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Las Palmas, 21 de noviembre de 2025

Leire Lizarraga Irurzun
Trabajadora Social en Ejercicio Libre de la Profesión

En la sociedad contemporánea, el divorcio ha dejado de ser un tema tabú y se percibe con mayor naturalidad. Esta normalización refleja avances importantes en derechos individuales y en la comprensión de la diversidad de relaciones humanas. Reconocer que los vínculos pueden transformarse y que cada persona tiene derecho a buscar su bienestar, incluso si eso implica poner fin a un matrimonio, es un signo de progreso cultural.

Sin embargo, la normalización del divorcio no puede convertirse en indiferencia hacia quienes lo atraviesan. Cada proceso de separación implica una compleja red de emociones, desafíos prácticos y reconfiguración de relaciones familiares y sociales. Desde la perspectiva del trabajo social, acompañar a las personas durante este proceso no es un acto opcional; es una responsabilidad ética y profesional que busca garantizar la dignidad, el bienestar emocional y la resiliencia de quienes atraviesan esta experiencia.

El divorcio como proceso emocional

Cada divorcio es un proceso de pérdida y cambio. La separación implica la disolución de un vínculo significativo, lo que genera emociones intensas como tristeza, culpa, ansiedad, ira y miedo al futuro (Amato, 2010). Estas emociones pueden manifestarse de manera intermitente y afectar la capacidad de tomar decisiones, mantener rutinas y relacionarse con otros.

La normalización social del divorcio puede generar una paradoja: aunque culturalmente aceptado, quienes lo viven pueden sentirse presionados a “superarlo rápido” o a no mostrar vulnerabilidad. Esta presión puede intensificar sentimientos de culpa o fracaso, dificultando el proceso de adaptación. La sensibilidad y la empatía en la intervención profesional son esenciales para reconocer y validar estas experiencias emocionales (Kelly & Emery, 2003).

Las estrategias de afrontamiento son variadas: algunas personas buscan apoyo en familiares y amigos, otras en grupos de contención o terapia individual. La intervención profesional puede fortalecer estas estrategias, ofreciendo un espacio seguro para la expresión emocional y facilitando herramientas que favorezcan la resiliencia.

Impacto en niños, niñas y personas adolescentes

El divorcio no solo afecta a las personas adultas, sino también a los hijos e hijas. La literatura evidencia que los niños, niñas y personas adolescentes pueden experimentar ansiedad, tristeza, sentimientos de abandono o confusión respecto a la reorganización familiar (Kelly, 2000). Su bienestar depende en gran medida de cómo las personas adultas manejan la separación y de la presencia de redes de apoyo efectivas.

El trabajo social desempeña un papel central en la mediación e intermediación familiar, ofreciendo recursos y acompañamiento tanto a los padres como a los hijos e hijas. Entre las estrategias más efectivas se incluyen:

  • Acompañamiento y asesoramiento durante el proceso de divorcio: supone un sostén y una guía especializada en la materia.
  • Terapia de grupo para hijos e hijas de padres separados: proporciona un espacio seguro para compartir emociones y experiencias.
  • Mediación/intermediación parental: facilita acuerdos respetuosos sobre crianza y visitas, reduciendo conflictos y promoviendo la estabilidad emocional de los hijos y las hijas.
  • Orientación en comunicación familiar: ayuda a madres y padres a expresar sus emociones sin trasladar ansiedad o culpa a las hijas/os.

Estos procesos contribuyen a que la normalización social del divorcio no se traduzca en indiferencia hacia la experiencia emocional de los menores, sino en cuidado y acompañamiento activo.

Impacto social y económico

Más allá de lo emocional, el divorcio puede generar consecuencias sociales y económicas significativas. La reorganización de la vivienda, la distribución de bienes, los ajustes en el empleo y la pérdida de redes de apoyo pueden aumentar la vulnerabilidad de las personas (Hepworth, Rooney & Larsen, 2017).

El trabajo social interviene para garantizar que estas necesidades sean atendidas, ofreciendo orientación y recursos para acceder a servicios legales, económicos y habitacionales. Además, durante el proceso, el asesoramiento y la guía emocional para transitarlo de forma sana supone un fuerte para nuestra profesión. La normalización del divorcio no puede implicar que la sociedad deje de atender estos desafíos prácticos; por el contrario, exige un acompañamiento integral que combine cuidado emocional y soporte material.

El rol del trabajo social en la normalización del divorcio

El acompañamiento profesional requiere un enfoque integral que combine apoyo emocional, orientación práctica y fortalecimiento de redes sociales. El/la profesional de trabajo social debe considerar:

  • La situación económica y habitacional: brindar recursos y orientación sobre vivienda, empleo y acceso a servicios.
  • Redes de apoyo familiares y comunitarias: identificar y fortalecer relaciones que puedan sostener a la persona.
  • Estado emocional y estrategias de afrontamiento: proporcionar contención, validar emociones y fomentar resiliencia.
  • Impacto en hijos e hijas y relaciones significativas: mediar y guiar la reorganización de vínculos para reducir conflictos y estrés.

Ejemplos prácticos de intervención

  • Adultos: grupos de apoyo y talleres de afrontamiento, donde las personas compartan experiencias y estrategias para la reconstrucción personal.
  • Hijos e hijas: programas de acompañamiento emocional y mediación parental que permitan expresar emociones y mantener vínculos saludables con ambos progenitores.
  • Orientación práctica: asesoramiento en cuestiones legales, económicas y de vivienda, y resolución de conflictos, reduciendo ansiedad y estrés.

Estos enfoques permiten que la normalización del divorcio sea acompañada de atención integral, evitando que se convierta en desatención social o profesional.

Sensibilidad y paciencia: elementos esenciales

Cada persona transita la separación a su propio ritmo. Algunas avanzan rápidamente hacia la reorganización de su vida; otras necesitan tiempo, sostén y contención constante. La paciencia y la escucha activa son fundamentales para evitar invalidar emociones o presionar a la persona a “superarlo rápido”.

El acompañamiento sensible implica reconocer que la experiencia del divorcio es individual, compleja y emocionalmente intensa. La normalización cultural no reduce el dolor que implica la ruptura de un vínculo profundo; por el contrario, puede intensificarlo si la persona siente que debe ocultar su sufrimiento.

Historias ilustrativas

Para comprender la importancia del acompañamiento, se pueden considerar ejemplos ficticios basados en situaciones frecuentes:

  • Caso de Ana: mujer de 35 años que atraviesa un divorcio con hijos pequeños. Aunque su entorno considera la separación “normal”, Ana experimenta ansiedad intensa y dificultad para organizar la rutina diaria. La intervención social le ofrece acompañamiento emocional y talleres de crianza, ayudándola a reconstruir confianza y seguridad en sí misma.
  • Caso de Ricardo: hombre de 50 años que enfrenta la pérdida de vivienda y estabilidad económica tras el divorcio. La atención profesional le brinda orientación legal, apoyo en la búsqueda de empleo y contención emocional, mitigando el riesgo de aislamiento o exclusión social.

Estos ejemplos muestran cómo la atención integral y sensible puede marcar la diferencia en la adaptación emocional y social de las personas.

Ética profesional y cuidado

Cuidar a quienes atraviesan un divorcio es un acto de respeto hacia la dignidad humana. Implica acompañar sin juzgar, ofrecer orientación sin imponer decisiones y garantizar acceso a recursos que faciliten la reconstrucción de la vida diaria (Payne, 2014).

El compromiso ético del trabajo social no se limita al soporte material; incluye también la creación de espacios seguros donde la persona pueda expresar emociones, procesar pérdidas y construir resiliencia. La normalización social del divorcio debe ir acompañada de atención personalizada y empatía, para que el proceso sea sostenido con humanidad y respeto.

Conclusión

La normalización del divorcio es un avance cultural que refleja mayor autonomía y aceptación de la diversidad en las relaciones humanas. Sin embargo, no puede convertirse en desatención hacia quienes lo atraviesan. Cada divorcio es único, acompañado de emociones profundas, desafíos prácticos y transformaciones en la red social y familiar.

El trabajo social desempeña un papel central al proporcionar acompañamiento emocional, orientación práctica y apoyo integral. Solo a través de un abordaje sensible, ético y humano podemos garantizar que la normalización del divorcio no se traduzca en indiferencia, sino en cuidado, respeto y fortalecimiento de la resiliencia de quienes atraviesan esta experiencia.

Porque acompañar no es un lujo: es un derecho y una necesidad.

Referencias

Amato, P. R. (2010). Research on divorce: Continuing trends and new developments. Journal of Marriage and Family, 72(3), 650–666. https://doi.org/10.1111/j.1741-3737.2010.00723.x

Hepworth, D. H., Rooney, R. H., & Larsen, J. A. (2017). Direct social work practice: Theory and skills (10th ed.). Cengage Learning.

Kelly, J. B. (2000). Children’s adjustment in conflicted marriage and divorce: A decade review of research. Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry, 39(8), 963–973. https://doi.org/10.1097/00004583-200008000-00011

Kelly, J. B., & Emery, R. E. (2003). Children’s adjustment following divorce: Risk and resilience perspectives. Family Relations, 52(4), 352–362. https://doi.org/10.1111/j.1741-3729.2003.00352.x

Payne, M. (2014). Modern social work theory (4th ed.). Oxford University Press.

Tánger, 11 de noviembre de 2025

Mohamed Haouari
Profesor de Trabajo Social en el Instituto Nacional de Acción Social-Tánger (Marruecos)

1. Introducción

La violencia contra las mujeres en Marruecos sigue siendo una dolorosa y persistente lacra que vulnera gravemente sus derechos fundamentales y afecta a su bienestar emocional y a su trayectoria vital. No distingue edades, clases sociales ni niveles educativos, sino que atraviesa todo el tejido social, dejando huellas visibles e invisibles. Según ONU femmes Marruecos (2023), más del 60 % de las mujeres han sido víctimas de violencia en algún momento de su vida. Lo más inquietante es que, en la mayor parte de los casos, los maltratadores son miembros del entorno más próximo: parejas, exparejas o familiares. Esta cercanía, combinada con el miedo al juicio social, la vergüenza o la dependencia económica, hace que muchas de ellas opten por el silencio. Como señala el Haut-Commissariat au Plan (2019), ese silencio impuesto por múltiples barreras perpetúa el sufrimiento y aísla más a estas mujeres.

Asimismo, Hayat Zerari (2006) subraya que las dinámicas culturales contribuyen a normalizar la violencia doméstica, especialmente en áreas rurales donde los roles de género tradicionales limitan las posibilidades de las mujeres para denunciar abusos y buscar protección. A esta situación se añade la deficiente información y educación sobre los roles de género, lo que refuerza estas prácticas y contribuye a la perpetuación de la violencia en los diversos entornos de la mujer marroquí.

En medio de tantas situaciones difíciles, la presencia de la trabajadora social adquiere un significado especial. Su labor no se limita a atender una urgencia: consiste en estar al lado de las mujeres que atraviesan momentos de profundo dolor y acompañarlas en el lento y necesario proceso de reconstrucción personal. Para ello, hace falta tiempo, paciencia, empatía y una relación que se va tejiendo poco a poco, con confianza y respeto. Cada historia merece un acompañamiento que no solo mire lo inmediato, sino que integre lo emocional, lo legal, lo sanitario y lo económico. Como bien dice De Robertis (2007), no se trata de aplicar una receta técnica, sino de implicarse desde lo ético, desde la sensibilidad humana y con una mirada amplia sobre lo que cada mujer ha vivido y necesita.

El presente artículo analiza cómo la trabajadora social responde a los casos de violencia de género a partir de dos experiencias de intervención social que consideramos lo bastante interesantes como para ser expuestas. Por un lado, las unidades judiciales que gestiona en la actualidad el Ministerio de Justicia y, por otro, el modelo de intervención comunitaria que aplica la Asociación INSAF.

2. La intervención de la trabajadora social

Acompañar a una mujer que ha atravesado una situación de violencia no es una tarea mecánica ni lineal. Es un proceso profundamente humano, que exige sensibilidad, compromiso y una comprensión integral de su experiencia. La intervención de la trabajadora social se despliega como un recorrido compartido, donde se articulan distintas fases que no siguen necesariamente un orden rígido, sino que se adaptan al ritmo, necesidades y decisiones de cada mujer. Desde la acogida inicial pasando por el acompañamiento personalizado, la creación de redes y el refuerzo de la autonomía no marchan en fila, se acomodan al ritmo, las necesidades y las decisiones de cada mujer. Así, el objetivo trasciende la atención a la emergencia e implica reparar el vínculo con los derechos, reconstruir la autoestima y acompañar el camino hacia un proyecto de vida propio y digno.

En este proceso, la trabajadora social camina junto a la mujer, sin sustituir su voz ni actuar en su lugar, reconociendo sus capacidades, su historia y su voluntad. Cada paso se sostiene en una ética del cuidado que pone a la mujer en el centro, sin perder de vista los condicionamientos estructurales que limitan sus posibilidades.

2.1. Acogida y escucha activa

La acogida es mucho más que el primer contacto, pues, es el momento en que una mujer, a menudo tras atravesar miedos y barreras, decide hablar, acercarse, pedir ayuda. Ese gesto, cargado de fuerza y vulnerabilidad, merece una respuesta que esté a la altura. Escuchar su historia sin juicio, sin prisas y con profundo respeto es el primer acto reparador que puede ofrecer la trabajadora social.

Este encuentro se desarrolla en un espacio que garantice confidencialidad, seguridad y contención emocional. La mujer es acogida con una actitud empática, abierta y libre de prejuicios, capaz de reconocer y validar tanto lo que expresa como lo que aún no puede poner en palabras. En contextos de mujeres víctimas de violencia, la escucha activa no se reduce a oír, puesto que implica leer los silencios, acompañar los gestos, respetar los tiempos y ofrecer palabras que reconfortan sin invadir. Reformular con delicadeza, evitar la presión y dar lugar a lo que duele o cuesta nombrar son acciones que comienzan a tejer una relación de confianza y reparación.

En ámbitos institucionales como los juzgados de familia, donde muchas veces se activa el proceso desde unidades de atención a mujeres y menores víctimas de violencia, la intervención de la trabajadora social no se limita a escuchar, ya que también interpreta lo vivido en un lenguaje comprensible para el sistema y actúa como puente entre la experiencia subjetiva de la mujer y los dispositivos institucionales que deben activarse. Su acompañamiento permite amortiguar la carga emocional de esos momentos, evitar la revictimización y dar sentido a un proceso que muchas veces resulta confuso y doloroso.

Más allá de completar un formulario, lo que busca la trabajadora social es construir una narración fiel, sensible y respetuosa de lo que la mujer ha vivido, evitando tecnicismos que puedan desvirtuar su experiencia o apresuramientos que la reduzcan a una simple formalidad. La trabajadora social vela porque la mujer no sea tratada como un expediente más, ni forzada a repetir su historia. Cada palabra escrita debe reflejar un proceso de escucha ética, atenta y profundamente humana.

2.2. Orientación y acompañamiento individualizado

Tras ese primer momento de acogida, la intervención de la trabajadora social se transforma en una guía cercana y constante que ayuda a la mujer a encontrar claridad en medio del caos. Su función implica brindar información y acompañar desde un lugar de confianza, respeto y proximidad emocional, facilitando la transformación de la confusión en decisiones conscientes y posibles (Paul, 2004). En sistemas que muchas veces resultan impersonales, rígidos o inaccesibles, la trabajadora social actúa como un rostro humano que traduce, orienta y sostiene, sin imponer ni juzgar.

