes a plazas de la administración pública, en las que se exige como prueba, un ejercicio práctico y también, por qué no, agilizar el trabajo profesional del día a día.

Si buceamos en redes o foros de oposiciones, una de las reiteradas demandas realizadas por futuros aspirantes era donde encontrar casos prácticos o cómo enfrentarse a un ejercicio de estas características con un tiempo limitado para su realización.

Si hacemos una rápida revisión bibliográfica, nos encontramos con escasas divulgaciones que aborden la elaboración de supuestos prácticos de gestión de casos en el ámbito individual, familiar, y comunitario y la falta de publicaciones de estas características en el ámbito del Trabajo Social.

¿Qué van a encontrar en este Manual práctico?

Hallarán en cada una de sus páginas una forma sencilla de resolver supuestos prácticos de naturaleza individual/familiar y comunitaria, construyéndolo paso a paso, de manera que los conduzca hacia la meta.

Cada capítulo es como una brújula que marca la ruta metodológica a seguir en el proceso de resolución, a través de fichas pautadas y secuenciadas para llevar a término y sin dificultad el abordaje de un caso o la elaboración de un proyecto social comunitario con un lenguaje claro y cercano.

Encontrarán consejos útiles y actividades que proporcionan un viaje con todo el itinerario trazado que deben recorrer y un billete con ventanas abiertas al descubrimiento a través de ejercicios que ofrecen las claves necesarias para su resolución.

El manual invita, en uno de los capítulos, a sumergirse en el universo creativo, un ingrediente fundamental para estimular el pensamiento crítico y buscar otras formas de mirar y de hacer las cosas, jugando con las palabras y las ideas. La creatividad, el análisis razonado, y la búsqueda de soluciones creativas a situaciones sociales complejas, que constituyen, en definitiva, la piedra angular sobre la que se sustenta la resolución de un caso y las aptitudes y destrezas que buscan las personas evaluadoras con este tipo de pruebas por encima de la memorización.

Para ello, se ofrece una serie de consejos en forma de caja de herramientas que se ven ejemplificados y materializados con una serie de casos resueltos siguiendo las pautas indicadas en el propio manual. 

Con todo, la persona aspirante podrá enfrentarse de manera planificada a una situación de familia, entendida ésta, en sus múltiples formas, o a la realización de un diseño de intervención comunitaria para un sector de población o intervención en una zona, a través de programas y proyectos sociales, siguiendo de manera flexible, sencilla y gradual los pasos del proceso metodológico y que constituyen el saber hacer de los profesionales del Trabajo Social.

¿Qué no van a encontrar en este Manual?

No van a encontrar ejercicios tipo test, que siendo uno de los habituales y frecuentes ejercicios exigidos en las convocatorias de empleo público, forman parte de la prueba de conocimientos teóricos en base a un temario publicado y que suponen responder a una serie de enunciados, entre tres o cuatro alternativas, señalando la respuesta correcta, para lo que es necesario memorizar contenidos relativos a cuestiones generales y otras específicas del cuerpo o categoría al que se opta. 

En definitiva, se basan en la precisión de datos, la memorización sistemática de ingentes temarios y cuerpo normativo, para lo que se necesita lo que conocemos como “hincar codos” o “empollar”, que responden a una memoria a corto plazo que una vez te presentas, olvidas de manera rápida. 

Este tipo de examen son fáciles de corregir y sirven, dada las limitadas vacantes ofertadas, para llevar a cabo una primera criba de aspirantes que optan a un reducido número de plazas.

¿Quién debería leer este Manual?

Tanto si están ejerciendo en la práctica profesional del trabajo social, como si se encuentran inmerso en oposiciones, y una de las pruebas exigidas es un ejercicio práctico acorde con las funciones al puesto del trabajo que van a desempeñar dentro de nuestro ámbito profesional, este libro puede hacer ese camino, algo más cómodo y seguro.

¿Podrías dar algún consejo a las personas que están pensando o están en proceso de prepararse unas oposiciones?

Una vez que se tiene claro y decidido que se quiere opositar, hay que ir a por ello, siendo conscientes que es como estar en una montaña rusa, con tantas subidas y bajadas que da vértigo, pues se pasan por fases de euforia y de desánimo. 

El mundo de las oposiciones está regido por la competitividad, lo que hace que estudiar suponga un camino difícil para quien lo inicia, pero podemos verlo como un trayecto que nos empodera en positivo y nos permite realzar fortalezas y capacidades, ya que a medida que nos vamos esforzando y alcanzando objetivos, vamos ganando poco a poco confianza y superando retos día a día.

Para ello se requiere sacrificio, inversión de tiempo, dejar de hacer otras muchas cosas, y también rodearse de personas que nos apoyen y nos animen cuando nuestro ánimo decae, para levantarnos y ayudarnos a seguir adelante. Es importante, no darse grandes atracones de estudio, sino más bien se necesita perseverancia y constancia en el estudio, fijándose pequeñas metas diarias, paso a paso, para alcanzar el objetivo final, y la recompensa, bien merece el esfuerzo.

¿Qué te ha reportado escribir este Manual y publicarlo?

A nivel personal me ha supuesto muchas horas descontadas de mi tiempo libre o dedicado a otras actividades lúdicas y, en ocasiones, cierta dosis de estrés para cumplir plazos de entrega.

A nivel profesional, dar forma a un proyecto que llevaban años reclamando el alumnado, colegios profesionales, colegas de profesión, y que sale a la luz en un momento en el que se están viendo incrementada las ofertas de empleo público, en parte por la exigencia de Europa a estabilizar las plantillas de los empleados y empleadas públicos cara a reducir la alta temporalidad del empleo en nuestro país en el sector público y por otra, la aprobación y desarrollo de nuevas leyes de servicios sociales de segunda y tercera generación, protección a la infancia y adolescencia, rentas mínimas, leyes integrales frente a la violencia, que demandan equipos profesionales formados y que han favorecido la contratación, aun siendo conscientes que se requieren de mayor dotación de recursos humanos y que las plazas ofertadas son insuficientes, para desarrollar todo un sistema público de protección con las mejores garantías en un nuevo marco normativo de derechos.

Y a nivel retributivo, ha sido una cesión de los derechos de autoría y de renuncia a cualquier contraprestación económica, lo que ha permitido que el libro tenga un precio asequible para todas las personas interesadas en adquirirlo.

¿Dónde se puede adquirir el libro?

Si quieres empezar a descubrir sus páginas puedes ponerte en contacto con el Consejo General del Trabajo Social a través de su página web o por teléfono y solicitar un ejemplar.

Y por último ¿Qué esperas con la publicación de este libro?

Que sea útil al público lector, que les facilite el camino a la administración pública, que lo mejoren y por encima de todo, que consigan su sueño: una plaza en el sector público que dé estabilidad a su vida laboral y profesional.

Cádiz, 22 de diciembre de 2021

José Acevedo Pérez
Trabajador Social y Preparador de Oposiciones

Vivimos en un momento de incertidumbre en la Función Pública, marcada básicamente por la situación de temporalidad de casi un tercio de los empleados públicos. Las reformas anunciadas en la legislación básica para dar respuesta a las exigencias de la Unión Europea, así como a las expectativas de miles de trabajadoras y trabajadores de las Administraciones, su forma de aplicación en cada una de ellas, los requisitos para acceder a plazas sin tener que pasar por una fase de oposición, generan, en muchos casos, esperanza para consolidar un puesto de trabajo, en otros, desconfianza en las miles de personas que exigen el acceso a la Función Pública en condiciones de igualdad.

Lo que sí es cierto, es que, en el ámbito de nuestra profesión, cada día son más las personas que buscan un hueco en el empleo público. El Trabajo Social como profesión puede ser desarrollado desde numerosos ámbitos, no solo desde las Administraciones, pero la inestabilidad y la precariedad del mercado laboral, nos lleva a muchas y a muchos a buscar una respuesta en el empleo público, aunque ello suponga luchar contra las vicisitudes de los procesos selectivos, marcados, en la mayoría de los casos, por tener que enfrentarnos a procesos largos en su desarrollo temporal, cargados de incertidumbres, con temarios excesivos impregnados de legislaciones de todo tipo, de los que no vemos su aplicación práctica, sometidos también a los devaneos políticos de los Gobiernos.

Lo cierto, es que las Administraciones Públicas se enfrentan a un problema a corto y medio plazo. En torno al cincuenta por ciento de sus empleadas y empleados se encuentran cercanos a su jubilación, lo que debe ser interpretado como una oportunidad. También, la apuesta, cada vez más notoria, por una profesión como la nuestra, donde el desarrollo del Estado de Bienestar ha ido generando nuevos nichos de empleo en el ámbito público. No debemos olvidar, con todas las críticas que merece la ejecución del Sistema, la oportunidad que ha supuesto para el Trabajo Social la aprobación de la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia. De la misma forma que hemos cimentado el Estado de Bienestar a través de este quinto pilar, nuestra profesión debe seguir avanzando en otros ámbitos de intervención como debe ser la educación, donde nuestra presencia es residual.

En el marco de todas esas posibilidades, enfrentarse a un proceso selectivo debe ser interpretado como una oportunidad. 

En los últimos años hemos ido leyendo procesos selectivos de todo tipo: consolidaciones, estabilización, plazas libres, bolsas de empleo… Me gustaría dejar claro a qué nos enfrentamos con toda esa verborrea administrativa.

Cuando hablamos de consolidación, se está refiriendo a determinadas plazas que se convocan para puestos determinados, muy limitadas numéricamente, en la que se afianza en el puesto a la persona que la lleva ocupando bastante tiempo. Se trata de plazas estructurales de la Administración ocupadas temporalmente. Se consolida a la persona en el puesto, porque éste ya se encuentra consolidado.

Diferente es el supuesto de las estabilizaciones. Se trata de puestos que han ido creando por necesidades temporales (por ejemplo, las plazas del Sistema de la Dependencia), que, en un momento determinado, las Administraciones pretenden convertir en estructurales. Se convocan esas plazas para estabilizarlas, pero sin personalizar a su ocupante. Convocamos esas plazas mediante sistemas de concurso oposición, a los que pueden concurrir tanto sus ocupantes temporales, como personas sin vinculación alguna con el puesto al que se pretende acceder.

