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Málaga, 19 de julio 2024

Cristina Marti Bryan
Trabajadora Social

Este artículo se centra en el concepto de autoconocimiento y la importancia de éste en el/la profesional del Trabajo Social, cuya principal labor es la intervención con aquellas personas que se encuentran en situación de especial vulnerabilidad.

En un primer momento trataremos de definir el Trabajo Social y analizar su proceso evolutivo a lo largo de los años, pasando desde el asistencialismo hasta convertirse en uno de los principales motores de cambio y empoderamiento de las capacidades de las personas sobre las que interviene. 

Analizando la sociedad actual podemos deducir que vivimos en un mundo de grandes desigualdades y nos encontramos transitando tiempos difíciles donde la ayuda de profesionales del trabajo social que pueden intervenir sobre grupos vulnerables es fundamental. Es por esta razón por lo que se necesitan personas con vocación de darse a los demás, donde la empatía, la escucha activa, la comprensión, el conocimiento de las emociones y las habilidades de comunicación estén presentes en su día a día y en su quehacer profesional. 

Es difícil dar una definición exacta de lo que es Trabajo Social, autoras como Moreno y García (2016) afirman que:

El Trabajo Social se trata de una disciplina promotora del cambio por sus profesionales a través de la resolución de problemáticas sociales, haciendo partícipes a las personas usuarias de su propio proceso de cambio promoviendo por lo tanto su empoderamiento, con el objetivo final de alcanzar un estado de bienestar social. (pág. 3). 

La disciplina del Trabajo Social ha ido evolucionando a lo largo de los años. Bermejo (2002) sostiene que en un primer momento el Trabajo Social se centra en aliviar las situaciones sin centrarse en las causas de estas. Sin embargo, hoy en día este mismo autor considera que el Trabajo Social centra su atención en conductas preventivas, además de intentar solucionar conflictos. 

En la misma línea, el autor Celdón (2003) considera que en la actualidad el papel de los/as trabajadores/as sociales es el de agentes de cambio y transformación de la sociedad, potenciando las capacidades personales de los/as usuarios/as.

Es importante señalar que la intervención en el trabajo social es uno de los pilares básicos de la profesión. Tal y como establece la profesora María Asunción Martínez Román (2003) la intervención debe estar orientada a ayudar y capacitar a las personas para acompañarlas y hacerlas partícipes de la actuación. 

Es bien sabido que un pilar fundamental en la intervención de los/as trabajadores/as sociales es la relación de ayuda, es en la relación de ayuda donde se establece un vínculo imprescindible para poder continuar y acompañar a la persona en su proceso de cambio. “El establecimiento de una relación de ayuda eficaz es una de las principales tareas del/la trabajador/a social” (Aranaga, 2018). 

Además, siguiendo a autores como Ander Egg (1992) o Valverde (2002) son necesarias una serie de cualidades y actitudes personales en el/la profesional de lo social. 

Una de estas cualidades sería la sensibilidad social, a través de la cual percibimos y podemos responder ante las necesidades y problemas de la otra persona. Esta cualidad se manifiesta en la comprensión activa del otro. Por otro lado, destacaremos entre otras, la capacidad para ser flexibles y adaptar nuestros métodos y técnicas a los usuarios que demandan de nuestra ayuda. 

La relación de ayuda y el autoconocimiento en el Trabajo Social

El Trabajo Social, desde sus inicios, da una importancia relevante a la relación que se establece con la persona que solicita ayuda, es este vínculo el que permite influir sobre la vida del cliente de manera significativa. 

La práctica del Trabajo Social se caracteriza por moverse en un ambiente de emociones y sentimientos profundos. Tal y como consideran Bermejo y Martinez (1998), para establecer la relación de ayuda no solo debemos conocer la teoría y los elementos que forman parte de esta práctica profesional, sino que se requiere un trabajo personal ya que de la calidad de la intervención depende los cambios que se producirán en la vida de la persona.

Ituarte (1992) sostiene que la relación de ayuda se inicia en el momento que la persona acude con una demanda al profesional del Trabajo Social. A partir de esta demanda el usuario pretende provocar una reacción en el/la trabajador/a social buscando una respuesta a lo que cree necesitar. Es en este punto donde el/la trabajador/a social deberá detectar actitudes y comportamientos de la persona y analizar la situación para poder elaborar un futuro diagnóstico. 

En algunas ocasiones, una dificultad ante la comprensión de la demanda puede activar y remover en el/la profesional sus propias vivencias y generar respuestas desconocidas o inesperadas derivando incluso en una incapacidad para poder llevar a cabo la relación de ayuda. Es por ello por lo que se considera necesario un trabajo previo de autoconocimiento y autopercepción por parte del/la trabajador/a social. 

Autores/as, tales como Rossell (1998) o Rogers (2000) entre otros/as, ponen de manifiesto que si el profesional de lo social carece de autoconocimiento es posible que no sea capaz de establecer una relación eficaz con el cliente. “Los sentimientos y actitudes sobre uno mismo que tengan mucha intensidad pueden influir de forma significativa sobre nuestra conducta con los clientes” (Rossell, 1998).

En relación al concepto de autoconocimiento nos es difícil encontrar una definición exacta, ya que son diversos los/as autores/as que tratan de explicar e identificar tal concepto. 

Varios autores y autoras coinciden en que el autoconocimiento consiste en un proceso autorreflexivo necesario para la definición de la identidad personal. Además, requiere de una serie de habilidades de observación, autopercepción y autoevaluación, que permiten que la persona identifique sus características y cualidades, pudiendo discernir y analizar sus valores, emociones, actitudes, etc, entre otros.

En el caso del Trabajo Social, debemos tener en cuenta que desde sus inicios ha sido una profesión ligada a la interacción de diferentes sectores de la sociedad, es por ello por lo que se considera imprescindible que el/la profesional lleve a cabo el proceso de autoconocimiento a través del cual el/la trabajador/a social se reconocerá entre una serie de valores, creencias y juicios para poder posicionarse y llevar a cabo mejor su intervención.

Además, según Morales y Torres (2010) sentirse identificado con la profesión permite al/la trabajador/a social obtener una serie de beneficios más allá de la práctica profesional.

Intervención profesional y mejora de la calidad de vida   

Una vez construida la identidad del/la profesional, uno de los objetivos del/la trabajador/a social es mejorar la calidad de vida de las personas. No existe una definición única de calidad de vida, los autores Levi y Anderson (1980) definen calidad de vida como el bienestar físico, mental y social.

El concepto calidad de vida incluye diferentes dimensiones, como son el entorno de la salud, el laboral, el social, el medio ambiente, etc. Además, la autora Cristina de Villalba (2002) sostiene que en el término calidad de vida se incluyen aspectos objetivos y subjetivos de cada uno de los individuos sobre los que se interviene. Es decir, para medir la calidad de vida se emplean por indicadores objetivos y las percepciones y vivencias de la propia persona.

Mejorar e incrementar la calidad de vida de los usuarios desde el Trabajo Social implica actuar sobre la persona y el medio social que le rodea, siempre desde una perspectiva global. (Barranco, C. 2004)

Conclusiones

A través de la realización de este artículo y de la lectura de una diversidad de fuentes bibliográficas podemos analizar, en primer lugar, cómo la disciplina del Trabajo Social ha ido evolucionando a lo largo de los años, pasando de ser una profesión meramente asistencialista y basada en la beneficencia  y caracterizada por la resolución de conflictos, hasta convertirse en una disciplina cuya característica principal es potenciar las capacidades personales de la persona, más allá de ser el/la profesional de lo social un/a mero/a gestor/a de recursos.

Destacamos, en segundo lugar, la importancia de la intervención entre profesional y la persona usuaria, donde la relación de ayuda o el vínculo entre ambos/as se convierte en el principal elemento que facilita la propia intervención. 

Es esta relación de ayuda, clave en el trabajo de los/as profesionales de lo social, donde no solo se pondrán en práctica las competencias profesionales teóricas adquiridas, sino también la experiencia que otorga la práctica profesional.

Para hacer trabajo social es imprescindible que los/as profesionales realicen un proceso de autoconocimiento previo, analizando sus valores, creencias y actitudes, para así poder establecer una relación de ayuda objetiva donde la persona sea la protagonista de su propio proceso y el/la trabajador/a social mero/a agente facilitador/a del cambio. 

Bibliografía 

Aranaga, I. M. (2018). Técnicas de intervención en Trabajo Social. Recuperado de: https://issuu.com/ale03/docs/tema_4._las_t_cnicas_documentales__1_

Bermejo, F. J. (2002). La ética del Trabajo Social. Bilbao: Desclée de Brouwer

MARTÍNEZ ROMÁN, M.A. (2003). Consideraciones generales: relaciones del Trabajo Social con el bienestar social, Estado de bienestar, política social, servicios sociales, diferenciación de conceptos. En T. Fernández y C. Alemán (coords.). Introducción al Trabajo Social. Madrid: Alianza

Barranco Expósito, M. D. C. (2004). La intervención en trabajo social desde la calidad integrada. Alternativas. Cuadernos de Trabajo Social, N. 12 (diciembre 2004); pp. 79-102.

Moreno, I. S. E., & García, M. D. L. O. P. (2016). El Trabajo Social desde fuera. Perspectiva desde los estudiantes de otras titulaciones. In Respuestas transdisciplinares en una sociedad global: aportaciones desde el Trabajo Social (p. 73). Universidad de La Rioja.Vélez, M. G., Miguel, P. B., Sanchez, C. M., Borrego, M. F., & Pérez, P. Á. (2016). La relación de ayuda en Trabajo Social:: Propuestas para un desarrollo de calidad. Revista de trabajo social, (90), 3-13.

Huelva, 27 de junio 2024

Leticia Arbón Aragón
Trabajadora Social

La fibromialgia (FM) es una afección crónica de etiología desconocida que se caracteriza por la presencia de dolor crónico musculoesquelético generalizado, que suele coexistir con otros síntomas, fundamentalmente con la fatiga, problemas de sueño, rigidez articular, cefaleas o migrañas, sensación de tumefacción en las manos, falta de concentración y memoria, así como cuadros de ansiedad y depresión. La fibromialgia puede ocasionar importantes consecuencias en el estado de salud y en la calidad de vida de las personas que la sufren. 

La fibromialgia tiene una incidencia entre el 1% y el 4% en la sociedad, en la actualidad se desconocen sus causas y sigue siendo objeto de estudio e investigaciones, siendo una enfermedad que se diagnostica por descarte. Estamos ante una problemática asistencial de primera magnitud, debido a su alta prevalencia y con una repercusión socio-sanitaria y psicosocial.

El principal problema de consulta es el dolor generalizado, acompañado de mialgias de localización imprecisa, de duración prolongada y con dificultad para definir con precisión el inicio de los mismos. El dolor suele ser difuso, profundo, intenso y difícil de describir, en general empeora con el ejercicio físico, el estrés emocional y las bajas temperaturas. 

La gran mayoría de personas con fibromialgia manifiesta su disconformidad con el proceso seguido para ser diagnosticado/a (Collado Mateo D. Villafaina Domínguez S. y Pérez Sousa M.Á, 2019), la fibromialgia se caracteriza por la ausencia de hallazgos, radiológicos, analíticos y anatomopatológicos, que resultan poco esclarecedores en su diagnóstico. El diagnóstico como tal es clínico, ya que todavía no existe ninguna prueba de laboratorio ni radiológica específica para diagnosticarla, tratándose muchas ocasiones de un diagnóstico por descarte (Briones Vozmediano, E, 2014).

Esto lleva consigo unos costes sanitarios elevados debido a la cantidad de profesionales que una persona visita hasta que es diagnosticada con FM (Sanz Baños, Yolanda, 2016), pero sobre todo produce unos costes emocionales y psicológicos, ya que empiezan a experimentar sentimientos de incertidumbre, duda y miedo. Y es que, para su diagnóstico, se siguen los criterios establecidos en 1990 por la American College of Rheumatology (ACR) (Wolf et al, 1990), estaban basados esencialmente en dos aspectos relacionados: el dolor generalizado de al menos 3 meses de duración y la sensibilidad al tacto lo conocido como “punto gatillo”. (Collado Mateo, D. Villafaina Dominguez, S. Pérez Sousa, MA, 2019). 

El desconocimiento social sobre la fibromialgia, unido a la falta de datos científicos que existe sobre dicha enfermedad lleva consigo que, a día de hoy, existe un diagnóstico tardío, lo que genera un malestar, incomprensión tanto en el paciente, como en sus familiares y en su entorno social (Bonjoch Olivé, Mercé.s.f).

La fibromialgia es una enfermedad que los últimos años ha ido adquiriendo mayor relevancia, hasta convertirse en la actualidad, en un problema de salud pública de primer orden. Basándonos en que dentro del sistema sanitario se parte de una concepción biopsicosocial de la enfermedad, no podemos pensar en la dualidad cuerpo-mente cuando hablamos de la fibromialgia, por lo que tenemos que resaltar la parte social de la enfermedad. Es decir, los aspectos psicosociales que se ven afectados por dicha enfermedad.

Los aspectos psicosociales de la fibromialgia lo podemos resumir en cuatro grupos: 

La calidad de vidaEntorno social y familiarVida laboralAspectos psicológicos
Existen restricciones y limitaciones provocadas por la propia enfermedad para realizar actividades básicas de la vida diaria (Carro Castiñeira, T, 2021).
No existe un tratamiento farmacológico para apaciguar los síntomas de la enfermedad, por lo que se utiliza para paliar dichos síntomas serían analgésicos, relajantes musculares y antidepresivos (Carro Castiñeira, T, 2021).
El desconocimiento sobre la enfermedad provoca que el/la paciente sufra estigmas y prejuicios (Grande Gascón,2021)
El diagnóstico de la enfermedad provoca alteraciones familiares a nivel estructural, evolutivo y emocional (Robles Díez, A, 2012).