La orientación no consiste en abrir un abanico de opciones, informar sobre derechos, facilitar el acceso a recursos y acompañar la reflexión sobre los pasos a seguir. Es, en esencia, una brújula ética y profesional que respeta la autonomía de la mujer, incluso cuando sus decisiones no coinciden con lo que el sistema espera o considera adecuado. Como recuerda Roberge (2003), acompañar no es conducir ni dirigir: es crear las condiciones para que la persona sea autor de su trayecto, asumiendo su historia y sus elecciones.

Superada la etapa inicial, se inicia un proceso más estructurado, pero no por ello menos flexible. Junto con la mujer, la trabajadora social elabora un plan de intervención personalizado, que se adapta a sus necesidades, prioridades y circunstancias. Este plan contempla acciones como asesoramiento jurídico, atención médica o psicológica, alojamiento seguro, protección frente al agresor y acceso a programas de formación o inserción laboral. Lejos de ser un recorrido rígido, este proceso se construye paso a paso, con ajustes continuos, en lo que Ardoino (2000) describe como un proceso temporal, donde el acompañamiento se despliega en el tiempo como una “praxis relacional”.

Durante la intervención, el acompañamiento social es especialmente valioso para ayudar a restablecer la confianza, protegerse del aislamiento, reforzar la sensación de seguridad e incluso acelerar el proceso del vínculo social. Se trata de un proceso flexible que se adapta a las características de cada caso y que no se ciñe a la aplicación de fórmulas, aunque estar ahí puede implicar el compromiso, la autenticidad, la práctica y la perseverancia profesional, así como seguir la teoría. Supone confiar en la capacidad de las mujeres para ir reconstruyendo su vida, de avanzar con ellas respetando sus ritmos, de no imponer nada, de no apropiarse de su espacio, de sostener su paso de manera cercana. Como recuerda Paul (2004), todo ello requiere una actitud ética y liberadora que permita vislumbrar en el otro la posibilidad de crecer en humanidad.

2.3. Trabajo en red con este colectivo

La intervención de la trabajadora social con una mujer que ha sufrido maltrato no puede entenderse como una tarea individual o puntual. Para que sea efectiva, es necesario tejer redes, compartir responsabilidades y construir alianzas duraderas entre diferentes actores. Todos los agentes implicados, ya sean los servicios públicos y las asociaciones de barrio, o los profesionales del ámbito legal y de la salud, deberían aportar una respuesta que sea coordinada, respetuosa y sensible a la trayectoria vital de cada mujer.

a) Prácticas institucionales

Desde el ámbito institucional, el Ministerio de Justicia ha impulsado la la creación de equipos judiciales multidisciplinarios que son integrados por trabajadoras sociales, jueces, fiscales y psicólogos/as, con el objetivo de facilitar la derivación de mujeres hacia recursos clave como albergues, centros de salud o servicios jurídicos especializados (Ministerio de Justicia, 2019). Estos dispositivos representan un avance importante hacia una atención más integral. Sin embargo, la práctica revela numerosas limitaciones: carga excesiva de trabajo, falta de autonomía profesional, escasos recursos técnicos y humanos. Un ejemplo de ello es la unidad judicial de Tetuán, donde las trabajadoras sociales ven reducida su intervención a funciones administrativas, lo que obstaculiza su función de acompañamiento social.

Frente a estos obstáculos, muchas trabajadoras sociales recurren a redes informales de colaboración basadas en la confianza y la experiencia compartida. A través del contacto directo con actores locales, otras profesionales o asociaciones, logran movilizar recursos y ofrecer respuestas inmediatas ante situaciones urgentes. Aunque eficaces y ágiles, estas redes carecen de un reconocimiento institucional, lo que compromete su sostenibilidad y las vuelve dependientes de iniciativas individuales.

b) Experiencia asociativa: modelo de intervención en red

En contraste con las limitaciones del sistema público, el tejido asociativo ha sabido tejer redes sólidas y creativas que integran recursos nacionales e internacionales, actores públicos y privados, y colectivos locales. Organizaciones como INSAF destacan por haber construido alianzas estratégicas con organismos internacionales, fundaciones, empresas y estructuras locales, lo que les permite desarrollar programas integrales de acompañamiento, formación e inserción laboral para mujeres en situación de exclusión (Taybouta y Chidmi, 2023)

Este dinamismo asociativo trasciende la prestación tradicional de servicios. De hecho, la participación de las asociaciones feministas marroquíes ha transformado significativamente la respuesta interinstitucional y gubernamental ante la violencia de género. Según Souad Eddouada (2019), las transformaciones son tanto jurídicas como sociales, y se proyectan en la reforma del marco legal y en un cambio en la percepción del problema mediante las campañas de concientización.

En este entramado de iniciativas, la intervención social adquiere una nueva dimensión. La trabajadora social, adquiere una nueva dimensión en este modelo de intervención en red, asume el rol clave de mediadora entre las mujeres y los recursos disponibles. Facilita rutas de salida de la violencia, construye puentes con los servicios existentes e involucra activamente a las usuarias en la planificación y revisión de estrategias ajustadas a sus necesidades reales. Su presencia, lejos de ser meramente operativa, se convierte en un eje articulador que transforma la red de apoyos en un instrumento de empoderamiento, más allá de una lógica asistencial.

c) Desafíos y condiciones de éxito

A pesar de su potencial, el trabajo en red enfrenta retos estructurales importantes: falta de protocolos compartidos, relaciones jerárquicas entre instituciones, resistencias a compartir información y una escasa formación específica en coordinación interinstitucional. Como advierten González y Rodríguez (2020), estas redes funcionan más por dinámicas personales que por estructuras estables, lo que dificulta su continuidad y eficacia operativa.

Para implementar esta estrategia, hay que crear espacios de concertación periódicos, protocolos de actuación conjuntos, siempre generando el espacio para un desarrollo del entorno de la cooperación profesional que parte del reconocimiento mutuo y de la corresponsabilidad. Sobre todo, es primordial conseguir la involucración directa de las mujeres en todas las fases de la intervención es una condición indispensable para que las redes sean efectivas y centradas en las personas.

Como subraya Ander-Egg (2011), el trabajo en red no es solo una técnica organizativa, sino una filosofía profesional que parte del reconocimiento de la interdependencia entre los actores y las distintas situaciones y condiciones que viven las personas. En este sentido, la red se transforma en un instrumento capaz de cambiar la vida de las mujeres, fortalecer las instituciones y generar beneficios para el conjunto de la sociedad.

2.4. Análisis de prácticas profesionales

El análisis de las prácticas profesionales constituye una herramienta indispensable en el ejercicio del trabajo social, especialmente en contextos marcados por la violencia, la exclusión y las desigualdades estructurales. Más que evaluar acciones puntuales, esta práctica permite convertir la experiencia cotidiana en conocimiento situado, fruto del contacto directo con las personas, los territorios y las instituciones. Se trata, por tanto, de una actividad crítica y reflexiva que alimenta el aprendizaje colectivo, visibiliza saberes profesionales muchas veces invisibilizados y contribuye a optimizar la eficacia de la intervención social.

El análisis de las prácticas profesionales es una herramienta indispensable en el ejercicio del trabajo social, especialmente en contextos atravesados por la violencia, la exclusión y las desigualdades estructurales. Más que evaluar acciones puntuales, permite transformar la experiencia cotidiana en conocimiento situado, fruto del contacto directo con personas, territorios e instituciones. Se trata de un ejercicio crítico y reflexivo que impulsa el aprendizaje colectivo, visibiliza saberes frecuentemente relegados y contribuye a mejorar la eficacia de la intervención social.

A pesar de los obstáculos, muchas trabajadoras sociales logran sostener intervenciones significativas, gracias a su implicación, su creatividad y su capacidad para tejer redes con otros actores, como ocurre en experiencias inspiradoras impulsadas por organizaciones como INSAF. Estos ejemplos demuestran que, cuando se ponen en el centro las necesidades reales de las mujeres, es posible construir respuestas más humanas y transformadoras. Para avanzar en este sentido, es preciso reforzar los servicios sociales, fomentar la investigación aplicada, incluir una perspectiva crítica de género en la formación universitaria y escuchar la voz de las propias mujeres. 

Bibliografía

Ander-Egg, E. (2011). Diccionario del trabajo social. Córdoba: Editorial Brujas.

Ardoino, J. (2000). De l’accompagnement, en tant que paradigme. En P. Paul (Ed.), L’accompagnement: Une posture professionnelle spécifique (pp. 351). Paris: L’Harmattan.

Donoso, T. (2008). Violence et famille: Identification des besoins des femmes victimes de violences. Revue Internationale de l’Éducation Familiale, 23(1), 127–142.

Eddouada, S. (2016). Feminism in Morocco: Between the local and the global. SUR: International Journal on Human Rights, 24(13), 65–74. https://sur.conectas.org/wp-content/uploads/2017/02/6-sur-24-ing-souad-eddouada.pdf

González Abad, L., & Rodríguez Rodríguez, A. (2020). El trabajo en red colaborativo: Desafíos y posibilidades. Cuadernos de Trabajo Social, 33(1), 141–151. https://doi.org/10.5209/cuts.64769

Haut-Commissariat au Plan. (2019). Rapport sur les violences faites aux femmes et aux familles. Rabat.

Ministère de la Justice du Royaume du Maroc. (2019). Rapport sur la création des équipes judiciaires pluridisciplinaires pour la prise en charge des femmes victimes de violence. Rabat, Maroc : Ministère de la Justice. Consulté à l’adresse https://www.justice.gov.ma/rapport2019.pdf

ONU Femmes Maroc. (2023). Collectif pour une législation égalitaire: Analyse genre des lois. Rabat.https://morocco.unwomen.org/sites/default/files/2023-05/Rapport%20CLE%20V%20FR_VF.pdf

Paul, M. (2004). L’accompagnement : Une posture professionnelle spécifique. L’Harmattan.

Roberge, M. (2003). À propos du métier d’accompagnateur et de l’accompagnement dans différents métiers. En J.-P. Boutinet & G. Pineau (Dirs.), L’accompagnement dans tous ses états (pp. 101–109). Éducation Permanente, (153).

Taybouta, R., & Chidmi, N. E. (2023). Assistance sociale au service de la justice: Réflexion et premières actions dans le chantier de refonte d’un métier longtemps mésestimé. Rabat.

Zerari, H. (2006). Femmes du Maroc entre hier et aujourd’hui : quels changement? Recherches internationales, 77, 65-80.

Huelva, 27 de octubre de 2025

Teresa Gómez-Rasco
Trabajadora social y contratada predoctoral en el Departamento de Sociología, Trabajo Social y Salud Pública de la Universidad de Huelva

Manuela Á. Fernández-Borrero
Profesora Titular del Departamento de Sociología, Trabajo Social y Salud Pública de la Universidad de Huelva. Vicedecana de Estudiantes y Proyección Social de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad de Huelva y Directora del Máster oficial en Investigación e Intervención en Trabajo Social.
Miembro del grupo de investigación Estudios Sociales e Investigación Social (ESEIS) y del centro de investigación COIDESO. Equipo científico técnico del Plan

Vivimos en una sociedad cada vez más digital. Las formas de comunicarnos, trabajar, acceder a derechos o relacionarnos con las administraciones han cambiado rápidamente. Sin embargo, esta transición no ha sido homogénea ni universal. En los servicios sociales, esto plantea retos importantes para el trabajo social y su práctica profesional, especialmente en el desarrollo de competencias digitales que permitan responder con eficacia, ética y cercanía a las necesidades ciudadanas y del sistema.

En los últimos años, el equipo profesional del trabajo social ha visto transformadas muchas funciones por la incorporación de herramientas digitales en gestión, intervención, coordinación, derivaciones y comunicación con la ciudadanía. No obstante, esta transformación no siempre ha contado con formación adecuada ni con un análisis de las competencias digitales del equipo profesional.

Desde hace un tiempo, se aborda la realidad de las competencias digitales en la profesión del trabajo social y el marco de los servicios sociales. Por ejemplo, la sociedad americana de profesionales del trabajo social recoge expresamente la capacidad para hacer un uso adecuado de la tecnología digital en la práctica profesional del trabajo social, incorporando el consentimiento de la persona usuaria, las  capacidades de uso y acceso de las personas usuarias, así como la importancia de conocer, evaluar y comprender los desafíos especiales de comunicación asociados a cuestiones de privacidad, diversidad cultural, ambiental, económica, de discapacidad, lingüística y otras cuestiones de diversidad social que puedan afectar a la prestación de servicios digitalizados o con medios tecnológicos. También en la Declaración de Principios Éticos del Trabajo Social, la FITS (2018) dedica una sección específica al uso ético de la tecnología y las redes sociales, y subraya la necesidad de que profesionales del trabajo social adquieran las competencias necesarias para proteger la privacidad, la confidencialidad y evitar prácticas poco éticas al utilizar tecnologías digitales. 

En este espacio hay que señalar la transición socio-digital en los servicios sociales. Es posible partir de la realidad del e-social work y sus avances en los tiempos presentes, a la par que cambiantes, y en futuros no tan lejanos. López-Peláez et al., (2018) habla sobre este trabajo e-social, que hace uso de la tecnología y lo digital para sus intervenciones con personas, comunidades y grupos que pueden desarrollarse a través de la tecnología. Además, permite no solo desarrollar programas de intervención, sino que se conecta con investigaciones y el diseño de políticas públicas para abordarlas. Pero ir un paso más es también considerar lo que este mismo autor, y su equipo, denomina v-social work donde no se hace uso de la tecnología como medio para la intervención social, sino que la intervención se desarrolla íntegramente en el entorno tecnológico y virtual y que está siendo usado como complemento y no reemplazo de procesos de intervención. De cualquier modo, existe una tendencia hacia un modelo híbrido que fomenta y vincula el trabajo social con medios y procesos digitales, e interpela a la profesión a este respecto en múltiples frentes.

En el marco de la realidad nacional española, el equipo de trabajo social de la Universidad de Huelva hemos desarrollado un estudio sobre las competencias digitales en la profesión. Con la participación de 415 profesionales del sector, los resultados principales evidencian un nivel medio-alto de competencias digitales, pero con diferencias importantes entre las dimensiones estudiadas: mayores competencias en elementos de comunicación y colaboración con medios digitales, así como la seguridad en su uso. Sin embargo, en la generación creativa de contenidos digitales y la resolución de problemas la percepción de competencias es menor.

Además, las puntuaciones varían en función de cuestiones como la antigüedad en el trabajo y el ámbito público o privado de la entidad. Profesionales con menos de cinco años de experiencia tienen mejores habilidades, sobre todo en comunicación, colaboración y creación de contenidos digitales, en comparación con aquellos con más de 20 años de trayectoria. Además, quienes trabajan en el sector público presentan menores competencias digitales que en el ámbito privado, especialmente en la creación de contenidos.

Estamos entonces ante un escenario complejo donde la digitalización ha llegado para quedarse en los servicios sociales, pero no siempre lo hace de forma planificada, equitativa ni acompañada. El equipo profesional del trabajo social se enfrenta al reto de integrar lo digital en su práctica profesional, incorporando los principios éticos, relacionales y comunitarios que definen su intervención. Las competencias digitales “básicas” están relativamente asentadas, pero cuando se trata de herramientas específicas del entorno institucional, protección de datos, desarrollo de contenido, gestión de la información o habilidades más críticas y reflexivas, las dificultades aumentan. Este desequilibrio genera tensiones entre lo que se espera profesionalmente y lo que realmente se puede hacer con los recursos, la formación y el tiempo disponible.