En cuanto a las plazas libres, se trata de puestos vacantes, que se pretenden ocupar mediante el sistema de oposición (aunque algunas Administraciones, en algunos supuestos, utilizan el sistema de concurso oposición para acceder a las mismas, como es el caso de acceso a personal laboral fijo en el ámbito de la Administración de la Junta de Andalucía, o personal estatutario en el Servicio Andaluz de Salud). Es el modelo preferido por  los y las nuevas opositoras, por no tener que enfrentarse a personas con amplia experiencia laboral.

También podemos hablar de las bolsas de empleo temporal, utilizada especialmente por las Entidades Locales para dar respuesta a necesidades de contratación de personal. Habitualmente se convocan mediante los sistemas de oposición o concurso oposición; y muchas veces, todo hay que decirlo, son fuentes de financiación de la propia Entidad Local por las altas tasas impuestas para poder acceder al proceso selectivo.

Además de todas estas palabrerías en los sistemas de acceso, que son utilizadas muchas veces conforme al interés del político de turno, desde el Trabajo Social tenemos opciones de acceder a muchos tipos de puestos de trabajo en varios ámbitos de atención. Podemos acceder al Servicio Andaluz de Salud (puestos de trabajo en centros sanitarios de atención primaria y especializada), mediante procesos selectivos de concurso oposición. Un extenso temario, de ámbito principalmente sanitario, pensado para personas con larga experiencia laboral en el propio SAS, accediendo a una plaza a través de una asequible fase de oposición.

Podemos acceder a los ámbitos judiciales y penitenciarios, pero con temarios muy específicos que solamente nos van a servir para dar respuesta a procesos selectivos en esas plazas concretas. Es decir, con una limitación en cuanto a los contenidos del temario.

Hablamos de procesos selectivos en el ámbito local, bien mediante la constitución de bolsas temporales, o procesos de oposición. Es la posibilidad que tienen aquellas personas que quieren trabajar cerca de su lugar de residencia (una aspiración de muchas personas). Es un empleo más cercano a la práctica social, pero muy limitado en cuanto a posibilidades. La mayor parte de Entidades Locales convocan plazas muy de tarde en tarde, con procesos selectivos que dejan mucho que desear, algunos con un olor que resulta sospechoso, sin necesidad de poner ejemplos concretos. Se enfrentan a amplios temarios y procesos de selección muy variados: exámenes tipo test, de desarrollo, supuestos prácticos, elaboración de informes, etc. Se trata de trabajo en Servicios Sociales Comunitarios, o programas específicos de titularidad de la Junta de Andalucía que se desarrollan en el ámbito local (refuerzo para la gestión de la Renta Mínima de Inserción, para la elaboración de las propuestas de PIAS en dependencia, para los Equipos de Tratamiento Familiar, etc.).

Dada la dificultad de enfrentarse a un proceso selectivo, tal y como está concebido en nuestro país, debemos ser un poco razonables. Ya que debemos asimilar un temario determinado, que sea compatible con el acceso a otros procesos selectivos, que nos ofrezcan plazas con cierta periodicidad, que sea una Administración menos cercana, donde no sea tan estrecho el vínculo entre el y/o la trabajadora y la empresa. Sabéis de lo que estoy hablando. Por eso, siempre he recomendado la preparación del temario de la Junta de Andalucía como opción para acceder a la Función Pública como profesional del Trabajo Social: se ofertan plazas casi todos los años, el acceso es muy anónimo, el temario es muy amplio que nos ayuda a preparar cualquier otro proceso selectivo que se pueda desarrollar en nuestra Comunidad Autónoma. Simplemente por eso. Salvo que queramos trabajar en nuestro pueblo, y tengamos que esperar diez años a que se convoque una plaza, y tengamos la suerte de obtener la plaza en competencia con dos mil compañeros y/o compañeras de profesión. Se ofertan plazas para trabajar en los servicios de protección de menores, valoración de la dependencia, gestión de diferentes programas (Renta Mínima, Zonas Desfavorecidas), o trabajar en los diferentes servicios centrales de la propia Consejería.

Mi consejo a todas aquellas personas que quieren hacer el intento, o se encuentran en el intento. No desesperarse, afrontar el reto como una oportunidad, no como una necesidad (las prisas son pésimas aliadas en estos casos), tener sentido común a la hora de elegir un proceso selectivo, estudiar trabajando el material de estudio (la memoria es la antesala del olvido), cada persona adaptándolo a su manera más práctica de comprender y asimilar los contenidos. Esto no es un examen cualquiera que se puede preparar en meses, muchos compañeros y compañeras llevan años en el esfuerzo, tampoco debemos hipotecar nuestra vida a largo plazo. Debemos tener claro varias cosas: el Trabajo Social es una profesión con una alta consideración, equilibrada a nivel de Grado junto a otras titulaciones que, muchas veces, hemos considerado superiores a la nuestra. Ni mucho menos. Con lo cual, es normal un principio de exigencia. 

La mayoría de las personas conjugan el estudio con otras actividades laborales o familiares. Tampoco es una excusa, simplemente, como cualquier otra persona, intentamos conciliar el estudio con esa otra actividad. No se trata de encerrarse en casa quince horas a estudiar. No merece la pena. Con constancia, voluntad y esfuerzo, tal vez en dos años de preparación, sin matarse ni mucho menos, podemos alcanzar el resultado esperado.

Debemos pensar qué queremos y hasta donde queremos y podemos llegar. Pero merece la pena intentarlo.

Madrid, 15 de diciembre de 2021

Rubén Yusta Tirado
Trabajador social especializado en el ámbito de la gerontología.
Doctorando en Trabajo Social por la Universidad Complutense de Madrid

Según reflejan los principales estudios relacionados con el análisis de las residencias para personas mayores en España, las empresas privadas juegan un papel fundamental en el desarrollo de la atención gerontológica en estos servicios residenciales. Esto se refleja en los datos que manejamos actualmente, que indican que más del 70% de los centros residenciales son de titularidad privada y aproximadamente el 85% del total de las plazas residenciales están gestionadas por empresas (Abellán, Aceituno, Ramiro y Castillo, 2021). En este escenario, cada vez es más habitual que entre las competencias y funciones que se solicitan, o en algunos casos se asignan, en las ofertas de empleo relacionadas con este ámbito, aparezcan las funciones comerciales relacionadas con el puesto de trabajador/a social. 

Es necesario reseñar que, cuando hablamos de funciones comerciales, nos referimos al ejercicio de tareas ajenas a la intervención social, relacionadas con el contacto con instituciones externas con un fin relacionado con el marketing, con la difusión comercial de la “marca” que se encuentra tras la gestión del centro y todas aquellas tareas afines a esta práctica. Esto es un tema controvertido puesto que, si hacemos un análisis de los principios básicos o generales de la profesión, recogidos en el Código Deontológico del Trabajo Social (Consejo General del Trabajo Social, 2012), ninguno de ellos está relacionado o se encuentra próximo a estas funciones. 

Por todo ello, y por el gran desarrollo y presencia que actualmente tiene el Trabajo Social en ámbito de la gerontología y, por consiguiente, en el ámbito residencial, es necesario que llevemos a cabo un análisis que articule y sustente las distancias existentes entre el Trabajo Social y estas funciones comerciales que, en muchas ocasiones, suponen una barrera y un inconveniente para el desarrollo profesional por parte de los/as trabajadores/as sociales en un ámbito que, como estamos viendo, se encuentra en pleno desarrollo y que es fundamental en la articulación de los que muchos/as autores/as identifican como el cuarto pilar del estado de bienestar (Gallardo y Sánchez, 2020). 

A continuación vamos a analizar los motivos que alejan al Trabajo Social de las tareas comerciales en el ámbito residencial, amparándonos en los principios y fundamentos que sustentan nuestra profesión y nuestra disciplina científica y en el funcionamiento general de estos centros residenciales. 