La enfermedad presenta algún tipo de incapacidad para desarrollar un trabajo remunerado con normalidad (Vázquez Canales, L, 2019).
Se estima que entre un 20% y 30% de los casos requeriría una incapacidad laboral para su profesión habitual y que entre un 10% y un 17% una incapacidad absoluta (Serrano Julve, Mercè 2021).
El 30% de las personas presentan cuadros de ansiedad y/o depresión (Serrano Julve, Mercè 2021).
Funciones cognitivas deterioradas, pérdida de memoria o concentración “niebla mental” (Robles Díez, A, 2012)
Pensamientos negativos por las limitaciones de la propia enfermedad. (Robles Díez, A, 2012).

Si hacemos un poco de memoria, nuestro sistema sanitario se ha caracterizado por estar basado en un modelo biomédico, centrado únicamente en la enfermedad, en recuperar las constantes vitales y el buen funcionamiento del cuerpo (Colom Masfret, D, 2020), reduciendo la enfermedad a una variable biológica, sin dejar espacio a las dimensiones sociales, psicológicas y de comportamiento de la enfermedad (Morales Osorio, M.A, 2016). Este modelo se dejó atrás, dándole paso a un modelo biopsicosocial que considera al entorno como una base sobre la que se ha desarrollado la dolencia, se contextualiza la atención a los estados físicos y biológicos de la persona en su medio habitual, estudiándose cómo ese medio puede influir en el estado de salud (Colom Masfret, D, 2020) promueve la consideración y evaluación de todos los determinantes biológicos, psicológicos y sociales en el/la paciente (Morales Osorio, M.A, 2016). Se pasa a tener una visión de la persona de un sistema complejo dentro del cual la enfermedad presenta múltiples factores.

La presencia de profesionales del trabajo social sanitario dentro del ámbito de la salud es un indicativo de que se apuesta por un modelo de asistencia integral, provocando una inclinación sobre el modelo biopsicosocial (Colom Masfret, D, 2020).

“El trabajo social en el ámbito de la salud es la actividad que se ocupa de los aspectos psicosociales del individuo, a través del estudio, diagnóstico y tratamiento de los factores sociales que concurren en el mantenimiento de la salud y en la aparición de la enfermedad de la persona, grupos y comunidades, colaborando en potenciar el carácter social de la medicina. En el plano individual y familiar la integración de la profesión del trabajo social en el ámbito sanitario, supone la aportación de alternativas o soluciones a las dificultades sociales que surgen con la aparición y desarrollo de la enfermedad, con el objetivo de evitar los desajustes socio-familiares que se producen como consecuencia de la pérdida de salud, estableciendo un sistema de participación de los pacientes y/o familiares en la atención individual y la toma de decisiones terapéuticas.” (Richmond Mary, 1917, p 12). 

“Por lo que, la aportación del trabajo social sanitario al campo de la salud, es la valoración social de la persona y su entorno, estableciendo estrategias de intervención en la promoción y prevención de la salud y atendiendo la problemática socio-familiar de la persona enferma, garantizando de esta manera una atención integral a la población.” (De la Luz Burgos Varo, Chico López, García Roldán, Gualda García, Gutiérrez Nieto, Hervás De la Torre, 2017, pp 4-5). 

Existen enfermedades crónicas de alto impacto psicosocial debido a las repercusiones que conlleva el diagnóstico y pronóstico de la enfermedad, tanto para las personas enfermas como para sus familias. Entre ellas, encontramos la fibromialgia, una enfermedad crónica sin tratamiento (Serrano Julve, Mercè 2021).

Desde el trabajo social sanitario se debe actuar en la promoción de la salud de las personas enfermas de fibromialgia, centrándose en el afrontamiento de la enfermedad desde un foco diferente, cuya finalidad será la construcción de fortalezas, virtudes y competencias, aumentando las emociones positivas e incrementando así la calidad de vida y aprendiendo una fórmula para afrontar resistentemente la fibromialgia (Serrano Julve, Mercè 2021).

Vivir con una enfermedad crónica como la FM plantea nuevos retos para una persona, y aprender a afrontar estos nuevos retos conlleva un proceso largo. Pero entender lo que ocurre y participar de forma activa en el cuidado de la salud del paciente ayudará a afrontar esos retos (Serrano Julve, Mercè 2021). 

Desde el TSS y a partir de procedimientos y protocolos específicos se establece una relación terapéutica orientada a la búsqueda de la reconstrucción de sus fortalezas internas y con el objetivo de adaptarse a su nueva realidad, debido a los cambios psicosociales y sociales que han surgido a raíz de la enfermedad.

No obstante, debemos de tener en cuenta que cada persona es única, que cuenta con sus propios sentimientos, emociones, necesidades, conocimientos, forma personal de afrontar las situaciones de crisis y, por tanto, la intervención del trabajador social sanitario debe estar enfocada desde la atención centrada en la persona y en la familia, estableciendo un diagnóstico social sanitario y desarrollando un plan social sanitario individualizado (Serrano Julve, Mercè 2021).

Con respecto a la FM, estamos ante una enfermedad en la que el diagnóstico suele ser tardío y la persona visita las consultas de varios especialistas hasta que tiene un diagnóstico firme, en el cual se le reconoce que sufre fibromialgia. Teniendo este dato en cuenta la intervención del TSS debe de comenzar ante la sospecha o visita de un paciente a atención primaria que presente dolor generalizado y no tenga un diagnóstico firme de otra enfermedad (Sanz Baños, Yolanda, 2016).

La respuesta del profesional de trabajo social sanitario se dirige en especial a todos los problemas y necesidades que surgen de la presencia de la enfermedad o que facilitan su aparición, la propagación, las que surgen de la pérdida de autonomía, las secuelas, los miedos, así como se centra sobre todo en los aspectos y factores positivos de la persona enferma y de su entorno. El objetivo central de la intervención tiene que ser el bienestar de la persona enferma (Serrano Julve, Mercè 2021).

Para lograr ese objetivo, es necesario que se estudie el contexto en el que se produce la enfermedad, desde una visión biopsicosocial que conecte los sistemas somáticos, psicológicos y relacionales (Serrano Julve, Mercè 2021): 

  1. Tipo de enfermedad, pronóstico y repercusiones.
  2. Vivencias de la enfermedad por parte del paciente y su familia.
  3. Creencias y valores personales y familiares.
  4. Dificultades existentes para afrontar la enfermedad.
  5. Sistemas de apoyo de los que dispone.

A tal efecto, la profesora Dolors Colom señala que las intervenciones del profesional del TSS deberán orientarse hacia dos dimensiones: la primera dimensión, sería la enfermedad; dependencia; pronóstico médico y la segunda dimensión la vivencia de la persona enferma, la familia, su percepción, miedos y esperanzas. Se deberá tener en cuenta cómo la persona y familia sienten esa nueva realidad, cuáles son sus recursos, así como valorar la necesidad de recursos formales para complementar los propios.

Por último, en el momento de establecer su intervención terapéutica, el/la trabajador/a social sanitario/a debe tener en cuenta la situación o fase en la que se encuentre la persona enferma y su familia ante la enfermedad, ya que dicha intervención será diferente dependiendo de la fase en la que se encuentren.

Teniendo eso en cuenta, los objetivos del trabajador social sanitario en relación con la fibromialgia son (Serrano Julve, Mercè 2021):

  • Apoyo y acompañamiento psicosocial antes y después del diagnóstico de FM.
  • Información y asesoramiento sobre la enfermedad.
  • Realizar intervenciones individuales y familiares.
  • Realizar intervenciones comunitarias para visibilizar la enfermedad
  • Proporcionar herramientas y habilidades para mejorar la calidad de vida.
  • Diseño, desarrollo y ejecución de programas psicoeducativos de la FM.
  • Favorecer la adherencia al ejercicio físico y a una alimentación sana.

El sistema sanitario se encuentra en deuda con el colectivo de pacientes que sufren fibromialgia, puesto que ante la escasa cobertura y atención que se realiza desde el sistema sanitario, son las asociaciones y las entidades formadas por los mismos pacientes las que ofrecen y proporcionan lo que el sistema sanitario no, el cual se excusa en la falta de conocimiento que existe sobre dicha enfermedad. 

BIBLIOGRAFÍA

Arbón Aragón, L. Corbella Duch, J. (2022). El disfraz de la fibromialgia: una mirada desde el Trabajo Social Sanitario. [Trabajo final de Máster, Universitat Oberta de Catalunya]. http://hdl.handle.net/10609/149225

Briones Vozmediano, Erica. (2014). La construcción social de la fibromialgia como problemas de salud desde la perspectiva de la política, profesionales y personas afectadas. [Universidad de Alicante] https://fibro.pro/wp-content/uploads/2017/06/101.pdf

Collado Mateo, Daniel. Villafaina Dominguez, Santos. Pérez Sousa, Miguel Ángel.(2019) Fibromialgia. Editorial Wanceulen https://elibro-net.eu1.proxy.openathens.net/es/lc/uoc/titulos/118144/

Bonjoch Olivé, Mercé. Abordaje social de la fibromialgia y síndrome de fatiga crónica. Ayuntamiento de Barcelona https://www.parcdesalutmar.cat/mar/FB_SFC_social.pdf

Ministerio de sanidad. (2011). Fibromialgia. Ministerio de Salud: Gobierno de España. Ministerio de Sanidad – Profesionales – Publicaciones de la Fibromialgia

Vázquez Canales, Luz de Myotanh, (2019).  El impacto de la fibromialgia en el núcleo familiar en un departamento de la Comunidad Valenciana. [Universidad de Valencia] https://fibro.pro/wp-content/uploads/2020/01/194.pdf

Carro Castiñeira, Tamara. (2021).  El impacto de los factores biopsicosociales en la calidad de vida de las personas diagnosticados de fibromialgia  [Universidad da Coruña] https://ruc.udc.es/dspace/bitstream/handle/2183/29514/CarroCastiñeira_Tamara_TFG_2021.pdf?sequence=2

Robles Díez, Alba (2012). Fibromialgia y el contexto familiar. Familia. [Universidad Pontificada de Salamanca]45: 35-51. Disponible en: https://web.archive.org/web/20200322052736id_/https:/summa.upsa.es/high.raw?id=0000030734&name=00000001.original.pdf

Grande Gascón, Maria Luisa. Calero García, María José. Ortega Martínez, Ana Raquel. (2021) Impacto social y familiarde la fibromialgia.  63 (1): 13-27. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=8072861

Colom Masfret, Dolors, (2020). Modelos de trabajo social sanitario. La gestión y la clínica. [Universitat Oberta de Catalunya]. https://materials.campus.uoc.edu/daisy/Materials/PID_00276803/pdf/PID_00276803.pdf

Morales Osorio, Marco Antonio. (2016). Del modelo biomédico al modelo biopsicosocial: el desafío pendiente para la fisioterapia en el dolor musculoesquelético crónico. Revista Facultad de las ciencias de la salud UDES. Vol.3: 97-101. file:///home/chronos/u-30c5c7e092b9698c52933d88fb8ad06193a16016/MyFiles/Downloads/134-467-2-PB.pdf

Richmond Mary. Diagnóstico Social. 1917. Universidad de Costa Rica. Escuela de Trabajo Social. http://www.ts.ucr.ac.cr/binarios/libros/libros-000062.pdf

De la Luz Burgos Varo M., Chico López A., García Roldán P., Gualda García R., Gutiérrez Nieto A.M., Hervás de la Torre A., et al. (2017) Aportaciones del Trabajo Social Sanitario al Sistema Andaluz de Salud Público de Andalucía. Propuestas desde el Trabajo Social Sanitario. Colegio Profesional de Trabajo Social de Cádiz. https://cadiztrabajosocial.es/app/webroot/files/cadiz/files/AREAS%20DE%20INTERVENCIÓN/TS%20Sanitario/Aportaciones%20del%20TSS%20al%20Sistema%20Saniatrio%20de%20Andalucía.%20CATS%202017.pdf

Madrid, 4 de junio 2024

Víctor Nieto González
Trabajador Social y comunicador

El artículo aquí presentado tiene como objetivo servir de orientación y guía a los profesionales del Trabajo Social que tienen que gestionar y/o crear contenido en las redes sociales. En los últimos años se ha producido un aumento de profesionales del Trabajo Social que crean contenido en las redes sociales o han asumido esa labor dentro de su organización, sin tener unas pautas que guíen su labor. Por ello, en este texto se pretende ver cómo aplicar el Código Deontológico de nuestra profesión y tener en cuenta una serie de pautas a la hora de crear o publicar contenido.

Las redes sociales son una poderosa herramienta que, a diferencia de la televisión, una persona puede ser tanto consumidor cómo creadora de contenido. Parafraseando al compañero Jonathan Regalado: “las redes sociales son las antiguas plazas de los pueblos. Si no estamos en ellas, no podemos conocer lo que pasa ni palpar la realidad de la sociedad”.

El uso de las redes sociales nos proporciona identidad, por lo que es importante reflexionar sobre qué queremos mostrar en ellas. Nos dan la posibilidad de relacionarnos y ampliar fronteras: lo global se localiza y lo local se globaliza.

Podríamos decir que son un intercambiador social, donde compartimos todo tipo de información, sirven para comunicarnos y nos ayudan a conocer a nuevas personas.

A la hora de hablar de las redes sociales, debemos ser conscientes de las distintas que existen en la actualidad (Facebook, X, Instagram, Youtube, TikTok…) y el perfil de usuario que puede haber en cada una de ellas.

Desde el Trabajo Social podemos utilizarlas tanto a nivel individual como profesional, donde compartir nuestro trabajo o bien a nivel entidad, por ejemplo, si gestionamos las redes sociales de un colegio profesional, una asociación, ONG o una empresa.