En nuestras sociedades de “post-desarrollismo”, la tecnología, la sobreinformación, la velocidad de los avances, los procesos que se digitalizan, etc., son una realidad desafiante. Estamos también en momentos de auge de la individualidad hiperconectada, pero no podemos (ni debemos) obviar la realidad sistémica de los servicios y contextos donde profesionales del trabajo social ejercen su rol profesional. Y es aquí donde la reflexión debe abrir el foco, incorporando los elementos de carácter institucional y propios del sistema. Existe una importante diferencia entre la adquisición individual de competencias y el desarrollo e integración organizativa de una cultura digital compartida y de innovación socio-tecnológica.

1.- ¿Y ahora qué? Pasar del clic al cambio: propuestas para el Trabajo Social digital.

      La transformación digital en los servicios sociales no puede obviarse. Pero para que sea justa, eficaz y sostenible, debe abordarse desde un enfoque integral y desde la Cuádruple Hélice donde la administración pública, la universidad, el sector productivo y la ciudadanía/profesionales sean actores conectados. No se trata solo de introducir tecnología, sino de generar entornos que favorezcan el aprendizaje, la adaptación y el trabajo en equipo. En este sentido, los estudios previos realizados por nuestro equipo nos llevan a reflexionar sobre las necesidades detectadas y atrevernos a avanzar propuestas y claves a considerar.

      1.1.- Estrategias de formación para una digitalización inclusiva.

      La rápida evolución tecnológica y de la Inteligencia Artificial hace urgente el diseño de programas de formación que respondan a las necesidades reales. No basta con adquirir habilidades técnicas, sino que es fundamental comprender cómo aplicar las herramientas en la intervención social de forma crítica, ética y ajustada a las personas usuarias. Esta formación debe garantizar que tanto profesionales como ciudadanía puedan desenvolverse en los nuevos entornos digitales (Fernández-Riquelme, 2019; García-Castilla et al., 2019). 

      La implicación de los equipos directivos y de los mandos intermedios en las organizaciones sociales es clave para impulsar con éxito los procesos de digitalización (Christodoulou et al., 2022; López-Muñoz y Escribá-Esteve, 2022). Resulta igualmente fundamental la creación de espacios de intercambio profesional dentro de las organizaciones, que puedan convertirse en entornos de aprendizajes colaborativos, y poder abordar tanto cuestiones técnicas como dilemas éticos o emocionales vinculados al uso de tecnologías (Morilla-Luchena et al., 2025). 

      En este camino es también necesario formar y preparar al equipo profesional del mañana. Esta transformación debe comenzar desde las universidades, mediante metodologías activas, reciclaje e incorporación de contenidos y conexión con la realidad social. Estas experiencias pueden combinarse con procesos de mentorización y acompañamiento con aprendizajes bidireccionales entre universidad y el ejercicio profesional. Desde nuestro equipo de investigación se han impulsado iniciativas orientadas a este objetivo con el desarrollo de proyectos de innovación docente centrados en la incorporación de herramientas tecnológicas en la práctica del Trabajo Social y de investigación educativa sobre competencias digitales en el alumnado de Trabajo Social. Además, el proyecto Optimización de los Servicios Sociales a través de modelos de machine learning ha propiciado el análisis crítico y el intercambio de ideas, y un acercamiento a la realidad de la IA en el trabajo social.

      Existen otras experiencias que muestran el potencial de estas herramientas. Por ejemplo, un estudio reciente sobre el uso de realidad virtual 360° con alumnado de Trabajo Social apunta que esta tecnología permite reducir la distancia entre la teoría y la práctica, fortaleciendo la calidad de la intervención profesional y contribuyendo a la construcción de sinergias entre el aula y el terreno y al aprendizaje significativo (Minguela-Recover et al., 2022).

      1.2.- Resistencias al cambio: reconfiguración más allá de lo técnico.

      Otro de los principales desafíos en el proceso de digitalización de los servicios sociales tiene que ver con las resistencias al cambio. No se trata únicamente de barreras tecnológicas, sino de una transformación profunda en las formas de trabajar, de relacionarse y de entender la intervención social en marcos digitales e innovadores. Estas resistencias aumentan con la edad y con el tiempo de permanencia en el mismo puesto de trabajo (Ferri-Fuentevilla et al., 2023; Gómez-Rasco, et al., in press), lo que evidencia que el factor generacional y la rutina profesional juegan un papel importante.

      Estas resistencias pueden surgir tanto en los equipos profesionales como en las propias personas usuarias de los servicios, así como por elementos macro y estructurales que condicionan las tomas de decisiones y procesos instaurados. Además, por un lado, hay quienes ven las tecnologías como una amenaza a sus metodologías tradicionales, sienten inseguridad ante herramientas que no dominan o desconfían del valor añadido que puedan aportar. Por otro lado, las brechas digitales dificultan el acceso equitativo a los recursos, especialmente en colectivos vulnerables, lo que puede generar frustración o exclusión en procesos que se pretendían más accesibles y eficaces (Morilla-Luchena et al., 2025).

      Las causas de esta resistencia son múltiples: desde la falta de habilidades digitales o el miedo a la automatización, hasta la ausencia de participación en el diseño de las estrategias de cambio. Muchas personas no perciben el valor de lo digital porque no han sido parte activa de su construcción. Por ello, la clave no está solo en formar, sino también en implicar, escuchar y acompañar a quienes protagonizan esta transformación durante el proceso. Es importante poder contar con escenarios de prueba, sin juicios y permitiendo procesos de errores en el aprendizaje personal y organizacional.

      Tal y como señala el Informe sobre Digitalización e Innovación en el Tercer Sector de Acción Social (Plataforma de ONG de Acción Social, 2023), la transformación digital implica un cambio cultural en las organizaciones, porque supone nuevas rutinas, nuevos lenguajes y nuevas formas de colaboración. En este contexto, es necesario vencer la aversión al riesgo y generar confianza en procesos que, al principio, suelen provocar incertidumbre o rechazo.

      1.3.- Acompañando en los procesos de transformación digital.

      Avanzar en y hacia la digitalización no solo implica diseñar buenas políticas y programas formativos, conocer y actuar en las resistencias al cambio, sino también acompañar los procesos de cambio en el terreno, allí donde se concreta el trabajo cotidiano con personas y comunidades. En este sentido, la mentorización se revela como una estrategia clave para facilitar la apropiación crítica de las tecnologías, reducir resistencias y fortalecer las capacidades digitales de los equipos profesionales. El desarrollo de proyectos piloto con acompañamiento activo permite generar entornos seguros donde experimentar con nuevas herramientas y con apoyo. Generar comunidades permitirá también establecer espacios de encuentro e intercambio. 

      En definitiva, avanzar hacia una verdadera transformación digital en los Servicios Sociales requiere mucho más que tecnología: exige escuchar al equipo profesional, reconocer su saber experto y promover una digitalización justa, ética y situada que no desdibuje el vínculo social, sino que lo potencie. A la par, requiere un trabajo organizacional y de apuesta política que acompañe y atraviese estos procesos. Para lograrlo, es imprescindible incorporar la formación como eje estratégico desde el ámbito universitario hasta el desarrollo profesional continuo, generar espacios de participación en el diseño de los procesos y abordar las resistencias legítimas que surgen ante el cambio. Solo así será posible construir una transformación digital que no sea impuesta, sino compartida, reflexiva y orientada al bienestar colectivo. Proyectos piloto innovadores con acompañamiento pueden ser la vía para ensayar, aprender y avanzar.

      Referencias

      British Association of Social Workers (2022). Digital Capabilities Statement for Social Work Practice: Summary. https://www.basw.co.uk/digital-capabilities-statement-social-work-practice-summary

      Christodoulou, I. P., Wasim, J., Reinhardt, R. J., y Ivanov, K. (2022). The strategic role of middle managers in the formulation and implementation of digital transformation projects. Strategic Change, 31(6), 613-622. https://doi.org/10.1002/jsc.2528

      García-Castilla, F., Oliva, Á., Vírseda-Sanz, E., y Gallego, J. (2019). Potencial educativo del e-trabajo social: la formación en trabajo social en España. Revista Europea de Trabajo Social, 22, 897 – 907. https://doi.org /10.1080/13691457.2018.1476327

      Federación Internacional de Trabajadores Sociales (FITS) (2018). Global social work statement of ethical principles. https://www.ifsw.org/global-social-work-statement-of-ethical-principles/

      Fernández-Riquelme, S. (2019). Conocer, integrar y divulgar. Las tecnologías digitales para la investigación y la intervención en Trabajo Social. Trabajo social hoy, 88, 43-68. http://dx.doi.org/10.12960/TSH.2019.0015

      Ferri-Fuentevilla, E., Fernández-Borrero, M.A, Morilla-Luchena, A. y Gómez-Rasco, T. (25-27 de octubre de 2023). ¿Preparados/as para la transformación digital? Competencias digitales en los/las profesionales de los Servicios Sociales. En Carbonero, REPS, Crisis globales e impactos locales: Tendencias y respuestas públicas y comunitarias para la transición ecosocial. Comunicación llevada a cabo en el IX Congreso de la Red Española de Política Social (REPS), Universidad de las Islas Baleares, Palma de Mallorca, España.

      Frederic G.R (2017) Eye on Ethics New NASW Code of Ethics Standards for the Digital Age. Social Work Today. https://www.socialworktoday.com/archive/081617.shtml

      Gómez-Rasco, T., Muñoz-Moreno, R., Ferri-Fuentevilla, E., Vallejo-Andrada, A. y Morilla-Luchena, A. (in press) Competencias digitales y herramientas tecnológicas en profesionales de Servicios Sociales en Andalucía. Global Social Work

      López-Muñoz, J. F., y Escribá-Esteve, A. (2022). Executives’ role in digital transformation. International Journal of Information Systems and Project Management, 10(3), 84-103. https://doi.org/10.12821/ijispm100304

      López-Peláez A., Pérez García R., Aguilar-Tablada Massó M. V. (2018). e-Social work: Building a new field of specialization in social work?, European Journal of Social Work, 21(6), pp. 804–23.

      Minguela-Recover, M. a Á., Munuera, P., Baena-Pérez, R., & Mota-Macías, J. M. (2022). The role of 360o virtual reality in social intervention: a further contribution to the theory-practice relationship of social work studies. Social Work Education, 43(1), 203–223. https://doi.org/10.1080/02615479.2022.2115998

      Morilla-Luchena, A.; Gómez-Rasco, T.; Muñoz Moreno, R.; Vázquez-Aguado, O. (2025). Diseño de estrategias para el proceso de digitalización y modernización tecnológica en organizaciones de Servicios Sociales. Cuadernos de Trabajo Social 38(1), 37-48. https://dx.doi.org/10.5209/cuts.96376

      Plataforma de ONG de Acción Social (2023). Informe sobre Digitalización e Innovación en el Tercer Sector de Acción Social. https://www.plataformaong.org/recursos/340/informe-de-digitalizacion-e–innovacion-en-el-tercer-sector-de-accion-social

      Madrid, 2 de octubre de 2025

      Gema Santos González
      Trabajadora Social en Servicios Sociales del Ayuntamiento de Parla (Madrid)

      Abstract:

      El presente artículo pone el foco en la práctica desarrollada desde el área creativa de nuestra profesión. Es una propuesta de trabajo a través de tres potentes caminos: la metáfora, la creatividad y el juego. 

      A través de ejemplos sencillos exploramos cómo estos procesos pueden abrir espacios de expresión emocional, dando lugar a nuevas narrativas que nos permitan abordar de forma natural el objeto de trabajo.

      Este artículo es una invitación para los que entienden que el Trabajo Social puede ser “arte y puente transformador” al servicio del ciudadano.

      Palabras Claves: Trabajo Social, Trabajo Social Clínico, Creatividad, Metáfora, Juego.

      Donde habita el Cambio:

      El Trabajo Social es una profesión que requiere de capacidad de adaptación, creatividad y flexibilidad.

      Capacidad de adaptación a cada situación nueva a abordar, con sus tiempos, necesidades y sus propias normas, sin juicio.

      Creatividad, para encontrar el “cómo hacerlo” desde el propio “yo” consciente de que en relación estamos expuestos a un proceso de cambio con repercusión en ambos participantes, usuario y Trabajador Social, lo que evidencia la importancia de un trabajo personal que evite sesgos e identifique resonancias.

      Flexibilidad para adaptar ese “cómo” inicial, al “cómo” que la persona decide, porque la persona es protagonista de su propia historia.

      Si algo tiene de singular nuestra profesión es que nos permite abordar de una forma absolutamente personal e identitaria cada situación/experiencia de vida con la que trabajamos.

      Bajo el paraguas de un código deontológico que unifica el cómo y el porqué, nos deslizamos y fluimos entre dificultades haciendo uso de aquellos conocimientos adquiridos a través de formación, experiencia y práctica laboral. No obstante, la elección (el cómo) de nuestra práxis profesional no es siempre libre, variables como nuestro propio recorrido vital, el contexto laboral o nuestra capacidad económica para afrontar el pago de formaciones especializadas, hacen que el punto de partida de cada Trabajador Social sea diferente.

      “Los rasgos definitorios más relevantes de la figura del Trabajador social, se refieren a la capacidad y competencia en la promoción del bienestar social, mediante la inducción y orientación de procesos de cambio (individuales y sectoriales) y como consecuencia, en la superación de las diversas situaciones de malestar social que motivan a la formulación de demandas de ayuda en nuestras instituciones sociales” (Conde, 1998. p.134).

      El Trabajo Social Clínico constituye una especialización dentro de nuestra profesión que Amaya Ituarte define como “práctica especializada del Trabajo Social y un proceso relacional psicoterapéutico que trata de ayudar a un cliente a afrontar sus conflictos psicosociales, superar su malestar psicosocial y lograr unas relaciones interpersonales más satisfactorias, utilizando sus capacidades personales y los recursos de su contexto socio-relacional” (Ituarte, 2017, p.20).

      Desde esta visión de superación del malestar y mejora de las relaciones haciendo uso de las capacidades y recursos del contexto de la persona, se plantea un Trabajo Social donde la metáfora, el juego y la creatividad ganan terreno en la intervención.

      Damos así respuesta a la demanda de la realidad social actual, cuya complejidad y constante transformación suponen un desafío para la profesión que, en instituciones públicas como Servicios Sociales, carece de recursos suficientes a la hora de responder a demandas cuyo origen en su mayoría se sitúa en la vulnerabilidad económica, priorizando la supervivencia del sistema familiar a través de la cobertura de necesidades básicas, por encima de otras variables.

      ¿Cómo preocuparme por mí si no puedo cubrir las necesidades básicas de las personas a las que quiero? ¿si no tengo una vivienda? ¿ni un trabajo? ¿ni comida para mis hijos?

      Si hay algo que mueve mi práctica profesional y me permite sostener el dolor ajeno sin ser arrollada por este eso es la práctica creativa con aquellas personas dispuestas a probar cosas nuevas.

      No soy de asistir, soy de sacudir.

      Abordar situaciones de dificultad desde el lado más amable y sensible respetando los tiempos de las personas con las que trabajamos, supone hacer uso de una batería de recursos que no tiene porqué circunscribirse a un único modelo. Atreverse a combinar conocimientos experienciales, modelos formativos y recursos diversos (inventados o ya incorporados) es la opción que yo he elegido para facilitar la expresión emocional y acercar soluciones.

      El uso de la metáfora:

      ¿Tú compras el pan en la pescadería? Así explico a las personas que llegan al despacho el porqué no puedo ayudarlas cuando lo que demandan no corresponde a nuestro servicio. Hasta el momento, todos lo han entendido.

      Una buena metáfora describe el problema y abre la puerta a la solución. Su valor radica en que, desde el propio lenguaje de la persona, en un tono amable y conscientes de a quién tenemos en frente, se invita a reflexionar sobre la demanda que traen.

      La metáfora traduce emociones complejas en imágenes comprensibles, pudiendo acceder al mundo interior sin que se exponga de forma directa, lo que reduce resistencias y bloqueos.