  • Ratios de personal. Antes de entrar de lleno en el análisis de los principios y fundamentos del Trabajo Social, es importante que analicemos el funcionamiento del ámbito en el que nos encontramos. Como sabemos, los centros residenciales funcionan bajo un sistema de ratios de personal en los que, dependiendo del número de personas usuarias que allí residan, se necesitará un número determinado de profesionales que atiendan a sus necesidades. Estos ratios están dirigidos a la atención directa de las personas usuarias y, en el caso del Trabajo Social, a la intervención social con la persona, su entorno sociofamiliar y el ámbito comunitario. Por tanto, si la figura del/de la trabajador/a social se centra en el desarrollo de funciones comerciales ajenas a la intervención social con las personas que residen en el centro, se estará incumpliendo la finalidad de este ratio y, en muchas ocasiones, los acuerdos que éstos suponen entre los centros residenciales y las Administraciones con las que se fija la presencia de los/as profesionales. 
  • Desconocimiento de la disciplina. Asignar funciones comerciales a un/a profesional del Trabajo Social es sinónimo de un importante desconocimiento de la disciplina y de los valores que sustentan la profesión. Los/as trabajadores/as sociales nos encontramos próximos/as a la erradicación de situaciones que generan desigualdad, a lograr la dignidad, la libertad y la igualdad entre las personas usuarias y, en este ámbito, a mejorar las condiciones de vida de las personas mayores que viven en los centros. Por tanto, asociar este aspecto a nuestra figura profesional, denota una falta de conocimiento de las potencialidades de una profesión clave en la lucha contra las desigualdades actuales de nuestra sociedad.
  • Formación. En la actualidad, la profesión del Trabajo Social es desarrollada por profesionales que han obtenido el título de asistente social, diplomado/a o graduado/a en Trabajo Social, dependiendo del momento en el que el/la profesional llevara a cabo sus estudios relacionados con nuestra disciplina. Si hacemos un análisis de los contenidos generales de estas formaciones o de las posteriores especialidades que han ido surgiendo con la presencia de la disciplina en los diferentes ámbitos, observamos como apenas existen materias o contenidos relacionados con aspectos comerciales o con el marketing que en ocasiones es requerido en estas instituciones. Las cuestiones que pueden ser cercanas a este ámbito se desarrollan en categorías profesionales que, aunque pueden ser desarrolladas por profesionales del Trabajo Social, tales como la dirección o la coordinación de un centro o servicio gerontológico, se encuentran bastante alejadas de las funciones propias de los/as trabajadores/as sociales en los centros residenciales para personas mayores. 
  • Código Deontológico. Una buena forma de conocer una profesión o una disciplina científica es acercarse a su código deontológico puesto que, en él, se acotan las responsabilidades y competencias de los/as diversos/as profesionales. Si analizamos el Código Deontológico del Trabajo Social (Consejo General del Trabajo Social, 2012) observamos que ninguno de sus principios básicos o generales están relacionados con esta temática. Es más, si hacemos una búsqueda más profunda por sus 59 artículos, su preámbulo y su disposición final, no localizamos ningún término que aluda a las posibles funciones comerciales de la disciplina, ni la presencia de términos como “comercial”, “marketing”, “prescriptor/a” o “empresa”, lo cual es bastante relevante a la hora de establecer las distancias entre nuestra profesión y esta labor que, por otro lado, supone un eje central en el desempeño de otras profesiones.
  • Desarrollo comunitario. Como sabemos, el Trabajo Social tiene entre sus funciones el desarrollo comunitario de las personas usuarias para la consecución del bienestar social. Esto no es algo ajeno al ámbito residencial, puesto que en muchas ocasiones la intervención de los/as trabajadores/as sociales en el desarrollo comunitario de las personas usuarias es clave para cubrir las necesidades y potenciar el desarrollo de los/as residentes. Este desarrollo comunitario está basado en la relación con instituciones, agentes y entidades externas con el fin de mejorar las condiciones de vida de las personas usuarias. En cambio, es importante no confundir este “contacto externo” que se desarrolla en pos de la mejora de las condiciones de vida de las personas usuarias, con una labor puramente comercial, relacionada con cubrir las plazas de un servicio o el establecimiento de acuerdos comerciales relacionados con el llenado de centros. Como vemos, la diferencia fundamental radica en identificar hacia qué y hacia quiénes está dirigida la intervención del/de la profesional del Trabajo Social. 
  • El Trabajo Social en los equipos interdisciplinares. En la actualidad, los centros residenciales plantean un modelo de atención basado en la confluencia de profesionales de diversas disciplinas en los centros, conformando así equipos interdisciplinares. Como hemos comentado, estos equipos están formados por profesionales que van desarrollando sus funciones en función de su formación y sus competencias profesionales. De esta forma, los/as médicos/as y enfermeros/as intervendrán en el ámbito sanitario de la persona, los/as técnicos/as en cuidados auxiliares de enfermería participarán en el acompañamiento de las personas usuarias en el desempeño de sus actividades básicas de la vida diaria, los/as psicólogos/as intervendrán en el aspecto psicológico del desarrollo vital y, por consiguiente, los/as trabajadores/as sociales harán lo propio en relación al ámbito social de la persona. Si los/as trabajadores/as sociales se dedican a funciones ajenas a esta intervención social, estaremos descuidando toda la parte social del modelo biopsicosocial actualmente vigente en la intervención gerontológica que ha dejado atrás el modelo biomédico que anteriormente imperaba en este ámbito (Juesas, Álvarez, Otero y García, 2020). 
  • El Trabajo Social como disciplina académica y profesión esencial. Y ya por último, por no redundar más en un asunto que cualquier persona próxima al Trabajo Social podrá compartir, es importante que reflexionemos sobre qué supone nuestra profesión y sobre el momento en el que actualmente se encuentra. Si recurrimos a la definición global del Trabajo Social, desarrollada por la Federación Internacional de Trabajadores Sociales (2014) se concluye que: 

“El trabajo social es una profesión basada en la práctica y una disciplina académica que promueve el cambio y el desarrollo social, la cohesión social, y el fortalecimiento y la liberación de las personas. Los principios de la justicia social, los derechos humanos, la responsabilidad colectiva y el respeto a la diversidad son fundamentales para el trabajo social. Respaldada por las teorías del trabajo social, las ciencias sociales, las humanidades y los conocimientos indígenas, el trabajo social involucra a las personas y las estructuras para hacer frente a desafíos de la vida y aumentar el bienestar.”

Esta definición habla del Trabajo Social como una profesión basada en la práctica, como una disciplina académica, que cuenta con unos objetivos y unas competencias muy concretas que pueden ser llevadas a cabo en los diferentes ámbitos de intervención de la disciplina. Ésta es la base del Trabajo Social, que debe ser defendida y compartida por todos/as los/as profesionales que integramos esta profesión y que caminamos hacia una sociedad mas igualitaria, más libre y más digna para las personas usuarias con las que intervenimos. 

Pero esto no acaba ahí, durante gran parte de la gestión de la crisis sanitaria hemos sido conscientes, tanto nosotros/as como el resto de personas ciudadanas, de la importancia de la presencia del Trabajo Social, llegando a ser reconocida como profesión esencial. Este hecho debe ser el motor que nos permita seguir desarrollando nuestra labor y nuestras competencias profesionales contenidas tanto en la definición anterior como en nuestro Código Deontológico, y que tan importantes son para seguir avanzando y evolucionando en nuestro sistema de bienestar. Por todo ello, ajustarnos a estos principios y no perder de vista los objetivos y principios básicos del Trabajo Social, permitirán que la profesión y la disciplina siga creciendo y evolucionando, a la vez que conseguimos mejores situaciones y condiciones de vida para las personas usuarias. 

Acabamos de hacer un repaso por gran parte de los principios y competencias profesionales que sustentan y que identifican la labor del Trabajo Social. Como hemos podido comprobar, todos ellos marcan una gran distancia y poco o nada tienen que ver con un desempeño comercial, sea cual sea el ámbito de intervención del/de la trabajador/a social. Es por eso que no se entiende, con los documentos que conforman nuestra profesión en la mano, cómo se puede asociar una profesión que se encuentra tan próxima a aspectos relacionados con la igualdad, la libertad y la dignidad, con una labor comercial para la que, dicho sea de paso, ya hay disciplinas y profesiones especializadas. 

Esta asociación se entiende si damos por hecho el desconocimiento que aún existe en la sociedad sobre nuestras funciones, capacidades, potencialidades y competencias profesionales que, como se ha demostrado, va mucho más allá que la búsqueda de clientes/as para un centro. Unido a este desconocimiento, también podemos analizar esta errónea asociación como un método utilizado por estas instituciones para cumplir y responsabilizar a una disciplina profesional de unas funciones que nada tienen que ver con su desempeño, pero que de otra forma debería suponer la incorporación de otros/as profesionales especializados/as en ese ámbito. 

En cualquier caso, será nuestra labor seguir poniendo de manifiesto nuestras competencias y nuestras potencialidades para que, en un futuro no muy lejano, el Trabajo Social en el ámbito de la gerontología deje de ser relacionado con funciones ajenas a la disciplina y conseguir que los/as trabajadores/as sociales del ámbito geriátrico residencial gocen del reconocimiento, el respeto y las condiciones laborales que se merecen. 

Bibliografía

Abellán García, A., Aceituno Nieto, M. P., Ramiro Fariñas, D., y Castillo Belmonte, A. B. (2021). Estadísticas sobre residencias: distribución de centros y plazas residenciales por provincia. Datos de septiembre de 2020. Informes Envejecimiento en red Nº 27. 

Consejo General del Trabajo Social. (2012). Código Deontológico del Trabajo Social. Recuperado de: https://www.cgtrabajosocial.es/codigo_deontologico

Gallardo Peral, L., y Sánchez Moreno, E. (2020). ¿Para qué servimos las trabajadoras sociales?. Madrid: Catarata. 
Juesas Celorio, R., Álvarez Alonso, M., Otero del Castillo, B., y García Meré, B. (2020). La importancia del Modelo Biopsicosocial frente al Modelo Biomédico en el Trabajo Social Sanitario. Revista Médica y de Enfermería OCRONOS. Disponible en: https://revistamedica.com/modelo-biopsicosocial-biomedico-trabajo-social-sanitario/

Málaga, 16 de noviembre de 2021

Mirian del Olmo
Trabajadora social colegiada, facilitadora de Death Cafe presenciales en Málaga

La muerte más allá del 1 de noviembre y de las máscaras de Halloween sigue siendo el mayor tema tabú por excelencia. En nuestra sociedad desangelada por las prisas y el ritmo de vida fast-food impuesto, hacen que el hecho de pararnos a escuchar y a hablar parezca casi actos utópicos. 

La muerte presente en la vida de todo el mundo, de forma más o menos manifiesta, siempre provoca reacciones de incomodidad e insostenibilidad social cuando sale a relucir. Ante estos silencios tensos, tabúes familiares, resistencias sociales y secretismos personales surgen reacciones y movimientos para poner foco y descargar tensión. Así surge el movimiento Death Cafe.

Death Cafe es la franquicia social más fresca y revolucionaria que tal vez exista. Pero ¿qué son los Death cafes? Son reuniones grupales para hablar sobre la muerte, donde no hay agenda, ni ánimo de lucro, ni ponencias, ni personas expertas invitadas. Tienen un formato tertuliano de escucha y puesta en común, con un hilo conductor compartido: la necesidad de tratar el tema de la muerte, sin juicios, sin tabúes, desde el respeto y el no-juicio. Todas las sesiones parten desde la gratuidad, la voluntariedad y el respeto por la puesta en común y el intercambio de sentires, ideas, vivencias y opiniones.

El movimiento de los Death cafe surge en 2011, con una escasa década de vida se han extendido por más de 81 países, se han realizado en infinidad de idiomas, en un sin fin de emplazamientos y en formato tanto presencial como remoto. 

Los Death cafes presenciales aterrizan en Málaga en la era post-confinamiento en espacios tan bonitos y cuidados como la Libélula, la Escuela Gestalt Lamar y La Medusa Colectiva. Surgen ante la necesidad de la puesta en común, de volver a encontrarnos, de naturalizar los miedos, las resistencias y las inquietudes relacionadas con la muerte.

El regalarse tiempo para conversar con otras personas en un entorno seguro, horizontal, libre de juicios y confidencial, es un bálsamo para calmar inquietudes y desacelerarnos. Los Death Cafes son oasis de escucha activa y crecimiento personal, sin embargo, no son espacios terapéuticos ni de acompañamiento al duelo, siendo el principal objetivo “aumentar la conciencia sobre la muerte con el fin de ayudar a las personas a aprovechar al máximo sus vidas (finitas)”.

El modelo Death Cafe fue desarrollado por Jon Underwood y Sue Barsky Reid , basado en las ideas de Bernard Crettaz. Si quieres saber más puedes visitar la web oficial: https://deathcafe.com/

¿Te gustaría asistir a algún Death Café? 