Este uso y gestión de las redes sociales no es tarea fácil. Requiere de un gran esfuerzo y supone pensar cómo debemos actuar con ellas como profesionales del Trabajo Social, porque al igual que nuestra relación profesional-persona va más allá del lugar donde intervenimos y eso no nos exime de nuestras responsabilidades, tampoco lo debe hacer en las redes sociales.

Por todo ello, a continuación, se plantean algunas pautas para la gestión tanto en el uso como en la creación de contenidos desde la ética del Trabajo Social.

Aplicación del Código Deontológico

Para poder usar las redes sociales en nuestra profesión no debemos buscar muy lejos, tan solo aplicar el actual Código Deontológico a nuestro quehacer en ellas.

El ejercicio que he realizado ha sido leer cada uno de los principios que hay en nuestro código y plantear cómo poder aplicarlo en la gestión de las redes sociales.

Para ello, partimos del Capítulo II, donde habla de la aplicación de los principios generales de la profesión.

El primero de ellos, hace mención del “respeto activo, al grupo o a la comunidad”. Las redes sociales son un espacio donde generar comunidad con los usuarios. Es un espacio online donde las personas acuden a comunicarse, a encontrarse, a aprender, a relacionarse, etc.

Es fundamental que como profesionales del Trabajo Social generemos una relación de respeto en la red social en la que estemos trabajando. Respeto que parte desde lo que publicamos, compartimos y que pasa también por la relación que mantenemos con los usuarios que están en esa red social.

El cuarto principio hace referencia a la “ausencia de juicio de valor”. Este es un trabajo que diariamente debemos estar haciendo con el fin de no realizar prejuicios o falsas creencias sobre las personas que atendemos.

En redes sociales, sin duda, es algo mucho más complicado, sobre todo, cuando un usuario nos escribe un comentario o nos envía un mensaje privado y la única idea/imagen que tenemos de esa persona es su foto de perfil o el nombre que utiliza en la red social. Según la foto de perfil podemos pensar que la persona es mujer, española, de unos 40 años… pero esa misma imagen puede ser la elegida por un usuario como homenaje a su madre que acaba de fallecer. Por lo tanto, cuando estemos gestionando una red social y nos llegue un mensaje o un comentario de esa persona, debemos intentar eliminar ese estereotipo.

Siguiendo con el Código Deontológico, hay dos principios muy relacionados entre sí: el principio de individualización y el de personalización. Para ello, debemos tener en cuenta siempre que quién escribe no es un usuario de la red social, sino una persona que tiene una necesidad, demanda, inquietud, preocupación, etc. Por lo que requiere de toda nuestra atención a la hora de ser atendida.

El alto ritmo del día a día, y teniendo en cuenta que las redes sociales están basadas en la inmediatez, puede parecer que dedicarle tiempo y dar una correcta respuesta no estén dados de la mano. Por ello, como estrategia propongo la siguiente: si en ese momento que hemos recibido un mensaje directo, no lo podemos atender, deberemos escribir a la persona y transmitirle que hemos leído su mensaje, que su respuesta requiere de un tiempo que se merece, y que a lo largo del día le responderemos.

No debemos olvidarnos de personalizar siempre nuestra atención. Debemos ser capaces de analizar qué es lo que la persona nos está demandando, y dar una respuesta que cubra sus expectativas. Si en el mensaje o comentario, no nos queda claro qué es lo que necesita, podemos encaminar la conversación a través de preguntas con el fin de poder realizar un diagnóstico de manera más eficaz.

La solidaridad es otro principio que marca nuestro camino, y afortunadamente, en redes sociales se refleja. Este reflejo se da sobre todo cuando se producen situaciones catastróficas como un terremoto, accidente, etc. En ese momento las redes sociales se vuelcan con la causa, y aquí, como profesionales del Trabajo Social, jugamos un papel importante.

Por un lado, deberemos tener la capacidad de informar de aquellos recursos que se hayan puesto en marcha desde la veracidad, es decir, comprobar que esa campaña solidaria persigue los objetivos que plantea, el dinero se destinará para la causa, no hay otros intereses por detrás, etc.

Si lo que queremos hacer es una campaña para recaudar fondos, por ejemplo, debemos crear un contenido que explique quiénes somos, qué objetivo perseguimos, a qué y cuándo se va a destinar el dinero… Es decir, hacer un ejercicio real de transparencia.

En este sentido, el papel del Trabajo Social ofrece una garantía tanto para las personas que quieren colaborar como para las personas afectadas, ya que saben en todo momento cuándo y cómo llega esa ayuda.

Continuando con los principios, nos encontramos con el principio de “justicia social” y el de “reconocimiento de los derechos humanos sociales”. En este sentido, debemos tener en cuenta que las redes sociales pueden ser ese altavoz de denuncia social. Gracias a ellas, podemos visibilizar aquellas injusticias sociales que se están produciendo y buscar así el apoyo de la ciudadanía.

En este sentido, tenemos un claro ejemplo: el beso no consentido durante la final de la selección de fútbol femenino. Gracias a las redes sociales, se puso el foco en un acto intolerable, y la sociedad en su conjunto, dijo “se acabó” a este tipo de situaciones; la imagen dio la vuelta al mundo y ha sido capaz de traspasar fronteras.

Si este mismo hecho se hubiese dado muchos años atrás, donde no existía la visibilidad que tienen las redes sociales, estoy convencido que hubiésemos “tragado” con el comunicado y manipulación por parte de la Federación.

Otro principio importante es “la autodeterminación como expresión de la libertad de la persona”. Esto lo tenemos que aplicar a la hora de dejar que la ciudadanía pueda expresar su opinión con comentarios en nuestros posts. Debemos tener en cuenta, que es su forma de pensar… y por muy en contra que estemos, debemos respetarla; más adelante, explicaré algunas pautas para gestionar este tipo de comentarios.

Al igual que en nuestras intervenciones como profesionales del Trabajo Social, debemos tener “responsabilidad” a la hora de publicar en redes sociales. Esa responsabilidad pasa por ser conscientes con el contenido que publicamos o que compartimos.

En penúltimo lugar, hablar del principio de “coherencia profesional”. Debemos estar constantemente haciéndonos un examen sobre qué debemos compartir y qué no en redes sociales. Al igual que en los juicios de valor, para mi es uno de los principios que tengo que estar constantemente valorando.

Voy a explicar algunos ejemplos que ayudarán a entender este concepto. Cuando publicamos un reel en Instagram con una canción, ¿tenemos plena conciencia de lo que dice la letra? ¿Su contenido es acorde a los valores que defiende la profesión? O, por ejemplo, cuando compartimos una noticia ¿hemos contrastado la información o nos dejamos llevar por el titular?

Por último, el principio de “colaboración profesional”. Como comenté anteriormente, las redes sociales son una comunidad donde poder compartir en ellas. En este sentido, a la hora de hacer uso de las redes sociales podemos apoyar a otros/as profesionales por ejemplo, compartiendo su información, compartiendo alguna campaña o utilizar las redes sociales para contactar con otros/as profesionales con el fin de poder crear sinergias.

Gestión y creación de contenido desde la ética

Cada vez son más los y las profesionales del Trabajo Social que dentro de sus organizaciones, entidades o sus propias cuentas, crean contenido para las redes sociales o tienen que gestionar dichas cuentas.

Desde este punto de partida, es importante tener en cuenta una serie de cuestiones a la hora de crear contenido y publicar contenido:

  • Antes de publicar una foto o vídeo, pide permiso a las personas que salgan en la imagen, explicando qué vas a hacer con ese material, dónde se va a publicar y cuál es su fin.
  • Si vas a etiquetar a una persona en una foto o vídeo que hayas subido, solicita su autorización previamente.
  • Reflexiona y piensa qué tipo de contenido vas a publicar y si puede perjudicarte a ti o a otras personas.
  • Plantea si es necesario subir fotos de menores, aún con autorización de los padres, madres o tutores, ¿aporta un valor extra la imagen de su rostro? Recuerda que esa imagen quedará en la huella digital para siempre.
  • Utiliza hashtag positivos, fomentando así un ámbito agradable.
  • Valora cuándo utilizar mensajes privados o hacer comentarios.
  • Apóyate de los emoticonos para poder expresar con más claridad el sentido del mensaje.
  • Antes de compartir un contenido, contrasta la información.
  • Crea imágenes que representen la mayor diversidad posible, por ejemplo, familias monoparentales, familias con los dos progenitores del mismo sexo, persona de diferentes étnicas, etc.
  • Ante comentarios negativos, inoportunos, etc. valora si es favorable responder el público o por lo contrario hacerlo en privado; recuerda, cuantos más comentarios tenga esa publicación, el algoritmo más lo mostrará y más personas podrán ver ese comentario negativo.

Teniendo en cuenta estas claves, otro de los retos o problemas a los que hay que enfrentarse en la gestión de las redes sociales es a los comentarios negativos, racistas, homófobos, sexistas, etc.

Como explicaba en el último punto, responder a estos tipos de comentarios puede hacer que el contenido tenga más viralidad (más visualizaciones) y, por lo tanto, ese mensaje de odio, lo vean más personas.

En este tipo de situaciones, las recomendaciones que planteo son:

  1. Valora si responder en público o en privado
  2. A la hora de responder, no juzgues su comentario, tal vez esa persona tenga menos información respecto al tema que tú.
  3. Puedes responder recomendando algún artículo, vídeo, película, post que le ayude a comprender la situación y aprender sobre un tema.
  4. En caso de detectar un comentario que incita al odio, puedes ponerlo en conocimiento a asociaciones, entidades u ONG para que denuncien esa situación.
  5. Denuncia ese comentario en la red social. Desde 2016 tanto Facebook, Instagram, Twitter como Youtube firmaron un acuerdo en la Unión Europea llamado “Código de conducta” en materia de incitación ilegal al odio de internet; entre sus compromisos se encuentra que la red social deberá eliminar los contenidos de odio en un plazo de 24 horas.
  6. También puedes denunciar el comentario ante la Policía Nacional, concretamente en la Brigada de Investigación Tecnológica.

Igual que según nuestra ética, ante una situación de violencia machista en la calle debemos actuar, lo mismo en las redes sociales.

Como profesionales del Trabajo Social en el caso de detectar que una persona está sufriendo este tipo de comentarios, podemos informarle de los recursos que existen (asociaciones, programas municipales, etc.) de tal manera que no dejemos sola a la víctima, tampoco en el mundo online.

Gobierno de Canarias (2014). Netiquetas en redes sociales. Extraído el 20 de septiembre, 2023, de https://www3.gobiernodecanarias.org/

Consejo General del Trabajo Social. (2012). Código Deontológico de Trabajo Social. Editorial: Consejo General del Trabajo Social.

Martínez, L. (2020). Uso ético y responsable de las redes sociales. SomosMás.

Martínez, L. (2018). Educar para el uso ético y responsable de las redes sociales. Secretaria de la Mujer y Políticas Sociales de la Federación de empleadas y empleados de los Servicios Públicos de la Unión General de Trabajadores de España.

Roi Mallén Hervada (2021). Ética en creación de contenido. Extraído el 25 de octubre, 2023, de https://www.linkedin.com

Vázquez, M. (2014). Ética en las redes sociales. Centro de recursos de apoyo al Aprendizaje y a la Investigación.

Málaga, 17 de mayo de 2024

Reseña bibliográfica de Ana Torrado Botana
Trabajadora Social

Título del libro: Cómo hacer un diagnóstico de Trabajo Social: Diagnóstico Clínico Contextual.
Autor: Jonathan Regalado.
Editorial: Letrame. Grupo editorial.
Edición: 2023.

El diagnóstico social es una pieza esencial y clave en Trabajo Social, sin el cual no se entiende la intervención profesional, de igual forma que no se entendería una intervención quirúrgica sin un diagnóstico previo, es algo que tenemos claro, pero no siempre lo realizamos con el rigor o la calidad suficiente y eso va en detrimento de lo que hacemos y de las personas a las que atendemos.

Es la bisagra que permite unir la investigación con la intervención, nos sirve de guía y nos orienta para el tratamiento y plan de actuación. Un mal diagnóstico conduce a una inadecuada intervención. 

De esto va este libro, de diagnóstico de Trabajo Social.

Sobre el libro

Lo primero que hay que señalar es que leer un libro no es lo mismo que usarlo. Y este libro, es un libro para tenerlo como manual de consulta permanente si queremos sacarle provecho. 

Quiero destacar que no existen en nuestra disciplina muchos manuales prácticos que aborden aspectos tan esenciales y útiles para el desempeño de la profesión, como pueda ser el informe social, los planes o proyectos de intervención o el propio diagnóstico, y no sé por qué. Por eso este libro es una oportunidad para quienes demandan un manual práctico.

Pese a que pueda parecer un tocho, dado el número de páginas, 586 para ser exactos, esto no debe asustar, porque cuenta con un caudal de información práctica que hace que su lectura sea amena, ágil y rápida y, sobre todo, útil para cualquier profesional del trabajo social en el desempeño de su profesión.

Vais a encontrar un vademécum completo de Trabajo Social, con multitud de ejemplos prácticos, propuestas de ejercicios y un lenguaje fácilmente comprensible, pese a su cientificidad. 

Lo primero que llama la atención es que su autor opta por hablar de diagnóstico de Trabajo Social y no de diagnóstico social, en contra de una de nuestras figuras más autorizadas, como fue Mary Richmond. Y otra de las cuestiones es que rompe con la idea de que se trata de una Fase obligatoria del Método de Trabajo Social, que defiende y afirma que no siempre será necesario un diagnóstico e incluso que a veces puede ser contraproducente.

Supera el sistema jerarquizado de la pirámide de necesidades de Maslow, al considerar que todas son importantes y todas deben ser satisfechas por igual y concibe dos ejes básicos: Persona-Entorno, y por tanto no podemos desligar a las personas de su contexto más inmediato para una adecuada intervención.