      Trabajar desde la metáfora permite externalizar el problema, tomando distancia de la situación. Así, por ejemplo, un camino pedregoso que conduce a la autopista, representa el tránsito que una persona en situación irregular atraviesa hasta su regularización; difícil, lleno de obstáculos, con algún refugio en el camino, solo o acompañado y con un destino que cada cual describe desde el deseo y la esperanza.

      Alicia falleció a principios de este año, después de años de tratamiento. Compartimos muchas conversaciones mientras mis compañeras de la Unidad de Dependencia activaban los recursos disponibles. Recuerdo el día en el que tomando café y en medio de la conversación una metáfora afloró con fuerza para resonar en ella en los años siguientes “Gemita, cada vez que la cabeza se me va me acuerdo de lo que me dijiste y sujeto al caballo desbocado”, una metáfora se convirtió en recurso y refugio en los momentos de ansiedad, para volver (dentro de lo posible) a la calma… allí estaba ella, su caballo y yo. Hay una parte humana que no se cubre con un recurso asistencial, aunque este también sea necesario, hay algo más profundo que responde a la necesidad de amor-conexión para poder continuar haciendo el camino.

      Este artículo te lo dedico a ti, Alicia, que me enseñaste la importancia del uso de metáforas y el desarrollo de la creatividad para afrontar las dificultades, y del uso de la imagen como recurso. Gracias.

      Juego y creatividad:

      “Es dentro del juego y solo en el juego que el niño o adulto individual pueden ser creativos y utilizar su personalidad total y es sólo al ser creativo que el individuo descubre al Sí mismo” como indicó Winnicott en 1971 (Schaefer Charles E., 2005)

      El juego es una experiencia que implica la integración mente-cuerpo. Una actividad placentera inherente al ser humano que proporciona un espacio seguro para explorar emociones, pensamientos, creencias, normas, lealtades… en resumen, facilita un escenario ideal para la expresión del inconsciente, el desarrollo de una narrativa alternativa y una oportunidad para abordar el objeto de consulta desde diferentes focos/perspectivas y todo ello desde una sensación corporal de bienestar al reducir la rigidez, la tensión muscular, y mejorar la respiración. Este aspecto queda reflejado en diferentes textos (Schaefer Charles E., 2003, Schaefer Charles E., 2005)

      Cada caso con sus particularidades requiere de un tipo de intervención. La creatividad tiene múltiples formas de expresión artística como la pintura, la música, la escritura o el juego. Aquella con la que decidamos trabajar en base a nuestros conocimientos y experiencia, nos permitirá desarrollar un trabajo lejos del encorsetamiento de algunas prácticas, que tanto malestar generan en la persona atendida y en el profesional.

      A continuación recojo algunas de las formas de trabajo que en mi sentir sobre el Trabajo Social y especialmente sobre el Trabajo Social Clínico, he puesto en práctica con resultados significativamente positivos.

      El uso de figuras como elementos de representación simbólica aporta una información de enorme valor durante el proceso de intervención en cualquiera de sus fases.

      Playmobils, animales, miniaturas (figura 1) se ponen al servicio del mundo interior para hacer emerger lo que no siempre puede ponerse en palabras. Se convierten en un elemento “puente” entre lo interior y lo exterior, siendo posible abordar la situación desde diferentes dinámicas dentro de la dimensión clínica.

      Figura 1. Empleo de miniaturas (arriba) y playmobils (abajo) en procesos de intervención

      “Las representaciones o imágenes que se pueden realizar a partir de uno o varios muñecos son de tipo metafórico, espacial o relacional. De esta manera permiten la exteriorización, proyección y reformulación de los asuntos que el cliente trae a consulta” (Colodrón, 2009. p.42)

      Las cartas proyectivas (figura 2) son otro recurso de intervención que al igual que las figuras, permite acceder de forma respetuosa al mundo interior de la persona. Resistencias y bloqueos pierden fuerza a medida que las situaciones son narradas en tercera persona, permitiendo la reflexión y la creación de nuevas historias que transforman el escenario y permiten el acceso de nuevas posibilidades.

      Figura 2. Empleo de cartas proyectivas tipo Dixit (izquierda) y de elaboración propia (derecha) en procesos de intervención

      Un tablero de juego (tipo Oca) sencillo, con elementos simbólicos elegidos y creados por la persona con un objetivo claro que se evidencia en la casilla de llegada. El tablero representa el camino, las normas y las dificultades que las personas tienen que recorrer, con sus premios y sus penalizaciones, debilidades y fortalezas hasta llegar a su objetivo. Esta forma de abordar la intervención permite que la persona observe la situación objeto de demanda en todas sus dimensiones de forma tranquila y amena, favoreciendo el vínculo, la comunicación y la motivación bajando los niveles de malestar.

      La poda de una planta representa un acto simbólico. La materialización física, de la renuncia o eliminación de aquello que ya no permite el crecimiento sano, para enfocarnos en el cuidado de los nuevos brotes que crecen.

      Genosociograma, dibujos, juegos, marionetas, mandalas, zentangle, el uso de cuentos… todo es susceptible con imaginación de ser utilizado en una intervención diseñada para transmutar el dolor en calma hasta alcanzar el objetivo marcado.

      Conclusión:

      A través de la metáfora, el juego y la creatividad que transforma la dificultad en camino, vamos de lo invisible a lo posible, distinguiendo la demanda explícita de la implícita y marcando el objetivo a seguir a través de una práxis dinámica y comprometida con el diseño de intervención.

      Soñemos lo imposible y llevémoslo al despacho con ética, compromiso, responsabilidad y confianza. Devolvamos al Trabajo Social su intención original y usemos la simplicidad como vínculo armonioso y de equilibrio en las relaciones terapéuticas.

      Referencias:

      Conde, R. (1998). Trabajo Social Experimental p. 134. Ed. Tirant lo Blanch.

      Colodrón, M. (2009). Muñecos, metáforas y soluciones. Ed. Desclée De Brouwer.

      Ituarte, A. (2017). Prácticas del Trabajo Social Clínico. Ed. Nau Llibres.

      Schaefer Charles E. (2003). Fundamentos de Terapia de Juego. Ed. Manual Moderno

      Schaefer Charles E. (2005). Terapia de juego con adultos. Ed. Manual Moderno.

      La Rioja, 17 de septiembre de 2025

      María Teresa Sampedro Zorzano
      Trabajadora Social

      En el presente artículo, se reflexiona sobre la influencia en la comunicación desde la evolución de la comunicación del cara a cara a la hibridación de la comunicación,  la escucha activa y el lenguaje como herramientas, claves del arte de escuchar, patrones que influyen dentro de la comunicación que nutren a los estilos de comunicación, la comunicación no verbal, existencia de los ruidos y los errores en la comunicación y aportación de ideas para un mensaje efectivo en el contexto del trabajo social. 

      Introducción

      La interacción “cara a cara” es parte fundamental de nuestra intervención profesional, sin olvidar que podemos apoyarnos en las nuevas tecnologías para acortar distancias, agilizar la transmisión de los mensajes, eliminar barreras comunicativas (si bien pueden existir nuevas formas de exclusión como las brechas digitales en algunos colectivos) o adaptarnos a las nuevas formas de interacción y comunicación con los “nativos digitales”. La coexistencia de diferentes métodos de comunicación, tanto tradicionales como nuevas tecnologías o combinación de ambos, harán que nuestro mensaje llegue a un número mayor de personas y tenga mayor impacto.

      Una de las principales herramientas del trabajo social es la comunicación. Como profesionales nos comunicamos y nos relacionamos con la persona, familia, grupo o comunidad. Con este acto comunicativo creamos un vínculo, construimos una relación profesional, empoderamos y favorecemos la participación. Por ello me centraré, fundamentalmente, en la comunicación verbal. 

      Siempre estamos comunicando o navegando entre palabras, ya sea oralmente en las entrevistas con nuestros usuarios/as (individuo/familia), en dinámicas grupales, en lo comunitario, reuniones de equipo, reuniones de coordinación…, por escrito emitiendo informes, correo electrónico, informando de recursos y/o actividades, entre otros, o través de nuestro lenguaje no verbal. El “No se puede no comunicar” de Waztlawick, es una premisa fundamental en nuestra profesión.

      Comunicar es algo más que hablar, es transmitir, coordinarse y trabajar en conjunto, ayudar a solucionar conflictos mediante el diálogo, es ejercicio y voluntad de entendimiento, provocar una emoción en los demás, implica escuchar empáticamente, entablar un diálogo y sus silencios, crear un vínculo profesional. Porque si no se entiende o se malinterpreta el mensaje, ya sea verbal o no verbal, puede llegar a producirse un verdadero caos con las personas que trabajamos en el día a día (personas que acuden a nuestra atención), personas de nuestro servicio, organización o institución o con otros profesionales con los que nos coordinamos. 

      Por eso, según Vila (2010), “No tenemos una segunda oportunidad para causar una buena impresión” siendo importante el cuidado de la primera impresión de nuestro/a interlocutor/a hacia el/la profesional, para que la comunicación fluya de manera adecuada. Todo ello teniendo en cuenta la tendencia que las actitudes de los demás van en consonancia a la imagen/visión que tienen del otro. La sintonía o comunicación plena, en la que intervienen movimientos corporales o gestos de simetría o espejo, generan un clima favorable en la comunicación entre ambos. De ahí la importancia del refuerzo de la comunicación no verbal. Pero, en una comunicación, se pueden generar ruidos.

      Ruidos 

      Los ruidos o interferencias en el receptor, en el emisor o en ambos, van a modular el mensaje y la decodificación que se haga del mismo y pueden distorsionar/dificultar la comunicación y causar malos entendidos. Para evitarlos o minimizar su impacto en la comunicación es fundamental la habilidad para resolver conflictos y la mediación. 

      Las transformaciones tecnológicas han hecho que las formas de interacción se hayan modificado, por transformación o hibridación (compatibilizando relaciones online y offline).  Hay que estar atentos y tener cuidado con la “infosaturación“ (entendida como la dificultad de gestionar la constante y masiva corriente de información que llega través de internet, que genera ruido en la comunicación) y con las “burbujas filtro o cámaras eco”, que hacen creer que la realidad es lo que ocurre en la red sin pasar por el filtro de la reflexión (López y Castillo, 2024). 

      Patrones que influyen la comunicación

      No se puede pasar por alto que en la comunicación existen patrones aprendidos, que influyen en la comunicación, heredados de la familia de origen. Tal y como dice Labora (2017) recogiendo lo dicho por Virgina Satir. Estos patrones son: 

      • Acusador o culpabilizador, que usa ideas censuradoras.
      • Aplacador, que incide en la idea de que la persona no vale nada, quiere contentar siempre a los demás.
      • Super razonable en lo verbal y postura calmada en lo no verbal.
      • Irrelevante con la sensación que no le importa a nadie y que lo que dice no tiene sentido.

      Detectados los patrones, podemos, posteriormente, entender el porqué de las reacciones de los/as usuarios/as ante la posibilidad de una intervención y los estilos adoptados a la hora de comunicar (pasivo, agresivo, pasivo-agresivo y asertivo).

      Comunicación no verbal

      Unido a lo anterior, Guillén (2021) siguiendo las tesis de Novel (2013), nos aporta unos apuntes útiles sobre la comunicación no verbal en mediación, que pueden sernos de ayuda si trabajamos en otros contextos para tener en cuenta y reflexionar sobre ello:  

      a) El silencio y su significado; necesidad de espacio de la persona para reflexionar sobre el tema, tener en cuenta sus sentimientos, tomarse unos segundos de respiro.

      b) Mirada como expresión de comodidad o incomodidad, modo de transmitir seguridad, interés y animar a seguir hablando e interés en el otro y en la relación.

      c) El movimiento y la mímica para identificar estados emocionales o disposicionales para una comunicación más eficaz.

      d) Las distancias como influencia en la cantidad y calidad de la conversación.

      e) Posiciones físicas, contacto visual, estar a la misma altura para evitar desequilibrios… manejando las formas paralingüísticas y otras formas de comunicación no verbal. 

      La escucha activa y el lenguaje como herramientas

      Esta escucha efectiva conlleva una respuesta empática (a través de técnicas como la reformulación, reiteración o reformulación simple, discernimiento, confrontación, centrar a la persona), donde se ayude a razonar y se descubran soluciones de manera conjunta. (Gómez, 2019). 

      Dentro de este sumatorio: escucha empática + observación + lenguaje, el lenguaje cobra especial importancia; siendo necesario un lenguaje sencillo, directo y adaptado a nuestro interlocutor (edad, limitaciones sensoriales, capacidad cognitiva,…). 

      Claves del arte de escuchar

      Con el objeto de dar una respuesta adecuada, empática, comprensiva y acertada, Subiela et al. (2013) indican una serie de orientaciones en el ámbito sanitario que pueden ser aplicables a toda escucha activa, donde hay que:

      1. Dejar de hablar. Si se está hablando no se puede escuchar.
      2. Conseguir que el interlocutor se sienta con confianza, libre para expresarse. Ponerse en su lugar.
      3. Adoptar una posición abierta y activa.
      4. Manifestar claramente interés y escuchar para tratar de entender.
      5. Formular frases con una tonalidad adecuada, con empatía y respeto.
      6. No interrumpir precozmente ni realizar conclusiones prematuras.
      7. Facilitar que exprese sus sentimientos, sus expectativas, sus esperanzas.
      8. Eliminar las posibles distracciones, (interrupciones, llamadas telefónicas, puertas abiertas, etc).
      9. Ser paciente. Tomar el tiempo necesario.
      10. Conducir la conversación, sin interrumpirle. 
      11. Dominar nuestras emociones. 
      12. Evitar criticar y argumentar en exceso, ya que esto situaría a nuestro interlocutor a la defensiva, conduciéndole probablemente a que se enoje o se calle.
      13. Preguntar cuanto sea necesario.  Esto ayuda a desarrollar sus puntos de vista con mayor amplitud. 
      14. De nuevo dejar de hablar: esta es la primera y la última de las recomendaciones y de la que dependen todas las demás. 

      Atendiendo a lo anterior, Gómez (2019) advierte que la escucha efectiva debe situarse en el sentimiento de la persona ayudada, no teniendo sólo en cuenta aspectos sobre los cuales creemos que podemos intervenir. Esto supone que hay que tener la mente abierta, despiertos los sentidos y observar la globalidad. 

      Esto es necesario para posibilitar una intervención integral e integrada, consensuada con las personas o grupos objeto de intervención. 

      El feedback es básico para saber cómo se está comunicando el mensaje y cómo se ha entendido, para poder corregir los errores que se pueden producir durante el proceso.

      Errores en la comunicación

      Corbin (2017) apunta que los errores más frecuentes en la comunicación que nos podemos encontrar, a modo de ejemplo, son:

      • No estar mentalmente presente.
      • Decir lo que uno piensa sin tener en cuenta a los demás.
      • Falta de sentido del humor.
      • Falta de asertividad y de credibilidad.
      • Oír, pero no escuchar.
      • No seguir una estructura en la comunicación.
      • Hablar deprisa o despacio.
      • Exceso de información.
      • Uso inapropiado de los silencios.
      • Lenguaje demasiado coloquial o formal. 
      • Falta de conexión emocional y mental (rapport).
      • Rigidez en el lenguaje no verbal: falta o exceso de movimiento…

      Vamos rumbo a la comunicación efectiva. Pero… ¿Cómo damos el mensaje para que sea efectivo?  