Puedes consultar en la misma web: https://deathcafe.com/deathcafes/

En La Libélula tienes Death Café presencial los primeros viernes de cada mes.*

En La Medusa Colectiva los segundos domingos de cada mes.*

¿Necesitas más info o quieres preguntarme algo? Puedes hacerlo en: [email protected] 

*Siempre pendiente de confirmación, búscanos en redes.

Málaga, 26 de octubre de 2021

Francisco Javier García Santos
Profesional de la orientación laboral y Psicólogo con habilitación sanitaria.
Técnico de empleo de la Asociación Arrabal AID

Entre las seis prioridades de la Comisión Europea para el periodo 2019-2024, está promover una economía al servicio de las personas. De esta manera, se pretende reforzar la economía de la Unión Europea fomentando la creación de un empleo de calidad, protegiendo los puestos de trabajo existentes, reduciendo las desigualdades y afianzando la unión económica y monetaria. Esta priorización supone una continuidad de esa visión por la que todos los países de la Unión Europea entienden el desempleo como una problemática común que debe de abordarse de forma conjunta y desde una perspectiva transnacional. Esa sensibilidad social se cristaliza en la Estrategia Europea de Empleo, que comienza su despliegue en 1997. 

La aplicación de esta estrategia, supone el establecimiento de unas orientaciones de las políticas de empleo que los distintos países miembros deben de transponer a su ámbito de responsabilidad, en su respectiva legislación y en los programas nacionales de reforma. 

De evaluar la implementación de dichos programas nacionales se derivarán una serie de recomendaciones en función de los resultados obtenidos para cada uno de los países miembros.  Este ciclo de coordinación recibe el nombre de Semestre Europeo. 

A grandes rasgos, este es el contexto normativo e institucional en el que la Orientación Profesional (también llamada orientación laboral u orientación sociolaboral), como disciplina aplicada, ha tenido un importante desarrollo en nuestro país, constituyéndose como un instrumento principal de las Políticas Activas de Empleo.

Distintas Administraciones Públicas en nuestro País, competentes en materia de empleo, han puesto en marcha distintos programas y servicios que pretenden incrementar el nivel de empleabilidad de las personas desempleadas. Algunos de ellos han sido puestos en marcha con el apoyo de entidades, tanto públicas como privadas, habitualmente mediante convocatorias de subvenciones; otros, han sido puestos en marcha con recursos propios de estas mismas Administraciones. Paralelamente, entidades del Tercer Sector y Obras sociales de entidades financieras, también han impulsado programas de mejora de la empleabilidad, manifestando de este modo su compromiso con las personas con especiales dificultades de inserción. Algunos proyectos de Cruz Roja Española o el Programa Incorpora de La Obra Social de La Caixa, serían un ejemplo de este último grupo de programas.

Este contexto ha propiciado que un importante y heterogéneo número de profesionales hayan pasado a hacer de la orientación laboral su actividad profesional principal, compartiendo a nivel general un objetivo común, promover la incorporación laboral de personas desempleadas. Ahora bien, es importante destacar las significativas diferencias existentes entre los distintos programas, y cómo éstas van a configurar las exigencias profesionales del personal técnico de orientación. 

Pueden encontrarse proyectos cuyas actividades inciden especialmente en las personas desempleadas, promoviendo el desarrollo de habilidades y competencias, además de desarrollar un entrenamiento para afrontar el proceso de búsqueda de empleo. Un subgrupo de estos últimos, trabaja de forma intensiva, en lo referido a tiempo de intervención y recursos destinados, con un número muy reducido de personas. 

Otros programas centran la atención en aportar dinamismo al mercado de trabajo, atendiendo principalmente a oferentes de empleo. En ocasiones, la labor orientadora queda encuadrada dentro de un proceso de capacitación profesional, donde el personal técnico además de las responsabilidades propias tiene que asumir tareas relacionadas con la gestión de acciones formativas y/o prácticas profesionales. 

De este crisol de situaciones podemos extraer varias conclusiones respecto al perfil de las personas que desarrollan la orientación laboral que pueden invitarnos a reflexionar: 

  • Las exigencias técnicas y competenciales para el personal técnico de orientación pueden ser muy variadas dependiendo del contexto profesional. 
  • El perfil formativo y experiencial de las personas que trabajan en la orientación laboral es tremendamente variado, no existiendo un itinerario formativo reglado específico, que capacite para el desarrollo de todas las actuaciones que se impulsan desde el ámbito de la orientación profesional. 
  • Relacionado con la idea anterior, es habitual que se requiera un nivel formativo de carácter superior, de titulaciones universitarias que pertenezcan, preferentemente, al ámbito social. Además, con frecuencia se exigen méritos formativos que, o bien no se encuentran disponibles, o bien se definen de forma muy ambigua. 

En línea con lo expuesto, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en su título “Orientación Profesional y Políticas Públicas. Cómo acortar distancias”, ya ponía de manifiesto que gran parte del personal de orientación no ha extraído de la titulación superior cursada las aptitudes, conocimiento y destrezas para el desempeño profesional.  También, ese mismo trabajo pone de manifiesto que muchas personas que  son nombradas para el ejercicio de labores orientadoras no han recibido formación específica en dicha disciplina. 

Por tanto, queda claro que las exigencias propias del desempeño de la labor de orientación profesional son tan diversas que no es suficiente el hecho de cursar una titulación de carácter superior, si no que la persona interesada por el ejercicio, deberá completar su perfil profesional diseñando su propio itinerario formativo y competencial de especialización, en contextos donde incluso no existen acciones formativas específicas para ello. Esta perspectiva engancha directamente con unos de los objetivos estratégicos formulados para el desarrollo de políticas activas de empleo, la profesionalización del personal de orientación. 

¿Es posible promover actuaciones eficientes que permitan la adaptación de las personas desempleadas a nuestro actual mercado de trabajo constantemente cambiante y digitalizado por parte de profesionales que no cuenten con la suficiente especialización?; se nos antoja como algo complicado. 

Profesiograma: propuesta desde la experiencia

Con el ánimo de apoyar el proceso de toma de decisiones, referido a la elección de acciones que supongan una especialización profesional en el caso de personas que quieran dedicarse profesionalmente al ámbito de la orientación laboral, pasamos a exponer una propuesta de profesiograma de las personas profesionales de empleo en general. Esta propuesta está basada en las conclusiones extraídas de una trayectoria de más de veinte años coordinando programas de mejora de la empleabilidad, seleccionando y formando personal técnico de orientación, y asesorando a personas desempleadas.  Nuestra propuesta es la siguiente: 

  • Desde el punto de vista actitudinal y de valores profesionales: contar con una visión positiva del ser humano, entendiendo que las personas tienen recursos, intereses y objetivos. 
  • Respecto a conocimientos técnicos: Conocimientos de legislación laboral, marco normativo de las Políticas Activas de Empleo, Sistema de Formación para el Empleo/Formación Profesional, el proceso de Acreditación de Competencias adquiridas por vías no formales de formación, el Sistema Nacional de Cualificaciones Profesionales, Estructura orgánica y funcional de las administraciones competentes en materia de empleo y asistencia social del contexto en el que se trabaja, marco legislativo aplicable cuando se trabaja con colectivos específicos (por ejemplo reglamento de extranjería), Recursos de empleo específicos de contexto geográfico de influencia.
  • Respecto al dominio de metodologías: gestión por competencias, técnicas de selección de personal, entrevistas semi-estructuradas, metodologías para el trabajo con los objetivos de las personas y desarrollo de tutorías, metodologías relacionadas con el desarrollo de intervenciones en modalidad grupal.
  • Respecto a competencias profesionales o soft skills: orientación a la clientela, orientación a la vulnerabilidad, trabajo en equipo, orientación al logro, orientación a resultados, desarrollo de interrelaciones, comunicación, autocontrol emocional, gestión de información y preocupación por la actualización constante, orientación hacia la tecnología, pensamiento analítico, proactividad, innovación.

Destacar, también, la importancia de que el personal técnico cuente con conocimientos relacionados con la formulación y gestión de proyectos y programas sociales. Puesto que procurar introducir cambios en la actual dinámica del mercado de trabajo requiere en muchas ocasiones experimentar nuevos “modos de hacer”, en numerosas ocasiones, es el personal técnico de orientación quien se responsabiliza de la presentación de proyectos innovadores de empleo a distintas convocatorias de subvenciones. 

Si relacionamos este profesiograma que hemos trazado con el perfil competencial técnico de las personas profesionales del Trabajo Social, es muy sencillo encontrar puntos de contacto entre ambos, lo que hace tremendamente razonable que trabajadores y trabajadoras sociales se especialicen en el ámbito de la orientación socio laboral. 

En líneas generales, las personas profesionales del Trabajo Social, se orientan a la vulnerabilidad, intentando prevenir situaciones de exclusión social. Van a favorecer la promoción social de las personas, y qué duda cabe, que la consecución de empleo es un importante instrumento para ello. 

La óptica comunitaria de intervención es algo que caracteriza el ejercicio del Trabajo Social y es un proceder muy coherente para promover cambios en un mercado de trabajo donde hay tantos agentes implicados. Desenvolverse en un contexto institucional público y establecer interrelaciones con otros profesionales suele ser un denominador común de un día habitual de trabajo en el caso de los/las trabajadores/as sociales, así como también lo es la atención directa a la ciudadanía. 

Por último, responsabilizarse de tareas relacionadas con el ciclo de gestión de programas sociales es algo que se va a presuponer siempre en el caso de este grupo de profesionales. 

Por todo lo expuesto, desde nuestra perspectiva, es pertinente conceptualizar el ejercicio de la orientación laboral como una salida profesional de las personas profesionales del Trabajo Social, donde van a relacionarse con otras personas tituladas del ámbito social. Ahora bien, para poder atender a las exigencias de los puestos relacionados con la orientación socio laboral, tendrán que invertir en un proceso de especialización de postgrado (no necesariamente en el contexto universitario) que les permita adquirir las habilidades, competencias y conocimientos expresados anteriormente. 

Bibliografía

Alcalá, Miguel Angel y Otros. (2001). La entrevista de selección: Manual para el entrevistador y el entrevistado. CIE Dossat 2000

Castillo, Joaquina y Otros. (2002). La Orientación Profesional en el programa Andalucía Orienta. Junta de Andalucía, Consejería de Empleo y Desarrollo Tecnológico, Dirección General de Empleo e Inserción.

Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. (OCDE). (2004). Orientación Profesional y Políticas Públicas. Cómo acortar distancias. Ministerio de Educación y Ciencia. https://www.oecd.org

Bernal Cantó, Ángeles. (2006). Orientación Laboral. SERVEF. Generalitat Valenciana. https://labora.gva.es/va/ciutadania

Manzorro Pérez-Blanco, Oliva y Otros (2009). El Sistema de Evaluación del Desempeño en la Red Andalucía Orienta: Manual para el personal técnico. Servicio Andaluz de Empleo, Consejería de Empleo, Junta de Andalucía.

Málaga, 20 de octubre de 2021

María de las Olas Palma García
Profesora Titular de Trabajo Social y Servicios Sociales. Universidad de Málaga.
Doctora, Trabajadora Social.

Escribir sobre el Trabajo Social es siempre una oportunidad. Es caminar en un proyecto colectivo, transformador y resiliente. Una oportunidad que recibo con este encargo de compartir con todas vosotras mis reflexiones en torno a cómo situarnos desde nuestra profesión ante las situaciones de crisis, es decir, ante nuestro día a día.

El Trabajo Social convive con las crisis desde sus orígenes. De hecho, es y surge como instrumento para su prevención, atención y evaluación, esperando de sus conocimientos y competencias profesionales las respuestas que cada contexto de crisis requiere. Sin entrar en una disertación profunda sobre qué entendemos por crisis -quizás para otra reflexión- sí que os propongo que entremos a fondo en cómo nos posicionamos ante ellas. En todo caso, partamos de las tesis de Koselleck(1) respeto a considerar “crisis” la forma de experimentar la diferencia entre lo previsto y lo realizado, entre lo que se espera que ocurra y lo que finalmente sucede. Hablamos de contextos, procesos y situaciones en los que las personas, familias, grupos y comunidades experimentan la inseguridad, el riesgo o las desventajas que supone no encontrarse en el marco previsto de bienestar. En ocasiones limitamos la idea de crisis a situaciones extremas. Lo tenemos claro cuando hablamos de pandemia, de catástrofes naturales, de causas sobrevenidas, etc. Sin embargo desde el Trabajo Social también hemos de reconocer las crisis en la cotidianeidad de experiencias de malestar social que genera la desigualdad. Con esta idea, que delimita el escenario de lo que hemos de considerar crisis, os proponía no pararnos ahora en su desarrollo, y entrar directamente en el compromiso que ante el mismo debemos asumir. Un escenario de gran alcance y responsabilidad con el que el Trabajo Social ha de estar siempre conviviendo: anticipándonos a las crisis y, una vez surgidas, acompañándolas para que desaparezcan.

¿Cómo nos posicionamos ante las crisis?

Cada vez de manera más habitual escuchamos que somos resilientes. En los discursos, en las canciones, entre nuestras conversaciones e incluso entre las de los gestores y responsables de las políticas públicas. De hecho, nos encontramos inmersos en un plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del gobierno con el que se nos transmite que “España Puede”. La resiliencia se ha acomodado entre nosotros como la gran “virtud” a la que todas las personas aspiramos, por la cual las situaciones de crisis y dificultades parecen menores, ya que somos capaces de afrontarlas. Es cierto que todos podemos llegar a adaptarnos a las adversidades, a las que ya están y a las futuras, pero precisamente por ello hemos de estar alertas a los riesgos y contraindicaciones de esta virtud de adaptación. Porque las contraindicaciones en intervención social existen, aquello que no solo no produce efectos positivos, sino que además puede empeorar la situación de malestar sobre la que hemos de actuar: manteniéndola, cronificándola o naturalizándola. Recientemente he tenido la suerte de escuchar en palabras de Natividad de la Red esta misma reflexión, “cuidado con las contraindicaciones de nuestra actuación profesional”(2), lo cual nos lleva de nuevo a resituar la posición que tomamos ante las crisis. Bajo este compromiso y desde mi pequeña aportación al estudio de la Resiliencia, en el que llevo años investigando y explorando las oportunidades que este nuevo paradigma ofrece para el desarrollo de la justicia y bienestar social, y de manera muy directa para la intervención desde el Trabajo Social, quisiera introducir en el debate actual del “ser resilientes” algunas claves para ser consideradas. 

Resiliar, mucho más que resistir

Resiliar es la propuesta de mi amiga Anna Forés(3) para las complejas e inciertas situaciones en las que nos encontramos, para el escenario constante de crisis en el que nos movemos, donde las trabajadoras y trabajadores sociales estamos en primera línea. En este caso, usar el infinitivo Resiliar -aun cuando como tal no esté recogido en la RAE- no es solo para conocer lo que es, sino sobre todo para poner la Resiliencia en acción. 

El origen del término Resiliencia deriva etimológicamente del latín, de la palabra resilere, que significa saltar hacia arriba, volver a entrar saltando, rebotar, apartarse o desviarse; y del anglicismo resilence o resilency, utilizado para referirse a la resistencia de los cuerpos a los choques, a recuperarse, ajustarse. Con este término, la física ha descrito la propiedad de elasticidad que presenta la materia, encontrando elementos que resisten y se adecuan a condiciones extremas de temperaturas, rupturas, etc. La materia es resiliente, resiste y se vuelve a recomponer tras efectos extraordinariamente adversos, pero al trasladar este fenómeno físico a las personas, no hemos de olvidar que más allá de ser materia, las personas tenemos emociones y somos inteligentes. En las relaciones humanas, el paradigma de la Resiliencia no se limita a la dureza o elasticidad que muestran las personas para resistir de manera exitosa ante las dificultades. Esta es, precisamente, la “virtud” de adaptación ante la que tenemos que estar alertas, la que nos hace resistir. Sin embargo, Resiliar es mucho más, es activar y poner en acción la capacidad de anticiparnos y, sobre todo, de transformación que todas las personas podemos ejercer sobre dichas dificultades y especialmente sobre sus causas.

En el día a día del Trabajo Social, como profesionales presentes en las múltiples disfunciones que se producen entre lo previsto y lo realizado, entre lo que se espera y lo que se alcanza, en definitiva, presentes en las situaciones de crisis que viven las personas, somos testigos de la rapidez en ser capaces de resistir y, no tanto, de resiliar. Familias, barrios enteros, colectivos sociales permanecen durante años resistiendo en contextos de riesgo, desventaja o precariedad sin que sus experiencias vitales avancen hacia las mejoras que se proyectan. Es cierto que en estos contextos se producen respuestas extraordinarias de quienes consiguen alcanzar dichas mejoras – algún joven que en zonas desfavorecidas como los Asperones(4) llega a la universidad o familias cuidadoras de personas dependientes que no claudican a pesar del abandono institucional-, pero no dejan de ser ejemplos aislados de pura resiliencia de los que no tendríamos que abusar. Porque resiliar no es sólo resistir, es sumar el valor añadido de la inteligencia y la emoción humana frente a la dureza de la materia. 

Resiliencia, o es transformadora o no lo es

Siguiendo las palabras de un gran referente y amigo, Stefan Vanistendael(5), con frecuencia la resiliencia se confunde con la fuerza, creyéndose que si las personas son resilientes no es necesaria la protección social. Pensar solo en términos de fuerza, de adaptación, nos puede hacer creer que la resiliencia hace a las personas invulnerables, y nadie lo es. También nos puede hacer creer que la protección social es ajena a la solución de las adversidades, delegando en las personas resilientes la capacidad de adaptarse a ellas con éxito

Todos tenemos experiencias de cómo las situaciones hostiles y complejas a las que nos enfrentamos nos hacen fuertes. A nivel personal, familiar, como organizaciones y comunidades aprendemos a afrontar dichas experiencias, teniendo la oportunidad de mostrar y fortalecer lo mejor de cada una, aun cuando ni siquiera sabíamos que lo teníamos. Expresiones cotidianas como “no pensé que sería capaz de hacer tal cosa, o al final pude resolver tal otra” son ejemplos claros de nuestra resiliencia. Pero incluso con estas experiencias, si solo nos quedamos en ello, en aprender de nuestras capacidades de adaptación, la diferencia cualitativa de la persona con la materia, no se produce. Ser resiliente es favorecer los cambios que nos lleven al bienestar, en nosotros mismos y desde la justicia social, en todos los demás. Para diferenciarnos de la materia, nuestra inteligencia y emoción nos ha de llevar a la demanda constante de políticas públicas eficientes y efectivas que eviten las situaciones adversas y garanticen el bienestar de todas las personas.

Desde el punto de vista profesional, como trabajadoras y trabajadores sociales, asumimos la responsabilidad de posicionarnos con esta mirada ante las crisis. Aunque las personas seamos fuertes y nos los recuerden constantemente, la resiliencia sólo se alcanza al transformar las causas y estructuras que provocan las adversidades que afrontamos. Que, en la mayoría de las ocasiones no son consecuencia de desastres sobrevenidos, sino de la falta de cobertura, evaluación y disfunciones de las políticas públicas. Son, por tanto, adversidades evitables de las que una vez vividas tenemos que aprender, pero ante las que no nos podemos adaptar. No olvidemos que el Trabajo Social es un instrumento de cambio, de transformación social, del que se espera que seamos capaces de involucrar a las personas y a las estructuras para hacer frente a desafíos de la vida y aumentar el bienestar(6).