En este libro el público lector va encontrar los ingredientes necesarios para elaborar un buen diagnóstico, con rigor y calidad y esto en sí, ya sería suficiente para bucear en sus páginas. Otro elemento importante es que vindica la palabra Trabajo Social, para visibilizar y reforzar la profesión.

La estructura se divide en dos grandes bloques. La primera parte habla del diagnóstico en Trabajo Social, en el que se abordan los fundamentos teóricos, con aclaraciones conceptuales, las competencias profesionales requeridas para realizar diagnósticos y los estándares de calidad, entre otras cuestiones. La segunda parte del libro, entra de lleno en lo que su autor llama el Diagnóstico Clínico Contextual (DCC), en la que desarrolla el proceso metodológico para su elaboración. Aborda técnicas fundamentales como la entrevista, la observación la visita a domicilio e instrumentos validados científicamente, que permiten recoger información para el estudio psicosocial, antes de entrar en los siguientes momentos del diagnóstico.

Para Regalado, el diagnóstico de Trabajo Social contiene tres momentos, que comparto, y que él denomina Tesis (descriptiva, diagnóstica y prospectiva) que nos ayuda a identificar y distinguir de forma clara, las evidencias de las inferencias. 

Repasa el informe social, o lo que Regalado apellida como informe de TS, en su esfuerzo intencionado de reivindicar y dar visibilidad a la profesión, de la que hemos hablado anteriormente.  

Y algo que toda persona va a agradecer, es que incluye… ¡Casos prácticos!, y nos propone hacer actividades y ejercicios para anclar esos conocimientos e implementarlos en nuestra praxis.

Al final de la obra se incluyen anexos, con plantillas, esquemas, resúmenes, y toda una serie de herramientas útiles que el autor, de forma generosa, ha querido ofrecer y que pueden aplicarse en los distintos ámbitos donde el trabajo social desempeña su labor.

Comisión de Servicios Sociales del Colegio Profesional de Trabajo Social de Málaga, 29 de abril de 2024

El pasado 23 de enero, se publicó un Real Decreto por el que concede una subvención a una entidad social para la puesta en marcha a nivel nacional del Programa del Fondo Social Europeo de Asistencia Material Básica. Se describe como una transición hacia un nuevo modelo, una transición hacia un sistema que promueva la normalización, la autodeterminación de las personas, la garantía del cumplimiento de sus derechos y su dignidad.

La Comisión de Servicios Sociales del Colegio Profesional de Trabajo Social de Málaga, viene realizando una labor de análisis de las necesidades comunes de nuestra profesión. De estas reflexiones se crean debates y promueven ideas, y que en ocasiones como la actual, nos obliga a compartir y hacer público el posicionamiento de la profesión.

La provisión de alimentos y otros productos, llamados de asistencia material básica a las personas más vulnerables, son un derecho irrenunciable. Es un derecho que debería estar superado, y el hecho que no lo esté, ya viene a indicar que algo no se ha hecho bien durante décadas. Nuestra profesión tiene un posicionamiento claro y contundente desde hace años.

En este artículo haremos un recorrido y análisis por lo que se ha hecho y lo que se propone, así como por los argumentos y propuestas de actuación de nuestra profesión.

1. ANTECEDENTES: DEL FEAD AL FSE+

Los Fondos de Ayuda Europea para las Personas Más Desfavorecidas (FEAD), conocido como las “ayudas de reparto de alimentos”, se pusieron en marcha en el año 2014 (FEAD 2014-2020) y ganaron una fuerte presencia con la pandemia de la Covid-19.

El programa recogía entre sus actuaciones, “la proporción de alimentos o asistencia material básica a las personas que más lo necesitan”, además de “medidas de acompañamiento social para las personas en situación de pobreza económica, personas sin hogar y otras personas en situación de especial vulnerabilidad social.”

La dotación económica del programa, 662 millones de euros, se agotaron dos años antes del plazo máximo de absorción por el nuevo Fondo. Tuvo que ser dotado de una asignación adicional para alcanzar su ejecución hasta 31 diciembre de 2023, correspondiendo el último reparto de alimentos a abril de 2024.

El nuevo Marco Financiero Plurianual 2021-2027, suprimió o integró el Programa FEAD en el nuevo Fondo Social Europeo Plus (FSE+).

El Consejo Territorial de Servicios Sociales y del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia, acordó por unanimidad en diciembre de 2021, gestionar la lucha contra la privación material a través de un programa único a nivel estatal, con la comunidades autónomas (más las ciudades de Ceuta y Melilla) como organismo intermedios, al ser los Servicios Sociales competencia exclusiva de las mismas.

El FSE+ conlleva un cambio de modelo de provisión de alimentos y/o asistencia material básica, dejando la entrega directa de alimentos, pasando a implementarse a través de un sistema de prestación indirecta, la tarjeta monedero. Se indica que la modalidad de reparto de alimentos “debe reorientarse hacia modelos de acompañamiento integral que incorporen la cobertura de necesidades básicas y no a la inversa”. Es más, el cambio de modelo se debe apoyar en “sistemas que promuevan la normalización, la autodeterminación de las personas, la garantía del cumplimiento de sus derechos y su dignidad.”

Este cambio en el modelo propuesto, coincide con el diagnóstico que nuestra profesión realiza del FEAD, donde las medidas de apoyo a las familias vulnerables han supuesto una estigmatización de la población y un retorno del Sistema Público de Servicios Sociales a su versión más primitiva de beneficencia. Siendo además visible que, sin la implementación de una intervención realizada de forma paralela por una persona profesional, no existen partidas presupuestarias capaces de solventar el problema de pobreza presente en un país.

El modelo implementado estos años, desarrollado por la comunidad autónoma, las corporaciones locales, y la iniciativa social, ha centrado sus esfuerzos en la proporción de alimentos.

2. EL SISTEMA PÚBLICO DE SERVICIOS SOCIALES (SPSS)

Andalucía, aprobó en el año 2016 su segunda Ley de Servicios Sociales. Esta norma tiene su importancia por su significado en la consolidación del Sistema Público de Servicios Sociales. Este Sistema tiene por objeto “la protección y la adecuada cobertura de las necesidades sociales, derivadas de la interacción de las personas con su entorno, sea este grupal o comunitario.”.

Las necesidades sociales que concretan este objeto de atención son: “las carencias de las personas en el acceso a unos recursos que garanticen unas condiciones de vida dignas; contar con un adecuado entorno de convivencia personal, familiar y social; poder integrarse plenamente en la sociedad; alcanzar la plena autonomía personal, tanto en lo relativo a las carencias materiales como a las funcionales, y disponer de cauces para la participación social.”

El SPSS de Andalucía gira en torno a los servicios sociales comunitarios, que se configuran como “el primer nivel de referencia para la valoración de las necesidades, la planificación, la intervención, tratamiento, seguimiento, evaluación de la atención y coordinación con otros agentes institucionales del Sistema Público de Servicios Sociales de Andalucía, garantizando la universalidad en el acceso al mismo y su proximidad a las personas usuarias, familias, unidades de convivencia y grupos de la comunidad.”

Habría que añadir que los servicios sociales comunitarios “posibilitarán el acceso de las personas usuarias al conjunto del Sistema Público de Servicios Sociales de Andalucía y constituirán el nivel de referencia para la prevención de situaciones de vulnerabilidad social, la valoración de las necesidades, la planificación, la intervención, el seguimiento y la evaluación de la atención, así como la coordinación con otros agentes e instituciones presentes en el territorio, al objeto de articular la respuesta a las necesidades individuales, familiares, grupales y comunitarias de atención.”

Por tanto, queda claro que los servicios sociales comunitarios son los referentes y competentes en la intervención con las personas, familias y la comunidad. La administración, en sus diferentes niveles y responsabilidades, debe blindar con sus actuaciones el marco normativo existente.

Si los servicios sociales comunitarios, son el pilar básico del SPSS, el profesional del trabajo social “actuará como profesional de referencia en el contexto del trabajo interdisciplinario que desarrolla el equipo profesional de servicios sociales comunitarios.”

El SPSS y sus profesionales, deben contar con un Catálogo de Prestaciones, donde se recogen las prestaciones de servicios y prestaciones económicas. El Catálogo está definido como un instrumento que “se mantendrá actualizado de forma permanente, incorporando al mismo nuevas prestaciones en respuesta a las necesidades cambiantes en la población y el entorno. En todo caso, deberá ser revisado cada tres años.”

El Catálogo, como el Plan Estratégico de Servicios Sociales, aún no existe como tal. Son compromisos recogidos y que deberían haber sido aprobados a los doce meses de la entrada en vigor de la Ley. Estamos en febrero de 2024, y todo esto debería existir desde enero de 2018.

Aun así, el SPSS cuenta con un conjunto de actuaciones que forman las prestaciones de servicios y prestaciones económicas, cuyo objeto es atender las necesidades de la ciudadanía. Un ejemplo son las Ayudas Económicas Familiares, que constituyen unas “prestaciones complementarias de carácter temporal, dinerarias o en especie, que se conceden a las familias para la atención de necesidades básicas de las personas menores de edad a su cargo, cuando carecen de recursos económicos suficientes para ello, y dirigidas a la prevención, reducción o supresión de factores de riesgo y al mantenimiento e incremento de los factores de protección, con el fin de favorecer su permanencia e integración en el entorno familiar y social, desde un enfoque preventivo y capacitador.”

3. LA “TARJETA MONEDERO”

El Real Decreto 93/2024, de 23 de enero del Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, se ocupa de la puesta en marcha del Programa Básico del Fondo Social Europeo Plus de Asistencia Material Básica (Programa BÁSICO). El programa establece la eliminación de la entrega directa de alimentos, pasando a implementarse a través de un sistema de prestación indirecta, las tarjetas o cheques monederos.

Esto es aprobado por la propia Unión Europea, los países miembros, y en el caso de nuestro país, por la comunidades autónomas.

Desde su aprobación en el año 2021, el Consejo Territorial de Servicios Sociales y Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia, y según la propia norma aprobada, todos los agentes implicados, han venido “trabajando conjuntamente en la puesta en marcha del plan de transición hacia el nuevo modelo”. La realidad es que este nuevo sistema no podrá implantarse plenamente en todo el territorio, “en igualdad de condiciones para todas las personas y familias posibles beneficiarias de esta asistencia, antes del próximo mes de abril de 2024.”

De ahí, que el Ministerio decidiera que “es imprescindible arbitrar con carácter urgente un procedimiento transitorio que permitiera continuar con la asistencia material básica.” Este procedimiento urgente y transitorio, se centra en localizar una entidad del Tercer Sector, con capacidad suficiente para llevar a cabo la actuación de forma simultánea en todo el territorio nacional. Pero esto ha sido tarea imposible, constatando que solo hay una entidad con capacidad para asumir la ejecución del Programa. Por ello se le concede una subvención directa por razones de interés público, conforme al Reglamento de la Ley General de Subvenciones.

El Programa BÁSICO, va dirigido a “familias con menores a cargo que se encuentren por debajo del umbral de pobreza severa, en particular, familias con menores a cargo que viven en hogares cuyos ingresos por unidad de consumo son inferiores al 40 % de la renta mediana nacional.”

El Programa establece que “el importe máximo a distribuir por cada familia con hijos e hijas a cargo que recibirá la ayuda se determinará por los servicios sociales autonómicos correspondientes en función de la siguiente escala descrita en el Programa BÁSICO.” Las

cantidades van de los 130€ al mes para una unidad familiar de dos miembros (una persona adulta y una persona menor), hasta los 220€ al mes para una unidad familiar de cinco miembros o más.

4. OTRO MODELO ES POSIBLE

Expuestos los “hechos”, las/os profesionales del Trabajo Social, manifestamos nuestra contrariedad con el actual modelo de atención a las personas más desfavorecidas.

El Consejo General del Trabajo Social viene denunciando desde el 2014 el programa FEAD, un programa que ha contado con una inversión 17 veces superior a los destinados al Plan Concertado de Prestaciones Básicas.

Lo necesario sería reforzar con estos fondos al Sistema Público de Servicios Sociales, donde se pueden gestionar ayudas destinadas a cubrir las necesidades básicas de las personas respetando los criterios de derecho y dignidad, desde la valoración profesional y evitando su estigmatización.

Este modelo de tarjeta prepago ya ha sido adoptado por algunas Comunidades Autónomas y Ayuntamientos, que define un valor monetario estimado por los Servicios Sociales, tras previa valoración social de las necesidades económicas y alimentarias de las familias y/o usuarios/as. El Consejo General ha manifestado su rechazo a las colas del hambre, y aun cuando la implantación de la tarjeta monedero pudiéramos decir que es menos estigmatizante para las personas, existen elementos sobre los cuales es necesario reflexionar:

  • Lo excepcional de la medida adoptada por el Ministerio a través del Real-Decreto, reconoce la ineficacia del Consejo Interterritorial de Servicios Sociales, donde el propio Ministerio y las Comunidades Autónomas no han sido capaces de integrar el nuevo programa en el Sistema Público de Servicios Sociales. Acudir a una entidad del tercer sector, es el resultado final de la incapacidad de los gobernantes para ofrecer un servicio público desde de las entidades públicas con las empleadas y empleados públicos. Ha habido tiempo suficiente para llegar a un acuerdo y ejecutarlo.
  • Lo excepcional de la medida, deja muchas dudas sobre la implementación del propio programa gestionado por una entidad del tercer sector, siendo los servicios sociales comunitarios quienes sean los que determinen el importe máximo por cada familia con hijos e hijas a cargo (según anexo del Real Decreto). El Sistema Público de Servicios Sociales, como hemos desarrollado anteriormente, tiene su puerta de entrada en los Servicios Sociales Comunitarios, por lo que no tenerlos en cuenta desde el momento inicial augura dificultades importantes.
  • Las actuales ayudas económicas de los servicios sociales están reguladas en normas autonómicas y locales, vinculadas a Ley de Subvenciones. La ayuda propuesta no parece poder integrarse dentro las mismas, quedando por tanto la incógnita de quién, cómo y qué gestiona. Estas dudas no solo son sobre la propia tarjeta monedero, sino aún más importante, sobre las medidas de acompañamiento que el propio programa recoge.
  • El Real-Decreto limita su ayuda a las unidades familiares con menores a cargo. La Resolución de 18 de mayo de 2022 de la Secretaría de Estado de Derechos Sociales, por la que se publica el Acuerdo del Consejo Territorial de Servicios Sociales y del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia, relativo a las bases comunes generales sobre el Fondo para la lucha contra la privación material, incluido en el Fondo Social Europeo Plus y propuesta de distribución territorial. El punto 4 de la Resolución, concreta las bases comunes generales, estableciendo que las prioridades de inversión atenderán a “Los grupos de personas y familias en situación de privación material, destinatarios/as del Programa”, siendo las comunidades autónomas quienes establecerán las prioridades. La Resolución sí delimita los grupos potencialmente destinatarios, no limitándose a familias con hijos o hijas a cargo. Por tanto, no se entiende que el Real-Decreto excluya a parte de la población destinataria.
  • Las dudas llegan al propio contenido de los productos de la tarjeta, a quien los suministrará, o a la singularidad de los entornos rurales con menos accesibilidad a establecimientos comerciales que pudieran ser los suministradores.