      Hay una serie de ideas básicas, sin ánimo de ser exhaustiva, que pueden ayudar en todo proceso comunicativo oral: 

      • Preparación:
        •  Conocer las barreras comunicativas (dificultades de visión, del lenguaje, cognición y/o audición, pérdida de memoria, idiomáticas, culturales…) para utilizar medios adecuados para facilitar una comunicación efectiva.
        • Espacios adecuados.
      • En cuanto al mensaje: hay que ser conciso, no “irse por las ramas”. Usar frases cortas. Verificar que se ha entendido, haciendo preguntas abiertas para favorecer el diálogo. 
      • Comunicación responsable con enfoque de derechos de la persona, centrada en la persona.
      • Trabajar la empatía. Actitud positiva, demostrando interés sobre lo que nuestro/a interlocutor/a está diciendo. Atención en el problema no en la persona.
      • Componente emocional, tomar una distancia emocional adecuada.
      • Gestión de las crisis. 
      • Lenguaje: adaptado al/la interlocutor/a y a su capacidad de comprensión. Repetir o explicar con otras palabras. Evitar tecnicismos.
        • Búsqueda de un lenguaje común. Esto es esencial en todas las intervenciones, fundamentalmente en la comunicación intercultural, donde se logre un lenguaje común para entender cuál es el problema, expectativas, modos de actuar, motivación hacia el cambio, posibles barreras e influencia de la cultura en la construcción de soluciones. 
        • Inclusivo, no sexista e igualitario.
        • Libre de expresiones edadistas. 
      • Uso de un “facilitador” o persona de apoyo en la comunicación cuando sea preciso: intérprete de lengua de signos, mediador/a intercultural, intérprete de otras lenguas, pictogramas,…
      • Adaptarse al ritmo de la persona.
      • Dirigirse a la persona con la que estamos interactuando, si es posible, directamente para conocer ideas, opiniones, necesidades y deseos. 
      • Voz: Uso de un tono, entonación y ritmo adecuados.
      • Los silencios, el uso y significado de los mismos. 
      • Manejo de la comunicación no verbal: Contacto visual, expresión facial, movimientos de la cabeza, postura manos, pies y tronco… para reforzar nuestro mensaje.

      Para finalizar

      Cabe decir que, “el/la trabajador/a social, debe interactuar con las personas, formulando y aportando opiniones o información en el momento oportuno y de forma asertiva, y ser capaz de escucharlas y comprenderlas, manteniendo el rol y un encuadre profesional adecuado”. (Barreto, 2017)

      Recogiendo las palabras de Ponce de León y Ares (2017): “El profesional no puede controlar el proceso de comunicación, pero sí influir en él para facilitar el compromiso de acción del usuario, teniendo en cuenta las circunstancias concretas en que se produce que, normalmente, son situaciones de estrés y todo lo que conlleva de desorientación y bloqueo emocional, cognitivo y conductual.”

      El cuidado de la comunicación, es primordial desde “el minuto 0”, es decir desde que conocemos por primera vez a la persona, familia, grupo o comunidad, desde el respeto y la calidez dentro de la fase social o de acogida. En consonancia a lo anterior, Aguilar (2018), habla del significado de calidez como “dejar de asumir las necesidades básicas exclusivamente como carencias que generan demandas y empezar a asumirlas como potencialidades que dan lugar a la búsqueda y la participación y sólo desde la relación dialógica se puede potenciar al otro, ayudándole a construir y a re-construir, a construir-se y a re-construirse.”

      Esto nos ayudará a sentar las bases para una buena intervención, que, por otra parte, no va a estar exenta de momentos de crisis o de posibles “conflictos” con el/la profesional.   

      Porque, una comunicación deficiente va a afectar en la calidad de la comunicación y en el resultado del proceso de intervención, grado de satisfacción de las personas con las que interactuamos, en la generación de confianza, toma de decisiones e intercambio de información. En resumen, esta comunicación deficiente afectará en la relación terapéutica o vínculo profesional. 

      Por eso, bajo mi punto de vista y como síntesis de estas reflexiones, es adecuada la afirmación Alfred Adler: “Escucha con los oídos, los ojos y con el corazón”, que representa la importancia de la escucha activa, la observación y la empatía que tienen que darse en toda comunicación. 

      REFERENCIAS

      Madrid, 26 de agosto de 2025

      Victor Nieto González
      Instituto de Inteligencia Artificial del ámbito Social, IIAS

      En el último año, la llegada de la Inteligencia Artificial (IA) ha transformado de manera muy rápida nuestra sociedad, reflejando tanto oportunidades como desafíos. Uno de estos desafíos y problema al que nos enfrentamos son los sesgos inherentes a los datos con lo que se entrena la IA, replicando desigualdades presentes en nuestra sociedad. Herramientas como COMPAS, que muestran sesgos raciales en decisiones judiciales, o de análisis de curriculum con sesgos machistas, necesitan de una mirada social. Por ello, es importante que el Trabajo Social pueda hacer que la IA se sume a los principios de justicia e igualdad que promueve la disciplina y exigiendo un uso ético y responsable tanto a creadores/as, como a usuarios/as.

      Desde el lanzamiento de ChatGPT 3.5 de OpenIA, en 2022, la invasión de la Inteligencia Artificial (IA) en nuestro día a día ha sido como un tsunami. Aunque debemos tener en cuenta que la IA es algo más antiguo de lo que nos imaginamos. En la mitología griega surgió la figura de Talos, un gigante de bronce creado por Hefesto; Aristóteles introdujo la idea del syllogism, una manera del razonamiento deductivo que se podría considerar como un algoritmo en su forma más temprana. En definitiva, el ser humano siempre ha tenido un interés por esa unión entre la máquina y las personas. 

      Aunque algunos consideran que uno de los fundadores de la IA fue Alan Turing (1912-1954), no debéis olvidaros de que nada de esto sería sin la figura de una mujer: Ada Lovelace (1815-1852), considerada la primera programadora de la historia. Pero no fue hasta 1957, cuando John McCarthy (1927-2011) acuñó el término “inteligencia artificial” en la conferencia Dartmouth. 

      Esta tecnología también ha llegado al ámbito social. En nuestro país ya conocemos prácticas donde se está utilizando la IA con herramientas de Chatbot para comunicarse con la ciudadanía, o bien para poder determinar las necesidades que tendrá la ciudadanía y así poder calcular los presupuestos necesarios en Servicios Sociales.

      En este sentido, no solo encontramos ejemplos prácticos en el ámbito público, sino también en el privado. Las empresas y entidades privadas (asociaciones, ONG, etc) están apostando por utilizar la IA en sus procesos, automatizando proyectos para así poder aumentar su eficacia.

      Aunque el objetivo de la IA es facilitarnos el trabajo y potenciarlo, también existe un lado “oscuro”. Es por ello, que el Trabajo Social necesita estar presente en este paradigma de la IA, como profesión que se centra en la justicia social y en la igualdad de las personas.

      En los últimos meses hemos podido observar cómo algunas herramientas de IA tienen sesgos, los cuales desfavorecen a los grupos más vulnerables. Los sesgos en los sistemas de IA pueden tener consecuencias significativas, como reproducir y amplificar patrones discriminatorios existentes, tomar decisiones perjudiciales para ciertos grupos y perpetuar las desigualdades (Nazer et al., 2023).

      En este artículo podrás entender de manera muy sencilla qué es la IA, conocer ejemplos y proyectos donde la IA tiene sesgos y cómo desde el Trabajo Social podemos trabajar para disminuirlos y poder tener una IA más justa e igualitaria.

      Sin querer ser muy detallista y con el objetivo de facilitar la compresión, en los siguientes párrafos explicaremos de forma sencilla qué es la IA, cómo funciona y así poder entender cómo se producen los sesgos.

      La primera pregunta que debemos hacernos es ¿qué es la Inteligencia Artificial? Explicado de modo sencillo, podríamos decir que es cuando las máquinas aprenden y realizan tareas que anteriormente eran realizadas por personas: tomar decisiones, reconocer patrones, comprender el lenguaje natural o la resolución de problemas complejos. Es decir, cuando una máquina puede ser programada para imitar la inteligencia humana. Para que esto suceda es necesario que la máquina se “alimente” de datos, datos que son recibidos, analizados y devueltos por el algoritmo. Los datos son la gasolina del algoritmo. 

      La parte importante de los algoritmos con la IA, es que gracias al aprendizaje automático (Machine Learning), la máquina es capaz de identificar patrones y tomar decisiones basadas en los datos. Como veíamos anteriormente, para que la IA funcione necesita que el algoritmo se alimente de meta datos (Big Data), y aquí es donde está la clave principal de los sesgos. Esos datos son introducidos y “manipulados” por las personas, las personas por sí mismas tenemos sesgos en nuestro día a día; y estos sesgos, son trasladados a los datos. Por lo tanto, los sesgos que tiene la IA son una réplica de los sesgos de las personas en el mundo offline.

      La investigadora del ámbito de la IA, Kate Crawford, entiende a los algoritmos como “incrustaciones materializadas de prioridades, normas y valores”, es decir, que no solo procesan datos, sino que están modelados por el contexto de las personas. Al final son un espejo de la sociedad.

      Llegados a este punto las preguntas que deberíamos hacernos son: ¿Quién tiene la responsabilidad cuando la IA comete un error? ¿Qué garantías tiene la IA si se basa en los valores de las personas? 

      Hoy en día existen numerosos ejemplos donde distintas herramientas de IA contienen un elevado índice de sesgos. A continuación, descubriremos algunas de ellas por su alta repercusión, pero, sobre todo, porque la vida de las personas pueden depender de su algoritmo.

      El primer ejemplo lo vemos en el ámbito de la justicia. En EEUU existe una herramienta llamada COMPAS, esta herramienta ayuda a los y las jueces a determinar si una persona debe continuar en prisión, o, por lo contrario, puede quedar en libertad. Según ‘Techonology Review, esta herramienta tiene un sesgo racial hacia los acusados afroamericanos y/o latinos.

      Otro caso con una alta carga de sesgo racial y de edad, es la referente a los coches automáticos. En octubre del 2024 Elon Musk presentó el taxi del futuro: un vehículo capaz de transportar a viajeros/as de un punto “A” hasta un punto “B” sin necesidad de conductor/a. A priori, puede ser algo positivo. Imaginémonos aquellas zonas rurales donde no pasa el transporte escolar, porque hay un bajo número de niños/as y no es “rentable” en términos económicos contratar a una persona para llevar un autobús. En este caso, un taxi automático facilitaría esa comunicación y transporte. 

      El problema se encuentra en los sesgos. Según el estudio realizado por la Universidad de Beijing, el King’s College y la University College de Londres, los coches automáticos son un 7.5% más precisos con los peatones de piel clara que con los de piel oscura.

      Además, otra pregunta que podríamos hacernos es: si un coche autónomo atropella a un peatón, ¿quién es responsable el fabricante, el/la programador/a del algoritmo o quién lo ha comprado? Una cuestión que aún no tiene respuesta jurídica clara.

      Otro conocido caso es el de Amazon, que utilizó un algoritmo de IA que discriminaba contra las mujeres al priorizar los curriculum de los hombres. Nuestra labor, en este sentido, sería modificar estos algoritmos con enfoque de igualdad de género y la inclusión de variables que garanticen la equidad en la selección.

      Un algoritmo que nos afecta a la mayoría de las personas es el que tienen plataformas como YouTube o Spotify que pueden recomendar contenido que refuerza estereotipos o ideologías sesgadas. 

      Siguiendo con los ejemplos, veamos otro que nos puede resultar más próximo a la profesión. En el ámbito sanitario ya existen algoritmos capaces de diagnosticar enfermedades (y no queda mucho que también suceda en el ámbito social), y en este caso si hay un tratamiento erróneo ¿quién tiene la responsabilidad? ¿El algoritmo o el/la profesional que no ha supervisado y corroborado los resultados?

      Ante estas cuestiones hay un debate filosófico muy amplio. Daniel C. Dennett sostiene que es fundamental establecer el grado de responsabilidad que puede llegar a tener la máquina, y entiende, que no se le puede atribuir a las máquinas la misma responsabilidad moral que a las personas, y que por supuesto, no debe eximir ni a sus creadores/as ni a los/as usuarios/as de la responsabilidad ética.

      Según Wendell Wallach “al confíar demasiado en las máquinas, corremos el riesgo de deshumanizar el cuidado de la salud y de perder la intuición y el juicio experto que solo puede provenir de la experiencia humana”; partiendo de esta idea, es aquí donde consideramos que el Trabajo Social juega un papel fundamental. 

      Para concluir con los ejemplos, y poniendo énfasis en delimitar la desigualdad económica de la sociedad, nos encontramos con los algoritmos utilizados en bancos para evaluar solicitudes de préstamos, los cuales, están desfavoreciendo a ciertos colectivos ya vulnerables entre sí. Desde nuestra disciplina, deberíamos ser capaces de asegurar que los criterios de evaluación no incluyan variables que perpetúen su discriminación.

      Mirar hacia otro lado es, desde nuestro punto de vista, un acto de irresponsabilidad. La IA ha llegado para quedarse, y es por ello por lo que debemos abanderar la parte ética y de justicia de su uso. 

      El Trabajo Social se caracteriza por luchar por la justicia social, y por trabajar en beneficio de una igualdad de oportunidades. En este sentido, como profesionales debemos empezar a formar parte de las empresas de IA y de sus comités éticos, capaces de plasmar nuestro conocimiento y visión a sus proyectos. Debemos revisar esos algoritmos plagados de sesgos y prejuicios para que se puedan ofrecer una herramienta más neutral. Siguiendo las recomendaciones incluidas por Loi et al. (2021, pa.2), se tienen que analizar los riesgos de una sistema de IA caso a caso, no de forma generalizada,  y de forma transparente con el fin de no vulnerar principios éticos, tal y como plantea la autora, aunque la transparencia no erradica los riesgos éticos de sistemas de inteligencia artificial, sí es un requisito para tal fin.

      Es importante que aprendamos más sobre la IA para ser capaces de entenderla y comprenderla, solo así, seremos capaces de poder prevenir y actuar. Pero, sobre todo, la manera más eficiente de disminuir los sesgos es el autoconocimiento, ¿qué sesgos tengo yo como persona? ¿cuándo me comunico con la IA, plasmo los sesgos? ¿Corrijo a la IA cuando detecto un sesgo?

      Los sesgos en IA suelen originarse en datos de entrenamiento incompletos o desbalanceados. Para reducirlos, es fundamental asegurarse de que los conjuntos de datos incluyan diversidad en términos de género, etnia, edad, condición socioeconómica y otras variables.

      Es crucial realizar auditorías de equidad con métricas específicas (como paridad de resultados o impacto dispar) para identificar posibles sesgos en los modelos antes de su implementación.

      Los equipos de desarrollo, donde debe haber profesionales del Trabajo Social, deben realizar evaluaciones éticas periódicas, considerando los impactos negativos que pueden generar los sistemas automatizados en poblaciones vulnerables.

      Bibliografía

      Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Caso práctico: probamos por qué un algoritmo judicial justo es imposible. (2021, noviembre, 11). Techonology Review, de https://www.technologyreview.es/s/13800/caso-practico-probamos-por-que-un-algoritmo-judicial-justo-es-imposible

      Flores Anarte, L. (2023). Sesgos de género en la Inteligencia Artificial: El Estado de derecho frente a la discriminación algorítmica por razón de sexo. Revista Internacional De Pensamiento Político18(18), 95–120. https://doi.org/10.46661/rev.int.pensampolit.8778 

      Hormann, V., Ria, P., Jurafsky D., King S. (2024) Dialect prejudice predicts AI decisions about people’s character, employability, and criminality

      IA para periodistas: una herramienta por exportar. (2023, febrero). Prodigioso Volcán.