Algunas claves para resiliar desde el Trabajo Social

Por último, de la misma forma que he ido construyendo esta reflexión sumando palabras e ideas de otras personas, me atrevo a terminar este texto añadiendo algunas claves propias que confío nos puedan ser útiles como trabajadoras y trabajadores sociales ante las experiencias de crisis que nos rodean, las de los demás y las nuestras. Tengamos en cuenta que también nosotras experimentamos las diferencias entre lo previsto y lo realizado, entre lo que esperamos de las políticas diseñadas, de las organizaciones e instituciones en las que estamos o de nuestras propias funciones con lo que finalmente se llega a alcanzar. También nosotras hemos de tener cuidado con creer que ya somos resilientes. El uso generalizado de este vocablo, junto con el mensaje de éxito que nos sugiere el hecho de que seamos capaces de resistir y adaptarnos a las numerosas situaciones difíciles que encontramos en nuestra práctica profesional, no ha de reducir los compromisos con la transformación y cambio al que nos lleva la Resiliencia, especialmente de quienes tienen y tenemos la responsabilidad pública de garantizar el bienestar común. Con esta finalidad, a modo de ideas claves tengamos siempre en cuenta que la Resiliencia demanda:

  • Reflexividad: Aprendamos de la experiencia, tomando conciencia de las circunstancias y dinámicas que en cada situación de crisis se producen en torno a las personas, instituciones y diferentes agentes involucrados. Esto ha de hacerse de manera intencionada, sistemática, con enfoque global, evaluando nuestro propio aprendizaje ante las experiencias difíciles y posibilitando nuevas oportunidades y aprendizajes a los demás. 
  • Proactividad: Anticiparnos a la dificultad. Prever las situaciones de crisis que con frecuencia esperamos en los contextos en los que estamos y poner en marcha todos aquellos mecanismos que puedan reducir sus efectos negativos sobre las trayectorias vitales de las personas y de la propia intervención.
  • Colectividad: Actuar junto a otros, involucrando en todas las acciones a personas y estructuras relacionadas. Los procesos de trabajo ante las situaciones de crisis han de ser colectivos, construyendo redes, solo así tendrán en cuenta las múltiples causas y factores presentes en su desarrollo, que han de ser abordados. 
  • Creatividad: Estar abiertos a lo nuevo, a los cambios, a probar aquello que se surge en la complejidad e incertidumbre que ofrecen las crisis. Ser flexibles durante el proceso de intervención de forma que demos espacio a nuevas oportunidades y fortalezas con las que siempre cuentan las personas. 

Y todo ello, para asegurar la transformación social: Para ser profesionales resilientes con respuestas eficaces en situaciones de crisis es imprescindible incidir sobre el contexto, sobre las causas que las provocan, evitando poner el foco de manera exclusiva en las estrategias individuales que ante ellas se pueden desarrollar. La participación sociopolítica, como estrategia de cambio social en nuestros procesos de intervención, ha de ser paralela al resto de objetivos que nos marquemos. Solo así resistiremos a los riesgos de no ser trabajadoras y trabajadores sociales resilientes ante las crisis. 


(1)Crítica y crisis: un estudio sobre la patogénesis del mundo burgués, Trotta, 2007

(2)Conferencia Curso de Verano UMA 2021 (Vélez Málaga). Los servicios sociales ante la crisis social.

(3)Anna Forés Miravalles, pedagoga y escritora experta en Resiliencia. Profesora Universidad de Barcelona.

(4)Zona “desfavorecida” en Málaga desde hace más de 30 años.

(5)Reflexiones en torno a la resiliencia. Una conversación con Stefan Vanistendael. Educación Social, 43, 93-103. 2009.

(6)Definición internacional del Trabajo Social, Melbourne, 2014.

Madrid, 14 de octubre de 2021

Eva Sales Campos
Socia directora del Instituto Vatea de supervisión y coaching social. Supervisora y formadora en distintas materias vinculadas a la intervención social y el desarrollo de habilidades directivas y liderazgo.

Juan E. Monsalve Serrano
Socio director del Instituto Vatea de supervisión y coaching social. Supervisor y formador en distintas materias vinculadas a la intervención social y el desarrollo de habilidades directivas y liderazgo.

Algunas de las frases que probablemente has escuchado en el entorno de  los servicios sociales con más frecuencia de la que nos gustaría, al igual que sucede en otros entornos, son frases como “trabajamos en islas” , “cada uno/a sobrevive como puede en su chiringuito”, “no somos equipo” y justamente “hacer equipo” es una de las necesidades más habitualmente expresadas por los y las profesionales de los equipos de servicios sociales en nuestras supervisiones, porque aunque les llamamos así, “equipos”, en algunas ocasiones ni se sienten como tal, ni objetivamente funcionan como tal. 

Según Jon R. Katzenbach y Douglas K. Smith (2000) “Un equipo es un pequeño número de personas con habilidades complementarias, comprometidas con un propósito común, un conjunto de metas de desempeño y un enfoque por el que se sienten solidariamente responsables”. 

De este modo, el concepto no hace referencia sólo al conjunto de personas que comparte un objetivo común, sino que incorpora aspectos estratégicos, procedimentales o metodológicos y por otro lado, aspectos relacionales y emocionales que lo distinguen de lo que sería un mero grupo. En la práctica, hablamos siempre de “equipos de trabajo”, pero es importante distinguir que no siempre encontramos en éstos “trabajo en equipo”, según el concepto de equipo referido.

Analizaremos cada uno de los elementos característicos de un equipo, tomando como punto de partida el concepto de Katzenbach y Smith(1):

  • “pequeño número de personas”. Facilita los procesos vitales de los equipos, la comunicación, o la toma de decisiones, entre otros. Los autores vienen a convenir que un número apropiado de personas para configurar un equipo puede variar entre 2 y 25 personas, aunque sería conveniente no más de 10-12 personas. En equipos grandes, generalmente se termina trabajando en sub-equipos.
  • “Con habilidades complementarias”: las personas que trabajan en equipo poseen conocimientos o habilidades complementarias. Bien las tienen o bien las pueden desarrollar, ya que el equipo es también un instrumento para el aprendizaje y el desarrollo personal y profesional de sus miembros. El equipo se nutre y retroalimenta de las cualidades y aportes de todos sus miembros, aprovechándose eficazmente. 
  • “Comprometidas con un propósito común”: Es la esencia del trabajo en equipo. El compromiso requiere de un propósito en el que los integrantes del equipo puedan creer. Los equipos encuentran el rumbo, el ímpetu y el compromiso trabajando para darle forma a un objetivo significativo, dentro del marco de la organización para la que trabajan. Ese propósito compartido aporta además a los miembros del equipo un sentido de pertenencia, de identidad, que alimenta el compromiso. 
  • “Un conjunto de metas de desempeño y un enfoque”:  El propósito debe materializarse en metas de desempeño específicas, claramente definidas, que den foco y orienten las actuaciones. La consecución de estas metas irá reforzando y motivando al equipo. 
  • “solidariamente responsables”: Las personas integrantes de un equipo se sienten mutuamente responsables de las acciones y los resultados del equipo. Cada profesional rinde cuentas de su parte, pero los éxitos y los fracasos son del equipo en su conjunto, cada persona es parte de un engranaje que funciona como unidad.

Para que puedan darse todos los elementos contemplados anteriormente, resulta imprescindible que el equipo actúe de forma organizada, con un plan de acción, procedimientos de actuación y funciones claramente definidas. Los equipos que funcionan de forma eficiente cuidan la comunicación. Sin comunicación, no puede darse el trabajo en equipo. Es necesaria una comunicación abierta, precisa, transparente y respetuosa articulando los canales y los tiempos necesarios.

Por último, el liderazgo y la forma en que éste se desempeña, es una variable determinante. Es muy difícil que los anteriores aspectos señalados puedan producirse sin un liderazgo eficaz.

¿Cuáles son los efectos de la ausencia de un correcto trabajo en equipo?

Desde nuestra perspectiva, varios son los efectos que produce en un equipo de Trabajo Social (cualquier tipo de grupo profesional) la ausencia de liderazgo, estructura y cultura de equipo, entre ellas destacaremos las siguientes:

  1. Indefinición de un claro liderazgo en el equipo de trabajo. Este liderazgo en el seno del equipo no tiene que recaer en la figura de la dirección o coordinación exclusivamente (es necesario que este rol –dirección- se lleve a cabo desde un conocimiento y consciencia plena de la necesidad de competencia en liderazgo), puede ser compartido de acuerdo con el dominio o situación en la que se encuentre el equipo. Esta indefinición se traduce en déficits en varias esferas del grupo de trabajo, como pueda ser en la toma de decisiones, la definición de la cultura del equipo, la creación de un clima de incertidumbre, etc. Si el liderazgo no concuerda con las figuras formales del organigrama, éste se ejercerá por parte de alguna persona integrante del equipo. Esta situación fomenta el despliegue de estrategias en los planos informales y no reglados del grupo, con el consiguiente riesgo de una inadecuada comunicación y la potencial aparición de conflictividad.
  2. Ausencia de apoyo formal y estructural a las profesionales integrantes en el equipo de trabajo, tanto en la ejecución de la tarea, como en el imprescindible apoyo emocional a las personas integrantes del equipo. Ante este vacío, de nuevo, el apoyo se producirá en el plano relacional más personal.
  3. Atomización en el desempeño profesional: Cada profesional hace la lucha por su lado. Cada profesional se busca la vida para resolver los problemas a los que debe dar respuesta. Cada profesional cuenta con sus propios recursos, no los del equipo. Esta situación implica una soledad en el desempeño. Desempeño que como bien sabemos en Trabajo Social supone un importante desgaste tanto por la complejidad en la que se desenvuelven nuestras actuaciones, como en la erosión emocional implícita en todo trabajo con personas en situación de vulnerabilidad.
  4. Pérdida de tiempo, eficacia y eficiencia; en definitiva, falta de productividad. Nos relacionamos mal los profesionales del Trabajo Social con términos emanados de la gestión y la economía. Más allá de la estructural falta de medios y de recursos, reales, es necesario evaluar si podemos mejorar nuestra productividad en el desempeño individual y colectivo. Situaciones en las que cada profesional utiliza sus recursos propios, ausencia de estructuras de gestión del conocimiento del equipo (eso que se denomina en muchos equipos “la carpeta común”, desactualizada, con un gran volumen de archivos con la misma denominación y duplicados o quintuplicados) pérdida de tiempo en la tarea de buscar el recurso actualizado y válido en vigor, la falta de capacitación, e incluso en algunos casos el rechazo en el uso de las tecnologías de la información, supone una pérdida de recursos que tienen y que deben estar destinados  al acompañamiento del ciudadano. Capítulo aparte, y en este mismo dominio, se encuentra la reflexión sobre el uso, abuso y distorsión de las reuniones de equipo. 
  5. Creación de una cultura de trabajo basada en la supervivencia personal en la esfera profesional.; Este supone un claro escenario en el que puede darse el “síndrome de burnout”(2), el estar quemado/a. Situaciones en la que las conductas de las personas que integran el grupo humano se definen por un egoísmo personal, la aparición de discursos de cinismo, desempeñarse con los estándares básicos, mediocridad en el desempeño, falta de ilusión y de ambición profesional individual y colectiva. Esta cultura genera identidad de grupo. 
  6. Identidad/Marca de equipo perjudicial o adversa: La identidad de equipo, la cultura, el estado de ánimo y clima de trabajo que tenemos como equipo define hacia dentro y hacia fuera a la organización. Cómo es el equipo. Cómo el equipo actúa, cómo el equipo se vive, se transmite tanto a las personas integrantes del equipo, como hacia el conjunto de agentes externos con los que se relaciona el equipo. Las personas beneficiarias de nuestro trabajo, otras/os profesionales de otros dispositivos de atención, las/os profesionales de nuestra misma organización, etc., se crean una imagen del equipo (la identidad). Esta imagen puede favorecer los procesos de cooperación y colaboración, puede convertir al equipo en un polo de atracción de profesionales que quieran trabajar en el mismo (capitalizar talento), puede ayudar a favorecer la captación y consolidación de recursos, etc. O bien todo lo contrario, huida del talento del equipo, mala imagen externa con resultado de difícil captación de profesionales cualificadas, desmotivación…
  7. Necesidad de diseñar un modelo de trabajo interdisciplinar; Es indudable la funcionalidad, el enriquecimiento y la operatividad de contar en los equipos con profesionales de distintas disciplinas. Es una necesidad de cara a poder dar una respuesta integral, sistémica y eficaz a las situaciones expresadas por las personas para las que trabajamos. Pero no es menos cierto la complejidad y dificultad que entraña que profesionales de diferentes disciplinas trabajen conjuntamente. Romper creencias, falsos prejuicios, ahondar en el respeto mutuo, marcar y diseñar los objetivos conjuntos, crear un mismo lenguaje conceptual y metodológico, entre otros, son aspectos estratégicos para poder garantizar un adecuado marco de trabajo conjunto.
  8. Riesgo de caer en maltrato institucional; Los efectos comentados con anterioridad, pueden desembocar en que los principales beneficiarios de nuestra actividad profesional, los ciudadanos y ciudadanas acaben siendo víctimas de situaciones y potenciales negligencias por parte de las instituciones, equipos y profesionales del Trabajo Social y disciplinas afines. La distinta atención de acuerdo a el/la profesional de referencia dentro de un mismo dispositivo, el tener que proporcionar los mismos datos personales de manera continua, las distintas perspectivas de abordaje de las situaciones problema, la dilación de los tiempos de atención y respuesta por falta de definición de protocolos… son escenarios que podemos encontrarnos en la cotidianidad de la actuación de los equipos de trabajo. 
  9. La reflexión ética del trabajo en equipo; Un mal desempeño del equipo requiere plantear una reflexión ética del trabajo tanto global, como individual de cada uno de las/os profesionales integrantes del mismo. Una mala estrategia y organización del equipo va a repercutir en la forma en la que actuamos y por lo tanto en una inadecuación de nuestra praxis profesional, tanto en el plano de la ética deontológica, como en el nivel más práctico e individual.