La Tarjeta Monedero, es en cierto modo, otra microprestación en especie complementaria a las ya existentes. No se necesitaría alimentos, ropa o bienes de primera necesidad si tuvieran ingresos suficientes para subsistir.

La autonomía de las personas y la cobertura de sus necesidades de carácter económico deben ser garantizada a través del sistema de garantía de rentas, y no desde el sistema de servicios con un enfoque puntual o residual y /o asistencial y en ocasiones solicitando o supervisando desde un argumentario de control el gasto realizado.

Desde el Colegio Profesional de Trabajo Social de Málaga, a través de su Comisión de Servicios Sociales, creemos urgente evaluar la gestión del Ingreso Mínimo Vital y la Renta Mínima de Inserción Social. Abogamos por una renta básica universal, más allá de medidas puntuales, parcializadas, controladoras y de ayudas dirigidas sólo a una parte de la población con unas condiciones limitadas. Una renta básica universal que dignifique realmente, pues cualquier avance en esa dirección reduce el sufrimiento de los/as beneficiarios/as, porque en la lucha contra la exclusión social abogamos por medidas compatibles con los principios de justicia social.

Si quieres leer el Manifiesto sobre las Tarjetas Monedero elaborado por el Consejo Andaluz pincha aquí

TSDifusión, 8 de abril de 2024

“Participación”, esa palabra tan grande, tan manoseada y tan compleja de abordar. En este artículo compartimos reflexiones sobre la participación de las personas trabajadoras sociales en la estructura colegial, a través de las comisiones de trabajo. Queremos compartir nuestro pensamiento crítico y nuestra experiencia acerca de su funcionamiento, utilidad y efectividad en la actualidad.

Si hay algo de lo que nos quejamos las personas que tenemos algún grado de compromiso en los colegios profesionales, es de la “falta de participación”. Esta expresión aparece de forma recurrente en reuniones de Junta de Gobierno de los colegios profesionales, en conversaciones entre quienes trabajan en ellos cuando se necesita algo de la colegiatura, y en las propias asambleas. Lo repetimos cuando acabamos una actividad, sobre todo en los momentos de presencialidad, cuando la soledad se hace más evidente. Es un mantra que repetimos, pero no se sabe muy bien cómo ni cuándo abordar. Tampoco se podría decir que este sea un “problema” exclusivo de los colegios profesionales. Es algo que, a poco que nos acerquemos al tejido asociativo o a la práctica organizativa de nuestras ciudades, vamos a encontrar repetidamente.

No obstante, desde la creación de los colegios profesionales, las comisiones y grupos de trabajo han hecho avanzar la profesión. Su papel está recogido en los estatutos de los colegios como órgano de participación, siendo uno de los ejes fundamentales de su estructura orgánica y funcional. Los diferentes colegios, disponen de protocolos establecidos para su creación, funcionamiento y extinción, dejando autonomía para cuestiones como: la organización interna y externa de trabajo, los derechos y deberes de las personas que la integran, la formación básica exigible para pertenecer a las mismas, o su metodología de trabajo.

Actualmente, la mayoría de colegios cuentan con comisiones de: Servicios Sociales, Salud, Educación, Dependencia, Igualdad, Peritaje, Buen Gobierno, Deontológica,… En teoría, la promoción de estos espacios de trabajo tienen un objetivo doble:

  • Facilitar y garantizar la participación de la colegiatura en estos temas, es decir, asegurar que los y las profesionales interesados en aportar su conocimiento y experiencia cuenten con un canal para ello.
  • Dar apoyo al trabajo que desarrollan los colegios profesionales que, como actor social, se posiciona desde su experticia en determinadas situaciones, demandas de la ciudadanía o medios de comunicación. El personal técnico y la junta de gobierno no pueden abarcar la totalidad de campos de intervención del trabajo social, por lo que se hace necesaria la participación y la colaboración de la colegiatura, de esa “inteligencia colectiva” que suma aportaciones y resultados.

A pesar de lo expuesto, el día a día de una comisión es bastante plano, en ocasiones agónico. Lo que hace preguntarnos: ¿por qué no participa la colegiatura?

Gutiérrez Sánchez, J.D, (2022), en su estudio sobre la colegiación profesional en la provincia de Cádiz, expone, entre otras conclusiones que con respecto a la participación, hay un distanciamiento importante a la hora de asistir a asambleas, juntas o comisiones, independientemente de si éstas son presenciales o telemáticas. por lo que considera fundamental, buscar nuevas vías de interacción que reduzcan las limitaciones actuales.

Observamos que hay dos conceptos claves que marcan el éxito o no de una comisión: compromiso (la obligación que contraemos) e implicación (hacernos partícipes y/o haciendo partícipes a otros/as).

La falta de compromiso y/o implicación de las personas que componen las comisiones o grupos de trabajo es un obstáculo común en las estructuras colegiales. Este hecho reduce la efectividad y la consecución de los objetivos para las que fueron creadas. Por tanto, parece fundamental analizar las causas e implementar estrategias que reviertan este fenómeno y promuevan una colaboración más sólida y estable. Abordar estos aspectos podría ayudarnos a revitalizar el compromiso e implicación de las personas que componen las comisiones o grupos de trabajo, fortaleciendo así su capacidad para alcanzar metas y contribuir de manera significativa.

Al identificar las causas podemos vislumbrar posibles soluciones:

  • Inexistencia de líder: La ausencia de un/a líder comprometido/a y que implique al grupo de trabajo afecta claramente al rendimiento grupal. Su rol es fundamental como eje activador, organizador, coordinador y motivador de la comisión o grupo de trabajo. Su papel también es fundamental en la supervisión y evaluación del desempeño.
  • Falta de organización del trabajo: Para el desarrollo del trabajo grupal es esencial la planificación, saber cómo, cuándo y quién realiza la/s tarea/s, así como compartir el modelo de trabajo.
  • Falta de claridad en los objetivos: Los objetivos del grupo deben estar definidos de manera clara. La ausencia de metas concretas disminuye la participación, ya que las personas colegiadas no ven el propósito de su contribución.
  • Diferentes formas de compromiso e implicación: Las personas que participan en las comisiones lo hacen de manera voluntaria. Por tanto su nivel de compromiso e implicación varía, manifestándose entre aquellos/as que contribuyen activamente y quienes parecen mostrar poco interés en participar.
  • Falta de reconocimiento: La falta de reconocimiento, valoración, e incluso difusión del trabajo realizado, puede frustrar las expectativas de las personas implicadas en el grupo de trabajo.
  • Falta de tiempo: la carga laboral, las responsabilidades familiares y los compromisos personales son algunos de los elementos que afecta nuestro día a día, y por tanto, al rendimiento de las comisiones. Por ello es importante tener claro el tiempo que necesita la actividad, que esté planificada, para que el trabajo sea lo más eficiente y productivo posible.

Como se apuntaba anteriormente, innovar en nuestra forma de interaccionar y de trabajar puede generar cambios en las dinámicas que actualmente funcionan con muchas dificultades, por ello vemos necesario mejorar la eficacia con la utilización de perspectivas dialécticas, que facilitan la construcción por parte del grupo y el abordaje de los bloqueos, aplicando técnicas provenientes de la sociopraxis en la acción de la propia comisión, posibilitando la producción colectiva del conocimiento y los procesos de cambio.

Desde los Colegios de Cádiz, Huelva y Málaga se han hecho esfuerzos significativos para motivar/fortalecer la participación de las personas que componen las comisiones. Para ello se han implementado diversas estrategias e invitado a las/os participantes a compartir sus percepciones y sugerencias para mejorar la participación en las comisiones, sin que por ello se haya producido mejoras significativas en la participación.

Los Colegios reconocen que el compromiso efectivo de las comisiones es esencial para avanzar en objetivos colectivos y comparten el compromiso de continuar evaluando y ajustando estrategias para superar los desafíos actuales y asegurar que cada miembro del Colegio de Trabajo Social sienta que su contribución es valiosa y significativa.

Desde aquí invitar a los/as profesionales del Trabajo Social a que se comprometan e impliquen en las comisiones y grupos de trabajo, en las actividades y proyectos colegiales, necesitamos que el “modelo” se actualice y continúe aportando y mejorando el Trabajo Social.

Bibliografía

Gutiérrez Sánchez, J. D. (2022) . Estudio de la colegiación profesional de trabajadores sociales en la provincia de Cádiz. Documentos de Trabajo Social · nº65 · ISSN 1133-6552 / ISSN Electrónico 2173-8246

Álvarez-Benavides, A. (2020) “Trabajo social, sociopraxis y metodologías participativas: retos, oportunidades y transiciones de lo local a lo global”, Tendencias Sociales, Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 6: 64-88

Málaga, 23 de febrero 2024

Aleix Morilla-Luchena
Trabajador Social, Doctor y Profesor en la Universidad de Huelva

  • Los androides no parecen capaces de ampararse unos a otros en momentos difíciles. 
  • Tiene usted razón. Aparentemente carecemos de un don específico de los humanos. Creo que se llama empatía.
  • ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? – Philip K. Dick, 1968

Tomando la definición de Rouhiainen (2019), la Inteligencia Artificial (I.A.) puede definirse como la habilidad de los ordenadores para hacer actividades que normalmente requieren inteligencia humana. Es la capacidad de las máquinas para usar algoritmos, aprender de los datos y utilizar lo aprendido en la toma de decisiones tal y como lo haría un ser humano (p.17). Esta mera consideración, la de “lo humano”, ya abre puerta a una primera reflexión, desde las Ciencias Sociales en general, y desde el Trabajo Social en particular. Por una parte, señala el autor que los dispositivos basados en I.A. no necesitan descansar, pueden analizar grandes volúmenes de información a la vez y que la proporción de errores es significativamente menor en las máquinas que en los humanos. Por otra parte, parece aventurado afirmar algo tan categórico como “tal y como lo haría un ser humano”, pues cabría preguntarse: ¿y cómo actúan los seres humanos? Tema complejo, como el de la propia condición humana, sobre el que se ha discurrido ampliamente desde la filosofía, la sociología, las ciencias del comportamiento, o el propio Trabajo Social.

Si se está comparando el actuar “humano” a uno relacionado con cuestiones como la lógica, la eficiencia en la toma de decisiones, la capacidad de seleccionar la mejor alternativa, entre otras cuestiones, la realidad nos muestra que el comportamiento humano muchas veces no se rige por estos parámetros, sino que entran en juego otras cuestiones difícilmente atribuibles a priori al cálculo o la simulación de un algoritmo: las emociones, la empatía, el compromiso con causas que trascienden la individualidad, como la justicia social, la solidaridad… 

A priori, podría parecer que nos adentramos en un mundo muy alejado de nuestro campo de actuación, donde proliferan términos como Big Data, machine learning, algoritmos, tokens, blockchain… y que nos podría inducir a pensar que se trata más de un asunto de ciencias computacionales que de Trabajo Social. Una vez dispuesto sobre la mesa el asunto en torno a la cuestión que recoge la propia definición de I.A. sobre “cómo es o cómo debería ser el actuar humano”, aspecto que ya abriría la puerta a la entrada de un amplio abanico de ciencias sociales, entre las que se incluye por supuesto el Trabajo Social, del que parafraseando el esclavo liberado Publio Terencio Africano, podríamos decir: “Soy Trabajador/a Social, nada humano me es ajeno”.

Dicho esto, no puede obviarse que el desarrollo de nuevas tecnologías y su incorporación en la vida cotidiana y en la práctica profesional tienen potencial para afectar, de forma positiva o negativa, a la vida de las personas. De no adoptar una actitud proactiva desde el Trabajo Social (tanto en la práctica como en la investigación) respecto a los cambios tecnológicos que se vienen produciendo y que nos esperan en los próximos años, lo más probable es que sean otras disciplinas quiénes establezcan los marcos de referencia: y que, probablemente no nos guste el resultado. Concretamente desde el trabajo social, no deberíamos renunciar a los numerosos debates que se plantean sobre qué tecnologías pueden incorporarse a nuestra práctica profesional, y cuál es la mejor forma de hacerlo, qué partes de nuestro trabajo pueden ser automatizadas y cuáles no, cómo van a conjugarse los procesos de digitalización en Servicios Sociales con la calidad de la intervención y la necesaria presencialidad, qué cuestiones éticas deben considerarse, cómo puede afectar a las personas con las que trabajamos… 

En esta línea Castillo de Mesa (2019, en Méndez-Domínguez, 2020) defiende una una “reconceptualización” de la práctica profesional del trabajo social, lo que comprende “nuevas formas de hacer” como disciplina científica y como profesión, incorporar la tecnología digital y usar nuevas técnicas y metodologías de intervención e investigación. Respecto a la I.A., Codina (2020) señala algunos beneficios que ésta podría aportar a los Servicios Sociales, por ejemplo en lo referente a una mayor rapidez, seguridad, eficiencia y objetividad en las decisiones profesionales, soporte para una mayor eficiencia y calidad en diagnósticos e intervención, apoyos para la autonomía personal y la vida independiente, fortalecimiento de las políticas preventivas, de la acción comunitaria y participación, mejor planificación de los servicios, de los equipos y económica, evaluación en tiempo real del impacto social de los programas y las intervenciones, entre otros. 