      Loi, M., Mätzener, A., Müller, A. y Spielkamp, M. (2021). Automated Decision-Making Systems in the Public Sector. An Impact Assessment Tool for Public Authorities. Algorithm Watchhttps://algorithmwatch.ch/en/adms-impact-assessment-public-sector-algorithmwatch/

      Martín, P., (2024). Inteligencia Artificial, tecnología del futuro. Madrid: Libsa

      Nazer LH, Zatarah R, Waldrip S, Ke JXC, Moukheiber M, Khanna AK, Hicklen RS, Moukheiber L, Moukheiber D, Ma H, Mathur P. Bias in artificial intelligence algorithms and recommendations for mitigation. PLOS Digit Health. 2023 Jun 22;2(6):e0000278. doi: 10.1371/journal.pdig.0000278. PMID: 37347721; PMCID: PMC10287014.

      Norvig, P; Russell, S, (2010). Inteligencia artificial: un enfoque moderno. Madrid: Pearson Educación

      Vicente, L., Matute, H. Humans inherit artificial intelligence biases. Sci Rep 13, 15737 (2023). https://doi.org/10.1038/s41598-023-42384-8

      Xinyue Li, Zhenpeng Chen, Jie M. Zhang, Federica Sarro, Ying Zhang, and Xuanzhe Liu. 2024. Bias Behind the Wheel: Fairness Testing of Autonomous Driving Systems. ACM Trans. Softw. Eng. Methodol. 1, 1, Article 1 (July 2024), 24 pages, de https://arxiv.org/pdf/2308.02935

      Málaga, 20 de agosto de 2025

      Anahí Rama Samperio
      Trabajadora Social y Criminóloga
      CEO de Veravitas Trabajo Social
      Presidenta de la Asociación Nacional de Peritaje Social

      La presente reseña analiza la obra colectiva Trabajo Social en Ejercicio Libre (2025), un libro que reúne experiencias de profesionales del Trabajo Social en modalidad autónoma desde España y América Latina. La reseña se estructura en tres bloques: resumen de la obra, análisis de contenido y valoración personal.

      Resumen

      El libro Trabajo Social en Ejercicio Libre ofrece una visión integral y empírica sobre una modalidad profesional en expansión: el ejercicio libre del Trabajo Social. A través de las experiencias de 15 profesionales de España y América Latina (Chile, Brasil y Perú), se muestra cómo el Trabajo Social puede ejercerse con autonomía, rigor técnico y compromiso ético, más allá de las estructuras institucionales tradicionales.

      Esta obra colectiva demuestra que el ejercicio libre no es una alternativa marginal, sino una forma legítima y transformadora de ejercer la profesión, con aplicaciones en ámbitos tan diversos como el trabajo social clínico, el peritaje social, la intervención comunitaria, la consultoría, el envejecimiento, la empresa social, el acompañamiento en el duelo o la inteligencia artificial.

      Así, el objetivo principal de esta obra es dar a conocer y poner en valor el ejercicio libre del Trabajo Social como una modalidad profesional legítima, innovadora y transformadora, visibilizando su diversidad de aplicaciones, metodologías y aportes éticos y técnicos tanto en contextos nacionales como internacionales. A través del testimonio directo de profesionales de España y América Latina, el libro busca inspirar, orientar y fortalecer el desarrollo autónomo de la profesión, promoviendo nuevas formas de intervención social adaptadas a los retos contemporáneos.

      Su estructura se organiza en dos partes. Por un lado, las experiencias de compañeras y compañeros en España y, por otro lado, el trabajo de compañeras en América Latina (Brasil, Chile y Perú).

      Análisis de contenido

      La tesis central del libro sostiene que el ejercicio libre del Trabajo Social no solo es posible, sino que representa una modalidad profesional necesaria, legítima y transformadora, capaz de ampliar los horizontes de la intervención social más allá del empleo institucional tradicional. Esta modalidad permite a los y las profesionales ejercer con mayor autonomía, adaptarse a contextos sociales complejos y ofrecer respuestas especializadas, éticas e innovadoras a las necesidades actuales de la población.

      El enfoque del libro es eminentemente práctico, experiencial y transnacional, articulado desde la propia voz de profesionales que ejercen en régimen libre en distintos países. Se estructura como una obra coral que entrelaza:

      • Testimonios personales y profesionales con un fuerte componente de narrativa autobiográfica.
      • Perspectiva comparada internacional al incluir experiencias de España, Chile, Brasil y Perú.
      • Multidisciplinariedad integrando áreas como el Trabajo Social clínico, forense, comunitario, empresarial, digital y educativo.
      • Enfoque ético-político con una defensa clara de la autonomía profesional, la justicia social, los derechos humanos y la innovación responsable.

      El libro no es un manual técnico, sino una obra de reflexión aplicada y de reconocimiento de experiencias pioneras con un alto componente inspirador y de legitimación del Trabajo Social como disciplina viva y adaptable.

      Por tanto, en cuanto a sus aportaciones a la disciplina, además de las ya expresadas, se destacan las siguientes:

      • Desafía el imaginario que asocia el Trabajo Social exclusivamente a estructuras públicas o al tercer sector reivindicando el autoempleo y el emprendimiento social como opciones legítimas, éticas y necesarias.
      • Pone en el centro la voz de las y los profesionales que ya ejercen en modalidad libre rompiendo el aislamiento profesional y ofreciendo referentes reales a quienes desean emprender este camino.
      • Muestra cómo el Trabajo Social se expande hacia nuevos ámbitos: IA, empresas, consultoría, envejecimiento activo, peritaje judicial, duelo, diversidad, entre otros. Esto desborda el marco clásico y presenta al Trabajo Social como herramienta de innovación social.
      • Aunque no se trata de un libro metodológico en sentido estricto, ofrece propuestas operativas, reflexiones técnicas y análisis contextualizados, lo que enriquece el marco teórico y práctico de la disciplina.
      • El libro tiene un claro valor simbólico: refuerza el orgullo profesional, genera comunidad entre profesionales del ejercicio libre y contribuye a la construcción de una memoria profesional común.

      Consideraciones

      Leer el libro Trabajo Social en Ejercicio Libre ha sido para mí una experiencia profundamente emocionante, movilizadora y, sobre todo, inspiradora. No solo por la calidad de los contenidos que recoge, sino porque muchas de las personas que firman los capítulos son compañeras y compañeros, incluso, amigas y amigos con quienes comparto espacios de militancia profesional, formación o caminos vitales dentro del Trabajo Social. Sentir que esas voces tienen ahora un lugar propio y colectivo en una obra internacional me llena de orgullo. Orgullo por ellas y ellos, pero también por lo que este libro representa: una forma de ejercer la profesión libre, innovadora y comprometida.

      Desde la primera página me sentí interpelada como profesional. No como mera lectora, sino como alguien que se reconoce en los relatos, en las propuestas y en los desafíos compartidos. Esta obra colectiva, coordinada por Angelina Silva Carvalho Mota, no solo reúne experiencias de España y América Latina, sino que construye un puente entre contextos diversos donde el ejercicio libre cobra vida con matices distintos, pero con una esencia común: la autonomía profesional al servicio de lo social.

      Cada capítulo es una muestra del enorme talento, compromiso y creatividad que existe en nuestra profesión. Es un privilegio poder leer a compañeras y compañeros que comparten generosamente su conocimiento, su recorrido y sus aprendizajes, contribuyendo a visibilizar todo lo que se puede hacer desde el ejercicio libre. Desde el trabajo clínico hasta la intervención comunitaria, desde el peritaje hasta la inteligencia artificial, pasando por la empresa social, la diversidad en las empresas, la gestión de casos, la consultoría o el acompañamiento al duelo: todas las experiencias reflejan una mirada ética, técnica y transformadora que enriquece profundamente al Trabajo Social.

      Este libro me ha reafirmado en una convicción: el ejercicio libre del Trabajo Social no es una alternativa marginal, sino una vía legítima, rigurosa y cada vez más extendida. Leer a compañeras y compañeros que narran lo que hacen, cómo lo hacen y por qué lo hacen es una experiencia transformadora. Nos devuelve la centralidad como agentes de cambio, como profesionales capaces de diseñar y sostener nuestras propias metodologías, de crear empresa social sin renunciar a la esencia del Trabajo Social, de innovar sin perder el sentido ético.

      He terminado esta lectura con la sensación de que este libro no solo narra lo que ya se está haciendo, sino que abre un camino para quienes aún están pensando si “pueden” ejercer por cuenta propia ¡Sí, pueden! Y no estamos solas ni solos: cada una de las páginas de este libro es una invitación a formar parte de una comunidad profesional viva, diversa y en expansión.

      En definitiva, Trabajo Social en Ejercicio Libre es mucho más que una recopilación de experiencias: es una declaración de intenciones, una reivindicación de nuestra capacidad transformadora y un canto a la dignidad profesional. Una lectura que no solo recomiendo, sino que celebro haber vivido. Porque leer también puede ser una forma de reconocerse, de reencontrarse y de proyectarse hacia un Trabajo Social más libre, más humano y más nuestro.

      En suma, se trata de una lectura imprescindible para quienes desean explorar el potencial del Trabajo Social fuera de los marcos tradicionales, desde una práctica profesional libre, ética y transformadora.

      Ficha técnica del libro

      Título completo: Trabajo Social en Ejercicio Libre. Experiencia en distintos países: España – Chile – Brasil – Perú
      Volumen: 1
      Organizadora y coordinadora: Angelina Carvalho
      Editorial: Editora Carvalho Direito Social
      Primera edición: abril de 2025
      Lugar de impresión: España
      Número de páginas: 283
      ISBN: 978-84-685-8732-5
      Depósito legal: M-7550-2025
      Dirección editorial: Angelina Carvalho
      Corrección: Bubok Publishing, S.L.
      Ilustración de portada: Juliana Oliveira
      Maquetación: Fabio Martins
      Sitio web editorial: www.editoradireitosocial.com
      Idioma: Español
      Número de autoras/es: 15
      Países representados: España, Chile, Brasil, Perú

      Málaga, 24 de julio 2025

      Elisabet Ruz Oller
      Trabajadora Social

      Desde su fundación en 2013, la Asociación Corazones Malagueños ha sido un faro de esperanza para las personas más vulnerables de la sociedad en Málaga. Como presidenta de esta entidad sin ánimo de lucro y trabajadora social comprometida, comparto un resumen del recorrido de nuestra organización, que ha tenido un impacto profundo en la vida de cientos de personas sin hogar, gracias a la dedicación de personas voluntarias, socias y donantes. Sin ellas, no habríamos llegado tan lejos, aunque, al mismo tiempo, seguimos enfrentando desafíos económicos que amenazan nuestra labor y existencia. En este artículo, además, queremos resaltar cómo la perspectiva de género ha sido crucial para entender y atender las diferentes realidades que enfrentan las mujeres en situación de vulnerabilidad.

      El nacimiento de Corazones Malagueños: Un sueño de solidaridad

      Corazones Malagueños nació en 2013 como respuesta a una necesidad urgente que cada vez era más evidente en las calles de Málaga: el aumento de personas sin hogar y en situación de extrema vulnerabilidad. Este proyecto surgió del deseo de un grupo diverso de personas con una visión clara: ofrecer un refugio a quienes lo habían perdido todo. Lo que comenzó como una iniciativa pequeña, casi informal, fue creciendo hasta convertirse en una red de apoyo sólida que ha cambiado la realidad de muchas personas. Inicialmente, éramos solo unas pocas personas voluntarias con recursos limitados, pero llenas  de motivación. Repartíamos alimentos, ropa y palabras de aliento a quienes vivían en la calle. No teníamos un local ni apenas medios, pero contábamos con algo fundamental: un corazón comprometido con la justicia social y una fe profunda en la solidaridad de la sociedad malagueña. Fue ese espíritu el que nos llevó a fundar la asociación formalmente, y aunque los inicios no fueron fáciles, pronto comenzamos a ver los frutos de nuestra labor.

      Desde su origen, la asociación ha reconocido que la pobreza y la exclusión social afectan de manera distinta a mujeres y hombres, por lo que ha tratado de adaptar sus acciones para responder a esas diferencias. Desde sus inicios se ha llevado a cabo varios proyectos sociales en la ciudad de Málaga, se ha atendido a familia vulnerables con entrega de lotes de alimentos básicos, meriendas a menores, productos de farmacia y el reparto de bocadillos, dulces y bebidas calientes en el reparto callejero a personas sin hogar. Actualmente solo se lleva a cabo el reparto callejero. 

      Las mujeres sin hogar, en particular, enfrentan riesgos y vulnerabilidades adicionales, como la violencia de género y la discriminación. Por ello, desde los primeros días, Corazones Malagueños ha tenido en cuenta la necesidad de brindar apoyo especializado a las mujeres en situación de calle, quienes frecuentemente no acceden a los mismos recursos que los hombres por miedo o por sufrir situaciones de violencia.

      El papel crucial de las personas voluntarias

      A lo largo de los años, las personas voluntarias han sido el pilar fundamental de Corazones Malagueños, las mismas que un día decidieron unirse con fuerza y corazón e iniciar todo esto. Su dedicación es inquebrantable. Contamos con más de 50 personas voluntarias activas, de las cuales un porcentaje significativo son mujeres. Ellas no sólo preparan y reparten alimentos y productos de higiene, en las rutas semanales organizadas, sino que ofrecen apoyo emocional, orientación y acompañamiento en el difícil proceso de inclusión social de las personas sin hogar, con especial atención a las mujeres víctimas de violencia de género y en situación de exclusión social.

      El impacto emocional en las personas que reciben la ayuda de Corazones Malagueños es incalculable, muchas veces, estas personas no solo obtienen un plato de comida o una manta, sino que, por primera vez en mucho tiempo, sienten que alguien se preocupa por ellas. Las personas voluntarias se convierten en familiares, amistades, confidentes. La empatía y el respeto con los que se trata a cada persona es lo que diferencia a nuestra asociación de otras, con especial atención a las mujeres que han sido excluidas de la sociedad.

      Los fines de semana, navidades, en los días más fríos del invierno o los más calurosos del verano, nuestras voluntarias y voluntarios están ahí, con una sonrisa y con un compromiso fuerte de acompañar a todas las personas, mujeres y hombres, que lo necesiten, personas en situación de calle, visitando a estas personas en su cartón o banco donde pasan las noches a la intemperie. 

      El apoyo de las personas socias y donantes

      Otro grupo esencial para la supervivencia de Corazones Malagueños son las personas socias y donantes. Desde el principio, ha sido claro que nuestro modelo de sostenibilidad no podría depender de grandes empresas ni subvenciones estatales, sino de la generosidad de la ciudadanía malagueña. Los aportes regulares de socias y socios, muchas de ellas, personas de clase trabajadora, permiten que podamos seguir adelante con nuestra misión, a pesar de los innumerables obstáculos económicos. Sin su apoyo, sería imposible cubrir los gastos básicos de funcionamiento: alquileres, facturas, compra de alimentos y productos de higiene, entre otros.

      A lo largo de los años, hemos recibido también donaciones económicas puntuales, tanto de particulares como de pequeñas empresas que nos han permitido seguir adelante. Respecto a las donaciones en especie, alimentos y productos de higiene, desde el primer día, la sociedad malagueña ha mostrado una enorme generosidad, donando mantas y alimentos, son vitales para seguir atendiendo las necesidades de mujeres y hombres por igual. Para las mujeres en situación de calle, hemos creado kits específicos con productos de higiene femenina, algo que a menudo se pasa por alto pero que es crucial para su dignidad. 