¿Qué respuesta se puede plantear para mejorar y desarrollar el trabajo en equipo en los equipos de Trabajo Social, servicios sociales e intervención social? Desde nuestro marco de trabajo varias estrategias:

  • La primera de ellas, y creemos esencial, es tomar conciencia de las situaciones descritas y de la necesidad de abordarlas desde la capacitación y cualificación profesional. Nadie enseña a trabajar en equipo, a liderar equipos. No es una cuestión innata. Se aprende. Esta cualificación entendemos que es necesaria que se aborde tanto desde el ámbito más académico, como el profesional. 
  • Ser conscientes que la metodología, competencias, habilidades y conocimientos sobre el trabajo en equipo es un dominio del Trabajo Social.
  • Formación; Ofertar acciones formativas, cursos, talleres, etc., sobre estas materias permite tener la oportunidad de cualificarse en este esfera profesional.
  • Fomentar y crear espacios de encuentro entre los/as profesionales (de distinto nivel) en el seno de los equipos de Trabajo Social, servicios sociales o intervención social.
  • Marcar objetivos claros (de resultados y de desempeño), así como definir procedimientos claros de trabajo. 
  • Supervisión: Las habilidades, las competencias no son conocimientos. Hablamos de praxis profesional. Se trata de poner en práctica esos conocimientos adquiridos. Hacer y ponerse a superar miedos y tal vez formas de hacer. Es necesario acompañamiento profesional, tanto a las personas que desempeñan posiciones de dirección, como a los equipos mismos. Es aquí donde la supervisión se hace, una vez más, imprescindible. Es necesario situar a la supervisión como estratégica en la dinámica del Trabajo Social, tanto para las/os profesionales, como para los equipos e invertir en este tipo de acompañamientos externos.

Es responsabilidad de las/os profesionales que desempeñan posiciones de dirección en las distintas instituciones, organizaciones y entidades posicionarse y tomar acciones que repercutan de manera beneficiosa en las profesionales, equipos e instituciones y en última instancia en la ciudadanía.


(1)Jon R. Katzenbach. 2000. “El Trabajo en Equipo. Ventajas y Dificultades”. (p. 84) Ediciones Gránica.

(2)Para más información leer: https://www.redalyc.org/pdf/5257/525752962004.pdf

Colombia, 15 de julio de 2021

Paula Andrea Velásquez López
Escuela de Trabajo Social y Desarrollo Humano Universidad del Valle, Cali-Colombia

El 28 de abril del 2021, fue el día en el que la chispa de un paro nacional encendió a un país entero y distintas son las fuentes del combustible que lo alimentan. No es responsable ni políticamente preciso poner en blanco y negro lo que está sucediendo en el país; no es posible establecer una única causa o un único responsable, porque son distintos actores (individuales, colectivos e institucionales) los que están levantando sus voces para visibilizar lo que los políticos que están en el poder, los medios masivos de comunicación, los monopólicos económicos-financieros, el narcotráfico y las redes de corrupción llevan escondiendo, maquillando y manipulando por siglos.   

Las cifras de desigualdad social, nos ubican como uno de los peores países de la región(1), cifras que se complejizan con políticas de gobierno como la llamada “seguridad democrática” en la que hay más de 6402 personas asesinadas (hombres, mujeres, jóvenes, personas en condición de discapacidad, ancianos) que las vistieron con trajes camuflados para hacerlos pasar por “bajas en combate” por las fuerzas armadas del Estado en los que varios militares de alto rango fueron premiados y que aún están impunes(2).

Un país donde el asesinato a líderes sociales (ambientales, comunitarios, étnicos) aumentan día a día sin que al gobierno les interese(3), donde las políticas laborales solo hablan de flexibilización laboral, donde los pocos bienes públicos que quedan los están vendiendo-privatizando de a poco o simplemente desfinanciando, donde se roban la esperanza de un proceso histórico de paz(4), donde todavía persiste la idea de que quien tienen más dinero, propiedades y armas es “gente de bien”(5) per se, que puede dictaminar o juzgar a los otros por su color de piel, por su gusto sexual, por su condición socio productiva como “vagos, vándalos, pobres perezosos, pervertidos, putas, negros, indios” y que además, son ellos los encargados de dictaminar las políticas públicas y sociales y las normas de juego del mercado. Solo saldrá de allí el combustible que aviva las llamas de esta sociedad que sale a tomarse las calles, las paredes, las carreteras, los bancos, a pintar de colores las ciudades para recordarnos que la miseria ya no se aguanta más, porque ya ni siquiera hay donde guardarla. Las distintas caricaturas políticas y los distintos mensajes del paro así lo dejan ver:

La desigualdad social, económica y cultural, nos pone en el lugar de diferentes y ese “ser” diferente nos hace peligrosos para el establishment no por ser diferentes es legítima la desigualdad social, económica y cultural.  

La convocatoria para el 28 de abril y lo transcurrido en estos dos últimos meses tuvo como telón una reforma tributaria, una reforma a la salud, una reforma a la justicia, a las que se respondió por parte de la ciudadanía con bloqueos(6) en lugares estratégicos en varias ciudades del país (Bogotá, Cali, Medellín, Popayán, Pasto, Pereira, Manizales, entre otras) y tomas de carreteras nacionales especialmente en los peajes. De estas tomas surgen lo que se denomina en este paro la primera línea(7) para resistir la avanzada militar que el gobierno actual ordenó como manejo de la protesta, así quedó demostrado que el gobierno no está a la altura del conflicto o no se quiere enterar de lo que sucede más allá de si lo perjudica o no para las elecciones presidenciales del próximo año y allí innumerables misivas de columnas de opinión, o de programas radiales y televisivos, haciendo pronósticos y cálculos presidenciales. A mi entender eso es poner el foco de atención en una de las dimensiones del problema y no en su complejidad. Y en medio de esta disputa distributiva, representativa de pulsos políticos, siguen empeorando las cifras de las violencias de todo tipo, por mencionar solo las vividas durante el paro tenemos: 

Fuente: ONGS Temblores

Ante la solicitud expresa de un S.O.S paren la masacre, S.O.S. nos están matando cobra relevancia internacional lo que está sucediendo en Colombia, y bajo presiones políticas de varios países, entre ellos EEUU un gran aliado de Colombia para la cooperación internacional y respaldos económicos, se logra el ingreso al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos(8). Ante la arremetida violenta por parte del Escuadrón Móvil Antidisturbios -Esmad (utilizaron helicópteros y tanques de guerra, así como armas de fuego y gases lacrimógenos para desmantelar las marchas, movilizaciones y bloqueos, de igual forma ingresaron de noche a barrios de sectores populares donde la gente dormía para infundir miedo y terror, de estos lugares son los jóvenes desaparecidos y los jóvenes que han aparecido muertos). Ante esta presencia criminal por parte de las fuerzas armadas, los bloqueos y barricadas ya no se contemplan como opciones de resistencia, se vienen dando variadas y muy prolíficas iniciativas para seguir trabajando en torno a la protesta social. Por mencionar algunas: 

  • Tomas artísticas y culturales de lugares emblemáticos de la Ciudad, así como cambio en su toponimia para el caso concreto de Cali: Puerto Rellena como Puerto Resistencia, La Loma de la Cruz como La Loma de la Dignidad, El Paso del Comercio como Paso del Aguante  
  • Re-simbolización de los espacios (volver la estación como un museo o un museo itinerante, bibliotecas abiertas en las plazas), y murales alusivos al paro, a la crisis social, a la violación de los derechos humanos
  • Barrio adentro con espacios asamblearios y asambleas populares 
  • Cartografía de la memoria 
  • Universidad pal barrio
  • Ejercicio de memoria y bitácora de la resistencia
  • Las Juntanzas entre distintos actores para cuidar, cuidarnos y cuidarte,
  • Los conciertos de música por y para la memoria,  
  • El derribo de estatuas de conquistadores por parte de grupos indígenas de país
  • La minga Indígena que recorre las principales ciudades
  • Las redes de seguridad alimentaria y mercados campesinos 
  • Espacios de circular la palabra para tramitar y conjurar los dolores, la rabia, la indignación por cada uno de los caídos, desaparecidos y violentados en este paro 

En este paro, a diferencia de los anteriores en este periodo presidencial, se ha logrado la convergencia de múltiples fuerzas vivas y de dignas rabias que se dieron cuenta que no estaban solas que eran muchas más, donde el soy porque somos y juntos somos más cobra fuerza al calor de las Juntanzas, la Minga(9) y las Asambleas como formas comunitarias y colectivas de organización social para interpelar a la institucionalidad y desde allí entender que la política no es posible sin lo político como un reconocimiento histórico, económico y cultural de nuestra diversidad y de nuestra diferencia. 