Lo cierto es que estas cuestiones no quedan a la deriva de futuribles o teorizaciones, sino que desde el campo del trabajo social y los servicios sociales ya se están explorando las aplicaciones de la I.A. a la práctica profesional. Un ejemplo de ello podría ser “DPR, herramienta inteligente para facilitar el trabajo de los/las profesionales de atención primaria de servicios sociales” (Fundación iSocial, 2021), instrumento entrenado mediante técnicas de machine learning a partir de 300.000 entrevistas hechas por los servicios sociales del Ayuntamiento de Barcelona, y que automatiza el proceso de tipificación de las demandas que reciben los centros de servicios sociales, procesa las anotaciones del/la trabajador/a social, clasifica el problema y la demanda de la persona entrevistada, y sugiere al/la profesional la respuesta a dar, de acuerdo con los recursos y servicios que la institución puede ofrecer o aconsejar.

Por otra parte, se ha explorado de manera preliminar a través de un caso práctico las posibilidades de un modelo de lenguaje por IA, como el conocido ChatGPT, para facilitar la toma de decisiones en las funciones y tareas de los/las trabajadores sociales en relación a la gestión de prestaciones  (Morilla-Luchena et al., 2024), concluyendo entre otras cuestiones que el rol profesional es clave y prioritario en la utilidad real del uso de la I.A. en la gestión y sobre todo en las orientaciones de intervención, pues las conclusiones y respuestas arrojadas por ChatGPT en este caso, deben ser interpretadas y analizadas profesionalmente, pues la I.A. sigue encontrando importantes limitaciones (cuestiones éticas precisas, componente emocional, conocimiento de los contextos y realidades sociales concretas). No obstante se reconoce su potencial como soporte en la toma de decisiones y en las orientaciones diagnósticas y de intervención, 

Hecha esta contextualización, se aborda la cuestión que da nombre a este artículo: ¿Cómo “piensa”  la Inteligencia Artificial al Trabajo Social? Y no se trata de algo baladí: el marco de referencia en el que nos sitúa actualmente la I.A. va a marcar nuestra representación dentro de un “imaginario cibernético” que puede extenderse en la medida en que un mayor número de personas, instituciones, herramientas, etc. se apoyen en la I.A. para consultar información, generar contenidos o responder a determinadas cuestiones. Un primer ejemplo lo encontramos en la pregunta (o prompt, en la jerga de la I.A.): ¿Qué es el Trabajo Social?, respuesta que se presenta a continuación junto a la Definición Global del Trabajo Social de la Federación Internacional de Trabajadores/as Sociales (IFSW):

Definición de Trabajo Social de “ChatGPT”Definición de Trabajo Social de la IFSW
El trabajo social es una disciplina profesional que se enfoca en ayudar a individuos, familias, grupos y comunidades a mejorar su bienestar social, emocional y económico. Los trabajadores sociales suelen trabajar en una variedad de entornos, como hospitales, escuelas, agencias gubernamentales, organizaciones comunitarias y servicios sociales.El trabajo social es una profesión basada en la práctica y una disciplina académica que promueve el cambio y el desarrollo social, la cohesión social, y el fortalecimiento y la liberación de las personas. Los principios de la justicia social, los derechos humanos, la responsabilidad colectiva y el respeto a la diversidad son fundamentales para el trabajo social. Respaldada por las teorías del trabajo social, las ciencias sociales, las humanidades y los conocimientos indígenas, el trabajo social involucra a las personas y las estructuras para hacer frente a desafíos de la vida y aumentar el bienestar.

Otra pregunta que podríamos hacer (y hacernos), tal cómo podría hacer cualquier persona interesada en saber a qué nos dedicamos, es la siguiente: ¿Qué hace un profesional del trabajo social?:

Los trabajadores sociales utilizan una variedad de técnicas y enfoques, que van desde la terapia individual y familiar hasta la defensa de políticas y la promoción de cambios sociales a nivel comunitario y estructural. Algunas de las actividades que realiza incluyen:

1. Evaluación y Planificación: Realiza evaluaciones exhaustivas de las necesidades y circunstancias individuales o familiares para comprender los problemas y desarrollar planes de intervención adecuados.

2. Apoyo Emocional y Asesoramiento: Proporciona apoyo emocional y asesoramiento a individuos y familias que enfrentan dificultades emocionales, traumas, crisis y transiciones difíciles.

3. Coordinación de Servicios: Conecta a las personas con recursos y servicios comunitarios, como atención médica, vivienda, servicios de emergencia, asesoramiento legal, programas de alimentación y asistencia financiera.

4. Abogacía y Defensa: Defiende los derechos y la dignidad de las personas y grupos marginados, luchando contra la discriminación, la exclusión social y las injusticias sistémicas.

5. Intervención en Crisis: Proporciona intervención y apoyo inmediato durante crisis emocionales, situaciones de abuso, violencia doméstica, suicidio, desastres naturales y otras emergencias.

6. Trabajo con Familias: Ofrece apoyo a las familias para fortalecer sus habilidades parentales, resolver conflictos familiares, abordar problemas de relación y promover un ambiente familiar saludable y seguro.

7. Protección de la Infancia: Interviene en casos de abuso o negligencia infantil, investiga denuncias, realiza evaluaciones de riesgo y trabaja con familias para garantizar la seguridad y el bienestar de los niños.

8. Educación y Prevención: Ofrece programas educativos y preventivos sobre temas como la salud mental, la adicción, la violencia, la crianza de los hijos y la prevención del abuso y la negligencia infantil.

En un primer vistazo, ya podríamos encontrar elementos problemáticos o que al menos requerirían de una adecuada contextualización o clarificaciones. Conceptos como “ayuda” o “terapia” han sido frecuentemente debatidos en nuestra profesión. También puede ser cuestionado (desde la propia y otras disciplinas) la atribución que hace la I.A. al trabajo social de funciones como Educación o Abogacía, que requerirían, cuanto menos, de una delimitación clara. Por otra, también es destacable el uso que la I.A. hace del masculino genérico, en una profesión mayoritariamente compuesta por mujeres, tras años de reivindicaciones y avances sobre el uso de lenguaje inclusivo y no sexista, especialmente en las administraciones públicas. 

Si queremos complejizar más el asunto y hacerlo más visual, podemos utilizar la herramienta DALL-E 2, que genera imágenes por I.A. siguiendo las instrucciones que se introduzcan. Por ejemplo: “Dibuja una trabajadora social durante su práctica profesional, estilo realista”:

En este caso, la I.A. nos representa mayoritariamente con el ámbito sanitario (incluso, sin saber muy bien por qué, nos coloca un fonendoscopio). La tercera de las imágenes representadas, podría ser la de una trabajadora social en su vertiente educativa o de formación. 

Otra de las preguntas o prompts que podemos introducir es: “Dibuja un imagen que refleje la esencia del Trabajo Social, estilo realista”: 

Aquí, el trabajo de interpretación resulta mucho más subjetivo, con imágenes que pueden evocarnos cuestiones relativas a la resolución de conflictos, realización de talleres comunitarios, estudio y reflexión, diálogo, generación de ideas, trabajar con las personas…

Cabe preguntarnos, ¿hasta qué punto estamos de acuerdo como  trabajadores/as sociales con esta definición y funciones que nos atribuye la I.A.? ¿Nos vemos identificados/as en las imágenes generadas respecto a nuestro trabajo? ¿Pueden elaborarse estrategias –de entrenamiento del algoritmo, u otras-, que permitan una representación del Trabajo Social que se ajuste más a la realidad sobre la que llevamos investigando y reflexionando desde la propia disciplina?

Si bien se presenta aquí un experimento sencillo, pretende reflejar que la forma que tiene la I.A. de “entender” el mundo, y el Trabajo Social en concreto, pueden llevar a consecuencias imprevisibles en el futuro. Formarnos e informarnos sobre estos temas no debería ser algo “ajeno” a nuestra profesión y disciplina, lo contrario sería renunciar a nuestro particular enfoque y visión, y quedar a merced de lo que quieran traer los vientos –o, los bits-.

BIBLIOGRAFÍA  

ChatGPT (s.f). Disponible en: https://chat.openai.com/ 

Codina, T. (2020). Por qué la inteligencia artificial transformará los Servicios Sociales. Revista de Treball Social, 219, 85-99.

DALL-E 2 (s.f). Disponible en: https://openai.com/dall-e-2 

Fundación iSocial (2021, 15 de septiembre). DPR, herramienta inteligente para facilitar el trabajo de los/las profesionales de atención primaria de servicios sociales. Disponible en: https://isocial.cat/es/dpr-herramienta-inteligente-para-facilitar-el-trabajo-de-los-las-profesionales-de-atencion-primaria-de-servicios-sociales/ 

International Federation of Social Workers, IFSW (s.f). Definición global del Trabajo Social. Disponible en: https://www.ifsw.org/what-is-social-work/global-definition-of-social-work/definicion-global-del-trabajo-social/ 

Méndez-Domínguez, P. (2020). Reseña de Castillo de Mesa, J. 2019. El Trabajo Social en la era digital. Comunitania: Revista internacional de trabajo social y ciencias sociales, (19), 95-97.

Morilla-Luchena, A.; Fernández-Borrero, M. A., Muñoz-Moreno, R. y Ferri-Fuentevilla, E. (2024). “Posible utilidad de un modelo de lenguaje por IA para la gestión de prestaciones en Servicios Sociales”, en García Domingo, M. y De la Fuente Robles, Y. (Dirs.) Innovación social y digitalización al servicio de la ciudadanía: nuevas metodologías aplicadas al aprendizaje y la práctica profesional del trabajo social. Navarra: Aranzadi, ISBN: 9788411620055Rouhiainen, L. (2018). Inteligencia artificial. Madrid: Alienta Editorial, 20-21.

Málaga, 2 de febrero 2024

Rubén Yusta Tirado
Doctor en Trabajo Social por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor Asociado en la Universidad Pontificia Comillas de Madrid

Recientemente, los medios de comunicación se han hecho eco del estudio llevado a cabo por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) (2024) por el cual, un 44,1% de los hombres encuestados creen que se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad entre mujeres y hombres, que ahora son estos últimos los discriminados. Obviamente, el informe recoge otros aspectos interesantes dentro de la cuestión de género, tales como la opinión del 67,2% de las mujeres que creen que las desigualdades entre ambos son muy grandes o bastante grandes, o el hecho de que un 22,4% de éstas piense que las desigualdades existentes son las mismas que hace 10 años. En cambio, el dato que más ha trascendido y que está teniendo una mayor repercusión es el relativo a este 44% de hombres que sienten que la discriminación ha “cambiado de bando”, cuestión compartida también, como bien muestra el informe, por el 32,5% de las mujeres encuestadas. Lejos de entrar en una valoración de estos resultados, o incluso de buscar el porqué de estas opiniones, es interesante reflexionar acerca de este intercambio en términos de discriminación, de la mano de un concepto que etimológicamente también hace referencia a una transición y que, en la actualidad, tiene una aceptación y una connotación totalmente diferente: el empoderamiento.  

El empoderamiento femenino ha sido definido como un proceso de transformación social, que permite mejorar las capacidades de las mujeres en pos del progreso del sistema social en el que se desenvuelven (León y Batliwala, 1997). Un procedimiento en el cual, las mujeres ganan un mayor control sobre los recursos intelectuales y materiales y desafían la ideología del patriarcado y la discriminación por género (Batliwala, 1994), en el que éstas pueden tomar decisiones informadas y adquirir control sobre sus propias vidas (Casique, 2010). En cambio, de acuerdo con la Real Academia Española (2023), el verbo empoderar hace referencia a la acción de hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido. Ahondando en la última definición de este concepto, se establece la premisa de que el individuo o grupo social desfavorecido, necesita o requiere de un tercer agente, grupo o individuo que genere este traspaso de poder. En este sentido, cuando el empoderamiento se asocia a la mujer, se puede suponer que este traspaso de poder, esta prestación o delegación en pos de la mejora de una situación desfavorable, se ejecuta por parte del hombre hacia la mujer, lo cual no deja de ser llamativo si a nivel semántico se superpone con los datos analizados en el informe del CIS anteriormente citado. De acuerdo con esta premisa, el escenario resultante se antoja una suerte de proceso en el que, tras la concesión o traspaso de poder del hombre a la mujer mediante las diferentes campañas, políticas y procedimientos de promoción de la igualdad, el colectivo masculino se siente discriminado ante la ausencia de un poder que, nuevamente por definición, les ha pertenecido primigeniamente. 