      Los beneficios para la ciudad de Málaga

      La labor de Corazones Malagueños ha tenido un impacto notable en Málaga. Además de la ayuda directa a las personas sin hogar, nuestra asociación ha contribuido a visibilizar la problemática de la pobreza extrema y exclusión social, desde una perspectiva de género. Hemos organizado campañas de sensibilización que abordan las realidades específicas de las mujeres en situación de exclusión, desde la violencia de género hasta la precariedad económica, que han puesto el foco en una problemática que muchas veces es invisibilizada por la sociedad. Es fundamental seguir visibilizando cómo las mujeres enfrentan barreras adicionales cuando se encuentran en situación de vulnerabilidad, y para eso contamos con el apoyo de nuestras voluntarias, que también son portavoces de esta realidad.

      El tejido social de la ciudad se ha visto reforzado por nuestras acciones, no solo en la atención directa, sino también en la educación y concienciación de la ciudadanía. Málaga se ha convertido, en parte gracias a la labor de Corazones Malagueños, en una ciudad más justa, más equitativa y más consciente de las diferencias de género que atraviesan la pobreza. Cada vez que la ciudadanía se ha unido a nuestra causa, ya sea como personas voluntarias o socias ha encontrado en Corazones Malagueños un espacio donde canalizar su deseo de ayudar. 

      En ocasiones las personas sin hogar sufren de invisibilidad y estereotipos por parte de la sociedad, la labor de Corazones Malagueños lucha contra esta injusta situación que enfrenta quienes lo han perdido todo. 

      Los desafíos económicos y las dificultades actuales

      Los desafíos económicos continúan siendo una constante. Corazones Malagueños, al ser una entidad sin ánimo de lucro, depende en gran medida de la solidaridad de sus socias, socios y donantes, y nos dotamos del banco de alimentos de la ciudad. Hemos enfrentado momentos críticos en los que hemos estado al borde del cierre, y cada día luchamos por mantener nuestra labor. En estos momentos todas las personas que componen esta asociación se han unido con más fuerza y corazón que nunca para que nuestra labor no se pare, para que esas personas que cada noche nos esperan en la calle puedan seguir siendo atendidas con la mejor de las sonrisas y el corazón en cada visita.  A pesar de estos obstáculos, el compromiso con la humanidad sigue siendo inquebrantable.

      Los altos costes de los suministros básicos, el alquiler de un local adecuado donde almacenar los alimentos y materiales, y la falta de financiación estable son solo algunos de los obstáculos que enfrentamos a diario. En varias ocasiones, hemos tenido que recurrir a campañas de emergencia para poder seguir operando. A medida que la crisis económica y social se profundiza, especialmente tras la pandemia de COVID-19, cada vez más personas acuden a nosotros en busca de ayuda. Esto incluye a un creciente número de personas, no solo personas sin hogar, familias que no pueden cubrir sus necesidades básicas, muchas de ellas madres solteras o víctimas de violencia de género, quienes encuentran en nuestra asociación un espacio seguro donde pueden recibir no solo ayuda material, sino también información, asesoramiento, apoyo emocional y comunitario. Esta situación ha puesto una enorme presión sobre nuestros recursos y voluntariado, que hace todo lo posible por ayudar a todos/as, pero a veces se ven desbordados/as.

      Una llamada a la solidaridad

      Hoy, más que nunca, hacemos un llamado a la ciudadanía malagueña para que continúe apoyando la labor de Corazones Malagueños, seguimos luchando día a día para mantener nuestra misión de ayudar a las personas más vulnerables. Hacemos un llamado a la ciudadanía, empresas y entidades públicas para que sigan apoyando nuestra labor, ya sea a través de donaciones, convirtiéndose en socios o dedicando su tiempo como voluntario/a.

      Sin este apoyo, nuestra capacidad para seguir adelante es limitada. Somos una entidad sin ánimo de lucro, nuestra labor diaria es realizada por personas voluntarias, la economía es un pilar fundamental para el mantenimiento de nuestras acciones, es por ello que hacemos un llamamiento a todas aquellas personas que estén interesadas en conocernos y puedan apoyarnos. 

      Nuestra misión es clara: ayudar a las personas más vulnerables, pero también seguir construyendo una Málaga más justa e inclusiva, donde mujeres y hombres puedan acceder a los recursos necesarios para vivir con dignidad.

      Corazones Malagueños no es solo una asociación, es un reflejo de lo que podemos lograr cuando nos unimos por una causa justa. Hemos demostrado que, con voluntad, compromiso y empatía, podemos hacer de Málaga una ciudad más inclusiva y solidaria.

      Mirando al futuro

      A medida que miramos hacia el futuro, nuestro compromiso con la justicia social y la equidad de género sigue siendo una prioridad. Queremos seguir creciendo, llegar a más personas y ofrecer servicios especializados para mujeres y hombres por igual, sobre todo, ser un agente de cambio en la vida de aquellos/as que han perdido la esperanza. En estos diez años, hemos aprendido que el camino hacia una sociedad más justa es largo, pero que la solidaridad y el compromiso con la equidad de género son fundamentales para seguir avanzando.

      Corazones Malagueños seguirá latiendo con fuerza, con la esperanza de que cada persona, sin importar su género o condición, pueda encontrar en nuestra asociación el apoyo que necesita.

      Especial agradecimiento a todas las personas voluntarias y socias que componen nuestra asociación en el pasado, presente y futuro, todas ellas cada día demuestran que “sí se puede”. 

      Os invitamos a  visitar nuestra página web para ampliar información detallada acerca de nuestra labor diaria, situación actual y estadísticas de personas atendidas cada año.

      Bibliografía

      Iglesias, M. (2019). La intervención social desde la perspectiva de género. Ediciones Académicas.

      Ruiz, P. (2021). Pobreza, exclusión social y género en España. Editorial Tirant lo Blanch. Sánchez, C., & Molina, F. (2020). Mujeres en situación de calle: Realidades invisibles. Publicaciones Universidad de Málaga.

      Sánchez, C., & Molina, F. (2020). Mujeres en situación de calle: Realidades invisibles. Publicaciones Universidad de Málaga.

      Madrid, 11 de julio 2025

      Rubén Yusta Tirado
      Doctor en Trabajo Social. Profesor Ayudante Doctor y Coordinador del
      Master en Trabajo Social en el ámbito Sanitario en la Universidad Pontificia Comillas.

      La colegiación se sitúa como uno de los elementos que, en el imaginario profesional, más diferencia al Trabajo Social de otras disciplinas con las que actualmente comparte espacios de intervención. Esta diferencia fundamental, radica en el debate aún existente en ciertos círculos profesionales, que siguen cuestionándose la obligatoriedad, o no, de este proceso profesional, el cual se encuentra más que superado en otras disciplinas profesionales. Y se habla de imaginario profesional puesto que la evidencia respecto a la colegiación obligatoria, se encuentra disponible para todos y todas las profesionales del Trabajo Social, amparada en el Artículo 2 de la Ley 2/1974, de 13 febrero de Colegios Profesionales, en la Ley estatal 10/1982, de 13 de abril, de creación de los Colegios Oficiales de Asistentes Sociales, y en el Real Decreto 174/200, que aprueba los Estatutos Generales de los Colegios Profesionales, además del artículo 36 de la Constitución Española. 

      Partiendo de esta obligación normativa, el análisis de la situación actual, en la que los Colegios Profesionales de Trabajo Social y el Consejo General de Trabajo Social continúan realizando campañas fomentando esta obligación profesional, nos lleva a plantear de dónde surge esta duda respecto a algo que, en disciplinas como la Medicina, el Derecho o la Enfermería, se encuentra totalmente asimilado y enfocado como una necesidad previa a la intervención profesional. Una de las principales claves del conflicto o de la diferencia de pareceres respecto a este proceso, se encuentra en la solicitud de dicha colegiación por parte de la institución contratante. Este aspecto nos lleva directamente a la alta empleabilidad que existe en el sector público en lo que a Trabajo Social se refiere, donde, de acuerdo con el Consejo General del Trabajo Social (2022), cerca del 61% de la profesión ejerce en este ámbito. En este sentido, aunque se trate de algo dictado por instancias superiores a las que habitualmente publican los procesos de empleo público, son estas convocatorias las que marcan la necesidad, o no, de encontrarse en situación de colegiación. Este es un aspecto en el que los Colegios Profesionales se encuentran trabajando de forma continua con sus respectivas entidades autonómicas y municipales, para promover la necesidad de encontrarse bajo el respaldo de los Colegios Profesionales, pero que, en la práctica, dejan esta condición supeditada a la voluntad del/de la profesional. 

      Pero, como se ha comentado, también existe casi un 40% de la disciplina que actualmente no ejerce dentro del ámbito público y cuya situación respecto a la colegiación también es interesante conocer. Para ello, se llevó a cabo un estudio de las ofertas de empleo publicadas para la disciplina del Trabajo Social en el portal de empleo Infojobs entre enero y diciembre de 2024 en toda España, reuniendo una muestra de 1129 oportunidades laborales destinadas a nuestra disciplina. Dentro de los parámetros analizados, que serán publicados próximamente de forma amplia, uno de los aspectos que se analizaron para poder dar respuesta a la condición planteada, fue en cuántas de estas ofertas se mencionaba la necesidad de que el/la candidata/a estuviera colegiado/a.

      Los datos obtenidos muestran que únicamente el 11,6% de las ofertas laborales en Trabajo Social incluyeron como requisito la colegiación profesional. Para profundizar en el análisis, se compararon las características principales entre las ofertas que exigían esta condición y aquellas que no lo hacían.

      En cuanto a la retribución económica, las ofertas que solicitaban la colegiación presentaron un salario medio un 0,9% superior respecto a las que no lo requerían. En relación con la estabilidad contractual, el 48,1% de las ofertas dirigidas a personas colegiadas ofrecían contrato indefinido, frente al 45,8% en aquellas donde no se exigía esta condición.

      Respecto a la jornada laboral, las ofertas que solicitaban colegiación mostraron un 2,5% más de contratos a jornada completa en comparación con el resto. No obstante, la diferencia más significativa se observó en la mención al convenio colectivo: un 54,2% de las ofertas que requerían colegiación especificaban condiciones laborales reguladas por convenio, frente al 28,3% en las que no se exigía esta acreditación.

      Finalmente, se identificaron los ámbitos de intervención donde más se requería la colegiación: Gerontología, Migraciones y Exclusión Social. En cuanto a la distribución geográfica, las comunidades autónomas que registraron un mayor número de ofertas con esta condición fueron Cataluña, la Comunidad de Madrid y Andalucía.

      Este análisis, aunque centrado en el ámbito privado y el tercer sector, pone de relieve una tendencia que merece ser tenida en cuenta: la solicitud de colegiación no está plenamente instaurada como un requisito profesional en el empleo privado y del tercer sector en Trabajo Social. El hecho de que solo el 11,6% de las ofertas analizadas mencionen explícitamente la necesidad de colegiación invita a la reflexión, especialmente si consideramos que se trata de una obligación legal para el ejercicio de la profesión. 

      Sin embargo, las diferencias encontradas entre las ofertas que solicitan esta condición y respecto a las que no lo hacen, por mínimas que parezcan en salario, estabilidad o jornada laboral, apuntan a una relación potencial entre el reconocimiento del rol profesional colegiado y una mayor formalización de las condiciones laborales. Esto se hace especialmente evidente cuando se observa la mención al convenio colectivo, que aparece con más del doble de frecuencia en las ofertas que solicitan colegiación.

      Además, el hecho de que ámbitos como la Gerontología, las Migraciones o la Exclusión Social lideren la demanda de profesionales colegiados/as, puede ser indicativo de una creciente conciencia sobre la necesidad de garantizar estándares profesionales sólidos en contextos especialmente sensibles. Lo mismo ocurre en territorios como Cataluña, Madrid o Andalucía, donde la colegiación parece estar más presente en el discurso laboral.

      En definitiva, los datos sugieren que todavía queda camino por recorrer en la consolidación de la colegiación como una práctica asentada en el ámbito privado y del tercer sector en Trabajo Social. No obstante, también muestra claves sobre cómo esta condición podría ir asociada a mejores garantías laborales, algo que no solo beneficia al/a la profesional, sino también a las personas con las que se interviene, además de cumplir con los estándares marcados a nivel normativo tanto en la Constitución Española, como en toda la normativa relativa a la ordenación profesional y la consolidación de los Colegios Profesionales. Todo esto, por supuesto, teniendo en cuenta la importancia de llevar a cabo una intervención profesional al amparo de una deontología profesional y de una supervisión de la práctica profesional que garantice, no solo el acompañamiento de los y las profesionales, sino también el correcto desempeño de la labor para con la sociedad. 

      BIBLIOGRAFÍA

      Consejo General del Trabajo Social. (2022). IV Informe sobre los servicios sociales en España: La respuesta de los servicios sociales al impacto de la COVID-19 en 2021. https://www.cgtrabajosocial.es/files/62a847340c469/IVInformeServiciosSocialesEspaa.pdf 

      Constitución Española. (1978). Boletín Oficial del Estado, 311, 29 de diciembre de 1978, pp. 29313–29424. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-1978-31229 

      Ley 10/1982, de 13 de abril, de creación de los Colegios de Asistentes Sociales. Boletín Oficial del Estado, 92, 17 de abril de 1982, pp. 9906-9907. https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-1982-9975 

      Ley 2/1974, de 13 de febrero, sobre Colegios Profesionales. Boletín Oficial del Estado, 42, 18 de febrero de 1974, pp. 3121-3124. https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-1974-289 

      Real Decreto 174/2001, de 23 de febrero, por el que se aprueban los Estatutos Generales de los Colegios Oficiales de Diplomados en Trabajo Social y Asistentes Sociales y de su Consejo General. Boletín Oficial del Estado, 65, 16 de marzo de 2001, pp. 10181–10205. https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-2001-5396 

      Tánger, 27 de junio de 2025

      Mohamed Haouari
      Profesor de Trabajo Social en el Instituto Nacional de Acción Social-Tánger (Marruecos)

      La historia del trabajo social en Marruecos ha pasado por una evolución constante, desde formas tradicionales de solidaridad hasta su progresiva institucionalización. Antes de la colonización, el apoyo a las personas en situación de vulnerabilidad se basaba en redes comunitarias y en principios religiosos, reflejados en la caridad islámica. Estas prácticas, profundamente arraigadas en la vida social, promovían la ayuda mutua y aseguraban la protección de los más desfavorecidos dentro de un marco normativo basado en la tradición.

      Con el establecimiento del protectorado español y francés, la asistencia social sufrió una transformación profunda. Las autoridades coloniales impusieron regulaciones e instituciones basadas en modelos occidentales, priorizando un enfoque asistencialista orientado al control social. Esto debilitó las formas tradicionales de ayuda comunitaria y reforzó la intervención colonial en acciones sociales destinadas a la población indígena.

      Tras la independencia, Marruecos tuvo que reorganizar su sistema de acción social en un contexto de profundos cambios políticos y económicos. La creación de la Entraide Nationale marcó un primer intento de centralizar y estructurar las políticas sociales, aunque durante décadas la asistencia siguió fragmentada y dependiente de asociaciones caritativas y organizaciones de la sociedad civil. Con el avance de las reformas económicas y la apertura política, se hizo evidente la necesidad de profesionalizar la intervención social para hacer frente a las crecientes desigualdades.

      En la actualidad, el trabajo social busca desempeñar un papel trascendental en el nuevo modelo de desarrollo. No obstante, su consolidación como disciplina y práctica profesional enfrenta desafíos significativos, como la falta de uniformidad en la formación, el escaso reconocimiento profesional y la necesidad de una mayor incidencia en las políticas públicas.