El reto de la Colombia de hoy, consiste en poder reconstruirnos a partir del pronombre peligroso Nosotros(10) como una apuesta política de la vida cotidiana que nos permita reconocernos y decidir si lo que queremos es: Ser, estar y vivir “al lado de”, “junto a” o “ser con”(11) donde la justicia no sea un asunto meramente de legalidad y de políticas sociales focalizadas que ahondan en la estigmatización de la diferencia, sino un país donde la justicia social y con dignidad sea la apuesta y la acción. 

Agradecer y reconocer a todas los estudiantes y colegas trabajadoras sociales por Saber Estar profesional y disciplinarmente allí en la primera línea, en la línea de las madres, en la línea de los profes, en las brigadas de alimentos, en las brigadas de salud, en las brigadas para la defensa de los derechos humanos y de la vida. 

Este Saber Estar ratifica nuestro compromiso fundacional como Trabajadoras Sociales con la Paz, los Derechos Humanos y la Justicia Social. 

Primera Línea. Darío Ortiz Robledo

(1)Ver: La desigualdad social en Colombia no cede

(2)Ver: https://elpais.com/noticias/falsos-positivos-colombia/

(3)Ver: Más de 900 líderes sociales asesinados en Colombia desde 2016

(4)Ver: Dejusticia, 2020. Dos años de la política de paz con legalidad, sin “paz”

(5)El día de 5 de julio las personas autodenominadas “gente de bien”, hicieron una jornada de “limpieza” de la ciudad de Cali para pintar de color gris los murales y grafitis que se han realizado durante al paro con mensajes alusivos, a las políticas de gobierno, a las muertes, violaciones, maltratos. Ver: https://tubarco.news/tubarco-noticias-occidente/tubarco-noticias-cali/la-batalla-por-pintar-los-murales-paredes-monumentos-en-cali-grises-colores-y-negro/

(6)Por bloqueo entendemos interrumpir el paso, la circulación, la movilidad, en lugares estratégicos al interior de las ciudades y en las carreteras municipales, departamentales o nacionales de todo el país.

(7)La Fiscalía, frente a las personas capturas en las manifestaciones, en especial los que se denominan primera línea en estos momentos busca criminalizar la protesta imputando a los participantes con cargos de terrorismo.

(8)Ver el informe presentado por el comité nacional de paro a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos

(9)La juntanza y la minga son formas organizativas (Políticas y culturales) tradicionales de los grupos étnicos del País. La juntanza espacio de encuentro entre las poblaciones afrocolombianas y la minga espacio de encuentro entre las poblaciones indígenas. En el paro se han dado como posibilidad de encuentros interculturales donde se circula la palabra frente a las desigualdades estructurales históricamente y se toman decisiones frente acciones concretas.

(10)Sennett, Richard (2000) La corrosión del carácter. Consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Anagrama. España.

(11)Nates-Cruz, Beatriz (2016) Geografías de la civilidad. Prácticas y discursos territoriales en escenarios de postconflicto en Colombia. 


Enlaces de interés

Asturias, 15 de junio de 2021

Noelia Ordieres Buarfa-Mohamed
Trabajadora Social experta en protección jurídica de las personas y los grupos vulnerables.
Investigadora sobre el final de la vida y la ley de eutanasia

Con la aprobación de la Ley 3/2021 de 24 de marzo de regulación de la eutanasia en nuestro país, España se convierte en el séptimo del mundo en regular el derecho a decidir cuándo morir dentro de unas casuísticas muy concretas.

En nuestro país, como en la visión generalizada del ser humano del resto del mundo occidental, la salud tiene un carácter ineludiblemente médico y la muerte tiene, mayoritariamente, una visión médica y jurídica.

Médica por el hecho mismo de la naturaleza biológica de la muerte, la extinción del efecto homeostático de un ser vivo. Y la jurídica, por las consecuencias legales que causa el fallecimiento de una persona.

Pero nos olvidamos de algo, la esfera social de la muerte. Del proceso del final de la vida, no solo del duelo que es algo que hemos asumido. No, de los trámites, de la aceptación, del engranaje que nos envuelve cuando estamos ante el fin de nuestro ciclo vital y después de él.

Hemos reivindicado miles de veces el papel del trabajo social en la sanidad, solicitando un reconocimiento no solo necesario para la profesión, sino para la ciudadanía, puesto que somos un eslabón fundamental para garantizar los derechos de los/as pacientes en todas las esferas y vehículo transmisor y resolutivo de centenares de casos diarios que son imposibles de solucionar por los equipos médicos o de enfermería, entre otras cosas, porque no es su profesión.

¿Qué papel ocupa el trabajo social dentro de la ley de eutanasia?

Vamos por partes.

Eutanasia: buena muerte. Final de vida en el momento elegido por una persona.

De esto sabemos mucho en el trabajo social. De tiempos, de acompañamientos, de respetar decisiones y proyectos vitales y de fin de vida.

Me atrevería a decir, a riesgo de parecer prepotente, que sabemos mucho más que otras profesiones sobre todo esto.

Pero también tenemos mucho que mejorar. Evitar el paternalismo y la intervención directiva es una de esas batallas que venimos dando en la profesión desde hace muchos años y criticando también. Lo refleja muy bien Sara Mesa en su magnífico ensayo “Silencio administrativo”.

Despenalizar, autonomía, voluntad… de eso va esta ley y de eso va también el trabajo social.

Es una ley que obliga a todos los territorios, que constituye un derecho que se recoge en la cartera básica de prestaciones sanitarias.

Y es una ley garantista, quizás en exceso para el gusto de quien escribe. 

Fija unos mecanismos de acceso a ella y de control sobre la práctica que “tutelan”, a través de profesionales, todo el proceso que lleva como final al fin de la vida del/la paciente. 

Y exige unos requisitos perfectamente cuidados por el legislador para poder solicitarla.

  • Nacionalidad española, residencia legal o padrón de 12 meses.
  • Haber recibido alternativas de tratamiento por escrito de manera previa.
  • Haber solicitado dos veces en un periodo de 15 días la aplicación de la eutanasia.
  • Sufrir un padecimiento grave e incurable o un padecimiento grave, crónico e imposibilitante certificados por el médico responsable.

Además, garantiza las opciones de los/as profesionales sanitarios/as directamente en la objeción de conciencia, mediante un registro previo que deben custodiar las comunidades autónomas.

Es importante aclarar, en este punto, que las/os profesionales del trabajo social no estarían incluidas en la objeción por no ser parte del equipo directamente implicado, al menos así lo recoge y se reconoce en la norma. Quizás podríamos discutirlo.

El dictamen final de que la persona cumple los requisitos establecidos en la norma lo firma la denominada “Comisión de garantía y evaluación”. Este órgano, fundamental en esta ley, es quien vela por que todos los requisitos y pasos previos se hayan dado de forma correcta y quien emite el informe final que aprueba o deniega la prestación. En dicha comisión el papel del trabajo social se hace fundamental y es así, no solo por la argumentación previa, sino porque somos un eslabón imprescindible en la atención sanitaria de los/as pacientes-

Dichas comisiones tienen una composición obligatoria que formarán juristas, profesionales de la medicina y de la enfermería, pero se cataloga como multidisciplinar y solo establece un número mínimo de componentes. Es decir, el trabajo social sanitario puede formar parte de estas comisiones y así debería ser en cada comunidad autónoma, el papel de su reivindicación es nuestro.

Desde el embrión de esta ley, la cual nació con un carácter puramente médico y jurídico se han ido logrando pasos para que el lenguaje recogido en los 13 folios que conforman la norma final dejará claro que los equipos no son sanitarios, sino asistenciales y es aquí donde se incluye al trabajo social. Se establece que las personas que conforman los equipos asistenciales deben estar informadas de las solicitudes de eutanasia por el/la médico responsable que recibe la petición.

Pero además de todo lo anterior hay otra parte que se hace fundamental, uno de los ejes de la ley y que en muchos casos pasa por las manos de las/os trabajadoras/es sociales del ámbito sanitario. El testamento vital o documento de instrucciones previas.

Este documento, recogido en la ley 41/2002 de 14 de noviembre básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica en su artículo 11, a día de hoy y en la mayor parte de las comunidades autónomas forma parte de uno de los trámites sobre los que informa, asesora y registran las profesionales del trabajo social de centros de salud y hospitales.

En 13 folios de LORE se nombra el documento de instrucciones previas 9 veces. Es decir, se hace clave para garantizar que los derechos de la persona, si en el momento de verse en una situación de las anteriormente descritas como requisitos, se encuentra inconsciente o incapacitada y se cumplan si ha dejado escrito que quiere que se le aplique la eutanasia.

Como vemos, en este pequeño resumen de la norma y de nuestras posibilidades dentro de ella, se abre un nuevo derecho ciudadano que nos compete, que nos afecta y en el que tenemos mucho que decir, aportar, criticar y sistematizar.

Se convierte esta ley en un momento único para nuestra profesión, que podría convertirse en referente mundial sobre la concepción de la persona durante el proceso final de la vida y como comunidad debemos aprovechar la oportunidad que nos brinda.

Pin It