También es importante destacar que los datos que dan pie a esta reflexión, los cuales sustentan el supuesto sentimiento de discriminación hacia el hombre por el avance de las medidas en materia de igualdad, no son nuevos en su planteamiento. Ya en 2012, cuatro años después de la creación en España del Ministerio de Igualdad, a nivel internacional se empezaban a escuchar las primeras voces que abogaban por esta supuesta desigualdad (Benatar, 2012), haciendo alusión cuestiones como que mientras que existe una intervención cuando las mujeres se ven subrepresentadas en los puestos ejecutivos de las principales empresas, por ejemplo, existe cierta inacción en cuestiones como que existan más estudiantes de género femenino o que los hombres tengan más probabilidades de ser reclutados para el ejército (De Castella, 2012). Esta confrontación de datos que, a todas luces, mezcla datos que poco a nada tienen que ver entre sí para diseñar un escenario de desigualdad, no es tan lejana ni en el tiempo ni en el espacio. En España contamos con movimientos exclusivamente dirigidos a subrayar ciertas diferencias entre ambos géneros (Pujalví, 2023) cuya veracidad o exactitud de los datos quedan a disposición de la persona lectora, así como diferentes posicionamientos políticos que, al igual que el filósofo sudafricano anteriormente mencionado, entremezclan conceptos de igualdad con aspectos tan variopintos como el libre mercado, la ciencia, el marxismo o las tareas domésticas, entre otras (Vilches, 2024; Mateo, 2024). 

Tal y como se ha comentado anteriormente, no se va a entrar a valorar tal sentimiento mostrado en el informe que abre este artículo, pero sí que es importante reflexionar con la ayuda de estos datos, acerca del escenario que dibuja esta situación. Con todo lo anterior, se llega a la conclusión del machismo, definido como una forma de discriminación sexista caracterizada por la prevalencia del varón (Real Academia Española, 2023), implícito en el concepto del empoderamiento de la mujer, el cual dibuja una situación en la que el colectivo masculino “cede” parte de su poder en pos de la mejora de las condiciones de las mujeres; situación que, además, apoyada por los datos citados anteriormente, ha encendido las alarmas en el colectivo masculino, como un resorte que indica un sentimiento de exceso de empatía para con sus homónimas femeninas. 

Para terminar, esta reflexión apoyada en un ejercicio de interpretación semántica de un término extremadamente utilizado en cuestiones de igualdad entre hombres y mujeres, nos ayuda a comprender la importancia del lenguaje en la conformación del pensamiento y, en definitiva, de la forma de proceder y de actuar en la sociedad, tal y como ya ha sido analizado históricamente por Wittgestein (1993) y Gadamer (1996). Pero además, nos permite reflexionar, aspecto muy recomendado en un momento crítico para las relaciones entre géneros, sobre conceptos que tenemos del todo integrados y que, en su base, en su semántica, puede radicar como se ha mencionado, la explicación a ciertos fenómenos que actualmente impactan en la sociedad. Una reflexión más que recomendada teniendo en cuenta nuestra pertenencia a una disciplina profundamente feminizada (Consejo General del Trabajo Social, 2023) como el Trabajo Social que, además, es clave en la conformación de una intervención social feminista en su sentido más amplio (Zunino y Guzzetti, 2018) y que está llamada a visibilizar y a avanzar en la lucha contra las situaciones de desigualdad en las que se cuestionen las estructuras sociales que las sostienen (Fernández-Montaño, 2015). 

Bibliografía

Batliwala, S. (1994). Population Policies Reconsidered. Harvard University Press. 

Benatar, D. (2012). The Second Sexism: Discrimination Against Men and Boys. Wiley-Blackwell. 

Casique, I. (2010). Factores de empoderamiento y protección de las mujeres contra la violencia. Revista mexicana de Sociología, 72(1), 37.71. 

Centro de Investigaciones Sociológicas. (2024). Percepciones sobre la igualdad entre hombres y mujeres y estereotipos de género. Nota de Prensa. https://www.cis.es/documents/20120/2461672/NP_Percepcion+Igualdad.pdf/31418264-a1d8-36cb-b7df-c806f17466cc?t=1705310408962 

Consejo General de Trabajo Social. (9 de marzo de 2023). El Género en la profesión del Trabajo Social. https://www.cgtrabajosocial.es/noticias/el-genero-en-la-profesion-del-trabajo-social/9158/view 

De Castella, T. (2012). Los “masculinizas” que luchan por los derechos de los hombres. BBC Newshttps://www.bbc.com/mundo/noticias/2012/05/120503_padres_activistas_il 

Fernández-Montaño, P. (2015). Trabajo Social Feminista. Una revisión teórica para la redefinición práctica. Trabajo Social Global, 5(9), 24-39. 

Gadamer, H. G. (1996). Estética y hermenéutica. Tecnos. 

León, M., y Batliwala, S. (1997). Poder y empoderamiento de las mujeres. TM Editores. 

Mateo, J. J. (16 de enero de 2024). Ayuso, sobre el 44% de hombres que se cree discriminado frente a las mujeres: “Claro que se genera esa sensación”. El Paíshttps://elpais.com/espana/madrid/2024-01-16/ayuso-sobre-el-44-de-hombres-que-se-cree-discriminado-frente-a-las-mujeres-claro-que-se-genera-esa-sensacion.html 

Pujalví, C. (17 de febrero de 2023). ¿Las mujeres tienen más derechos que los hombres en España? Una mirada a las estadísticas. La Razónhttps://www.larazon.es/actualidad/blog-afirma-mujeres-tienen-mas-derechos-que-hombres-espana_2023021763ef7f3eb670df00015ac268.html 

Real Academia Española. (2023). Diccionario de la Lengua Española (Edición 2023)

Vilches, J. (21 de enero de 2024). La “rebelión masculina o por qué los hombres se ven discriminados. La Razónhttps://www.larazon.es/cultura/rebelion-masculina-que-hombres-ven-discriminados_2024012165ac592ad8aa250001ced2ae.html 

Wittgestein, L. (1993). Tractatus Logico-Philosophicus. Alianza Universidad. 

Zunino, E., y Guzzetti, L. (2018). La intervención social en clave feminista. Aportes de las teorías feministas para la intervención en lo social. Debate Público, 15-16(1), 49-57. 

Málaga, 19 de enero 2024

Gema Isabel Serrano Hermoso.
Trabajadora Social.
Coordinadora de la empresa de inserción ADOBE VERDE S.L.

Economía, presente en nuestro día a día incluso cuando no lo creemos. La economía está presente en nuestra vida a través de nuestras acciones y decisiones. Todas y todos hacemos economía, todas y todos gestionamos los recursos con los que contamos y esto, es el más básico y común significado de la palabra economía.

Es entonces que Economía y Trabajo Social comparten una porción de su concepto, ambas disciplinas estudian los recursos con los que se cuenta para la mejor gestión de los mismos, con el objetivo de mantener y mejorar su propia realidad. La base de su significado, refleja la interrelación de ambas ciencias, por tanto, se podrían o deberían entender como dependientes la una de la otra. Sin embargo, puede desconcertar la ilación entre las mismas y es que cuando hablamos de economía, pensamos en dinero y en el manejo de este, mientras que cuando hablamos de trabajo social, pensamos en la falta de dinero, no obstante, incluso en esta aparente no relación, ya existe un fuerte vínculo, que puede potenciar objetivos de ambas disciplinas.

Al igual que el Trabajo Social se divide en diferentes ramas, la economía se bifurca en diferentes modelos. En este artículo hacemos una relación directa entre el Trabajo Social dentro del Tercer Sector y la Economía Social y Solidaria. Estos dos conceptos estarán unidos a través de la Empresa de Inserción. Dando respuesta a ¿Qué es la economía social y solidaria?, ¿Qué es una Empresa de Inserción? y ¿Cuál es el papel de un profesional del Trabajo Social dentro de la Empresa de Inserción?, se pretende dar a conocer una realidad del Trabajo Social, quizás aún algo desconocida.

¿Qué es la economía social y solidaria?

“La Economía Social y Solidaria es un enfoque de la actividad económica que tiene en cuenta a las personas, el medio ambiente y el desarrollo sostenible y sustentable, como referencia prioritaria por encima de otros intereses” (Carta de Principios de la Economía Solidaria.REAS – Red de Redes – mayo 2011).

La economía Social y Solidaria está materializada en nuestra legislación a nivel europeo, estatal y autonómico. 

Según el Ministerio de Trabajo y Economía Social (MITES), la economía social y solidaria es un conjunto de actividades económicas y empresariales, que se llevan a cabo dentro del ámbito privado con un interés general económico o social, o ambos y de conformidad con los siguientes principios:

  • Principio de Equidad.
  • Principio de Trabajo.
  • Principio de Sostenibilidad ambiental.
  • Principio de Cooperación.
  • Principio de “Sin fines lucrativos”.
  • Principio de Compromiso con el entorno.

La Economía Social y Solidaria (ESS) entiende que, sin tener en cuenta a la persona y el entorno, toda actividad económica que se practique será enemiga de su propia continuidad pues persiguiendo su objetivo de crear riqueza a cualquier costo, también se generará desigualdad y devastación, lo que más tarde o más temprano será insostenible en el tiempo.

Algunos datos de interés del aporte de la economía social y solidaria al sistema económico de nuestra sociedad:

  • Empleo estable y de calidad (80%) contratos indefinidos.
  • 10% del PIB Español. (14% del PIB Andaluz).
  • 12,5% del empleo.
  • 42,8% de la población está vinculada a la economía social.
  • Más de 43.000 empresas presentes en todos los sectores económicos de nuestra sociedad.
  • Apuesta por las personas. La economía social y solidaria ha destruido un 6,5% menos de empleo que el resto de las empresas.

¿Qué es una Empresa de Inserción?

Existen diferentes formas de llevar a la práctica el modelo de economía social y solidaria. Según su forma jurídica, podemos encontrarnos con:

  • Cooperativas: Creación de una empresa en propiedad conjunta y gestionada democráticamente, a través de la unión voluntaria de personas que buscan satisfacer sus necesidades y aspiraciones comunes en materia económica, social y cultural. 
  • Empresas de inserción: Entidades, sociedad mercantil o cooperativa que realizan una actividad empresarial, con el fin primordial de integrar y formar sociolaboralmente a personas en situación de exclusión social a través de un contrato de trabajo con un itinerario sociolaboral.
  • Centros especiales de empleo: Son empresas con un objetivo principal: proporcionar a las trabajadoras y los trabajadores con discapacidad, la oportunidad de realizar un trabajo productivo y remunerado que facilite su integración laboral en el mercado ordinario de trabajo.
  • Asociaciones y fundaciones: Organizaciones sin ánimo de lucro de interés general y/o particular.
  • Mutualidades: Son sociedades sin ánimo de lucro cuya constitución se basa en principios solidarios y ayuda mutua.
  • Cofradías de pescadores: Son corporaciones de derecho público sectorial y sin ánimo de lucro. Representan los intereses económicos de armadores de buques de pesca y de trabajadores del sector.
  • Sociedades Laborales: Son empresas cuyo capital pertenece en mayor parte a los propios trabajadores.

Además, dependiendo de su objeto social, la economía social y solidaria se puede distinguir entre economía:

  • Economía Circular: Sistema de producción caracterizado principalmente por sus principios de sostenibilidad, ahorro de recursos y de fuente de energía.
  • Economía Verde y Azul: Se enfocan en la compatibilidad entre el desarrollo económico y la conservación del medio ambiente.
  • Economía feminista y eco-feminista: Perspectiva económica incluyendo como enfoque prioritario o punto de partida la desigualdad entre hombres y mujeres.
  • Comercio justo: Sistema de comercio basado en la sostenibilidad social y medioambiental que persigue el respeto y la equidad entre la persona productora y la persona que consume.
  • Finanzas y banca ética: Formas alternativas a la tradicional banca que buscan combinar el desarrollo económico con la sostenibilidad social y medioambiental.

Algunos de los anteriores conceptos son más sonados que otros en nuestra sociedad. Conocemos el modelo de las cooperativas presente en la mayor parte del tejido empresarial del mundo rural. Por otro lado, el comercio justo que comienza en 1964, está cada vez más presente en las marcas de nuestros supermercados. También podemos apreciar que la economía circular se apodera de aquellos y aquellas con cada vez más conciencia en la industria de la moda. Sin embargo, al escuchar empresas de inserción hay una cierta tendencia a la confusión con los centros especiales de empleo o directamente no se conoce qué es una empresa de inserción.

Como ya se ha señalado anteriormente, las empresas de inserción se inscriben bajo el marco de la economía social. Son sociedades mercantiles o cooperativas que, en base a su marco legal, Ley 44/2007, han sido creadas por entidades sin ánimo de lucro (asociaciones, fundaciones o administraciones), con el objetivo de la inclusión al mercado laboral de personas en situación de exclusión o riesgo, ofreciéndoles un puesto de trabajo, formación y un itinerario personalizado de acompañamiento sociolaboral durante un periodo máximo de tres años.

Requisitos de las empresas de inserción:

  • Al menos el 51% del capital social es aportado por una entidad sin ánimo de lucro.
  • Mantener entre sus trabajadoras y trabajadores un porcentaje de, al menos el 50% de personas trabajadoras en itinerario (personas en riesgo o en exclusión).
  • Al menos el 80% de sus resultados o excedentes de cada ejercicio se reinvierten en su objeto social.

Características de la empresa de inserción:

  • Objeto Social: Integración sociolaboral de las personas trabajadoras de la misma empresa.
  • Empresa de tránsito: Cada persona trabajadora en riesgo de exclusión desarrollará un proyecto sociolaboral a través de un itinerario personalizado con un máximo de tres años dentro de la empresa.
  • Itinerarios personalizados: Contemplan tanto la faceta laboral como el acompañamiento social de la persona y su entorno familiar, que propicie la adquisición de competencias sociolaborales para su inserción en el mercado laboral ordinario, así como paliar sus necesidades o dificultades sociales. Tendrán el objetivo de que la persona adquiera aquellas cualidades y habilidades sociolaborales que se detecten a mejorar, para que la persona adquiera un perfil competente para su inserción en el mercado laboral ordinario.
  • Trabajadoras y trabajadores en riesgo o en exclusión: Serán las personas contratadas por la empresa de inserción y cuya situación de exclusión o riesgo de exclusión se certifique a través de los Servicios Sociales Comunitarios.
  • Tutelada por entidades sin ánimo de lucro: Más de la mitad del capital económico invertido en la creación de la empresa debe proceder de una Asociación, Fundación o Administración Local. 
  • Competitivas: Las directivas europeas, legislación nacional y autonómica, protegen y fomentan las empresas de inserción, a través de la implantación de cláusulas sociales y reserva de mercado en la contratación pública. 
  • Beneficio Social: Reinvierte de forma obligatoria al menos el 80% de las ganancias para la mejora de la propia empresa y de las condiciones de las y los trabajadores. 
  • Acceso a incentivos: Debido a que la principal función de la empresa de inserción es conectar al mercado laboral a personas que por cualquier motivo se desconectaron o ni siquiera tuvieron la oportunidad, la plantilla de una empresa de inserción debe ser más amplia que la de una empresa genérica pues una empresa de inserción está formada por los y las trabajadoras que desarrollan la actividad económica, los puestos de las personas de referencia que enseñan en la producción y las personas que desarrollan el acompañamiento integral de cada itinerario personalizado; trabajadoras/es sociales, psicólogas/os y tutoras/es de inserción.