      Período precolonial y colonial: antecedentes del trabajo social en Marruecos

      El trabajo social en Marruecos tiene sus orígenes en la época precolonial, cuando la asistencia a los más vulnerables se organizaba mediante redes familiares, comunitarias y religiosas. La solidaridad se manifestaba a través de instituciones como la zakat (limosna obligatoria), los awqaf (fundaciones benéficas), los funduq (hospederías) y la sadaka (caridad), todas con un fuerte componente espiritual. Además, estructuras como la djamaa (asamblea local), la twiza (trabajo cooperativo) y las zawiyas (cofradías religiosas) cumplían funciones clave: la primera como espacio de consulta y autogestión, la segunda fomentando la colaboración en tareas comunitarias y la tercera ofreciendo refugio y apoyo a las personas más necesitadas (Lemligui, 2017, pp. 89-95).

      La colonización, iniciada en 1912, transformó profundamente estas dinámicas. La administración francesa impuso un modelo asistencialista inspirado en los esquemas europeos, con un doble propósito: mejorar las condiciones de vida de la población local y ejercer control social. En consecuencia, la zakat se destinó a financiar proyectos coloniales, los awqaf quedaron limitados al ámbito religioso y los funduq fueron reconvertidos en centros de vigilancia contra movimientos independentistas. En este contexto, la Sociedad Musulmana de Beneficencia, creada en 1927, intentó estructurar la solidaridad tradicional bajo supervisión colonial. Aunque logró apoyar a muchas personas, su impacto fue restringido por la falta de recursos y personal especializado (Ghoti, 1995, pp. 23-45).

      Las políticas sociales de la época reflejaban grandes desigualdades. Mientras los colonos europeos tenían acceso a servicios sanitarios de calidad, la población marroquí dependía de estructuras benéficas con escasos medios. A partir de 1945, se intentó organizar la financiación de la asistencia social, pero no se consolidó un sistema de protección integral. Durante este período, persiste la caridad islámica a nivel local, al tiempo que se empezaba a reconocer la pobreza como un problema de interés público. Aunque en Francia la década de 1940 marcó un punto de inflexión en el bienestar colonial, en Marruecos la asistencia social siguió dependiendo de actores locales y estuvo atravesada por tensiones entre la administración colonial y la población nativa. Paralelamente, muchas organizaciones benéficas se politizaron, convirtiéndose en espacios de resistencia vinculados al movimiento nacionalista (Perrier, 2022, pp. 1-6).

      En el protectorado español, la asistencia social se centró en la infancia. En 1944 se fundó el orfanato “Franco” en Melusa para hijos de musulmanes fallecidos en la guerra de liberación española. En 1952, la Dirección de Acción Social lanzó programas orientados a la protección infantil y la prevención de la delincuencia juvenil, lo que llevó a la creación de preventorios y al fortalecimiento de las estructuras de asistencia infantil. También se ampliaron los servicios sanitarios con la apertura de consultorios y hospitales, aunque los asilos y hospitales psiquiátricos seguían operando en condiciones precarias, con cobertura limitada para los sectores más vulnerables (Ibn Azzuz, 1955, pp. 21-31).

      Pese a los cambios impuestos por el colonialismo, Marruecos conservó un sistema de ayuda basado en la solidaridad comunitaria y diversas formas de cooperación. Prácticas como la jemaâ (asamblea comunitaria), la touiza (trabajo colaborativo en el ámbito agrícola), el almacenamiento colectivo de alimentos y las redes informales de financiamiento jugaron un papel esencial en la gestión de recursos locales. Estos mecanismos fueron fundamentales en la enseñanza religiosa, la producción agrícola y el abastecimiento de agua, operando bajo el derecho islámico y las tradiciones. Sin embargo, su efectividad se veía limitada por la jerarquización tribal y las desigualdades de género, lo que restringía el acceso equitativo a los recursos (Planas y Domínguez, 2014, p. 354)

      Período posindependencia (1956-1975): inicios de la institucionalización del trabajo social 

      Tras la independencia en 1956, Marruecos carecía de un sistema público de acción social estructurado. La asistencia a personas vulnerables recae en las Asociaciones Musulmanas de Beneficencia (AMB), presentes en las principales ciudades. Para organizar mejor este sector, el Estado creó la Entraide Nationale (EN), encargada de gestionar programas sociales y supervisar las AMB, marcando el inicio de la colaboración entre el gobierno y el sector privado (Bencherki, 2017).

      En 1957, la EN se estableció formalmente como mecanismo de acción social pública y, en 1968, fue integrada plenamente en la estructura estatal. Cuatro años después, un decreto real consolidó su papel con la creación de la Secretaría de Estado de la EN, transformándola en un organismo público responsable de la implementación de políticas sociales. Durante este periodo, la EN tiene amplias competencias, incluyendo asistencia directa, promoción del bienestar familiar y programas de emancipación de la mujer (Ibid).

      Sin embargo, las políticas públicas tras la independencia otorgaron un papel secundario a la regulación social, profundizando desigualdades. Esta situación se agravó con los ajustes estructurales de finales de los años 70, que obligaron al Estado a replantear sus estrategias. Este proceso puede interpretarse como la “invención de lo social”, fenómeno similar al ocurrido en la Europa industrial del siglo XIX, cuando los Estados consolidaron sistemas de bienestar para garantizar estabilidad y mitigar conflictos (Catusse, 2011, p. 63).

      Transición hacia la profesionalización: desde los años 80 hasta la actualidad

      Desde la década de 1980, Marruecos ha promovido la profesionalización del trabajo social mediante políticas estructuradas y la creación de entidades especializadas. Un hito fundamental fue la creación del Instituto Nacional de Acción Social (INAS) en 1981, que marcó el inicio de la formación académica en el trabajo social (INAS, 2016, p. 45). La adopción del sistema LMD en dicha institución amplió la oferta educativa, aunque persisten desafíos como la fragmentación de los programas y la brecha entre teoría y práctica.

      En los años 90, surgieron organismos como la Agencia de Desarrollo Social y agencias regionales para reducir desigualdades y fomentar el desarrollo local. La sociedad civil adquirió un papel clave mediante ONGs y asociaciones centradas en educación, vivienda e inserción laboral. La expansión de estas organizaciones respondió al aumento de la vulnerabilidad social, derivado de la crisis económica. A partir del 2000, las reformas políticas y económicas fortalecieron su papel en la lucha contra la exclusión y la promoción de derechos humanos (Haouari, 2014, pp. 6-19).

      En 2002, la creación de la Dirección de Economía Social, el Fondo Hassan II para el Desarrollo Económico y la Fundación Mohammed V para la Solidaridad intensificaron los esfuerzos contra la pobreza y la exclusión. Tres años después, la Iniciativa Nacional para el Desarrollo Humano (INDH) consolidó el trabajo social mediante la financiación de proyectos locales y la mejora de infraestructuras. No obstante, su implementación ha sido criticada por la centralización de recursos y la falta de personal especializado, lo que ha limitado su impacto en algunas regiones (Guerraoui, 2013, p. 3).

      Para atender la creciente demanda de trabajadores/as sociales, un estudio de 2006 del Ministerio de solidaridad en colaboración con UNICEF estimó la necesidad de 30.000 profesionales. Entre 2007 y 2012, se formaron 10.000 personas en ocho perfiles clave: agentes de desarrollo social, gestores de establecimientos, mediadores, animadores socioculturales, asistentes sociales, educadores especializados, agentes socioeducativos y auxiliares sociales (Le Matin, 2007).

      La promulgación de la Ley n.º 34-09 en 2011 estableció un marco regulador para el sector del trabajo social, abarcando ámbitos como la violencia de género, la migración y la protección de mujeres y niños. Esto fortaleció la colaboración entre entidades gubernamentales y no gubernamentales, promoviendo estándares profesionales en la prestación de servicios. Desde 2012, la Entraide Nationale (EN) ha sido reestructurada para consolidarse como el principal operador de asistencia social, priorizando la formación de trabajadores/as sociales y la mejora de estrategias de intervención.

      En los últimos años, la profesionalización del trabajo social se ha reforzado con la creación de Centros de Orientación y Asistencia para Personas con Discapacidad y Unidades de Protección de la Infancia (UPE). En 2015, la EN asumió la gestión del componente de discapacidad del fondo de apoyo a la cohesión social, y en 2018 desarrolló un sistema integral de apoyo para adultos mayores. Políticas como la Política Pública Integrada de Protección de la Infancia (2015) y el Plan Gubernamental IKRAM (2016-2021) han reflejado el compromiso con la equidad de género y la atención a sectores vulnerables (MSFDS, 2019, pp. 31-42).

      En 2021, la Ley 45-18 estableció un marco más definido para el trabajo social, regulando roles, condiciones laborales y ámbitos de intervención (Cámara de Representantes, 2021, pp. 7-45). A pesar de estos avances, aún existen desafíos como la escasez de trabajadores/as sociales y la concentración de recursos, lo que limita la efectividad de las intervenciones en comunidades vulnerables. La tercera fase de la INDH, iniciada en 2023, fortaleció el enfoque en la promoción del capital humano y el apoyo a sectores desfavorecidos (Belhassani, M. (2024, pp.102-135). Para ello, el Tribunal de Cuentas ha señalado deficiencias en la disponibilidad de profesionales especializados y el bajo nivel educativo de muchos/as empleados/as, subrayando la urgencia de mejorar la capacitación y ampliar la contratación de trabajadores/as sociales cualificados/as (CESE, 2020, p. 8)

      Actualmente, Marruecos cuenta con aproximadamente 35.000 trabajadores/as sociales, con una proyección de 45.000 para 2025 (Badri Souad, 2021). La Ley 45.18 ha definido cuatro áreas clave: asistencia, educación y animación, apoyo familiar y gestión del desarrollo social. A pesar de ello, el sector del trabajo social enfrenta retos como la precariedad laboral, con un 60% de trabajadores/as en el ámbito asociativo, y la feminización de la profesión, ya que más del 50% son mujeres. A nivel de formación académica, el 80% posee títulos, pero solo el 13% está especializado en trabajo social, mientras que el 45% carece de formación continua. Además, el 57% inicia su labor sin experiencia previa, y los estereotipos sobre la profesión siguen dificultando su reconocimiento y fortalecimiento institucional (MSFDS, 2024, pp. 13-22).

      Conclusiones

      El trabajo social en Marruecos ha experimentado una transformación notable, pasando de un modelo de asistencia basado en la solidaridad tradicional a un enfoque más estructurado y profesionalizado. No obstante, sigue enfrentando desafíos importantes, como la falta de reconocimiento profesional, la insuficiente integración en las políticas públicas y la escasez de personal cualificado. A esto se suma la ausencia de un programa nacional de formación, lo que dificulta la consolidación de estándares unificados en la disciplina.

      Uno de los principales retos de la formación en el área del trabajo social es la ausencia de una base común, lo que ha generado una diversificación de los contenidos impartidos dentro de una misma especialidad. Asimismo, la interrupción de programas en ciertas carreras del trabajo social y la falta de adecuación de algunos programas de formación a las nuevas exigencias limitan la profesionalización y adaptación de la disciplina a las necesidades emergentes.

      Para garantizar la sostenibilidad del trabajo social en Marruecos, es necesario adoptar medidas concretas, como el diseño de programas de formación especializados, el establecimiento de normas laborales que brinden estabilidad, el fortalecimiento de la investigación en intervención social y una cooperación más estrecha entre entidades públicas, ONGs y actores locales para maximizar su alcance. Enfrentar estos desafíos permitirá estructurar un modelo más equitativo, inclusivo y orientado a la defensa de los derechos fundamentales, asegurando así una respuesta más eficiente a las problemáticas sociales emergentes.

      Referencias bibliográficas 

      Badri, S. (2021). Trabajadores sociales: La Ley 45.18 entra en vigor. Le Matin. https://lematin.ma/journal/2021/travailleurs-sociaux-loi-4518-entre-vigueur/362869.html

      Belhassani, M. (2024). Protection sociale au Maroc : État des lieux. Dossiers de Recherches en Économie et Management des Organisations, 8(2), 102-135.

      Bencherki, S. (2017, 10 de julio). La création de l’Entraide nationale s’inscrivait dans la dynamique de développement social lancée après l’indépendance. Le Matin. https://lematin.ma/journal/2017/-laquo-la-creation-de-l-rsquo-entraide-nationale-s-rsquo-inscrivait-dans-la-dynamique-du-developpement-social-lancee-apres-l-rsquo-independance-raquo-/274936.html

      Cámara de Representantes. (2021). La ley 45.18 de los trabajadores sociales. Rabat. https://www.chambredesrepresentants.ma/sites/default/files/loi/tqryr_hwl_mshrw_qnwn_rqm_45.18_0.pdf

      Catusse, M. (2011). Le “social” : Une affaire d’État dans le Maroc de Mohammed VI. Confluences Méditerranée, 2011(3), 63-73.

      Conseil Economique, Social et Environnemental. (2020). Avis sur le projet de loi 45-18 relatif à la réglementation de la profession du travailleur et travailleuse social (Saisine n°29/2020). https://www.cese.ma/media/2023/08/Avis-projet-de-loi-45-18-VF-2.pdf

      Ghoti, M. (1995). Histoire de la médecine au Maroc, le 20e siècle. Casablanca: Idéale.

      Guerraoui, D. (2013). Modelo de protección social universal de Marruecos: Componentes, paradojas y desafíos. Colegio Oficial de Trabajo Social. Región de Murcia. https://trabajosocialcordoba.es/murcia/noticias/modelo-de-proteccion-social-universal-de-marruecos-componentes-paradojas-y-desafios/1378/view

      Haouari, M. (2014). Experiencias de trabajo social en el norte de Marruecos con grupos vulnerables en tiempos de crisis. Gazeta de Antropología, 30(2), artículo 06. http://www.gazeta-antropologia.es/wp-content/uploads/GA-30-2-06-Mohamed-Haouari.pdf

      Ibn Azzuz Haquim, M. (1955). La capacitación técnico-administrativa de los marroquíes en la zona jalifiana de Marruecos. Cuaderno de Estudios Africanos, 31, XX-XX. https://www.cepc.gob.es/sites/default/files/2021-12/32275cao027021.pdf

      Instituto Nacional de Acción Social (INAS). (2016). Decreto N° 2.15.449 del 21/09/2016 relativo a la reestructuración del INAS. Tánger. https://inastanger.ma/historique/

      Le Matin. (2007). Entrevista con Abderrahim Harouchi, Exministro de Desarrollo Social, Familia y Solidaridad. Le travail social constitue un gisement considérable d’emploi. https://lematin.maijournal/2006/Develùppement-sociaLLe-travall-social-constitue-un-gi-sement-considerable-d-emploi/6508.html

      Lemligui, A. (2017). La construction sociale des solidarités au Maroc : Contrôler l’Islam et gérer l’action sociale. Le Sociographe, 58, 89. https://typeset.io/library/untitled-folder-2ugic8sl/la-construction-des-solidarites-sociales-au-maroc-pdf-878ilxe9?ascm=1

      Ministerio de Solidaridad, Familia y Desarrollo Social (MSFDS). (2015). La politique publique intégrée de protection de l’enfance. Rabat. https://social.gov.ma/enfance/

      Ministerio de Solidaridad, Familia y Desarrollo Social (MSFDS). (2019). Développement du programme de formation dans le travail social. Rabat.

      Ministerio de Solidaridad, Familia y Desarrollo Social (MSFDS). (2024). Estructuración de las profesiones de trabajo social en Marruecos. Rabat. https://www.unescwa.org/sites/default/files/event/materials/Structuring%20social%20work%20professions%20in%20Morocco_AR.pdf

      Perrier, A. (2022). Les sociétés de bienfaisance musulmane au Maroc: Fiscalité, dons et subventions publiques dans le financement de l’action contre la pauvreté (années 1920-années 1950). Revue d’histoire de la protection sociale, 15, 48-XX. https://doi.org/10.3917/rhps.015.0048

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