¿Cuál es el papel del/la profesional del Trabajo Social en la empresa de inserción?

Aunque es un ámbito menos conocido el de la figura de la trabajadora o trabajador social dentro de la empresa, son cada vez más las empresas que incorporan a profesionales del Trabajo Social en el departamento de Recursos Humanos. Su función está encaminada a facilitar la integración a la propia organización de las nuevas personas empleadas, a través de la tutorización de las mismas y favoreciendo la mediación con la empresa y el resto de la plantilla en caso de conflicto, así como atendiendo a la diversidad y la igualdad entre sexos, etc.

En el caso de las empresas de inserción, el papel de la trabajadora o trabajador social no es una alternativa al cambio, sino que se entiende como necesario dentro de la misma. Como ya se ha explicado anteriormente en este artículo, la empresa de inserción tiene la obligación de intervenir con las personas en riesgo o exclusión social que forman al menos el 50% de la plantilla, a través de itinerarios personalizados. Es aquí donde la intervención y el acompañamiento del/la profesional del Trabajo Social es fundamental para la ejecución y el desarrollo de los mismos. Estos itinerarios personalizados de acompañamiento, no dejan de ser un proyecto de intervención sociolaboral con el objetivo final de la inserción sociolaboral de la persona trabajadora en acompañamiento.

Además, el Trabajo Social como disciplina, en su búsqueda por el cambio, el desarrollo y la cohesión social, puede encontrar como grandes aliadas a la economía social y solidaria y, en especial, a las empresas de inserción que vertebran a la perfección con la sociedad, generando el fortalecimiento y la emancipación de las personas y teniendo una incidencia muy particular tanto fuera como dentro de los espacios urbanos.

En conclusión, las empresas de inserción se encuentran como el mejor de los programas preventivos, formativos y de apoyo a la inserción social y laboral de las personas que se encuentran en riesgo o en exclusión social.

Siendo una herramienta de inclusión segura y perdurable que, además, evita el llamado efecto boomerang que podemos experimentar desde el tercer sector con muchas de las personas usuarias dada la precariedad del mercado laboral y la estructura hereditaria de la exclusión social.

Además, el conocimiento y la experiencia de las de las entidades sociales, quienes tienen el 80% del dominio de la empresa de inserción, aventaja a estás haciéndolas competitivas y de calidad dentro del tejido empresarial, así como adaptativas a los cambios dentro de la economía de la propia sociedad, puesto que se unen las sinergias de vocación y compromiso con las personas y la de la más eficaz y eficiente gestión de los recursos dentro de una realidad austera, factores de gran ayuda para el desempeño económico.

BIBLIOGRAFÍA

Cádiz, 21 de diciembre 2023

Inmaculada Aparicio Gutiérrez
Trabajadora Social y Antropóloga.
Mediadora familiar especializada en Terapia Familiar e intervenciones sistémicas.
Gerente del Gabinete Social Motiva-te

Lorenzo Pérez Sarrió
Trabajador Social y terapeuta familiar especializado en infancia y juventud en riesgo social.
Máster en intervención criminológica y victimológica.
Responsable del blog @trabajosocialconfamilia

“No hay nada tan práctico como una buena teoría.” (Kurt Lewin)

Cualquier profesional que trabaje en la intervención social necesita disponer de un modelo teórico que le oriente en sus intervenciones prácticas. Cada profesional se adhiere al modelo que mejor le explica la realidad que observa y en la que tiene que intervenir. Los modelos parten de presupuestos teóricos y desarrollan técnicas prácticas, tal es así que en el Trabajo Social nos encontramos con el modelo de casework o de diagnóstico, modelo de modificación de conducta, entre otros (Escartín, 1998).

Todos estos modelos son diferentes en cuanto a los presupuestos teóricos y en cuanto a las intervenciones que llevan a cabo. Sin embargo, hay algo común en todos ellos, y es que cuentan con una mirada de intervención individual hacia la persona usuaria. Es aquí donde se diferencia el modelo sistémico de los restantes, ya que parte de una premisa diferente. El modelo sistémico considera que no podemos entender a la persona de manera aislada, sino que esta se encuentra inserta en un contexto al que llamamos sistema. En este sentido se incorpora la causalidad circular donde si un individuo manifiesta una conducta que denota sufrimiento, esa conducta afecta a los que están a su alrededor y, a su vez, ellos mantienen, provocan o inhiben, también dicha conducta. Es por eso que, donde hay que intervenir no sólo es en el individuo, aislándolo de su contexto, sino en todo su sistema de pertenencia. El contexto forma parte del problema y a la vez de la solución, existiendo múltiples aspectos a analizar en cada familia como son las interacciones, la estructura familiar, los estilos educativos, roles, alianzas, coaliciones y triangulaciones, subsistemas familiares y límites, mitos en la familia, estilos de apego, ciclo vital e intereses vitales, etc. En definitiva, es importante el estudio de todos estos aspectos porque cualquier intervención en un individuo encuentra siempre su reacción y efecto en el entorno.

De esta manera, cuando hablamos de mirada sistémica hacemos referencia, a una manera diferente de “pensar” la realidad, en la que la persona usuaria aislada pierde preponderancia en aras de hacer incluir en nuestra mirada e intervención al contexto, al sistema, a lo relacional.

Desde los comienzos del Trabajo Social como disciplina académica, una de las características básicas ha sido su vinculación con familias catalogadas como “disfuncionales”. Siendo uno de los principales problemas a la hora de realizar la evaluación diagnóstica del entramado familiar la delimitación de lo que constituye una familia funcional de la que no. Por ello, es necesario revisar el concepto idealista de familia “normal”, es decir, aquellas familias idealizadas en la que se presuponía la no existencia de tensiones familiares. Hoy sabemos que todas las familias presentan dificultades cotidianas que deben ser afrontadas a lo largo de las distintas fases del ciclo vital. Por lo tanto, la familia “disfuncional” no puede distinguirse de la funcional por la presencia de problemas, sino por su respuesta desajustada a los desequilibrios naturales que todo sistema atraviesa en la interacción con su contexto, utilizando patrones de interacción recurrentes que dificultan el desarrollo psicosocial de sus miembros, su adaptación y la resolución de conflictos. Ante situaciones que generan estrés, aumentan la rigidez de sus pautas transaccionales y de sus límites, no accediendo a sus propios recursos ni a aquellos que se encuentran en su propio contexto.

Entre las familias con mayores dificultades, el Trabajo Social se ha venido vinculando con la intervención hacia las familias multiproblemáticas o multiasistidas, que podríamos decir que son aquellas familias que tienen la dificultad de estar lidiando con demasiadas instituciones por la presencia simultánea de dos o más miembros con problemas. Tal es así que, probablemente, los/as profesionales del Trabajo Social nos encontraremos a lo largo de nuestra praxis algún caso de familia multiproblemática o multiasistida en la que se da una situación de crisis crónica. Los equipos profesionales se encontrarán con demandas continuas y diversas que requieren una mirada sistémica y coordinada en red, permitiendo de este modo una intervención integral en la que la familia logre acceder a sus propios recursos y promover su autonomía.

Las condiciones de vida de las familias multiproblemáticas o multiasistidas son, en algunos casos, un reflejo de su propia desorganización vital. Existiendo una falta de límites internos entre los subsistemas, y de estos hacia el exterior. La situación en ocasiones es caótica y la desorganización es total, tanto es así que incluso acabamos generando situaciones de isomorfismo en los equipos profesiones donde también se acaba proyectando una desorganización en la intervención, probablemente con un sentimiento de no saber hacia dónde se va. Y aquí nos preguntamos sobre si también, nuestro propio sistema de ayuda profesional desorganizado en algunos casos, impacta y desorganiza a las propias familias.

Consideramos que la intervención social se orientará a promover y favorecer cambios positivos en la familia y en su entorno para que sea ella quien alcance los logros. La persona usuaria, la familia, el grupo, la comunidad siempre interactúan a modo de vasos comunicantes, por esto el modelo sistémico resulta un buen mapa conceptual. Desde nuestra praxis, no es una fórmula con un resultado rápido, ni es posible intervenir al margen de un diagnóstico social. El Trabajo Social con familias no tiene que ver únicamente con esas prácticas asistencialistas que relacionan problemas sociales con recursos materiales. Nuestra intervención va más allá y no podemos permitir que se simplifique.

Para ello, es fundamental la especialización y apostar por una formación continua y actualizada que nos permita adaptarnos a las nuevas realidades. Desde este conocimiento podemos establecer una adecuada relación de ayuda que permita acompañar hacia la problemática en la que se encuentran inmersas las personas, familias y sus contextos. En definitiva, promover el empoderamiento de las personas y hacerlas partícipes de su propio proyecto vital, acorde a los derechos humanos y los principios éticos de la profesión.

En cualquier caso, nos planteamos si existe un riesgo de que una mirada rígida del profesional acabe nublando la realidad de cada familia. Los modelos teóricos son mapas imprescindibles, sin embargo, la realidad de cada caso requiere una constante reformulación, evitando de este modo que las personas se acaben ajustando a nuestras teorías en lugar de que las teorías nos permitan conocer a las personas.

Tania Fajardo Tejera. Psicóloga y terapeuta familiar. Autora de Reburujina.

Hasta aquí, hemos hablado brevemente de la mirada sistémica en el Trabajo Social con familias, pero la evaluación familiar no se lleva a cabo de forma unidireccional, es decir, desde el profesional a la familia, sino que tal y como afirma la segunda cibernética es bidireccional: la familia, también influye en el profesional. Por tanto, el diagnóstico social y la evaluación se realiza a través de cómo él y la profesional “se une” a la familia. En este punto cobra vital importancia que los y las profesionales hayan desarrollado un trabajo introspectivo de sí mismo o de sí misma. Conocer nuestra personalidad, emociones, capacidades y heridas será un aspecto esencial de la intervención profesional.

En la reflexión cabe preguntarse cómo es posible que estemos conociendo a otras personas y familias sin haber reflexionado sobre nuestra historia, o ni siquiera conocer el funcionamiento de nuestra psique. Mirarse a nivel individual y/o familiar supone un salto, en ocasiones desconocido, generando en algunas personas profesionales incertidumbre y miedo. Plantearse esto puede suponer un cambio en nuestro contexto vital.

Sin haber integrado nuestra propia historia de vida algunas intervenciones profesionales, en la mayor parte, bienintencionadas e inconscientes, pueden generar daño iatrogénico. Si no existe consciencia, la asimetría dada en la relación profesional puede acabar encorsetando a las familias en aquellos discursos de poder existentes en la sociedad y que generan malestar en los individuos, tal y como refería Foucault (White y Epston, 1993).

Por todo ello, el/la profesional también tiene que trabajarse, porque al final hacemos nuestra profesión desde lo que somos y ahí es donde reside nuestro potencial. Disponer de una caja de herramientas y de claves personales nos puede permitir manejar adecuadamente aspectos significativos de las familias que acompañamos, siendo indispensable para ello aprender a mirar en la propia familia de origen y la propia familia actual, ya que las resonancias que las familias producen en los y las profesionales pueden ser favorecedoras para la intervención o, por el contrario, influir negativamente. En definitiva, saber distinguir la contratransferencia (lo que la familia despierta en ti) de la transferencia (lo que tu despiertas en la familia).

Para salir de este embrollo, los espacios de supervisión profesional o comités de ética de los colegios profesionales pueden ser útiles. Si imaginamos una situación donde el profesional está proyectando una parte propia, sus creencias o mapa de vida ante un caso, contar con una mirada más amplia de la situación que nos permita comprender que parte del profesional se está moviendo ante la familia, puede servir para movilizar nuevas maneras de trabajar y promover la buena praxis profesional.

El Trabajo Social ofrece un amplio campo de estudio y requiere una constante reflexión personal. Es de utilidad para ello realizar alguna vez nuestro propio genograma familiar, conocer aquellas heridas emocionales presentes en nuestra historia y las fortalezas que aprendimos tras ellas. Ejercer la profesión desde la responsabilidad, identificando aquellas contratransferencias que nos generan resonancias. Pensar sobre nuestro estilo preferente de apego y las emociones de nuestro día a día. Comenzar un proceso de desarrollo personal puede ser de gran utilidad ya que es complicado acompañar a las familias a aquellos lugares donde nosotras y nosotros aún no hemos estado, sin duda un trabajo complejo, pero altamente apasionante.

Nos queda mucho camino por recorrer en el Trabajo Social y el futuro deseable de la profesión consideramos que está en manos de cada profesional. Por ello, seguiremos escribiendo desde la praxis de estos años vividos y los que nos quedan por vivir con sus luces y sombras, con el soporte de profesionales que caminan en la misma dirección y se miran para poder mirar.

BIBLIOGRAFÍA

  • Escartín, M.J. (1998). Manual de trabajo social (Modelos de práctica profesional). Amalgama.
  • White, M., & Epston, D. (1993). Medios narrativos para fines terapéuticos. Paidós
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